Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El "no-paseo"

Con el cuerpo molido y preocupada por el despido de mi padre, sobrevivo a la semana como un zombi. En la clase del profesor Miranda apenas levanto una ceja cuando anuncia que debemos empezar con nuestra maqueta y en general a preparar maletas para la convención.

Probablemente esté en un bache emocional de aquellos, ya que la idea no me entusiasma en absoluto. Y puede ser que los juegos del Calambre, el despido de mi padre y tener que arrastrar a Alex lo más lejos de Carmina ya me está pesando demasiado.

—Oye―me interrumpe Alex al final de la clase de inglés, y dándome golpecitos en el hombro con un lapiz―.Préstame tus apuntes, se me pasaron.

En algunas clases él se sienta en el fondo con sus amigos, así que a veces se acerca a preguntar cosas.

Sin verlo se lo paso por la espalda, me da un simple gracias, pero se devuelve a medio camino.

―¡Pero si no has anotado nada!

―¿No?

Inclina el cuaderno y empieza a pasar las hojas mostrándomelas.

―Mira: rayones, rayones, monitos, rayones, notas a medias, ¡más rayones!

―Se me pasaron―contesto pasándome la mano por los ojos.

Entonces Alex, nada satisfecho con la respuesta acerca una de las bancas y haciendo mil muecas de dolor se acomoda en una.

―Si te sientes mal deberías ir a la enfermería.

―Estoy bien―respondo recargando la cabeza en la mesa del pupitre.

―Yo creo que no.

―Se me va a pasar―respondo con la mejilla aplastada.

Luego de un rato abro un ojo y descubro que sigue aquí.

―Dije que voy a estar bien.

―Con ese entusiasmo no me queda duda, yo sé que es lo que te hace falta.

―Ah por favor dime, debes conocerme mejor de lo que me conozco a mí misma―digo levantando la cabeza.

―Bravo, ya te pusiste a la defensiva, es buena señal.

Reprimo un gruñido.

―A ver, dime ¿cuál es tu cura milagrosa?.

Acercándose un poco, habla en tono misterioso.

―Vamos atrás de las canchas para que te enseñe.

―No estoy de humor para bromas de doble sentido.

―¿¡Pero qué te pasa!? ¡Eres muy mal pensada!―enfatiza―. Estaba hablando de otra cosa muy diferente.

―Entonces, la próxima vez no pongas esa cara cuando tengas algo que proponer.

Alex agarra mi mochila y de un sólo movimiento guarda mi cuaderno y los demás útiles en mi banca.

―Deja de parlotear.

―¿Qué haces con mis cosas?

―Las secuestro, y también te secuestro a tí, al menos por una hora.

Me acerco y le hablo en voz muy baja.

―Estás loco, no podemos saltarnos las clases así nada más, menos ahora que somos la promesa escolar que todos esperaban.

Él cierra los ojos, fingiendo un tono autoritario.

―Eres mi rehén ahora, y los rehenes no tienen permitido oponerse.

Se echa mi mochila al hombro, va por la suya y desde el rincón donde se sienta con sus amigos echa las mochilas por la ventana.

―¡No hablas en serio!―digo entre risas mientras me asomo.

―Señorita, nunca había hablado tan en serio―dice inclinándose hacia mí―.Encuentráme en las canchas cuando suene el timbre al terminar el receso.

Luego silba a sus amigos, los llama con un ademán brusco y ellos van desde su lugar hasta él. Todos me dicen "Qué onda" al pasar, pero Gus se limita a hacer la seña de amor y paz.

Espero detrás de un salón cuando faltan cinco minutos para que termine el receso. A los cuatro minutos voy de puntitas detrás de un matorral, a los tres me escondo detrás de un basurero, a los dos de una macetera y al minuto me quedo muy quieta junto a una canasta de basketball. El problema es que los chicos que juegan se me quedan viendo y cuando suena el timbre al fin, no se van. El reto es doble cuando el prefecto tiene que venir a acarrearlos para que vayan a clase y yo tengo que fusionarme casi con el pedestal de concreto de la canasta. Uno de los chicos le sugiere maliciosamente al prefecto que vaya a donde estoy yo, menos mal que él cree que le están tomando el pelo.

Al cabo de un rato los chicos que jugaban futbol y los que veían el partido forman una muchedumbre por la que puedo colarme hasta donde están Alex y compañía que traen nuestras mochilas.

―Tenemos que salir rápido, dice Alex apartando junto con Gus una vieja lámina y revelando un agujero en la barda.

―¿Voy a tener qué arrastrarme por ahí?

―No pareces experta en saltar bardas, y traigo el cuerpo molido para intentarlo, así que imagínate que hay una alfombra.

Me agacho un poco inspeccionando la salida.

―Vayan rápido―dice uno de los muchachos que vigila que nadie venga―.El prefecto no tarda en darse otra vuelta.

Estoy a punto de arrodillarme cuando me arrepiento.

―¿Ahora qué?

―Prefiero que vayas tú primero―digo alisándome la falda por la parte posterior.

Aguardo un momento esperando que Alex capte el mensaje.

―Tu no tienes remedio, eres de mente muy cochambrosa.

Uno de los amigos de Alex contiene la risa, y yo lo miro impaciente. Alex entorna los ojos y se dirige a los chicos.

―¿Podrían darse la vuelta? La señorita aquí presente no se siente cómoda con sus morbosos ojos mirándola.

Les sigue pareciendo muy gracioso y cuando se giran hablan entre ellos y hacen un ruidito molesto como de látigo.

―¡Ya los oí!―dice Alex―.Por favor―me dice entre dientes―.Después de usted, antes de que estos idiotas se ganen un pase a hospital.

―Mejor ve tú primero―insisto.

Alex suelta un gruñido pero se agacha y entra por el agujero, maldiciendo a los chicos que siguen haciendo ruido de látigo.

―Oigan, ya dejen eso―les ordeno.

―Sí señora de Alex, como usted diga.

―¿Qué mosca les picó a ustedes?

Del otro lado de la barda Alex grita.

―¿Vas a venir o no?

―Ya oíste a tu marido.

Ahora todos sueltan una risilla burlesca.

―Comentarios como esos impiden que los hombres y las mujeres no puedan ser amigos―les espeto muy ofendida.

Aunque el agujero de la barda es de buen tamaño tengo que arrastrarme.

―¡Oye, aquí hay vidrios!―protesto, y cuando llego al otro lado le reclamo―Me hubieras avisado.

―Y asi menos habrías querido venir, vámonos ya―dice entregándome mi mochila.

―¿Y a dónde dices que vamos?

―Al lugar más feliz de la tierra.

―Son las once de la mañana, salvo el billar donde trabaja Santiago no sé qué otro lugar pueda estar abierto.

Alex da un respingo

―¿Y tú cómo sabes dónde trabaja?

Me sonrojo y trato de parecer calmada. Busco en mi base de datos mental una buena salida.

―Fácil, el día que me llevaste a la "fiesta de té" en casa de Gus él me lo dijo, tuvimos mucho tiempo de platicar cuando Beni no estaba acosándome.

Eso parece dejarlo conforme, ya que no me hace más preguntas.

―¿Y qué vamos a hacer? ¿Dar vueltas por ahí? Sin dinero no veo qué clase de entretenimiento puedas ofrecer, y ahora hablo sin ningún doble sentido.

―Una vez más te equivocas, no sabes nada de diversión casi gratis. Además dar vueltas tiene su chiste.

Estoy en parte de acuerdo con él. Clara y yo acostumbramos a entrar a las tiendas sólo para ver y de paso refrescarnos en el aire acondicionado cuando hace mucho calor. También nos gusta ir a la plaza, al parque o al muelle sólo para platicar con algún bocadillo de por medio. Es cierto que a ella le dan más dinero que a mí y puede permitirse ciertos lujos, pero tampoco es una derrochadora.

Quizá por tratarse de un chico, imaginaba que las cosas debían ser un poco diferentes, oh, ¡pero si esto no es una cita!

―Prepárate para conocer el mundo a las once de la mañana―dice Alex y extiende los brazos hacia el supermercado.

Miro a todas partes, esperando que aparezca de la nada otro lugar. El supermecado está a tres calles de la escuela, así que no entiendo cómo puede esto calificar como un paseo.

―Necesitas con urgencia una asesoría para llevar a pasear chicas.

―No estamos paseando...

―Ya veo que no, de verdad es un secuestro.

―Estás de cascarrabias porque nunca has venido al supermercado en hora de clases, después de esto ya nada va a ser igual―me arrastra por la correa de la mochila y yo voy más bien resignada.

No es que sea exigente, pero creo que esperaba otra cosa.

Sin embargo en cuanto entramos...

―¿Les gustaría probar nuestro nuevo sabor de yogurt congelado?―dice una dependienta.

―¡Que si quiero!―respondo mirando hacia el stand con cuidado de no babear.

Alex se ve orgulloso.

―¿No te lo dije?

―Ah, no me puedo decidir, todos se ven muy ricos.

―Pruébelos todos entonces―me responde ella.

Casi se dibujan estrellas en mis pupilas cuando echo mano de todos las muestras y finalmente me decido por una deliciosa combinación coronada con crema batida y frutas.

―¡Sabe a un pedazo de cielo!

―Vamos, todavía nos falta bastante qué recorrer.

Con nuestros recipientes de yogurt en mano caminamos por los anaqueles y vamos de stand en stand. Alex todavía tiene ese caminado chistoso, pero no quiero arruinar el no paseo con preguntas que seguro no querrá contestar.

―Tú si sabes vivir la vida―le digo antes de engullir mi brocheta de salchichas coctel, jamón ahumado y queso gouda.

―Mi palabra es garantía―dice robándome una cucharada de mi yogurt.

―Es chistoso ¿no? ¡Deja de robarme! Quién te manda comerte el tuyo tan rápido.

―¡Qué egoista! ¿Qué es lo que es chistoso?―responde robándome otra cucharada.

Aunque trato de esquivar su cuchara finalmente me quita otra probada.

Decido perdonarlo porque veo un stand de gelatinas más adelante.

―El primer día que nos empezamos a hablar de verdad también fuímos a un super mercado, bueno, era una plaza comercial, pero es casi lo mismo. Aunque en aquel entonces yo te tenía miedo.

―Y todavía lo querías negar, a veces lo disimulabas muy bien.

―Nunca fue fácil―dije rindiéndome y cediéndole mi yogurt―.A pesar de tu fama, pudiste ser mucho más patán conmigo, no todos los chicos han sido amables y ni siquiera estaban fichados como tú.

―Es porque son imbéciles―dice raspando con total concentración lo último de la crema batida del recipiente.

Lo miro un rato y sonrío.

―Eres el primer amigo que tengo, además de Clara. Me refiero a que no se me da bien tener amigos hombres. Supongo que los espanto.

―Ya te dije que son imbeciles, y tú crees que los hombres son misteriosos. ¡Sorpresa! No hay misterio―dice dándome un golpecito con la cuchara en la frente.

Aparto la cara.

―Es cierto, pero no sé si la pasaría la mitad de bien con cualquiera de ellos que como la paso contigo―digo para defenderme.

―Yo también...

―¿En serio?

―Sí, yo también la paso muy bien conmigo.

Le respondo con una mueca, arrepintiéndome un poco de haber hablado sin pensar.

―Pero tampoco eres tan mala compañía―dice encogiéndose de hombros

―"Tan" mala.

―Bueno ya, dejémoslo en mala a secas.

―¡Mucho mejor!

Un par de niñas juegan a nuestro lado llevando cada una un globo, a pocos pasos de ellas las siguen sus papás.

―Yo quiero uno―digo buscando alrededor.

Alex pone su mano sobre la cabeza de una de las niñas.

―Oye, Campanita―le dice―¿Dónde te dieron el globo?

Las dos chiquillas sueltan una risita y señalan a la vuelta del anaquel.

Al acercarnos a un stand de pasteles la dependieta mueve la cabeza.

―Son para niños nada más, lo siento.

―Ni hablar―murmuro decepcionada.

―Pero ella es madre adolescente, eso tiene que contar algo ¿no?―dice él―¡Lleva aun niño en su vientre!

―¡No es cierto!―protesto de inmediato.

Alex masculla.

―Gracias por arruinar mi plan.

Ya que lo he comprendido demasiado tarde, y como llegan un par de familias con niños, me encamino a la salida.

Parada frente a las puertas automáticas, volteo atrás y veo a Alex desanudando uno de los globos de muestra del stand. Finjo que no he visto nada, saliendo como flecha. Él me alcanza afuera con el globo magistralmente oculto debajo de su camisa.

―No creo que me vea bien embarazado ¿tú que crees?―pregunta mirándose la falsa barriga en el cristal de las puertas.

―Qué plan B tan sutil.

―Pues alguien tenía qué aparentar un embarazo.

―¡No tiene sentido!―digo riéndome.

Volvemos despacio a la escuela, Alex saca el globo ya que estamos a pocos pasos del agujero.

―De nada―dice entregándomelo.

Estiro la mano y en una mala sincronía, él lo suelta y yo no cierro mi mano a tiempo.

El globo se eleva por encima de los dos, mientras me lamento. Pero antes de que pueda perderse de vista para siempre se enreda del cordel en unos cables de luz.

―Estuvo cerca―dice Alex mirando hacia arriba.

―¡Qué lastima!―digo justo cuando volvemos las cabezas al frente―.Gracias de todas maneras.

―Al menos lo vas a poder ver cuando pases por aquí.

Suspiro, me siento renovada.

―Gracias también por secuestrarme, me siento mucho mejor―volteo de nuevo hacia el globo y sonrío ampliamente.

Cuando bajo la mirada Alex está viéndome como si trajera un bicho en la cara así que me sacudo.

―¿Qué? ¿Qué tengo?―insisto.

―¡Nada!―dice acercándose a la barda, luego se regresa hacia mí y vuelve a verme de esa manera.

―¡No juegues conmigo, si traigo un insecto encima me voy a poner muy mal!―digo sacudiéndome con más fuerzas.

―Olvídate del insecto, no tienes ningún insecto―dice con un tono irritado y con los ojos casi fuera de sus órbitas.

―¿Entonces qué te pasa? No me des esos sustos―digo dando un pisotón―.Ya en serio, parece que viste al diablo.

Sacude la cabeza y cambia el peso de su cuerpo en uno y otro pie.

―Es que, tenía mis sospechas...

¿Sospechas? ¡Oh, no! ¡Ya lo sabe! El trato con Chino, Carmina, Los juegos ¡Todo!

Él da un paso más hacia mí, con una expresión de pánico.

―Pero ahora estoy casi se seguro de que tú me gus...

―¡Oigan!―grita uno de los amigos de Alex por encima de la barda―.Entren ya, no hay nadie cerca.

―Ve tú primero―le digo a Alex que se ve como si hubiera terminado de correr un maratón.

Alex suelta una maldición―¿Qué ibas a decirme de Gus?―le pregunto muy aliviada.

El da un último vistazo al globo y luego a mí.

―No quieres saber.

***

Gracias por leer, recuerda dejar tu voto!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro