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Después de...

El camino de regreso es de lo maś divertido y extraño de cierto modo.

―Cuidado ahí―dice Alex agarrando mi mano y tomando vuelo para que saltemos un charco.

Al aterrizar me doy la media vuelta para hablarle de frente.

―Eres un caballero cuando te lo propones ¿sabes?

―Pero no lo digas en voz alta, tengo una reputación qué cuidar.

Y así vamos bromeando y esquivando charcos por todas las calles hasta que llegamos al hotel.

―¿Te veo en el centro de convenciones a las 3:00?―le digo.

―Seguro.

Ahora el momento incómodo en que no sabemos cómo despedirnos, ¿querrá besarme? ¿esperará que lo bese?

―A las 3:00 entonces―digo estrechándole la mano, en un gesto casi ejecutivo más que romántico.

Cuando abro la puerta de la habitacion, el olor a fijador para el cabello y todo tipo de fragancias se mete por mi nariz apuñalando mi sentido del olfato.

Vanesa y Valeria están las dos hablando por encima del ruido taladrante del secador para el cabello, llevan puesta una bata baño y se nota que han pasado toda la mañana decidiendo cómo arreglarse.

―Miren quién está de regreso―dice Valeria muy pícara.

―¡Y sonriente!―exclama Vanesa―¿Bailaste bajo la lluvia? Vienes empapada.

―Algo así...

―Entonces, cuenta...

―Lo único que puedo decirles es que sí, hubo una declaración franca y abierta de sentimientos y sí, sí se lo preguntan hubo acción boca a boca.

―¡No!―susurra Vanesa llevándose la mano al pecho―.Ese si que es un progreso.

―Y eso que "no sabías" si te gustaba o no, no quiero imaginar qué habría pasado si lo hubieras sabido.

―Detalles, detalles―dice Vanesa llevándome hasta la cama y las tres nos acomodamos ahí, siendo yo, o más bien "el incidente", el centro de atención.

Esta clase de cosas prefiero conversarlas con Clara, pero aunque no conozca muy bien a las chicas creo que se merecen la primicia considerando que me ayudaron a salir del clóset de la indecisión. Además, Clara no está muy de acuerdo con mi amistad con Alex, y ahora que he dado este paso no creo que le haga mucha gracia.

Al principio siento que dar tantos detalles del hecho era una forma de traicionar a Alex y la magia del momento, pero las chicas no me permiten callarme nada. Cuando termino de contarles todo tienen una expresión soñadora.

―¿Quién lo diría?―dice Valeria impresionada.

―¡Veo a la pareja de final de curso en puerta!―dice Vanesa abanicándose con sus propias manos.

Lo pienso por un segundo, lo que a ellas les resulta preocupante.

―Pues no hablamos realmente sobre qué pasaría después, nos besamos y ya.

―¿Qué quieres, un memorandum? ¿Una solicitud firmada por notario público?―dice Valeria―.¡Está más que obvio que van a ponerse de novios!

Pero Vanesa la mira con desaprobación.

―Un novio no es un novio realmente hasta que no se lo pida y ella diga que sí.

―¡Eso es tan anticuado!

―Y todavía funciona, ¿cuántas chicas o chicos se han besado con la persona que les gusta y luego no pasa nada? Aunque te haya preguntado si tenía alguna esperanza no lo estipularon de verdad, podría quedarse en un beso y ya.

―Estás delirando―dice Valeria cruzándose de brazos.

―No es por presumir, pero Daniel me pidió que fuera su novia después de que flirteamos por un tiempo y yo le dije que sí. Así sabemos exactamente en dónde estamos parados. De otro modo puede ir a besar a cualquier chica y si le reclamas o algo ¿sabes qué te puede contestar? ¡Ni que fueras mi novia!

―Igual puede ir a besuquearse con otra por muy bien puesto que traigas el letrero de novia oficial.

Miro a las dos como si estuviera en un partido de tenis, sin poder formarme todavía una opinión que no sea abrumadora.

―Una garantía es una garantía y eso sólo te lo da una petición formal―insiste Valeria.

―No le hagas caso, está chapada a la antigua es todo.

―Sigue mi consejo Anabel, mejor arregla ese asunto de inmediato si no quieres que las cosas se enfríen y pases a convertirte en la chica que besó y no en su novia.

―Aprecio su interés―digo levantándome―.Les prometo que voy a tomar en cuenta todas sus sugerencias.

Voy al closet a preparar mi ropa y cuando me meto a la ducha, las chicas todavía están discutiendo.

Considero que es muy pronto para preocuparse por formalizar mi relación, además, Alex estaba bastante interesado en saber si le daría una oportunidad, y no creo que me hubiera preguntado sólo para ir luego luego detrás de otra chica.

Me enjuago el shampoo recordando la lluvia y ese maravilloso beso, estar en los brazos de Alex se sintió bastante bien. Y todavía más, tener la seguridad de que si todo sale como debe podremos saber lo que es pasar más tiempo uno con el otro pero ya como novios.

¿Novios? ¡Qué extraño! Qué raro suena. Y es casi absurdo, salir de la ciudad como amigos para regresar como algo más, ese es un caso para talk show, sin duda.

Pero así, con todo y lo bizarro, es estupendo. Alex y yo la pasamos bastante bien y tenerlo como un amigo en quién confiar y que además me de una reconfortante cantidad de deliciosos besos, pues mucho mejor.

Me pongo mi vestido de corte sencillo, azul oscuro con puntitos blancos y a diferencia de los eventos en los que acostumbr ponérmelo de rigor (funerales y bodas) lo acompaño con una cola de caballo alta y un listón rojo.

Cuando estoy atándolo, mi celular suena. Es Alex.

―Hola terroncito, ¿lista para la gran explosión?

Me río de su sarcasmo, pero aún así el apodo cursi suena lindo con su tono de voz.

―Como nunca caramelito.

―Entonces si ya no te falta nada ¿puedes venir a mi habitación? No me puedo anudar la corbata.

―¿Y los muchachos no están ahí para ayudarte?

―No, son tan nerdos que se fueron a estudiar desde temprano.

Le digo que iré a buscarlo, cuelgo y luego pienso por un momento en que soy bastente lenta para captar las indirectas, quizá sólo quiere hablar conmigo y yo todavía voy y le pregunto estúpidamente si no están los muchachos ¿cuándo aprenderé? De todos modos acudo al llamado preguntándome qué se trae entre manos.

―No tengo idea de cómo lo hacen―dice Alex minutos más tarde cuando lo veo con la corbata hecha un manojo de nudos―.Espero que tengas alguna experiencia.

―Mi papá las odia, pero aunque casi no las usa, me enseñó a anudarlas, trae acá.

Me paso la corbata por el cuello y hago unos cuantos movimientos, luego se lo paso a él y la ajusto. La respiración que sale por su nariz mueve un poco mi fleco. Cuando termino le doy unas cuantas palmaditas en el pecho.

―Es como jugar a la casita ¿o no?―me dice guiñándome un ojo.

Le pego un manazo, aprovechando que ahora es posible tocarlo y la experiencia no es ni remotamente cercana a golpearlo con servilletas o papeles. Es inaudito cómo hemos podido llegar a primera base considerando que no podíamos ni tocarnos una mano.

―También te hablé por otra cosa.

Se agacha debajo de su cama y saca una caja.

―¿Es un regalo?―digo entrelazando las manos.

¿A quién no le gustan los regalos inesperados?

Alex me entrega la caja y me siento en el borde de la cama para abrirla, mueriéndome de curiosidad. Cuando la destapo casi me desmayo.

―No te los pudiste comprar la otra vez, y parecía que te gustaron así que...

Allí reposando sobre un papel rugoso y como dos preciosos rubies, estan los zapatos de bailarina rojos.

―Esto es mucho... no me lo esperaba, no debiste gastar en ellos.

―Quería darte algo bonito―dice con las manos en los bolsillos―.Quizá las hamburguesas no son un presente muy significativo.

―Oh no, si lo son. Como dicen la intención es lo que cuenta, y tu tenías las mejores intenciones. Pero esto es muy bonito, muchas gracias Alex.

Él sólo me sonríe dulcemente, y esa sonrisa es suficiente para que me sonroje un poco.

No quiero jugar a la novia boba y tímida, sin embargo, esta nueva manera de ver a Alex, en la que lo veo de verdad, me hace perder un poco el piso.

En silencio, pone una rodilla en el suelo, me quita el zapato y me coloca el que me regaló. Mirándome a los ojos.

―Como un guante,¿quién te dijo mi talla?

―Tú mamá. Le hablé para preguntarle.

―¿Ella sabía? ¡Y no me dijo nada!

―Ese era el punto, si no, no habría sido una sorpresa.

Y cómo a mí me encantan los zapatos, en lugar de seguir discutiendo, me paro frente al espejo y golpeo mis talones.

―No hay lugar como el hogar―le digo dándome la vuelta y antes de ir a nuestro stand, me paro de puntitas y le doy un beso en la mejilla.

Como dos auténticos profesionales, Alex y yo montamos nuestro stand y damos explicaciones sobre la gigantesca maqueta que yace delante de nosotros. Somos perfectamente capaces de mantener la compostura, aunque cuando nadie nos ve nos picamos las costillas y cosas así. ¡Tanto coqueteo me escandaliza! Si Clara pudiera verme ahora, haciéndole ojitos al patán por excelencia.

―¡Ustedes!―dice el profesor Miranda apareciendo de la nada y provocando que nos quedemos tiesos como soldaditos de juguete―.Más les vale que no anden en otro de sus estúpidos jueguecitos y....¡consigan que esta cosa haga erupción propiamente!

―Relájese profe, esto es pan comido―dice Alex y le doy un pisotón―¿Qué? Es cierto.

―Puede ser todo lo igualado que quiera muchacho, pero si lo arruinan yo mismo veré que los transfieran a la peor escuela del estado.

―Creí que ya estábamos en ella―respondo tranquilamente y ahora es Alex el que me da una advertencia a mí con un empujoncito.

―Tienen suerte de que vayamos tras ese presupuesto o si no, no lo cuentan.

El profesor Miranda se aleja furioso, pero Vanesa lo intercepta y su conversación parece calmarlo. Esa chica si que es persuasiva.

Hay un ir y venir constante de asistentes y jueces que analizan nuestra maqueta a detalle. Alex y yo estamos de lo más orgullosos, pues las otras maquetas no nos hacen sombra.

Los otros alumnos voltean a nuestro sitio con palpable envidia e incredulidad. No se pueden creer que un rebelde con causa y un común denominador como yo estemos ahí, compartiendo el mismo aire con los verdaderos cerebritos.

Luego de que un puñado de maestros se va por fin, le pido a Alex que cuide el volcán mientras yo voy al baño.

Lavo mis manos y me reajusto la cola de caballo cuando suena mi celular.

Oh, oh.

Carmina.

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