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Capítulo XIII - Demasiados besos

En medio de clase, Darwin tenía su mente concentrada en escribir algo en su cuaderno, cuando de repente sintió unas pequeñas palmadas en su brazo.

Era Gumball quien lo estaba llamando con su codo, en un intento de llamar su atención. Darwin se volteó hacia él y le dedicó toda su atención.

"Darwin", susurró Gumball, haciendo señas para que salieran de allí. Y Darwin, sin saber por qué, aceptó sin pensarlo dos veces.

Ambos abandonaron la sala con la excusa de ir al baño, aunque en realidad su destino estaba lejos de los lavabos.

Cuando daban un paseo por el pasillo, Gumball paró súbitamente y agarró el brazo de Darwin, llevándolo directamente hasta la sala del Conserje.

"¿Qué está pasando?" preguntó Darwin, sin tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo.

Gumball, sin vacilar ni un segundo, asestó un beso contundente en la boca de Darwin, quien sintió cómo su cuerpo era empujado con fuerza contra la pared del lugar.

Darwin dejó escapar un ligero gemido al sentir la intensidad del beso.

Le gustaba cómo Gumball era rudo, pero en ese preciso instante, echaba en falta esos roces más dulces.

Y entonces, la duda le asaltó: ¿Qué eran exactamente ahora? Siempre se considerarían amigos y hermanos, pero Darwin quería algo más profundo que eso.

Mientras tanto, con la inseguridad impregnada en su corazón, Darwin posó sus manos en el pecho de Gumball.

"Espera" le dijo Darwin a Gumball, intentando separarse de él.

"¿Qué pasa? ¿Hay algo mal?" Preguntó Gumball hambriento de continuar con los besos.

Darwin no sabía cómo expresar sus sentimientos y miedos. No quería agobiar a Gumball con su inseguridad.

"Sabes, lo único que hacemos es besarnos, quiero hacer algo más", confesó Darwin con el corazón en la mano, sabiendo que las palabras que estaban saliendo de sus labios eran diferentes a las que su cerebro había pensado.

"¿Cómo qué?" preguntó Gumball confundido.

"Salir juntos a algún sitio..." explicó Darwin, esperando que Gumball aceptara su propuesta.

"Claro, ¿por qué no?" respondió Gumball al instante, lo cual hizo que Darwin se sintiera feliz y emocionado al mismo tiempo. Sería como una cita, su primera cita, y allí aprovecharía para preguntarle lo verdaderamente importante.

De repente, la puerta de la sala se abrió, dejando entrar a un Rocky confundido que se encontró con la escena justo en ese instante.

"Emm...creo que me equivoqué de sala, pensé que era la del Conserje..." dijo Rocky, para cerrar la puerta de nuevo y dejar a los dos en la intimidad de ese momento.

Darwin y Gumball se miraron con complicidad, y rieron juntos al son de la confesión que acababa de surgir entre ellos.

"Entonces ¿Después de clases?" preguntó Darwin.

"Allí te veré" respondió Gumball.

La campana del recreo sonó y Darwin se separó de Gumball, quien debía dirigirse a la oficina del director.

Darwin rápidamente pensó en refugiarse en la biblioteca para matar el tiempo en las computadoras. Pero su ruta fue interrumpida cuando se encontró con Penny.

La emoción y la confusión lo embargaron, no sabía cómo actuar después de todo lo sucedido entre ellos. Pero, antes de que pudiera pensar en una excusa para escapar, Penny lo llamó.

"Darwin ¿Podemos hablar?" lo abordó Penny con una pequeña sonrisa y un aura de tranquilidad.

"Claro" respondió Darwin, sintiéndose nervioso y con ganas de largarse de allí.

"Quiero que sepas que no tengo rencor y espero que podamos seguir llevándonos bien" dijo Penny optimista.

Darwin se sorprendió al escuchar estas palabras y se dio cuenta de que, sin saberlo, había estado esperando escuchar eso.

Ya no quería que todo fuera incómodo entre ellos, así que simplemente aceptó la propuesta de Penny con una sonrisa.

A la salida del colegio, la tarde caía y Darwin estaba eufórico por la cita con Gumball.

"¿Y a dónde vamos?" preguntó Gumball con curiosidad.

"Tengo todo un plan para el día" respondió Darwin emocionado.

"Pero ya es tarde" objetó Gumball sin querer decepcionar a su amigo.

"Oh..." Darwin reflexionó un momento, reconociendo que tenía razón "¿Te apetece ir al cine?" dijo sonrojado.

"Nunca diría que no a eso" respondió Gumball, tomándolo de la mano mientras se dirigían al cine.

..

El sol brillaba con fuerza en el cielo, pintando el horizonte con tonos dorados y naranjas que hacían que todo pareciera mágico y hermoso.

Samantha, con su rubio cabello revuelto por el viento, se encontraba frente a una mujer de labios gruesos y una expresión de sufrimiento en su rostro.

"Te amo, Samantha", dijo la misteriosa mujer con profunda dulzura, mientras miraba hacia el infinito con una tristeza palpable en su voz.

La rubia la contemplaba con un anhelo profundo y una impotencia que la inmovilizaban.

"¡Tú no puedes amar a nadie!", le gritó Samantha con lágrimas en los ojos, su voz cargada de dolor y angustia mientras se volteaba y corría hacia el océano, tratando de huir de todo aquello que le hacía daño.

"Dios, esta película es un horror" suspiró Gumball mientras devoraba las palomitas en la oscuridad de la sala.

"A mí me parece romántico" contestó Darwin, con una expresión sensible mientras veía la película.

"¿Pero no ves que la sala está vacía?" señaló Gumball, constatando que sólo estaban ellos dos.

"Bueno, era esto o Deysi en la Tierra de los Ponys" dijo Gumball, aburrido.

Darwin asintió, sabiendo que su amigo no estaba muy entusiasmado con las opciones.

Pero mientras Darwin centraba su atención en la pantalla, Gumball lo observaba en la penumbra, iluminado por los destellos del film. "Qué lindo es", pensó Gumball. En ese instante, se le ocurrieron otros planes que hacer que ver esa cinta aburrida.

"¡Darwin!" exclamó Gumball, tratando de llamar la atención de su amigo.

"¿Qué ocurre?" preguntó Darwin, no muy seguro de lo que estaba sucediendo.

Gumball agarró con firmeza las mejillas de Darwin y lo besó apasionadamente. No había nadie más en la sala y Gumball prefería besar a su hermano en vez de mirar ese drama de dos mujeres lesbianas de mediana edad.

Darwin correspondió al beso, aunque todavía tenía algunas inseguridades en su mente que no lo dejaban en paz, lo desbordaba. Se separó de Gumball, dispuesto a salir de la sala.

"¿Qué pasa, Darwin?" preguntó Gumball, saliendo detrás de él.

Darwin salió de la sala de cine, sumido en sus propios pensamientos. ¿Por qué no se atrevía a preguntarle? No debería ser tan difícil. Definitivamente no había necesidad de hacer todo un drama por eso.

De repente, sintió cómo alguien lo agarraba del brazo y respiraba agitadamente.

Gumball, quien parecía haberse cansado más rápido de lo normal al correr.

"¿Qué pasa ahora?" preguntó. "Pensé que lo estábamos pasando bien".

Darwin no quería arruinar el buen ambiente que había en la sala, así que decidió que hablarían afuera.

"Ya me dirás qué te pasa" dijo Gumball sentándose en la acera.

Darwin guardó silencio por un momento, respirando profundamente.

"Hoy me encontré con Penny" dijo, aunque esa no era la razón por la que necesitaba hablar con Gumball.

"¿Y?" respondió Gumball con desinterés.

"Ya sabes que no hay nada entre nosotros ¿o acaso tienes celos?" continuó con una sonrisa maliciosa.

"No" respondió Darwin inmediatamente, aunque algo en su voz parecía extraño. Finalmente, se sentó al lado de Gumball en la acera.

"Solo... ¿Qué soy para ti?" preguntó.

Gumball parecía confundido. "

"¿A qué te refieres?" preguntó con más interés.

"Es solo que... Sé que siempre seremos hermanos y siempre seré tu mejor amigo, pero..." fue interrumpido rápidamente por Gumball.

"¿Que no estábamos saliendo?" preguntó, mirando directamente a Darwin.

Darwin lo miró con asombro y sinceridad. 

"¿Lo estamos?" preguntó ingenuo.

"Bueno, eso creí. Pensé que esas cosas no se preguntaban, que simplemente ocurrían" explicó Gumball de manera un tanto torpe.

Darwin lo miró con rabia y empezó a golpear su hombro.

"¡Eres un tonto! ¡¿Por qué no me lo dijiste?!" exclamó mientras seguía golpeando.

Gumball solo reía y tomó las manos de Darwin para que dejara de golpearlo.

"Bueno, bueno..." dijo mientras sostenía las manos de Darwin. "Te lo preguntaré ahora. Darwin, ¿quieres ser mi novio?"

Darwin abrió los ojos, sorprendido por la propuesta. No era el escenario que se había imaginado, en medio de la calle fría en plena noche. Pero de alguna manera, el momento era perfecto.

"Sí, quiero" respondió con seguridad en su voz.

Gumball se acercó lentamente a Darwin y, en un acto de ternura y amor, le dedicó un dulce beso en los labios.

Por suerte, no había transeúntes en la calle para interrumpir ese momento tan íntimo.

Tras el corto pero satisfactorio intercambio, se separaron y el gato azul le preguntó a su novio

"¿Sigues con ánimos de ver esa película aburrida?".

La respuesta de Darwin fue clara e inmediata

"No, mejor vámonos a casa" dijo Darwin levantándose de la acera

Ambos caminaron juntos hacia su hogar.

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