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Capítulo 36 , Se tu mismo

Isaac y Sarah llegaron a la casa de Jazmín con una sonrisa en el rostro, recordando aquellos días cuando las visitas eran más frecuentes, antes de que las responsabilidades y los problemas comenzaran a ocupar más espacio en sus vidas. Jazmín los recibió con un abrazo cálido, contenta de ver a sus amigos de nuevo. La tarde prometía ser un respiro necesario para todos.

Sin embargo, la tranquilidad del momento se rompió cuando los padres de Jazmín recibieron una llamada inesperada. Desde la otra habitación, los tres jóvenes escucharon el tono grave de la conversación, y pronto la madre de Jazmín entró en la sala con el rostro pálido.

—Es el abuelo de Jazmín —dijo, su voz temblando—. Está gravemente enfermo en el hospital. Tenemos que irnos ahora.

Jazmín intentó mantener la compostura, pero Isaac y Sarah notaron la preocupación en sus ojos. Los padres de Jazmín salieron rápidamente, dejándolos solos en la casa.

—Vamos a pedir una pizza y ver películas —sugirió Isaac, tratando de distraer a Jazmín del nerviosismo que se cernía sobre la casa.

Aceptaron la idea, y pronto estaban sentados en la sala, rodeados de cajas de pizza y con la televisión encendida. Rieron con algunas de las escenas de las películas, pero había un aire de incertidumbre que ninguno de los tres podía ignorar por completo. Los pensamientos de lo que podría estar ocurriendo en el hospital rondaban sus mentes, aunque hicieron un esfuerzo consciente por no hablar del tema.

Después de un par de horas, Isaac se despidió, diciendo que debía volver a su casa. Antes de irse, se acercó a Jazmín y le dio un abrazo reconfortante.

—Todo va a salir bien —le dijo, intentando transmitir más esperanza que la que realmente sentía.

Jazmín asintió con una pequeña sonrisa y lo vio salir por la puerta, quedándose con Sarah en la casa vacía. El silencio se hizo más palpable sin la presencia de Isaac, y finalmente, Sarah sugirió que salieran al patio para tomar aire fresco.

El jardín estaba en calma bajo el cielo estrellado. Jazmín se recostó en el césped, mirando hacia arriba, y Sarah la siguió, acomodándose a su lado. Las estrellas brillaban con una claridad serena, pero en la mente de Jazmín solo había una nube de incertidumbre.

—Siempre he pensado que la muerte es como una gran incógnita —dijo Jazmín después de un rato, su voz suave—. Nunca sabes cuándo llegará, ni cómo será. Es como si te arrancaran de este mundo sin previo aviso.

Sarah la escuchó en silencio, sintiendo el peso de las palabras de su amiga. Reflexionó por un momento antes de responder.

—Creo que, cuando eres una buena persona, no importa cuándo llegue. Dios tiene un lugar especial para nosotros en el cielo. Y allí, no habrá más dolor ni miedo. Solo paz.

Jazmín se giró para mirarla, un atisbo de duda en sus ojos.

—¿De verdad crees eso, Sarah?

Sarah asintió, pero algo en su corazón la impulsó a ser honesta. Había algo que llevaba guardado por mucho tiempo, algo que sentía que debía compartir con Jazmín.

—Jazmín... hay algo que necesito decirte. —Sarah tragó saliva, sintiendo su corazón acelerarse—. Soy bisexual.

Jazmín se quedó en silencio por un momento, pero no hubo ni rastro de juicio en su mirada. Finalmente, sonrió.

—Sarah, eso no cambia nada para mí. Eres mi amiga, y siempre lo serás. No deberías avergonzarte de quien eres.

Sarah sintió un alivio inmenso, como si una carga que había llevado durante años finalmente se hubiese aligerado. Pero un pensamiento cruzó su mente, y la sonrisa en su rostro se desvaneció un poco.

—¿Y qué crees que dirían los padres de Cristal? —preguntó con cierta preocupación—. ¿Crees que les importará?

Jazmín la miró con firmeza, sus ojos reflejando una convicción profunda.

—Si son buenas personas, no debería importarles en lo más mínimo. Y si les importa, ese es su problema, no el tuyo. Todos debemos aceptarte tal y como eres, porque eso es lo que hacen los verdaderos amigos y la verdadera familia.

Sarah asintió, dejando que las palabras de Jazmín se asentaran en su corazón. Por primera vez, se sintió segura de que podría ser honesta con los demás, incluso con la familia de Cristal.

—La próxima vez que los vea, se los diré —declaró Sarah, su voz cargada de una nueva determinación.

Jazmín sonrió y tomó la mano de Sarah con suavidad, dándole un apretón que significaba más que cualquier palabra. Juntas, se quedaron un rato más en el jardín, observando las estrellas, sintiendo que, a pesar de todo, el futuro podría estar lleno de momentos de aceptación y verdad.

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