Capítulo 29 , Una redención posible
Cuando Camila era niña, su madre solía contarle historias sobre las virtudes de la Virgen María. Con una voz suave y reverente, le hablaba de la pureza inmaculada, la bondad infinita y la devoción incuestionable de María. Para su madre, María era el epítome de la perfección femenina, un ideal inalcanzable al que debían aspirar. Camila, con sus ojos grandes y curiosos, escuchaba cada palabra, tratando de grabar en su mente esa imagen de santidad.
Sin embargo, a medida que Camila se adentró en el mundo nocturno del bar donde trabajaba con Yael, esas historias se convirtieron en una fuente de angustia. Comenzó a sentirse inmunda, como si nunca pudiera alcanzar ese estándar celestial. Cada error, cada pensamiento impuro, cada duda que surgía en su mente, la alejaba más y más de esa imagen perfecta. Sentía que nunca sería amada de la misma manera por Dios, que su existencia misma era una desviación de lo que debía ser.
La Virgen María, con su manto de pureza, se convirtió en un espejo en el que Camila solo veía sus imperfecciones. Se preguntaba cómo podría alguien como ella, llena de dudas y defectos, ser digna del amor divino. Su madre siempre decía que María intercedía por nosotros, que su amor era infinito. Pero en su corazón, Camila sentía que ese amor estaba reservado para aquellos que eran dignos, para aquellos que podían reflejar, aunque fuera mínimamente, su pureza.
La fe inquebrantable de su madre era una certeza que Camila nunca pudo comprender completamente. Mientras su madre vivía su vida con una devoción que parecía innata, Camila luchaba con sus propios demonios internos. Se preguntaba si Dios alguna vez podría ver más allá de sus fallos y amarla por quien era, en lugar de por quien debería ser.
En sus momentos de mayor desesperación, se aferraba a las palabras de su madre, buscando consuelo en la idea de un amor incondicional. Pero la sombra de la duda siempre estaba presente, recordándole que no era ni podría ser como la Virgen María. Su madre, con su ferviente devoción, nunca entendió la lucha interna de Camila, y ella nunca pudo explicarle el peso que llevaba en su corazón.
Cada mañana, Camila se despertaba con una oración en los labios, una súplica silenciosa de aceptación y amor. Pero en el fondo, la pregunta persistía: ¿Podría Dios amar a alguien tan imperfecta como ella? Y cada noche, mientras cerraba los ojos, se reconfortaba con la esperanza de que, de alguna manera, en algún momento, encontraría la respuesta.
Con el tiempo, Camila se alejó cada vez más del ideal de hermosura y pureza. Su trabajo en el bar de Tero comenzó de manera simple y fácil; ella y Yael solo tenían que acompañar a los clientes. Yael, con su capacidad para integrarse y beber junto a los hombres, parecía prosperar en el ambiente, mientras Camila se conformaba con el trabajo que Pedro le había conseguido. La propuesta inicial de Pedro era simple: hablar con los clientes y ofrecer compañía, pero pronto se complicó.
Pedro sugirió que para ganar más dinero, permitirían que los clientes los acariciaran, los tocaran o incluso los besaran . Camila, reticente, se resistió a la idea de besar a otro hombre que no fuera Pedro. Sin embargo, viendo que Yael aceptaba sin titubear, Camila pensó que, si alguien que había sufrido tanto podía soportarlo, ella también podría. La primera experiencia con un hombre desconocido y borracho fue repugnante, pero Camila se decía a sí misma que no era para tanto.
La situación empeoró cuando Pedro les propuso un "trabajo" especial. Les pidió a Camila y a su primo que subieran a su auto y los llevó a un hostal. Allí, les indicó que debían ir a las habitaciones con los clientes y hacer todo lo que les pidieran. Camila, horrorizada, discutió y gritó.
"No haré eso", exclamó con firmeza.
Pero Pedro, con un tono amoroso, la abrazó y le aseguró que tener relaciones con otros hombres no afectaría su relación. Le prometió protegerla y le dijo que los clientes eran amigos suyos y que no le harían daño. Camila, influenciada por las palabras de Pedro y viendo que Yael aceptaba la propuesta sin dudar, decidió seguir adelante, pensando que si Yael podía soportarlo, ella también podría. La noche con el cliente fue dolorosa, y aunque amaba a Pedro, no estaba convencida de que el amor que sentía fuera completo.
Pedro prometió que sería solo una vez, pero no fue así ni para ella ni para su primo. Cada vez que una noche así pasaba, Camila se sentía más destruida. Mirarse al espejo le recordaba la niña inocente que una vez fue, ahora perdida y rota.
En una fría noche de invierno, mientras el viento cortante azotaba las calles vacías de la ciudad, Camila salio del hostal donde había trabajado. Caminaba con pasos pesados, sintiendo la decadencia total. Cada aliento formaba una nube de vapor que se desvanecía en la oscuridad.
Sus ojos cansados se posaron en un panfleto sucio y mojado en el suelo. Lo recogió con manos temblorosas y leyó las palabras impresas, ahora corridas por la humedad: "Encuentra paz y refugio en nuestra iglesia y refugio para mujeres maltratadas. Todos son bienvenidos."
Las palabras "paz" y "refugio" resonaron en su mente como un eco lejano de algo que una vez conoció pero que ahora parecía inalcanzable. La mención de un refugio para mujeres maltratadas la hizo estremecerse. ¿Podría realmente haber un lugar para ella, alguien que siempre se había sentido indigna y perdida?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro