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Capítulo 14 , Importancia ( +18)

**Un año después**

Había pasado medio año desde aquel episodio de golpes en el baño de la escuela con Benjamín, y el joven Yael  acababa de cumplir 13 años. Como de costumbre, no hubo fiesta, y lo único que recibió de su madre fue una llamada telefónica diciendo "Feliz cumpleaños". Aunque en otro tiempo esto le habría dolido, ya se había acostumbrado.

Durante ese tiempo, Yael se dedicó a hacer la vida de Benjamín lo más miserable posible: tiraba sus cuadernos a la basura, rompió su celular en una ocasión, y hasta convenció a otros chicos para que lo golpearan y con eso habia conseguido que dejara en paz a Isaac , Yael no sabia la razon de porque sentia una conexión extraña con Isaac , lo unico que entendia es que cuando veia a un ser indefenso como Isaac o Sarah sentia el impulso inexplicable de protegerlo . Y de destruir a cualquiera que intentará hacerles daño .

No obstante, la vida de Yael  no giraba exclusivamente en torno a la venganza. Aprendió a tocar la guitarra y se interesó por las ciencias naturales y la química. Nada le hacía más feliz que pasar tiempo en el laboratorio de la escuela, observando fetos de cordero en frascos y mezclando químicos tóxicos, fantaseando con la idea de provocar una explosión en la escuela o cometer algún otro acto de pura maldad.

Al mismo tiempo, comenzó a experimentar los intereses propios de la pubertad, descubriendo su despertar sexual a través de las páginas de Internet que los adolescentes encuentran en secreto. Aunque la masturbación y los sueños húmedos no le resultaron especialmente interesantes, sentía una intriga por el mundo de los adultos. Esto lo llevó a investigar sobre biología y relaciones sexuales, estudiando más por curiosidad que por morbo. Aprendió sobre los periodos de ovulación, la eyaculación masculina, la anatomía genital y otros aspectos relacionados, aunque el aprendizaje en sí le emocionaba más que la idea de mantener relaciones sexuales.

El verdadero infierno comenzó una tarde cuando, al lavarse las manos en el baño, con su mochila a un lado, donde guardaba un pequeño secreto, fue sorprendido por Benjamín y su pandilla. Intentó ignorarlos, pero pronto se dio cuenta de que bloqueaban la puerta.

Preguntó con molestia qué querían, pero Benjamín, con maldad en la voz, dijo que solo querían mostrarle algo. El joven, sarcástico, intentó irse, pero Benjamín lo agarró de la manga y uno de sus amigos sacó un cuchillo, acercándolo a su cuello. A pesar del miedo, intentó mantener su actitud desafiante, exigiendo saber lo que querían.

Uno de los chicos le mostró una foto en su celular: era una imagen borrosa, tomada desde un hueco en una de las puertas del baño, en la que se distinguía a Yael  masturbándose. El joven  recordó que había sido el viernes pasado, después de leer un manga yaoi en la noche anterior, que lo había dejado pensando durante la clase de lenguaje.

Con una mezcla de vulnerabilidad y enojo, exigió saber qué querían hacer con la foto, ofreciendo dinero a cambio. Sin embargo, Benjamín le dio una bofetada que lo tiró al suelo, dejando claro que no querían dinero.

Benjamín tomó su mano y la acercó a su entrepierna, insinuando lo que realmente querían. Yael sintió una ira tan intensa que deseó clavar el cuchillo en el cuello de Benjamín, pero fue inmovilizado por los otros chicos. Sin más opción, Yael aceptó su destino.

Esa noche, se lavó los dientes y escupió varias veces, tratando de borrar el sabor de lo que había ocurrido. Luego, en su habitación, intentó distraerse sacando de su mochila su pequeño secreto: uno de los fetos del laboratorio, con la intención de disecarlo. Había robado material del laboratorio para hacerlo, pero ahora, al abrir las entrañas del feto, solo podía pensar en el hijo de perra de Benjamín.

Mientras tanto , Isaac se recostó en su cama, mirando el techo con una sensación de pesadez en el pecho. El eco de lo que había presenciado en el baño todavía resonaba en su mente. Había estado allí, dentro de uno de los cuniculos del baño a una distancia segura, observando sin intervenir, paralizado por el miedo y la incertidumbre.

"¿Por qué no hice nada?" se preguntaba una y otra vez. Sabía que Yael necesitaba ayuda, que estaba siendo lastimado, pero sus pies se habían anclado al suelo, y sus palabras se habían ahogado en su garganta. La culpa ahora lo consumía, creciendo con cada latido de su corazón.

Cerró los ojos, intentando bloquear la imagen de Yael siendo humillado, pero era imposible. La impotencia lo carcomía, y la voz en su cabeza no dejaba de recordarle que había fallado. "¿Qué clase de persona soy?" pensó, sintiéndose más pequeño que nunca.

Isaac se levantó de la cama, caminando en círculos por su habitación. Quería gritar, golpear algo, pero sabía que nada de eso cambiaría lo que había sucedido. Se detuvo frente al espejo y se miró fijamente, como si esperara encontrar una respuesta en su reflejo.

"Debí haber hecho algo... cualquier cosa", murmuró, apretando los puños. Pero en el fondo sabía que el miedo lo había superado, que su propia inseguridad lo había dejado inmóvil cuando más se necesitaba valor.

Y ahora su castillo seria lo que el Espíritu Santo decidiera o más bien la voz en su cabeza , decidiera que ritual seria el adecuado , para expiar ese pecado.

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