¿Has sentido alguna vez la avanzar un paso y retroceder dos?

Gustavo Calderón sentía eso, su caminata errática hacia lo que el mismo suponía se trataba de un mejor futuro no parecía llevar a buen puerto.

No era esperable, al menos no a su gusto, con una suerte de obsesión por aprender de los errores de los demás suponía que su persona tomara un intento de perfección espiritual.

Sin embargo el descuido y sobreconfianza le jugarían en contra en más de una ocasión, nutriéndose como de costumbre entendiendo las actitudes de los demás, buscando hasta el más mínimo detalle para definirlos; Gustavo juraba de cabeza que su autodenominada inteligencia emocional culminaría únicamente en un equilibrio que a menudo buscaba.

Muchas veces inconsciente, pues la vida no se basa simple y llanamente en preocuparse de uno mismo, no al pie de la letra por lo menos.

No obstante, nuestro muchacho no era perfecto, errores cometía y por montones, aún por sobre su naturaleza pensativa y precavida, pareciera que no fuese lo suficientemente listo como para notar al momento la realidad del caso, prudente como pocos, pero muy inseguro, el chico se dejaba guiar aún pese a sus esfuerzos por las emociones que muy a menudo invadían su cabeza cual si de hormigas buscando agua se tratase.

Solía hablar de más sin así buscarlo, contar más de lo necesario y buscar detalles dentro de los hechos, detalles que más que un alfiler dentro de un pajar se trataban de molinos en una torre, pequeños para los demás, gigantescos para el y su impulsiva naturaleza.

El masoquismo en estado puro, no físico sino emocional, gustaba de dañarse psicológicamente al menos de manera subconsciente, pues dentro de sí mismo lo más que añoraba era la tranquilidad, sentirse pleno por un buen tiempo y conforme a la situación.

Tonto como pocos en este aspecto, una idea de topaba a sus ojos, pensamientos, argumentos, gente que a su punto de vista no debería merecer la pena se adueñan de su cabeza, sobrepiensa las cosas de una manera única, pues a pesar de jamás decir nada, solía quedarse cuanto menos una tarde completa cranea respuestas ante lo que el mismo consideraba falta de sensatez.

Insensatez es realmente lo que demuestras, sufriendo por lo que sabes que son estupideces, ridículas, carentes de una importancia real en tu vida, pero por idiota permites que te afecte.

Lo siento muchacho, es me en serio me molestas...

Prosigo.

Gustavo sabía lo que quería, lo tenía más claro que el agua, pero de la misma manera en que era consciente de lo dicho, también tenía muy en cuenta su imposibilidad, no controlaba los hilos de la vida y actitud de lo demás por más que prefiera que fuesen de otra manera.

Hablaba con otras personas buscando el desahogo, pero, en el fondo pensaba que solo perdía el tiempo, sus problemas no eran mínimamente importantes para los demás, cada uno tiene su vida y por más claro que Gustavo lo tenga no es capaz de evitar invadir la de las demás buscando el alivio de la suya propia.

Jamás sabré si se trata solo de egoísmo, cinismo o un curioso matiz claro de palabras más feas de pronunciar.

El bien ajeno es el bien propio, es una frase que busca cuanto antes agregar a su vida, pero sabe que es complicado cuando ese bien sobrepasa el tuyo, envidia o inmadurez, el mismo lo definía como debilidad, y puede que por un momento tuviera razón.

Gustavo no paraba de sufrir por culpa de lo que el mismo imaginaba, se sentía mal a montones, y le echaba sal a su herida imaginando peores situaciones, volviendo lentamente a tocar tierra luego de el mismo notar que nada de lo que imaginaba era real por un momento, pero siempre se puede estar peor.

Te hace falta sueño muchacho, mucho pensar y poco descansar.

Aún encerrado en su burbuja era difícil imaginar un mundo más tranquilo, pues su vida era monótona y sus conversaciones lo eran aún más, se siente estancado a menudo y en fin...

Mucha porquería encerrada dentro de un espacio tan pequeño.

Así como todo el mundo, hay que comprenderlo...

Un pequeño resumen que a menudo culmina en la fugaz idea de que sería mucho más sencillo olvidar.

Quitar importancia a lo sucedido y comprender que a pesar de todo la vida sigue.

Suena bien como para ser una idea puesta en práctica por una persona tan débil y que demuestra tan poco amor propio como tú.

Imposible de hecho, si tus propios pensamientos acaban contigo poco a poco no puedes tan sencillamente dar vuelta la cabeza y hacer como si nada ocurriera.

Sabes en lo más profundo de tu ser que sin estas experiencias difíciles, y la influyente desventaja de tener que recordarlo por una buena parte de tu vida es complicado, pero útil.

Bobo...

Si olvidar fuera tan fácil jamás serías capaz de aprender de tus errores, en el fondo comprendes que una disculpa tuya equivale a un nunca más, y aunque suelas errar mucho, debes ser consciente de que te queda mucha vida por delante.

Fugaces pensamientos atormentan tu cabeza, sería muy lindo desaparecer, no molestar con tu existencia y que por lo mismo tu ausencia no haría incapié en la vida de nadie.

Sueles pensarlo mucho, yo lo se...

Pero, y este será el último, así como aprendes de tus errores, debes aprender que a los problemas se les enfrenta con la frente en alto, busca, cranea, inventa, imagina una solución, por más tonto que suelas ser sabes que eres capaz de acabar con tus demonios...

Serás capaz de acabar conmigo, soy el artífice de tu sufrimiento, y lo lamento...

Se que dije que el anterior sería mi último "pero".

Pero en el fondo sabes que te amo, a pesar de todo...