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La comida del infierno

―Huele muy bien―dice Alex en el rincón tras la puerta, yo doy vueltas en la estancia sin saber dónde poner las flores, él se alisa la camisa y luego con un tono preocupado me hace una pregunta―¿No llegué antes de tiempo verdad?

Termino dejando los flores encima de la televisión.

―No, es buena hora, a mi mamá le gusta servir la comida recién bajada de la estufa, cosas de cocineras―digo encogiéndome de hombros.

―Ah.

Alex da un pequeño puntapie y yo juego con uno de los listones de mi blusa. Un segundo antes de que el silencio se vuelva demasiado incómodo, entra (¡bendita sea!) mi madre.

―Creí que había llegado tu papá.

―¡No! Pero mira―digo con una voz ahogada y una nota demasiado alta―Alex ya está aquí, ¿ya conoces a Alex? ¿no?

Él me hace la aclaración con un susurro.

―Me la presentaste cuando nos mandaron llamar con el director.

―Qué bueno que pudiste venir―le dice mamá limpiándose las manos con una toalla de cocina.

―Gracias, eh, le traje unas flores son esas―dice señalando encima de la tele.

Mamá voltea a verme de tal manera que podría encender una hoguera.

―Ese no es lugar para un regalo tan bonito, ve por un jarrón.

¿Qué es esto una novela de época? ¡Ni siquiera tenemos jarrones!

Para ahorrarme la vergüenza de que me regañe enfrente de él, voy a la cocina, agarro una jarra, la lleno de agua y la pongo en el medio de la mesa.

Alex y mamá están platicando para cuando regreso, menos mál que es sobre la escuela y no sobre detalles de mi vida de los que él pudiera burlarse después.

―¿Por qué no lo invitas a conocer tu cuarto mientras viene tu papá?

¡Será posible! Cualquier madre querría mantener a raya a cualquier mozalbete de la sagrada habitación de su pequeñita y ella le da entrada libre.

Digo que no con la cabeza y mis ojos desorbitados dejan muy en claro mi opinión al respecto, pero ella no parece entender.

Por supuesto que él si lo hace y disfruta viéndome sufrir, pero cuando mamá voltea hacia él, Alex pone un gesto solemne y tan falso que quisiera estrangularlo.

―Acompáñame―le digo con el tono más amable que me es posible articular.

―Dejas la puerta abierta―dice mi mamá en supuesta voz baja, pero que es completamente audible.

Como si fuera a besuquearme con él, y luego con ella aquí tan cerca. Mamá sin duda, no sabe cómo funcionan estas cosas.

Abro la puerta haciendo una cara de fastidio cuando lo dejo pasar. Tan pronto como está dentro hace una voz malévola y se frota las manos.

―Al fin solos chiquita, muajajajaja.

Yo entorno los ojos y me voy a sentar a la silla de mi escritorio.

―Ya sé que mi mamá no es nada sutil, ni siquiera es gracioso.

―Yo creo que sí, ya ví de dónde lo sacaste.

Dejo caer los hombros y prendo la computadora, esperando buscar videos de caídas con qué matar el tiempo.

―Así que este es cuarto, no está mal―dice dándo una mirada general y paseándose alrededor―.Seguro que limpiaste por encimita y dejaste todo bajo la cama.

―No eres autoridad para hablar de higiene casera...

―Pues no, pero estoy seguro que esto no se me cayó a mi―dice desenganchándose uno de mis brassieres del pie.

Suelto un grito, luego corro a quitárselo de las manos y lo echo en el closet, con cuidado de que no se desborde la montaña de ropa, zapatos, libros y peluches. Tiene razón en que metí todo debajo de la cama, ¡pero no lo admitiré!

―Olvida lo que acabas de ver―digo.

―Es un brassiere no una...eh, no tengo con qué compararlo. La verdad esperaba un cuarto más cursi, con posters de galanes en las paredes.

―Ya ves que no, soy una caja de sorpresas.

―Deberías darme un tour, así cómo voy a saber la historia detrás de cada cosa.

―¿Para qué quieres saber?

―Por ejemplo para no quedarnos sentados sin decir nada...

―¡Sí, si, eso nos dará tiempo!

Decido empezar con el librero, que la verdad no tiene muchos libros, sólo los tres de El cáliz y la Espada, y otros títulos. Pero tengo varias fotos mías y de Clara de la primaria y vacaciones así que decido agarrarme de eso.

―Bueno, ya que yo ví tu album, quizá tu quieras ver un poco a mi pasado.

Tomo la foto enmarcada y se la alcanzo cuando veo que ahora se le enreda mi máscara de luchador en el pie.

Grito de nuevo.

―¿Qué?―dice él mirando alrededor.

Suelto la foto, agarro una bufanda del perchero, salto sobre la cama y la tapo los ojos.

―¿Por...por qué haces esto?―dice forcejeando.

―¡Porque hay otra cosa en tus pies y si te digo que no veas, vas a ver de todos modos!

Alex se baja la bufanda de un ojo y medio voltea a verme.

―Son unos calzones ¿verdad?

―¡Sí!―digo luchando por ponerle la bufanda de nuevo.

―Ni que fuera un maníatico, son unos simples calzones tuyos ¿qué tiene de malo que los vea?

Esta vez, mi madre no es tan oportuna cuando se detiene en la puerta.

―¡Por el amor de Dios!―grita ella con la mano en el pecho―Anabel, ven acá, voy a acusar a este muchachito pervertido con su madr...

―No hay necesidad mamá es una broma―contesto bajando de la cama y agarrando la máscara que meto bajo la almohada. Por el nudo que le hice a la bufanda Alex no puede ver y empieza a caminar con las manos por delante.

―¡Es un malentendido! ¡De verdad!―grita.

Mamá agarra un conejo de peluche y empieza a pegarle a Alex con él.

―¡Sacaste el cobre muy pronto! ¡Yo toda confiada! ¡Metí al enemigo a la casa!

Corro detrás de mi madre e intento quitarle el conejo de peluche mientras le explico.

―Él no me pidió que le enseñara los calzones, hablábamos de unos que yo tenía tirados.

―¡Se lo juro señora!

Antes de quitarle el conejo mamá le da otro golpe en la cabeza que lo despeina, es algo cruel, pero al menos se le ve mejor el cabello que cómo lo traía.

―Mírame a los ojos y dime que es verdad―dice mi mamá a Alex, que aún ciego sigue dando vueltas sin saber hacia dónde voltear.

―Es cierto señora―dice al librero.

Ella me observa de forma analítica.

―Alex no es ese tipo de muchacho, además, el ya tiene una novia... o algo así.

―¿Algo así?―dice mi mamá―¿Ya tiene novia entonces?―dice ahora analizándolo a él.―No quisiera hablar de eso―dice tratando de quitarse la bufanda, ahora dándonos la espalda.

Alex da un pequeño respingo al darse cuenta que habla con la nada y luego se da vuelta hacia nosotros, está algo agitado.

―Entonces... si hubo una confusión, discúlpame―le responde mamá, pero utiliza un tono un poco hostil―.Creo que deberíamos empezar a comer ya que tu padre está tardando. Lávense las manos.―arregla un poco su ropa y luego se retira.

―Tiene buen brazo―dice Alex sobándose la quijada.

―Perdón, sabía que mi mamá haría una escena en algún punto, pero no creí que tan pronto, ¿te duele mucho?

Alex sólo mueve la cabeza.

―Al menos ya se rompió un poco el hielo, después de esto, ya no creo que estar en la misma mesa con tus padres sea tan tenso.

Pronto nos dimos cuenta de que no era así.

Con la jarra de flores en el medio y los platos puestos, mamá sirve nuestras raciones. Coloca el filete en el plato de Alex casi azotándolo, y suelta la cucharada de puré desde tan alto que tengo que limpiarme los salpicones de los ojos.

―Así que...tienes novia―le dice mi madre extendiéndole el plato.

Alex se pone pálido y lo recibe, salvo que mamá lo retiene.

―Verás―digo interponiéndome―.Es una amiga suya de la infancia, es una larga historia ¿quieren que les sirva refresco?

―Yo sí, por favor―dice Alex―.Todo se ve muy rico.

Mamá lo escudriña otro poco y finalmente afloja su agarre. Alex coloca su plato un poco cohibido y empieza a cortar el filete rápido, asumo que para ocupar la boca y no tener que verse obligado a responder.

―¿Y cómo es ella? ¿Es más bonita que mi Anabel?―dice sirviéndome.

― ¡Mamá!

―Es una simple pregunta.

―Alex no tienes que contestar a eso.

―¿Qué tiene de malo? Aunque un chico tenga novia puede reconocer si otra es bonita―insiste ella.

Alex nos mira a una y luego a la otra con miedo. Sabe que cualquier cosa que diga puede causar una nueva conmoción. Sé que el pobre está en tremendo apuro, sin embargo espero la respuesta con tanto interés como el de mamá y supongo que eso no le ayuda.

―Claro que es bonita, se parece mucho a usted.

Entonces mamá aprieta los labios y oculta una sonrisa, toma su cuchillo y tenedor y corta su filete.

―Eso dicen―contesta un poco sonrojada.

―¡Es que es cierto! ¡Uno pensaría que es su prima!

Yo no puedo creer que utilice un truco tan barato y que encima le funcione. Voy a tener que apelar a la vanidad de mi madre más seguido.

―También dicen eso―contesta.

Doy un sorbo a mi refresco creyendo que será lo último del tema.

―Y si no tuvieras novia, ¿no te gustaría salir con mi hija?

Casi siento la necesidad de enterrar la cara en el puré, en tanto que Alex vuelve a mirarnos alternativamente y su frente empieza a perlarse de sudor.

De nueva cuenta, Alex queda sometido a la presión mientras mamá y yo permanecemos a la expectativa.

Puede escucharse el tic tac del reloj y el goteo del grifo del lava trastes.

Es inaudito que mamá escogiera tan mal momento para hacer preguntas tan imprudentes, no quiero imaginar lo que pasará cuando llegue papá y lo someta a un interrogatorio peor que este.

Sin embargo, todavía quiero saber cómo piensa Alex salir de esta.

―Ejem, verá, cualquier chico se sentiría honrado de...

Se escucha un fuerte golpe en la puerta, luego otros dos.

Los tres nos miramos, y aunque podría ser papá, esos golpes son demasiado violentos.

Entonces la puerta se abre de par en par.

―¡Ey, ey!―entra mi papá tambaléandose y con la camisa fuera de los pantalones.

―¿Mi amor?―dice mamá acercándose a él y yo lo miro boquiabierta―¿Estás borracho?

Papá frunce el rostro, que lo trae rojo, luego hace un brusco movimiento negativo con la mano.

―Fuí a *hic* domarme unasss gcopas gon losss mushiashos, pero *hic* ¡no borroy estacho!

―¿Cómo?―digo al borde del llanto, cuando él va balanceándose peligrosamente alrededor de la mesa.

―Dijo:"No estoy borracho"―traduce Alex inclinándose hacia mí.

Chasqueo la lengua y lo espanto con la servilleta, antes de esconder la cara en ella.

Nunca había visto a mi padre tan ebrio, ¡ni siquiera en navidad!

―¡Pero cómo se te ocurre irte a tomar!―le grita mi mamá sujetándolo del brazo con fuerza, en parte para que no se caiga y por otra para desquitarse―¡Tú no tomas así y se te ocurrió ahora que tenemos visitas!

Papá voltea bruscamente alrededor hasta que ve a Alex, parpadea un poco y con una sonrisa tonta, le extiende le mano.

―¡Ah! Mushio gussto jhoven.

Alex le regresa el saludo sin inmutarse siquiera.

―Mucho gusto señor.

Luego papá me habla en tono confidencial.

―¿Es este el que te gusta?

Suelto un gimoteo.

―No, él es el que...

Pero mamá me interrumpe.

―Y con este numerito ¿crees que él le va a hacer caso?

No me atrevo a voltear hacia dónde está Alex, así que lo único que se me ocurre es taparme la cabeza con el mantel. Pero de seguro se está divirtiendo.

―¡Si no le hace caso será porque su padre es un perdedor!―grita papá.

―¿Por qué dices eso? ¡Qué pasó!―pregunta mamá

―Me corrieron del trabajo.

―¿Qué?―gritamos las dos, y al fin me atrevo a salir debajo del mantel.

―Hicieron *hic* recorte de personal y...

―¡Seguramente tomando lo vas a arreglar!

―No te enojesss,*hic* mira te traje esstas floresh―dice sacando el ramo que Alex trajo.

―¡Esas las trajo Alex!―grita mi mamá más enojada.

Papá no alcanza a contestar porque contiene las ganas de vomitar y mamá lo lleva al baño.

Escucho cuando empiezan las arcadas y de pronto el puré de papa ya no me parece tan delicioso.

―Ya te puedes empezar a reír, ahora sí ya tienes material de sobra para burlarte.

Alex sólo sonríe.

―¿Burlarme? ¡No! Pero tienes que admitir que es divertido hasta cierto punto.

―¡Para nada! Así nunca voy a brillar en sociedad.

―A como está la sociedad... vamos a hacerle un café bien cargado a tu papá.

Mientras el agua hierve, saco el rollo de papel aluminio y envuelvo en total silencio el filete del plato de Alex y el resto de su comida para que se lo lleve a casa.

Una vez preparado el café, le aviso a mamá que si lo necesita está en la cocina y voy a acompañar a Alex a la parada de autobús.

―Mis papás se portaron de remate, ahora sí batieron su propio record.

―Al menos yo no quedé en ridículo, era lo que me temía desde que me invitaste.

―¿De verdad? No me parecías tan nervioso.

―Me estaba muriendo de miedo―dice mientras caminamos calle abajo, él voltea a todos lados, pero no le pregunto qué busca.

―Dicen que no hay mal que por bien no venga...

―No te preocupes tanto, tu papá se va a recuperar, la gente es despedida de su trabajo todo el tiempo, ya verás que sale de esa mala racha.

―Ojalá, ha estado en el mismo trabajo desde que nací, va a ser difícil que encuentre algo más.

Me siento en la banca, pensando en que lo bueno de esto es que Alx se irá más temprano así que no tengo que preocuparme por él. Ahora sí, aunque no esté de ánimos, tengo que ganar ese juego, el premio no es una fortuna, pero de algo ayudará a casa hasta que las cosas se arreglen.

―¿Qué es lo que buscas?―le pregunto finalmente cuando se va detrás de la banca.

―¡Esto va a servir!―dice recogiendo una hoja de revista y arrancando pedazos alrededor de una figura pequeñita,

―¿Qué tienes ahí?―pregunto incándome en el asiento, asomándome en su dirección.

―Ten, sé que no es de verdad, y que no es la gran cosa, pero me gustaría que cuando la vieras te acordaras de mi garantía de que todo va a salir bien.

Apenas cabe en mi mano. Me resulta tan inaudito que pienso que puede ser una broma, pero me doy cuenta de que no.

Alex recortó la imagen de una flor, una rosa roja pequeña.

Una corriente de aire sopla y la protejo poniendo mi otra mano encima.

―Guárdala bien, si la pierdes no vas a conseguir otra igual―me dice muy divertido.

Consigue sacarme una sonrisa, el peso en mis hombros se desvanece un poco.

Después de despedirnos, regreso despacio. No sólo tengo algo de esperanzas sino una sensación acogedora. El viento de nuevo arremete en mi dirección, así que protejo la rosa de papel entre mi mano y mi corazón.

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