CAPÍTULO 1: Desesperación
N/A:
Actualicé nuevos modismos españoles en el mismo apartado, pues aparecerán nuevos en este capítulo.
¡Disfruten la lectura! ;-)
24 DE OCTUBRE, 2017
Sevilla, España
Summer
Siento todo mi cuerpo entumecido y más pesado aún que un saco de arena.
Intento mover mis manos pero apenas sí lo consigo un poco. Luego prosigo con intentar parpadear pero es otro intento vano. Parece que mis párpados estuvieran pegados entre sí.
Odio estas sensaciones que si bien frecuentes nunca consiguen hacérseme familiares. Siento que si hago un mínimo movimiento me dolerá todo el cuerpo. Resuelvo por dormir unos minutos más, ya sé cómo es esto, esta sensación se irá por sí sola, poco a poco, pero lo hará. Dormí la mona otra vez, es todo.
Emito un leve suspiro e intento volver a abrir mis ojos. Esta vez lo consigo un poco, pero la luz mañanera que ingresa por la ventana lastima directamente mis retinas. Vuelvo a cerrar los ojos con fuerza y me cubro la cabeza con la colcha.
Ahora que lo pienso, no tengo ni la más mínima gana de levantarme, tampoco ningún motivo que me impulse a hacerlo. ¿El colegio?
Nah, qué va, ya son tres días seguidos con este que no voy. ¿Ya que más da que me ausente un día más? Aparte estoy cien por ciento segura de que nadie me extrañará. Bueno… casi nadie.
Han pasado diez minutos y ya no puedo conciliar el sueño, estoy que todo lo veo negro. Abro los ojos a pesar de que la luz los lastima e ignorando la pesadez y el dolor que siento me incorporo y me levanto como puedo. Veo la hora en ese pequeño reloj que está sobre mi escritorio, son las 10:30am.
No es que sea floja, pero no me parece que sea muy tarde. Siento un terrible dolor de cabeza y el cuerpo adormecido, sé que son las consecuencias de ingerir esas porquerías. Con dolor en mis piernas y columna me agacho frente a mi pequeño escritorio color caoba y saco unos analgésicos para el dolor y la resaca. Con pasos trémulos y pesados me piro a la cocina, me sirvo un vaso con agua y me los bebo.
Suspiro tras ello y me tiro a un asiento que estaba tras mío. Me pongo la mano sobre la frente e intento ignorar el dolor que siento, hasta que pase.
Otra vez tengo la sensación de que ayer hice algo grave, pero en estos momentos no recuerdo qué, mi mente está totalmente en blanco. Sé que será inútil intentar recordarlo ahora, siempre es así, a la final llegan por si solos, aunque esos sean vagos flashbacks.
Aún entre tanto dolor y aturdimiento se me hace raro no haber escuchado la voz de mi madre. Siempre a estas horas hay bullicio por la cocina, o ella me reprocha algo que hice el día anterior o me pregunta cómo me encuentro.
Extrañamente ahorita no oigo nada.
Estando en esas vuelvo a caer dormida.
***
Tres horas después
Siento mi cabeza apoyada sobre una dura superficie, parece ser madera. Niego con la cabeza e intento buscar una posición más cómoda, pero siento unas lentas caricias por mi cuello, luego por mi cabellera y al final un susurro en mi oído.
—Despierta —canturrea esa voz y entonces siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal—. Vamos —sé que está sonriendo y disfrutando de esto, al igual que yo nunca cambia.
—¿Qué quieres? —no quiero levantarme, no deseo ni un poco verle la cara.
—Verte princesa, ¿qué más?
Lo que yo daría por no verle más, me repugna totalmente.
—Pues yo no quiero, déjame —le digo entre dientes y volteo la cabeza, es entonces que siento un jalón de pelos que me impulsa hacia atrás y me hace gritar agudo.
—Pero yo sí, bonita. Y tú haces lo que yo te diga —continúa susurrando en mi oído.
—Por favor, suéltame que me haces daño —le pido, entonces me suelta de un tirón que provoca que me golpee el rostro contra lo que ya sé que es la mesa.
—Hoy no pasaste a darme los buenos días —chasquea la lengua al final.
—Lo siento, me quedé dormida —murmuro en disculpa.
—Lo que pasa es que otra vez dormiste la mona —vuelve a jalarme del cabello y me mira directamente a los ojos—. Pero eso no es excusa, Summy.
—Odio que me llames así —le recuerdo con voz temblorosa.
—¡Yo te llamo como se me dé la pinche gana! —tras su grito siento una fuerte bofetada que me tira de la silla al suelo—. ¡Me cago en tu puta madre! —inevitablemente las lágrimas inundan mis ojos y mi mano derecha sube a mis labios, están sangrando, le miro asustada, estática en donde caí.
Sé que ya debería haberme acostumbrado, pero cada vez le tengo más y más miedo.
Esto que acaba de ocurrir hace que repentinamente llegue un recuerdo a mi mente.
Flashback
«—¿Maldita exagerada? ¿Yo soy la que exagera acaso? ¡Solo mira como estás, detente a verte un momento! Pareces una vagabunda.
—¡Vagabunda tu abuela!
Y tras esas palabras me veo a mi misma empujando con fuerza a mi madre, luego a ella perdiendo el equilibrio y por consiguiente su cabeza impactando fuertemente contra la pata de madera de la mesa.
Y ahí se quedó. Estática, quieta en una sola posición.»
Fin flashback
Estática como yo lo estoy ahora.
El recuerdo no es nítido y es algo difuminado, como un vídeo mal grabado desde el cine, pero significa mucho y las acciones y voces presentes en él son claros.
¿Realmente yo le levanté las manos a mi madre? ¿La empujé yo? No, no, no, no. Esto no puede estar sucediendo, no puede ser real. Tengo una cierta sensación de que el recuerdo es algo que ocurrió el día de ayer, de seguro tuvimos una gran pelotera. ¿Pero realmente llegué a ese extremo?
De repente me siento como la peor basura del mundo, la mano y todo el cuerpo me tiembla. Estando en esas una idea cruza por mi mente. ¿Y si no fue la primera vez ayer? La mayoría de las veces olvido lo que hago por las noches, al día siguiente hay vagos recuerdos de lo que pude haber hecho o sucedido.
Tal vez en una de esas noches se me fue la mano también. Por Dios, no.
—Dime que no es cierto —digo mientras me animo a verle a los ojos.
—¿Ahora qué? No empieces a joder la marrana, Summy.
—¡Por favor dime que no es cierto! —me incorporo de golpe y lo tomo por el cuello de su playera, pero vuelvo a recibir otra bofetada y un empujón que me devuelve al piso.
—¿¡Y ahora qué te pasa, maldita guarra!? —siento su fría y directa mirada como si me traspasara.
Y como la débil que siempre dice que soy, estallo en llanto. No me queda de otra. Estas lágrimas son de remordimiento, impotencia, rabia. Lo odio, me odio a mí misma, lo hago con toda mi maldita alma.
¿Cómo pude hacerle algo tan horrible a mi madre?
—No, no, no. Por favor no empieces. Me encabrona cuando eres así de débil —de un tirón me levanta hacia arriba y con movimientos muy bruscos seca las lágrimas de mis mejillas—. ¿Viste el programa ese de la Chimoltrufia? ¿O a Jeff the Killer? Te ves peor que ellos con ese maquillaje todo corrido —vuelve a chasquear con la lengua y me habla despectivo, yo mantengo la cabeza y mirada gachas. Tras ello me da dos leves empujones—. Pírate al baño, lávate la cara y maquíllate como a mí me gusta. Y no me hagas esperar mucho, que ya sabes como me pongo luego. Te espero en el sofá para hablar —me lanza una mirada de advertencia a la par que me dedica una sonrisa socarrona, entonces yo corro hacia el baño.
Ni bien entro ahí mis manos se posan sobre el lavabo y mi mirada para a posar en mi reflejo. Me veo peor de lo que creí. Tengo los ojos irritados, las mejillas empapadas de negras lágrimas —debido al rímel que se me corrió al llorar—, la tez muy pálida, el cabello hecho todo un nido y lo que en peor estado están son mis labios, que están hinchados y sangrando.
Maldito.
Aunque bien me lo merezco.
Siento ganas de volver a llorar, llorar hasta desahogarme por completo, pero hago un tremendo esfuerzo por no hacerlo, suspiro y procedo a limpiar la herida de mi labio inferior, solo a limpiarla ya que el tiempo me apremia, espero no sangre más ya que cuando él se vaya procederé a curarla. Inmediatamente después me lavo rápidamente el rostro. Lo hago con fuerza y rabia. Luego me lo seco y comienzo a peinarme. Joder que esto está enredado.
—¡¿Ya?! —escucho desde afuera.
—¡Ya casi! —respondo nerviosa, lo cual me lleva a hacer movimientos torpes.
Corro hacia mi habitación, y sin detenerme a nada procedo a cambiarme de ropa, lo primero que encuentro a mano, pues aún estoy con pijama. Me pongo una blusa y una chaqueta rojas, unos jeans ajustados y a tropezones saco mis botines negros de debajo mi cama y me los pongo. Listo. Suspiro y saco de mi cartera una labial mate y un delineador de labios, rápidamente comienzo a delinearlos pero la puerta de mi cuarto se abre de sopetón.
—¿Que ya, Summer? —pregunta fastidiado.
—Sí, lo hago como a ti te gusta —le dedico una breve y falsa sonrisa mientras continúo en lo mío.
—A mí no me tomes el pelo de tonto. Déjate de noñerías y termina de una vez, si no quieres que termine de perder la puta paciencia —escupe agravando la voz.
—Okay —digo tímida y procedo con esto. Al final junto mis labios entre sí para completar la acción. Eso sí que dolió, no es fácil maquillar los labios con una herida de por medio, espero y no se irriten en mayor proporción más tarde.
—Yo no quería hacerte daño, Summy. Mira nada más lo que te hice —se sienta a lado mío y me acaricia con lentitud en la mejilla izquierda, muy cerca a mis labios.
Sus caricias me repugnan, me dan asco. ¿Pero tengo de otra?
—Pero tu actitud mayormente me irrita, me saca de quicio…
—¿Entonces por qué sigues a mi lado? —pregunto en un hilo de voz, mirándolo tímida.
—No sé —se encoge de hombros y sonríe de medio lado—. ¿Será por esto? —entonces de sopetón posa su mano por detrás de mi cuello y de un tirón atrae mi rostro hacia el suyo, atrapando mis labios en un beso.
Me agarró desprevenida ya que ni alcancé a cerrar los ojos y mi lengua no sabe a qué compás moverse. De repente me encuentro gimoteando de incomodidad. Tengo ganas de empujarlo y decirle que me deje en paz. Las tales involuntariamente se reflejan en los empujoncitos que le voy dando en el pecho.
—Déjame. Mi mamá puede llegar en cualquier momento —consigo zafarme y lo miro asustada por la reacción que pueda llegar a tener.
—¿Y? Le digo que soy un colega tuyo y tú lo corroborarás.
—Pero no estaría así con un colega…
—Jajajajaja, por favor no me hagas reír, Summy. O a la final de cuentas le dices de una puta vez la verdad, que tú y yo…
—No, por favor no lo hagas.
—Es que ya me estás rayando con tus negativas. ¿Y sabes qué? Hablaremos aquí. —Determina mientras agarra un mechón de mi cabello, obligándome a mirarle directamente a los ojos—. Mañana irás al colegio.
—Pero…
—¡Pero nada, joder! No me des más coñazos, Summy, que me estás llegando a cabrear. Te faltaste tres días seguidos y ya me estás haciendo quedar mal. Están preguntando por ti y yo ni enterado de misa la media —da un resoplido y me agarra con más fuerza—. ¿Sabes lo que andan diciendo? Que si ni a mi churri puedo controlar mucho menos el negocito que ahí tengo. Y no voy a tolerar que se anden burlando de mí y mucho menos por una yonkarra como tú —dice despectivo, mirándome así también.
»—Así que si quieres que te siga dando esto —saca del bolsillo de su chaqueta una bolsita de marihuana y la luce frente a mí, balanceándola—. Irás mañana al colegio, es tu pedo si vas o no a clases, pero ve a buscarme pronto. ¿Vale?
—V-vale. Pero por favor, d-dame eso —hago un intento por quitarle la bolsita de las manos, pero él la aleja de mí y vuelve a guardarla en su bolsillo, incorporándose a la par.
No debió hacerlo, no debió mostrármela. Cuando la veo siento que la necesito. Sé que está mal, pero me entrará ansiedad y desesperación si no la obtengo. La necesito. La necesito para estar en paz.
—¡Dámela! ¡Por favor dámela! —chillo desesperada mientras me incorporo de un salto e intento quitársela del bolsillo.
—¡Quita! —me golpea en las manos, así alejándolas.
—Por favor, no seas así Marcos. No debiste mostrármela, ahora la quiero. Por favor…
—Te portaste mal, Summy —ríe, de seguro se divierte con mi desesperación—. No habrá de esto para ti hasta la noche, y claro, trayendo tú el dinero. Te quiero esta vez en la Terraza Alfonso —me sonríe ladino.
—No podré aguantar hasta la noche, Marcos. La necesito ahora, por favor joder…
—Vale, vale —acepta mientras yo le sonrío de agradecimiento, entonces saca la bolsita nuevamente de su bolsillo, la abre y se acerca a mí.
Pero no me la da, sino rocía de sopetón todo el polvito como azúcar en mi cabeza, lo hace a carcajadas mientras a mí me inunda un ataque de tos.
—¡¿Qué hiciste?! —pregunto en un grito ahogado, mientras intento parar de toser, sintiéndome furiosa de repente.
—¿Querías, no? Vale, ahí la tienes —afirma con resquicios de risa.
—Pero yo…
—¿Qué creías? ¿Que te la iba a dar así, como si nada cuando hiciste el gilipollas todos estos días? Ni de coña mi chavala.
Tras sus palabras inevitablemente las lágrimas inundan mis ojos. Quiero llorar de frustración.
—Sí te portas bien, como tooda una reina para mí esta noche te la daré gratis. Ya sabes, tienes que incentivar a los clientes —rodea mi cuello con su mano y me roba otro asqueroso beso.
Me da asco, muero de asco al besarle. Pero tengo que ganar méritos, debo ganar puntos con él. Así que tragándome toda repugnancia también rodeo con mi brazo izquierdo su cuello y mi mano derecha baja a intentar sostener su cadera, correspondiéndole al beso.
Siento fuertes ganas de potar, pero debo conterme. Intento seguirle el ritmo al beso, pero Marcos besa tan rápida y salvajemente que esta me es tarea imposible. También me está babeando los contornos de la boca. Luego baja a dejar más besos en mi cuello y empieza a succionar ahí.
Debo pararlo, no sé en donde esté mi madre, pero llegará en cualquier momento y no puede verme así.
—Vale —me le separo y fuerzo una sonrisa—. Vale, amor. Seré toda una reina para ti esta noche. Pero debes cumplirme también.
—¿Cuándo te fallé yo, eh? Me fascinas, Summy. Cuando te portas bien lo haces.
Quiero volver a decirle que odio que me llame así, desvío la mirada y me contengo de decírselo.
—¿Dónde dijiste que nos veríamos hoy? —pregunto a su vez. Me había desesperado tanto por quitarle la marihuana que no llegué a escuchar el lugar de nuestra cita.
—En la Terraza Alfonso, esa del Parque de María Luisa. A las siete y media de la noche, máximo ocho.
—¿Por qué ahí? Marcos, allí no van chavales de nuestra edad, los clientes en ese lugar rondan los treinta años para arri…
—¿Te preocupa que no te dejen pasar? —ríe irónico—. Tranquila, me conocen en todas las putas discotecas de Sevilla y cualquier colega mío tiene el pase permitido. ¿Cuánto más entonces mi hermosa churri?
—No es eso, sino que…
—Te espero. No tardes —me mira como advirtiéndome y se pira.
Una vez más, maldito.
Tengo unos putos dieciséis años ¿y tendré que impresionar a gente de treinta? Terraza Alfonso no es una mala discoteca, de hecho, es una de las más recomendadas en la ciudad de Sevilla, pero casi no habrá chicos de mi edad. Además no faltará el tipejo o viejo verde que quiera propasarse conmigo, esto por las ropas provocativas que Marcos me exige que use.
Dios mío, ¿cómo fui a parar a este punto? Me sorprende los límites que estoy alcanzando.
De repente todo se me viene de golpe a la mente, el recuerdo donde yo estoy empujando a mi madre y ella se golpea la cabeza, los coñazos que me propició Marcos, sus besos y caricias asquerosas, la forma tan despectiva que tiene de hablarme y amedrentarme…
Siento la bilis subírseme y corro al baño a potar.
Tras haber devuelto el estómago me lavo y refriego los dientes con fuerza e impotencia, necesito quitarme ese repugnante toque que sus besos dejaron en mi boca. Me enjuago y lo hago por segunda vez. Al finalizar suspiro y regreso a la cocina para servirme uno, dos y tres vasos de agua.
Me siento un poco mejor y el dolor se mitigó en cierta forma en mi cuerpo, cuyo caso no es el de mis labios. Me arden como los mil demonios y volvieron a sangrar.
Me piro al cuarto de mamá para buscar su botiquín. Entro y es donde vuelvo a caer en cuenta de que la casa está vacía, veo hacia el reloj de la pared, son las 13:30pm. Suspiro y quiero volver a llorar de culpabilidad. No sentí a mamá en toda la mañana. Claro, estaba durmiendo pero ella es quien mayormente me despierta. ¿Se habrá pirado por lo que la empujé? ¿Estará muy cabreada conmigo? ¿No querrá verme más? ¿O se habrá pirado a buscar curro?
Tal vez, es lo más probable. Perdió su curro como personal de limpieza en un hospital como hace dos semanas, y todos estos días se estuvo quedando en la mañana y por la tarde saliendo a buscar otro curro.
Nuestra relación no es la mejor, pero eso no justifica lo que le hice anoche. Soy la peor persona del mundo y todo lo malo que me pasa me lo merezco.
¿Que si la solución es dejar la droga? No, no, no. No puedo. Me lo propuse hace unos días, pero siempre Marcos, o Laura, como un coñazo que me las lucen enfrente, de una forma similar de hace unos minutos, me entra ansiedad, desesperación, necesidad y ya es muy tarde para razonar. Sí o sí debo obtenerla.
Soy consciente de que necesito ayuda, pero con compañías como Marcos, Laura y el resto de esos tíos será imposible. Si te juntas con ellos lo haces para siempre, o hasta que ellos se rayen de ti. No hay de otra. Sino pagarás las consecuencias.
Joder, ¡¿cuándo me metí en esto?! Era felíz, estaba bien. Estábamos bien.
Sé que mi madre sufre por mi causa, más cuando estoy flipada no controlo ni domino mis acciones, pierdo en cierta medida la consciencia sobre mí. Lo que me sorprende son los extremos que estoy alcanzando.
Tengo que pedirle perdón, explicarle que mi intención no era hacerle daño… Aunque realmente ignoro cuál haya sido. ¡Agh! ¿Por qué debo olvidar las cosas que yo misma hago?
Saco de dentro de su mueble el botiquín y comienzo a curar mi herida. ¡Ostias, que duele esto!
Listo. Ahora queda llamar a mamá. ¿Querrá contestarme? ¿Me odiará por lo que le hice? Es lo más probable, pero lo mínimo que se merece es un «lo siento» de mi parte. Tras terminar guardo el botiquín, me piro hacia la sala y cojo el teléfono de la casa.
Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, cuatro pitidos, cinco…
»—¡Hola! Habla Isabel Sanz. En este momento no puedo contestarte, deja tu mensaje y me comunico con usted más tarde.
¡Ostias, joder! Me cago en el buzón. No, no me voy a rendir.
Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, cuatro pitidos, cinco…
»—¡Hola! Habla Isabel Sanz. En este momento no puedo contestarte, deja tu men…
Corto furiosa, pero no me voy a dejar vencer, insistiré una y una y otra vez.
***
Una hora después
Ya perdí la cuenta de cuantas veces llamé, deposito el teléfono a su lugar rendida.
¿Estará en entrevistas para currar? ¿O me estará evitando? Esto último es lo más probable.
Sin que yo pueda evitarlo las lágrimas una tras otra empiezan a empapar mi rostro, cada vez en más cantidad, entonces estallo en llanto y caigo de rodillas sobre el piso.
¿Por qué tengo un mal presentimiento respecto a esto? ¿Por qué siento que el corazón me duele tanto?
Esto es mi culpa, ¡todo esto es mi maldita culpa!
Tranquilízate Summer, debe estar buscando curro, o en una entrevista y su celular tal vez está apagado. Pero me dejaría un mensaje o algo…
Debo esperar, no me queda de otra. ¿A dónde iría a buscarla?
¿Ella se hará esa pregunta por las noches?
Me siento pésimo y como la peor macarra del mundo. Y la soy, no debo engañarme. Al menos debo intentar compensarle todos los sinsabores que le hice pasar, llorando como Magdalena no conseguiré nada. Me limpio las lágrimas del rostro, me levanto y primeramente me piro al baño para tomar una ducha. Para limpiarme la porquería que Marcos arrojó a mi cabeza y para ver si me relaja un poco.
¡Ostias, solo conseguí ponerme más ansiosa! Corto la ducha y me piro a mi habitación. Ya allí me vuelvo a poner la chaqueta y blusa rojas, seguidas de mi jeans y mis botines negros. Ya está, ahora una cepillada a mi cabello.
Listo. Ahora vuelvo a pirarme hacia la cocina para ver qué hay de comer. Abro el refrigerador entonces. Hay carne, salsas, tres sobres de sopa instantánea para preparar y patatas fritas listas ya para freír. Más arriba hay dos cajas de néctar de durazno Eurojus, leche y yogurt de fresa. Fuera del refrigerador más allá hay verduras, algunas ciruelas, manzanas y dos melocotones, además de dos cajas de cereal Chocapic.
Decidí prepararme sopa instantánea y servirme un vaso con néctar.
Luego terminando de comer y lavando lo que ensucié resolví empezar a ordenar desde mi cuarto, ya que se encuentra en un completo desastre, como si un tornado hubiese pasado encima. Comienzo por tender mi cama, luego prosigo por doblar mi ropa, después por barrer mi cuarto y creo que ya está. Al menos está más presentable.
Me tomo un descanso de unos tres minutos más o menos y luego de ello me dirijo a la habitación de mamá. Está —podría decirse, en sentido figurado— perfectamente ordenada, pero algo debo hacer por mi mamaíta o para mitigar aunque sea un poco la culpa que siento.
Traigo la escoba desde mi cuarto y comienzo a barrer. A cada barrida, a cada movimiento que realizo pienso. Pienso en qué cosas le habré dicho y ella a mí para que la pelotera se hubiera agravado a tal grado de… empujarla. Y no solo eso, recordé que ella se daba un ostión contra la cabeza muy fuerte.
Ahora que lo pienso pude… Pude haberla matado.
¡¿En qué coños pensaba en esos momentos?! ¿Realmente me transformaré en otra persona cuando estoy… flipada? Empiezo a sentir miedo de mí misma. Soy una tremenda macarra.
La cuestión es que con Marcos, Laura y demás chavales no podré dejarla. También la sola idea de ya no consumirla me atemoriza, me desespera. Por más que sea por mi bien estoy convencida, no podré. Pero debería.
¡Agh, qué follón! En un impulso arrojo la escoba contra el suelo.
Marcos tiene razón, soy una yonkarra, una muy jodida por cierto.
***
Tres horas después
Son aproximadamente las 19:00pm y mi madre no aparece. No hay noticias suyas ni reporte alguno. ¡Menudo pollo!
¿Llegará tarde a casa? Si es que fue a buscar curro, ¿no lo habrá encontrado todavía? ¿Querrá evitarme? Prefiero que me castigue, me regañe o lo que sea, pero no que me evite. No quiero sentir que pude haberla perdido.
¡Qué putada esta!
Ya no sé qué más hacer dentro la casa. Ordené mi habitación, la de mamá, la cocina un poco, barrí la salita… En realidad exceptuando mi cuarto había un escaso desorden por la casa.
Ahora estoy sentada sobre mi cama, mordiéndome las uñas de preocupación y ansiedad. Sí, me encuentro ansiosa. Ansiosa porque de una vez por todas aparezca mamá y… Porque también la necesito. Marihuana o cocaína, da igual en estos momentos, necesito algo.
Dejo de morderme las uñas y empiezo a tamborilear mis muslos y a zapatear.
¿Dónde estás, mamá? ¿Por qué todavía no regresas?
Estando en esas escucho a mi celular sonar. ¿Donde era que lo dejé? Me levanto y lo visualizo encima mi cama un extremo más allá.
Joder, que es el gamberro de Marcos.
—¿Hola?
—¿Ya estás lista mi bonita?
¡Ostias, lo olvidé!
—Ehm, sí, sí. Ya casi lo estoy.
—Ya sabes, máximo ocho Summy. Hay una generosa cantidad para ti claro, siempre y cuando te portes bien, llegues puntual, hermosa y sepas impresionar.
—Vale. Así lo haré —me pongo en pie y voy hacia mi ropero.
¿Qué prenda será la más apropiada según Marcos para esta noche?
—Vale. Te espero —y cuelga.
Suspiro. No tuve el chichi para los farolillos este día, fue uno pésimo.
¿Qué me deparará esta noche? No lo sé, pero nada bueno ha de ser.
N/A:
Yeiiiiiiiiii!! Primer capítulo ya concluido. ¿Qué les pareció la perspectiva de Summer? Ahora odian a Marcos verdad 🌚 Yo también. ¿En qué se habrá metido nuestra protagonista? :O
Aparecerán nuevos personajes conforme vaya publicando los nuevos capítulos. Procuraré no tardarme mucho con las actualizaciones.
Si me lees te doy mucho amor y todas las gracias de mi parte!
¡Os mando un abrazote y muchos besos!
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