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Caballerosidad 101

Luego de un fin de semana de enclaustramiento mirando al techo en mi cama y lamentando que Clara se enojara conmigo, me alegra que llegue el lunes.

Reviso mis mensajes por celular y encuentro 2.

Clara: Otra vez no puedo caminar. Un mes de reposo.

¿Es un reclamo o me da las gracias?

Y hay otro más.

Alx:¿así que crees que sabes bailar?

No cabe duda de que mis contactos están más enigmáticos que de costumbre.Como sea, no me arrepiento de haber bailado y brincado como loca en el almacén. Todo fue divertido, hasta la huída. Sin embargo mi estado de ánimo hoy es diferente.

Clara y yo nunca nos peleamos al grado de tener que pedirnos disculpas. Y el enojo se nos pasa pronto. Ahora es la primera vez que no nos hablamos por tanto tiempo y dado que ya le pedí perdón no sé qué más puedo hacer.

Llego al portón en estado zombie y cuando el conserje me ve, abre la puerta de par en par con una sonrisa amplia. Yo le contesto con un gruñido de muerto viviente mientras entro arrastrando los pies, pero tomo nota del detalle. Seguro que el director pasó el memorandum de tratarnos a Alex y a mi como reyes.

La primera clase es deportes ¿puede haber algo más sádico que poner a un grupo de adolescentes a correr como ganado alrededor de las canchas nada más salir de la cama? ¡Y encima hay que volver a clases bañados en sudor! Alguien tendría qué explicarles a los directivos que las hormonas no huelen a pino fresco. A ellos no les pasaron el memorandum de que esta no es una de esas escuelas de película hollywoodense con duchas y casilleros, ¡no! Incluso el otro día ví a un par de chicos forcejeando por una banca en una batalla mucho más épica que la de Gladiador o la del abismo de Helm.

Así que decido hacer mi propia suerte y me cuelo a la biblioteca para tomar una siesta en el aire acondicionado.

Agarro un montón de libros y me dirijo a una de las últimas mesas escondidas entre los libreros cuando me intercepta nada menos que Daniel.

―Ana, buenos días―saluda tan lindo como siempre.

―Ah, Daniel, hola, qué milagro verte por aquí.

Me toma un segundo después recordar que es él quién viene con frecuencia a la biblioteca y  yo no. Aunque no parece captarlo.

―Llevas muchos libros, ¿quieres que te ayude?

―Pues...

Antes de que termine de hablar, los sujeta todos con un brazo. ¡Además de lindo es fuerte!

  ―Necesito buscar uno para estudiar, ¿me acompañas antes de ir a tu mesa? Será rápido.

Le digo que sí y vamos juntos recorriendo los estantes. Puedo sentirme ligeramente sonrojada, pero quiero creer que eso no me hace una boba impresionable. Lo que pasa es que estoy tan poco acostumbrada a las atenciones masculinas que cualquier detalle me pone como olla de presión. Es cierto que Alex tiene sus momentos de amabilidad ¡pero no es un caballero como Daniel!

―...llegar a ser finalistas ¿tú qué crees?

Sacudo la cabeza descubriendo que no he escuchado una sola palabra de la que Daniel ha dicho.Lee el reverso de un libro y luego me mira esperando la respuesta.

Así que digo lo primero que se me ocurre.

―Que te relajes un poco y...

Daniel deja el libro donde estaba, pasa su mano por su sedoso cabello y resopla.

En este momento Daniel podría ser arrestado por los policías de la Unidad de Víctimas Sensuales.

―Es cierto, estoy algo nervioso, tú sabes, es mucha presión ganar ese concurso.

―Lo vas a hacer bien―digo dándole un ligero manazo en el hombro.

Juro que es para tranquilizarlo, no por placer personal.

Vamos a una mesa del fondo y se sienta un momento. Yo le doy la espalda a las mesas restantes, viendo hacia la entrada.

―Perdón si soy imprudente, pero quería decirte que me has sorprendido mucho Anabel.

―¿Yo?

―Sí, siempre me pareciste una chica un poco extraña.

Antes de que me defienda prosigue.

―Pero en una buena manera, ahora que participas más en clases, no sé, creo que has cambiado.

―¿Porque parezco estudiosa?

―No, hay algo en tu actitud―dice recargando la cara en su mano y mirándome con una sonrisa amable―.Tampoco es que pueda explicarlo, no he pensado mucho en eso, es una impresión en general.

―Ah pues, gracias―le contesto sin saber bien qué decir.

―Gracias a tí por escucharme.

―Cuando gustes.

Pobre, si supiera que me perdí todo su desahogo. Tengo que aceptar que a veces soy una horrible persona.

―Bueno, me voy con el grupo de estudio, a Vanesa, Valeria y a mí también nos dan permiso para estudiar, igual que a Alex y a tí.

―¿Eh?

―Aunque de seguro se aburrió esperándote.

Con un cabeceo señala detrás de mí. En una mesa oculta por un anaquel se entrevé a Alex, que está echado hacia atrás y tiene un libro abierto en la cara. Asumo que debe tener la boca abierta.

―Shhh, mejor hay que dejarlo descansar.

Daniel me mira con extrañeza.

―Creí que venías con él, como ahora hacen todo juntos.

Suelto una risa ahogada, con la cara roja.

―¿Qué dices? No hacemos TODO juntos.

De nuevo no capta a lo que me refiero.

Vanesa aparece a lo lejos agita y su mano.

―Te veo luego―dice Daniel levantándose y yo trato de hacer lo mismo.

Le doy ventaja para que avance un poco y ya que se aleja, me voy de puntitas sin hacer ruído, volteo sólo para comprobar, cuando descubro a Alex con los brazos cruzados y observándome con los ojos entrecerrados.

―Ya te ví.

Se me cae la cara, ya que por alguna razón siento que tengo algo que esconder.

Voy a su lugar pretendiendo que todo está bien.

―Alex, qué milagro verte por acá.

¿Qué demonios me pasa? ¡Es como si ya no supiera decir otra cosa!

―Así que el carita al fin volteó a ver al patito feo ahora que es un cisne ¿no?―me dice sin perder la expresión ceñuda.

Me aliso la falda, sentándome frente a él.

 ―¿Crees que soy un cisne?―respondo parpadeando.

Alex se encoje de hombros.

―Es bastante obvio que se te estaba insinuando.

Enciendo mi detector, hago un análisis rápido de mi conversación con Daniel, pero no encuentro nada.

―Estás exagerando... era una conversación casual.

―Mmm. Pues serías muy ingenua si le sigues la corriente, qué, ¿te gustaría ser la otra mujer?

―No seas tonto, él sólo estaba siendo amable nada más.

―¿Ves porqué te digo que eres ingenua?

―Un momento, tu no deberías andarme previniendo nada, se podría decir que tú eres el otro hombre de Carmina ¿o crees que eso si está bien?

―No tiene nada que ver.

―Es la misma cosa, excepto que Daniel está más que casado con Vanesa, lo que no puedo decir de otras chicas que yo conozco con sus respectivos novios.

―Ya sé que estás hablando de Carmina y para que lo sepas he estado evitándola.

―¡¿Tú qué?!

Alex baja la mirada hacia el libro que se pasa de una mano a otra.

―No me quiero distraer mucho, así que le he dicho que estoy ocupado.

―Te mereces un premio a la fuerza de voluntad de hierro―digo aplaudiendo rápido con la punta de los dedos.

Él hace como que me arroja el libro y dibuja una mueca.

―Así que tú tampoco te deberías distraer, es lo justo―dice golpeando un poco la mesa con el dorso del libro.

―¿Y en base a qué es este acuerdo?

Lo piensa por un momento.

―En base al bien de nuestro equipo.

Casi se me recorren las cejas hasta la nuca, ¡no puedo creer lo que oigo!

―Si hay alguien que ha visto por nuestro equipo soy yo, no quieras ponerte mandón ahora.

―Te estoy haciendo una recomendación, como...

―¿Compañero de equipo?

―Exacto―dice palmeando la mesa―. Yo sé muy bien cómo pensamos los hombres y te puedo asegurar que ese galancito quiere ver hasta dónde puede llegar contigo.

―Nunca le dices por su nombre.

―Pero ya sabes que me refiero a él―dice recostándose, extiende las piernas y sube los pies en la silla a un lado de mí―.Es un superficial que se fijó en tí ahora que cree que no eres tan ñoña e insípida como pareces.

―¡Óyeme!

―¡No te enojes conmigo! ¡Deberías enojarte con él! Qué casualidad que ahora se te acerca y te habla.

―Pues tú tampoco deberías enojarte.

―¿Parezco enojado? ¡No lo estoy!

―¡Bajen la voz allá atrás!―grita la  bibliotecaria.

Lo reprendo con una mueca, si por su culpa nos mandan a deportes lo mato.

―Bueno, ya, puede que sí estoy un poco enojado.

―¿Pero por qué?―pregunto inclinándome hacia adelante y hablando en voz baja.

Alex se toma otro momento mientras tamborilea la mesa con los dedos y mira para otro lado.

―No estoy seguro―contesta al fin.

Reflexiono y luego le respondo.

―Yo creo que estás celoso.

―¿Celoso yo?―dice sonrojándose.

―¡Sí, tú! Es la única explicación posible.

―A ver explica―responde bajando los pies, ahora inclinándose hacia mí.

Lo miro por un momento a lo ojos, luego yo soy la que me reclino con todo el aire triunfal que tengo.

―Tienes celos porque Daniel me trata bien por aplicarme en los estudios mientras que Carmina se burla de tí.

―¿Eh? No es por eso. 

―Yo digo que sí. Y será mejor que lo superes, Daniel es todo un caballero, así que no le faltarán las muestras de afecto de aquí hasta que vayamos a la convención.

―Un caballero...―masculla―.Estás obsesionada con esa palabra, ya te he dicho que los príncipes azules no existen, a ver, ¿qué tiene Daniel que no tenga cualquier otro? Yo por ejemplo.

―¿Tú? No terminaría nunca

Entorna los ojos.

―Por favor explícame―insiste entredientes.

―Para empezar tiene una higiene impecable.

―¿Qué, ahora resulta que soy un puerco? Los hombres de verdad no son tan "limpiecitos".

Hago como que no lo escucho y continúo.

―Es extremadamente educado, con un carácter mesurado...

―Otra manera de decir estirado...―dice imitando mi tono de enumeración de cualidades.

Mi fosas nasales se inflan, pero trato de ignorarlo.

―Además tiene lindos detalles, como hace rato que cargó mis libros, abre la puerta cuando Vanesa va a entrar a algún lugar, hace cumplidos a la gente, le da pequeños regalos a Vanesa... en fin, como dice el dicho, el detalle es lo que cuenta.

―Pides demasiado, tú y las chicas de esta escuela son unos monstruos insaciables que quieren ser el centro de atención de cualquier pelele que les hable bonito.

―No sabes nada de mujeres, Carmina te malacostumbró a darte todo en bandeja de plata, yo no pido mucho sólo un poco de amabilidad y consideración. Que es justo lo que Daniel da a las chicas.

―Tú quieres un esclavo babeando atrás de tí.

Me doy cuenta de que es imposible razonar con él.

―Nada más te dije porque preguntaste, pero yo sabía que no ibas a entender.

Ya no podemos seguir con nuestro debate porque suena el timbre anunciando la siguiente clase.

La verdad no sé para qué me tomo la molestia, Daniel y Alex pertenecen a dos universos muy distintos. Aunque Alex sea un buen chico, a su modo, no podría jamás ser un caballero porque no sabe lo que significa.

A la hora del almuerzo, voy a tomarme un jugo yo sola y me siento en un peldaño de las escaleras que bordean la explanada.

―Ey.

Dice alguien junto a mí y siento que algo me toca el hombro. Es alex.

―¿Qué haces? Pensé que estarías con tus amigos―digo sorbiendo del popote.

―Vine a traerte esto "un detalle" para que no digas que no soy amable.

―¿Una hamburguesa?―respondo, comprendiendo que es con lo que me ha tocado el hombro.

―¿¡La quieres o no!? 

―Si claro, no hay necesidad de ponerse así―digo quitándole la envoltura de papel aluminio y dándole una buena mordida.

No creo que Alex haya entendido por completo, otros chicos regalan flores o chocolates pero ¿hamburguesas?

De todos modos la acepto con gusto, las flores no se comen.

―Dame la mitad―dice él―.No soy un millonario que pueda comprar dos.

Y mordida a mordida vamos pasando el receso.

♥ ♥ ♥

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