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Igual que antes

En la sala de la casa, mis padres tienen la boca seca de tanto intercalar sus regaños y exigencias de explicaciones.

―¡Les digo que no hicimos nada! Nuestro proyecto estaba perfectamente bien.

―¿Y por qué explotó el volcán así, eh?―dice mi mamá―. Anabel hubo daños, muchos daños en el hotel ¿quién crees que va a tener que pagar por todo? ¡Además pudiste haberte matado!

―Por última vez: no lo hicimos.

―Hija―dice mi padre mirándome analíticamente―.Dinos la verdad, ¿nos engañó Alex a todos? ¿no es el buen chico que parecía?

Me retuerzo los dedos. Sé que Alex no tuvo nada qué ver y que jamás fingiría ser la buena persona que es, pero ¿de eso a ser un "buen chico"?

Después de reflexionar un rato, le sostengo la mirada a mi padre.

―Él no es un hipócrita, no fingiría, nunca.

Papá voltea hacia mi madre y los dos dialogan en silencio, por medio de una telepatía propia de los esposos.

―Lo mejor será que no hables con Alex―dice mamá―.Mantente alejada de él, al menos hasta que todo se aclare.

―Eso será fácil―murmuro.

―Y hasta que llegue el veredicto de la convención, tienes prohibido salir, además de la escuela.

Me levanto de un salto.

―Perfecto, me despido de su voto de confianza entonces―les respondo y me voy a mi cuarto.

Pero eso no es todo. Oh, no. Mis padres no están contentos. No creen que sea suficiente escarmiento. Desde mi cama, los veo desconectar mi laptop y enredar el cable de la corriente.

―Necesito hacer tareas y entregar trabajos finales.

―Ah, pero no para mañana―dice papá.

Corro hacia él y lo sujeto del brazo.

―Por favor...

―Aunque me ruegues Anabel, no tendrás internet hasta nuevo aviso, estás castigada, acéptalo.

Luego susurro con un gesto suplicante.

―Tienes qué creerme. Alex es bueno.

Papá se da la vuelta por completo hacia mí.

―¿De verdad lo crees? Eras la primera en protestar cuando sugería algo entre ustedes, justo porque no confiabas en él.

Suspiro y me dejo caer en la silla de mi escritorio.

―Era más que eso, yo no lo miraba así papá o no quería verlo, qué se yo.

―¿Y ahora, serías su novia?

Me muerdo el labio.

Esta pregunta tiene trampa. Para responderla tendría que retrocer al momento en la convención en que me entraron las dudas, cortesía de Carmina, por cierto, pero no puedo culparla a ella por pensamientos que siempre estuvieron ahí.

No me apetece entrar en detalles de mi vida amorosa y su trágico desenlace.

―Son dos cosas distintas, confiar en él y querer ser su novia.

―Yo sólo sé, que la confianza se gana. Con actos no con promesas o palabras bonitas. Mi hija nunca saldría con alguien en quien no confía y eso lo dice todo. Quizá tu intuición era mejor que la mía.No he hecho demasiadas cosas bien en los últimos meses.

―Tu intuición está bien pá, no es por ella que te echaron del trabajo―suspiro de nuevo― ¿Y qué tal si aunque no tenga una fe ciega en él, sé, a cierto nivel que puedo confiar, pero tengo miedo de arriesgarme a que me rompa el corazón?

Papá abre un poco más los ojos y sonríe.

―Mira―dice sentándose en la cama y dejando mi laptop a un lado―.Sólo cuando queremos mucho a alguien existe esa posibilidad. Los más grandes temores de las personas consisten en ser rechazados, abandonados, dejados de lado así nada más, heridos... pero es un precio muy pequeño a pagar si lo comparas con dejar pasar la oportunidad de amar intensamente a quien te corresponde―se levanta―. No te presiones, igual es un error común, y puedes aprender de los errores. Te queda mucha vida por delante. Ahora, la decisión es toda tuya.

Se acerca, luego me revuelve el cabello.

―¿Todavía estoy castigada?

―Si.

―Ah, creí que tu bonito sermón sobre el amor era una señal de perdón.

―Anabel, al lobby del hotel se le incendiaron las cortinas, agradece que no te doy una paliza.

Antes de que deje completamente mi cuarto chillo:

―¡Ya no estamos en la edad media!

***

―Es la tercera vez.

―¿De verdad? Lo siento Clara, lo hago sin darme cuenta.

Estamos en clase con el profesor Miranda y ya que Clara ha vuelto, ocupa el lugar de Alex en la banca junto a mí.

―No me molesta, pero me deprime que no te hagas a la idea de que Alex ya no se siente aquí en esta hora.

―Tardaste mucho en aliviarte del tobillo, ¿qué esperabas?―respondo.

Clara me dirige una sonrisa triste, mientras el profesor Miranda anota en el pizarrón la guía para el examen final. Hay un extraño silencio en todo el salón, lo único que puede escucharse es el chillido que el marcador del profesor produce al escribir y el pasar de la hoja de un cuaderno cada tanto.

Alex y yo aún no hemos recibido nuestra reprimenda, ni se ha mencionado la severidad de nuestro castigo. Por lo pronto, el profesor Miranda tiene una actitud muy hermética al respecto y tampoco dijo nada cuando Alex volvió al rincón con los chicos. Quizá cree que nos llevamos bien y que disfrutaríamos estar juntos en la misma banca ¿dónde estaría el castigo entonces?

Cada hora transcurre de forma lenta y cada clase me parece más aburrida que la anterior. Es imposible que vea a Alex aunque sea un poco, allá, exiliado en su lugar y menos ahora que no viene regularmente a pedirme los apuntes o un borrador.

Quizá sea un tanto injusto para Clara que en su regreso a clases me encontrara en este estado de ánimo. Es decir, estoy feliz porque volvió, pero el distanciamiento con Alex es espantoso. Y comienzo a querer mandar todo a volar y hablar con él y decirle que no me importa nada. Que voy a creerle simple y llanamente... pero ¿luego qué? ¿voy a quedarme tan tranquila sabiendo que Carmina vive en la misma cuadra? ¡Es verdad que yo no soy competencia!

Al sonar el timbre, Alex pasa de largo junto a mi banca y al cabo de unos segundos sus amigos van tras él. Mi garganta se hace nudo, luego, Gus se queda rezagado y me saluda con unas cuantas palmaditas en la cabeza, nunca me había dado tanto gusto ver sus ojos entrecerrados y su sonrisita estúpida.

Durante el receso Clara y yo vamos a la cooperativa a almorzar.

―Creí que pedirías una hamburguesa―me dice dándole una mordida a su sandwich de ensalada de pollo.

―No podré comer una en mi vida...

A menos que esta sensación en el estómago cada vez que veo o huelo una me deje en paz.

―¡Debes hacer algo!―dice Clara a medio sandwich y dando una palmada sobre la mesa ―.Te la pasas suspire y suspire, los problemas no se solucionan con suspiros ¿sabes?

―¿Por qué tanto interés? Pensé que estarías contenta porque al fin me alejé de la mala influencia de Alex.

―Pues no lo estoy. Yo sólo quería que lo llevaras con calma y que no te dejaras arrastrar al peligro de arruinar tu vida pero...

―Ya está arruinada. Van a correrme de la escuela es casi un hecho, mis papás me van a matar y terminé enamorada del maloso de la clase.

―Sin que quiera regodearme, te lo advertí.

―¡Oh sí, eso me va a ayudar, muchas gracias Clara!

Clara hace una mueca.

―Lo cierto es que tenías razón―le digo―.Cuando una no es ruda es mejor no meterse en un ambiente rudo, Carmina también me lo advirtió, me llevó a esos estúpidos juegos y ni siquiera lo descubrí.

―Bueno, hay muchos tipos de peligros, pero poner tus sentimientos en la línea de fuego es más peligroso todavía. Es muy difícil sanar las heridas del corazón, a veces ni siquiera se curan. Te expusiste a muchos riesgos, pero te faltaba el peor de todos.

―Y fallé miseráblemente, ¿no es patético?

―No, es normal. Nadie quiere que lo lastimen.

Empezamos a filosofar sobre los misterios del amor, y volvemos al tema de las heridas cuando Vanesa y Valeria llegan corriendo y sin aliento.

―Un tipo entró a pegarle a Alex―dice Vanesa con voz apremiante y ahogada.

―¡Chino!―digo levantándome y emprendo una loca carrera por el camino por donde ellas llegaron.

―¡Están en las canchas!―grita Valeria.

Clara corre detrás de mí.

―¿Estás segura que quieres estar en medio de esto otra vez?

―No, no sé nada.

Mi mente está en blanco y me detengo en seco al otro lado de la cancha. Hay un círculo de mirones que gritan. No puedo respirar, pero no sé si es por el esfuerzo.

¿De qué sirve que vaya? ¿De qué sirve que haga nada?

Clara me mira a la expectativa.

―¿Qué harías?―le pregunto―.Clara ¿tú que harías?―digo exasperada.

―Yo nunca he sido tan valiente como tú―me responde.

Sé que este no es más mi asunto. Chino está afuera y no vino a vengarse conmigo como juró que lo haría. ¡Esto tiene sin duda que ver con Carmina! Pero no sé porqué no me ha tocado una golpiza a mí.

Sin más que esperar, corro hacia el círculo y me abro paso entre los mirones, con riesgo de morir aplastada. Llego hasta el frente de la fila y allí están Chino y Alex con la boca y la cejas partidas. Alex le da un golpazo a Chino en el estómago y Chino se lo regresa a la cara. Me tapo los ojos y después, camino por el borde del círculo preguntándome qué debo hacer. Luego busco a Carmina en el lugar, pero la causante de todo no está.

―¡Ya paren ustedes dos!―grito con una repentina voz ronca, nada femenina.

Alex voltea y esto ocasiona que Chino le vuelva a pegar en la cara derribándolo. Se lanza hacia él y antes de que pueda molerlo más a golpes empiezan a rodar furiosamente por el suelo mientras la multitud ruge emocionada y yo los persigo como estúpida.

―¡Basta ya! ¿¡Quieren matarse!? ¿Eso quieren?

Pero la única respuesta son sus puños golpeando el cuerpo del otro.

―Rápido, antes de que venga el director―dice Daniel salido de no sé donde y dirigiéndose a otros chicos.

Daniel y otro chico agarran a Alex por los brazos aunque él patalea, escupe y maldice y se les escapa una vez. Otro par de chicos agarra a Chino.

―¡Te voy a matar infeliz, me la debes, me la debes!―clama Chino desesperado mientras los chicos lo arrastran hacia la salida clandestina.

―¡Cuando quieras!―dice Alex que da un golpe con el codo que le pega a Daniel en su preciosa nariz que suelta un borbotón de sangre.

Pero Alex ciego de rabia va detrás de Chino y lo golpea en el costado aún cuando los otros chicos lo sujetan. Daniel, el otro muchacho y otro más consiguen someter a Alex.

―¡Viene un profeeee!―grita Rojas y toda la muchedumbre se dispersa entre una nube de polvo.

En el último momento veo a Daniel sangrando y luego a Alex. Una sensación fría recorre mis venas cuando nuestras miradas se encuentran y Alex parece alardear "este soy yo" en medio de aquel caos.

No me puedo mover, y sé que debo hacerlo, pero sólo quisiera caer de rodillas y echarme a llorar.

―Alex, Alex―lo llamo cuando reacciono.

Busco a Alex por encima de las cabezas de los profesores que llegan y demás alumnos sin ninguna suerte.

El llanto se me queda atorado.

* * *

Pero quien si es un mar de lágrimas es Vanesa afuera de la enfermería. Su blusa del uniforme tiene manchas de la sangre de Daniel. Clara, Valeria y yo la acompañamos para reconfortarla. Cuando me disculpo por décima vez, entre moqueos Vanesa dice:

―Oh, no es culpa tuya Ana y estoy segura que Alex no lo hizo a propósito. Tuvo un mal día es to...―y se echa a llorar otra vez.

Clara me lleva hasta el dispensador de agua y mientras se sirve un conito me habla a discreción.

―Ahora sí deberías ir a hablar con él.

―¿Con Daniel?

―¡No tonta, con Alex!―susurra.

―Me va a ignorar, además apuesto que el golpe a Daniel fue adrede, le tiene mala fe desde el principio.

―Yo sólo digo, el chico está fuera de control, creo que este asunto requiere medidas extremas.

Voy hacia la dirección donde una horda de profesores, el conserje y un par de prefectos tratan de ponerse de acuerdo sobre quién empezó. Atestiguaron el suceso desde distintos ángulos (en los salones de la primera planta, desde la cooperativa y desde la segunda planta) por lo que les llevará un rato llegar a una conclusión.

Intento pasar por entre ellos pero una mano firme se posa en mi hombro.

―Está prohibido pasar―dice una secretaria

―Pero necesito hablarle.

―No saldrá pronto―dice el profesor Miranda detrás de mí―.Por su bien, más vale que tengas pruebas de que él no empezó.

―Yo no estaba ahí desde el principio, pero sé que fue otro el que le buscó pleito a Alex. Es una vieja deuda.

―¿Segura?

Su actitud serena y libre de sarcasmo me toma desprevenida.

―Sí, estoy segura―titubeo.

―¿Atestiguarías en su favor? Con sus antecedentes es lógico que no quieras, sin mencionar que podrían pensar que lo estás encubriendo. Si el director decide que él es culpable te castigarán también.

―Pero yo le voy a aclarar todo, Alex es inocente.

―¿Cómo puedes estar tan convencida?

Sonrío.

―Sólo lo sé y ya. Supongo que creo en él. Puedo decir de qué cosas es capaz. Empezar una pelea no es una de ellas.

―Encantado, pero eso no va a convencer al director. Espero que tenga algo mejor señorita.

―¿E... está de nuestra parte?

El profesor Miranda respinga.

―¿De dónde saca esa idea?

―El director lo atenderá en un rato profesor, por lo del muchacho―dice una secretaria.

Sé que no lo va a admitir, pero está intercediendo por Alex, y lo hizo también por los dos con la encargada de la convención. ¿Nos habrá agarrado algo de cariño al final?

―Voy a conseguir pruebas profe.

Corro a reunirme con Clara que espera afuera.

!Fuerzas del bien denme valor!

***

Continúa (el final se acerca)

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