Oh, oh
Cuando muy temprano por la mañana mi mamá me encuentra desayunando y revisando mi cuaderno no se lo puede creer. Se queda parada en el pasillo, por lo que papá que venía todavía adormilado, casi choca con ella. Sin necesidad de que mamá le diga el motivo de su asombro él nota por sí mismo.
―¿Anabel?―dice mi papá con la bata encima de la pijama y el cabello despeinado―¿Ya estás lista para la escuela? ¡y re... repasando tus apuntes!
―Sí ¿por qué?
Mamá se sienta junto a mí mordiéndose las uñas y me toca la frente.
―Puedes quedarte a descansar...
―Me siento bien―les digo riéndome pero ninguno está convencido.
―Es que este cambio tan repentino y la forma tan extraña en que te has estado comportando últimamente hija―dice con la voz temblorosa―¡cómo no quieres que me mortifique!
Oh no, aquí vamos otra vez.
Ella se dirige hacia el refrigerador y lee en uno de los imanes de publicidad.
―Si su hijo presenta cambios bruscos de humor...
Luego repito junto con ella.
―Es probable que esté consumiendo drogas, puede haber sido influenciado por un amigo, un vecino...
―No te burles de tu madre―dice papá interrumpiendo.
Empiezo a guardar mis útiles y apuro los restos de leche de mi tazón de cereal.
―Pueden estar tranquilos, sólo estoy dedicándome un poco a los estudios, deberían contentarse y no tratarme como una delicuente.
Sé que la palabra enciende el botón de alarma de mi madre y me arrepiento de mencionarla siquiera.
―Ese muchacho, Anabel, tu compañero de trabajo, no me da nada de buena espina.
―¿Alex? Él no anda en drogas―digo corriendo al baño para lavarme los dientes.
―Ah, bueno―dice papá sirviéndose un jugo de naranja, pero la matriarca no se queda conforme.
―Nada de "ah, bueno"―lo imita―.Todavía no me has explicado lo de la caja de cigarrillos del otro día, ni las extrañas llamadas con Clara, sin mencionar que nunca me dijiste bien que pasó con esa pelea afuera de la escuela.
―Podgque no edg impogdtangte―le respondo con el cepillo retacado en la boca y atiborrada de espuma.
―Si hubiera sido algo tan malo creo que ya lo sabríamos―le dice papá en voz baja pero ella le da un suave manazo.
―Ok, si tu dices que no usa drogas te creo, pero no se ve muy inofensivo, más bien diría que es un chico descarriado y no quiero que te descarrile a tí.
Con el aliento tan fresco como una hoja de menta me cuelgo la mochila en el hombro.
―Es la primera impresión que Alex da, lo raro sería que creyeran que es una blanca palomita. No es tan malo como parece.
―Oh, oh―dice papá.
―¡¿Qué?!―responde mamá alarmada.
―Papá...―le advierto―.¿Qué quieres decir con "oh, oh"?
El mueve la cabeza y habla al oído de mi madre, mirándome con recelo.
―¡No!―dice ella en un murmullo.
―Miren, no sé que están pensando ustedes dos pero les puedo asegurar que no hay un sólo motivo para decir "oh, oh".
Los dejo con sus elucubraciones y me voy disparada a la escuela, quizá llegue más temprano que el conserje.
Por desgracia mis padres no son los únicos en hacer alboroto. El profesor Miranda nos ve a Alex y a mí trabajando hombro con hombro en la clase y casi se frota los ojos para cersiorarse que es real.
―¿Qué se le ofrece profe?―dice Alex cuando pasa por tercera vez por nuestra banca y se asoma para corroborar que de verdad estamos haciendo el trabajo asignado.
―Nada―responde―. Por favor continúen.
Y lo hacemos.
A la hora del receso y en los cambios de clase vamos uno al lado del otro y nos intercambiamos las notas y hacemos anotaciones casi sin decir nada. Es una extraña sincronía ya que caminamos al mismo paso y vamos completándonos las frases sin terminar.
Pasamos delante de Valeria, que parece bastante ofendida con nuestro nuevo desempeño escolar.
―¿Qué están tramando esos dos raros?―dice a Vanesa, pero ella la ignora.
Ella no es la única que cree que ocurre algo fuera de lo normal. Los demás estudiantes cuchichean y nos miran. Pero no hay tiempo de preocuparnos por lo que piensen porque planeamos la maqueta volcánica más espectacular en el mundo de las maquetas.
Desplegamos nuestros papeles y cuadernos en una macetera y nos sentamos cada uno en un extremo. Alex pasa la otra pierna por la maceta y yo me siento con las piernas recogidas. Gus nos acompaña en silencio, sentado en el suelo, justo en el medio de los dos y usando la macetera para recargarse, mira las nubes y de vez en cuando suelta una risita.
El celular de Alex suena, y cuando mira a la pantalla no hace ni un gesto.
―Lo siento, voy a estar ocupado toda la semana―dice rápidamente―¿El fin de semana? Mmm también.
Trato de fingir que no me interesa, pero me muero por saber todos los detalles. Sigo escribiendo como si nada, y hago unas rápidas notas junto a un esquema.
Cuelga y se guarda el celular en el bolsillo.
―Ya, no te hagas la tonta, sé bien que estabas escuchando.
Dejo caer la pluma sobre mi cuaderno.
―Perdóname por tratar de fingir discreción.
Gus se ríe solo.
―Pues sí, era Carmina, pero seguro que ya lo sospechabas.
¡Que sí lo sospechaba! La sorpresa era que...
―¿¡Le dijiste que no a Carmina!?
―Sólo quiero que me de algo de tiempo para no arruinar esto, nada más―luego me pica en la frente con la goma de borrar del lapiz ―.No te hagas ilusiones.
―Hace mucho que perdí la capacidad de ilusionarme―le respondo.
Arruga un pedazo de papel y me lo arroja.
―Deja el drama por cinco minutos.
―Ojalá pudiera, pero el drama de mi vida comenzó aquel fatídico día en que nos pusieron en el mismo equipo.
―Parece que fue ayer―dice fingiendo un tono nostálgico y entornando los ojos al cielo.
Veo a Rojas jugando a patear la pelota con lo amigos de Alex que andan cerca.
―Todavía no puedo creer que no quisieras ver Carmina. Me imagino que no es fácil para tí.
Alex sigue el balón con la mirada.
―Algunas cosas cambian―dice muy serio―.No estoy asegurando nada, pero quizá algo de distancia nos venga bien.
¡Sí! Mi plan funciona a la perfección, ahora sí Chino ya no tendrá motivos para matarme. Y estoy tan felíz que me ruborizo. Aprieto los labios lo más que puedo para esconder mi sonrisa.
―Tampoco trates de hacerte la que no se alegra, sé muy bien lo que piensas de Carmina y debes creer que te saliste con la tuya.
―Ni que quisiera separarlos por malvada.
―Tus motivos tendrás.
―No es que ella me caiga mal, es simpática, pero no me agrada cómo se porta contigo y lo idiota que te hace portarte.
Alex se cruza de brazos.
―Uno hace cosas tontas cuando te gusta alguien. La cosa es que tú vives en un mundo de fantasía con tipos que se llaman Rolando o Lisandro, o cómo sea.
―Pero mis chicos, según tú, "de fantasía" no me orillan a pelearme a golpes con un pandillero.
―Por lo pronto ya no te tienes que preocupar por eso. Ya me tienes todo para tí sólita.
―Agh, mejor cállate y ve a traerme un jugo―digo dándole dinero.
―Yo también quiero uno―dice Gus somnoliento.
Busco de nuevo en mi monedero y le entrego otra cantidad.
―¿Y a mí qué?―dice Alex―¿No me vas a comprar nada a mí?
Suelto una maldición y saco más dinero.
―Ahora tú me estás saliendo caro a mí.
―Si voy a ser tu gigoló más vale que me trates bien.
―Sigue soñando―digo arrojándole yo a él el papel arrugado.
En ese momento Valeria, que viene sola, se acerca a nosotros. Mira despectivamente a Gus y pasa junto a él con asco.
―¿Están jugando al papá, la mamá y el hijo tonto?―dice sonriendo con sorna.
―Puedes ser la hija tonta si quieres―le dice Alex encogiéndose de hombros.
Valeria le hace un gesto y se voltea hacia mí.
―No crean que se me ha olvidado que echaron a perder nuestros trabajos en la exposición.
―¿Y qué quieres que hagamos?―digo de pronto y Alex me mira reprobando lo que acabo de decir.
―Nadie puede probar nada―dice Alex.
―Habrán podido a engañarlos a todos pero a mí no.
―Uy, que miedo, ¿qué vas a hacer apuñalarnos con tu celular?
―No, pero tengo fotos muy comprometedoras de la exposición.
―El profesor Miranda y el director están de nuestro lado―le digo.
―Ajá, pero imagínense el escándalo si todos los demás alumnos lo saben y también la sociedad de padres de familia. Estarán muy interesados en discutir con ustedes el hecho de que vayan a una convención a competir después de haber destruído sus proyectos.
―Tú debes de ser la única matada a la que le importa―dice Alex―.Dí rápido lo que quieres, se va a acabar el receso y todavía tengo que ir por mi jugo.
―Tienen que darme crédito en su equipo sin que yo haga nada. Es lo menos que merezco porque arruinaron mi maqueta,
―¡Estás loca!―dice Alex―.Ya vas al concurso de matemáticas, ¿para qué quieres otro premio?
―Yo no soy una perdedora como ustedes.
Me paro encima de la macetera por lo que veo a Valeria hacia abajo.
―Vuelves a decirnos así y te juró que voy a mandar a todos mis amigos del bajo mundo a darte una paliza.
No sabe si hablo en serio o no por lo que su sonrisa es indefinida.
―Anabel...―advierte Alex.
―Estoy cansada de tu actitud de desprecio hacia nosotros, las cosas se piden por las buenas.
Valeria empieza a retroceder.
―Creo que ya está bien―dice Alex.
―A mí no me impresionas―reponde Valeria―.Eres una mala imitación de la calaña con la que se junta este.
―¡Ey!―protesta Alex.
Yo salto frente a ella y aunque Valeria es más alta que yo sigue retrocediendo.
―Todos ellos son mucho más amables que tú, ¡y Gus no tiene nada que ver en esto!
Valeria se sobresalta.
―Estoy pidiendo lo que es justo―lagrimea.
―Y quizá lo tengas, si te portas bien.
Alex nos mira a una y luego a la otra. Es obvio que Valeria no se agarraría a los golpes.
―Pero si esas fotos salen a la luz, voy a saber quién fue la soplona.
La miro directo a los ojos, y no sé que vio Valeria en ellos, pero fue suficiente para que se aleje corriendo y tapándose la boca.
―Eh...―balbucea Alex.
―¡¿Qué?!―le respondo tan furiosa que estoy temblando.
―Va... vamos por tu jugo.
Todavía tiemblo cuando Alex abre mi jugo y me pasa su botella sin abrir. Vamos a unas bancas junto a la cooperativa de la escuela, descanso, poniéndome la otra botella helada sobre la frente por recomendación de él.
Pasa un buen rato hasta que se anima a sentarse a mi lado y empieza a hablar.
―No es que tu comportamiento no fuera interesante, o que no me haya encendido un poco...
Doy un manazo en el aire y suelto un gruñido.
―Está bien... creo, que sigas a tus propios instintos y te sueltes como lo haces últimamente, pero, una de las cosas que me gustan de tí es que eres un poco miedosa.
―Cobarde quieres decir―digo muy molesta.
―No, está bien tener miedo, querer probarle a la gente que uno es muy valiente o autosuficiente, no siempre termina bien. Te lo digo por experiencia. Pensé que el que fueras miedosa sería molesto, pero la verdad es que a veces hace falta alguien que te recuerde que las cosas tienen consecuencias.
―Pues si fuera más valiente, no me sentiría como un flan ahora.
―No eres más valiente por el bien de la humanidad ¡mira todo lo que has hecho hasta hoy! ¡Y asustada!
Cuando el frío en mi frente ya es tal que me deja una macha roja, le entrego el jugo de malas.
―Por cierto, gracias por...eh... defender a mis amigos. No hay muchas personas que den la cara por ellos. Es más quiero hacer un brindis.
―¿Un brindis?
―Por la defensora de la calaña―dice sosteniendo su botella delante de mí.
No estoy muy convencida y le doy un suave toque.
―Tienes que decirlo―me insiste.
―Déjame en paz, ya, por la defensora de la calaña ¿contento?
―Mucho―dice abriendo su jugo y le da un trago y sonríe―. Bueno, si Rolando Lisandro y tus chicos de fantasía no te orillaron a pelearte ¿qué dices ahora?
Me atraganto con el jugo y escupo.
¡Oh no!
O mejor dicho: Oh, oh.
♥ ♥ ♥ Continuará ❤❤❤
♥♥Disculpen la tardanza! Ya no tardaré tanto en volver a publicar ❤❤❤
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