Yael y Camila ya tenian 14 años , apesar de que Yael ya prácticamente no asistia a la escuela ese dia le tocaba hacer una de esas tradiciones absurdas del colegio: visitar uno de los cursos menores para ayudar al profesor de religión en la clase de Semana Santa. Esa vez, le tocaba compartir la tarea con Anna , una chica que siempre había sido insoportable para Yael . La tradición de que los alumnos de cursos avanzados asistieran a los más jóvenes en estas lecciones religiosas era un intento más de mantener el control, de perpetuar la idea de que estaban recibiendo una educación valiosa. Pero, desde la perspectiva de Yael , todo era parte de un sistema opresor que solo disfrazaba la realidad.

Últimamente, había pasado su tiempo libre estudiando guitarra y leyendo los manifiestos de Karl Marx en Internet. Un nuevo fervor comunista se había despertado en Yael ,  aumentando su desdén hacia su madre, a quien consideraba una capitalista más. Su madre, además, apenas se comunicaba con él  , llamándolo solo unas tres veces al mes en el último año.

El pensamiento de Marx había encendido en Yael  una llama de rebeldía hacia el sistema . La crítica de Marx al capitalismo y su visión de una sociedad sin clases resonaban profundamente en su alma. Obras como *El Manifiesto Comunista* y *El Capital* se convirtieron en su guía, alimentando su odio hacia las injusticias sociales y la explotación del proletariado. Se veía reflejada en la lucha de clases descrita por Marx, y sentía que su aversión hacia las estructuras de poder se fortalecía con cada página.

Por las noches, la Yael  y  Camila llevaban una doble vida. Durante el día, eran dos adolescentes normales que asistían a una escuela cristiana, pero en la noche, trabajaban en el bar de Tero. Allí, atendían a clientes, hombres borrachos que buscaban consuelo en conversaciones y tragos baratos, o vagabundos de la vida, tristes hombres que encontraban refugio en la compañía de sus amigos y cervezas. Su labor era sencilla: vender su tiempo y sus palabras, no sus cuerpos.

Casi todas las noches, los dos primos se escapaban de sus acogedoras camas para ir a trabajar. En el bar, también estaba Cheryl, una chica un poco mayor, con un cabello rubio como el trigo, labios de fresa, piel de porcelana y ojos tan profundos como el océano. Para Yael , Cheryl era una diosa inalcanzable, y aunque la deseaba, Cheryl lo  ignoraba, llamándolo  un "idiota egoísta" con su dulce voz.

El bar de Tero era un refugio para los desdichados, un lugar donde la música suave y las luces bajas creaban una atmósfera de melancolía y redención. Yael  y Camila se movían con destreza entre las mesas, prestando oídos a los problemas de los clientes, ofreciendo consuelo sin juzgar. Y en medio de todo, la mirada de Yael siempre volvía a Cheryl, la encarnación de la perfección inalcanzable, cuya indiferencia solo alimentaba más su deseo.

En medio de su clase de religión, mientras su mente divagaba, la protagonista notó a un chico de unos 10 años, de piel morena con cabello castaño y ojos verdes , que le recordaban a los ojos de Isaac . El chico parecía tan aburrido como él, y eso captó su atención , era un niño frágil e inocente así como Yael alguna vez lo fue.