Capítulo XII - Verdaderos Sentimientos
Darwin llegó a casa con lágrimas en los ojos, sintiendo la mirada extraña de la gente en la calle que se preguntaba qué le había pasado o simplemente no les importaba.
Al entrar a la sala, su padre Richard y Anais lo observaron mientras ascendía las escaleras
"¿Por qué Darwin no está en la escuela?" se preguntó Richard, preocupado.
"Mmm..." murmuró Anais para sí misma, levantándose del sofá y dirigiéndose hacia las escaleras. Se detuvo un momento y dijo: "Iré a hablar con él"
Tras llegar a su habitación, Anais encontró a Darwin sentado en una esquina de la habitación, llorando sin control y aparentemente sin lágrimas las cuales ya habían desaparecido.
"Si continúas así, te deshidratarás" dijo Anais mientras tomaba la pecera de Darwin y vertía el agua sobre su cabeza.
"...Gracias" respondió Darwin, agradecido por el gesto.
- ¿Qué pasó? - preguntó Anais, sentándose frente a él.
Darwin sintió que los recuerdos lo inundaban de nuevo y la tristeza volvía a apoderarse de él. Estaba dispuesto a llorar nuevamente.
"No empieces otra vez, así no podremos hablar" afirmó Anais, dándole la seguridad que Darwin necesitaba en ese momento.
"Oh ya veo, es Gumball, ¿no?" dijo Anais, intuyendo el motivo de la tristeza de Darwin "¿Tu noviecito te dejó o algo así? inquirió Anais, tomando a Darwin por sorpresa.
Darwin se sorprendió y sintió miedo. ¿Cómo podía saberlo su hermanita? ¿Qué pensarían sus padres si se enteraran?
"¿Desde cuándo lo sabes?" preguntó Darwin, asustado por la idea de que sus padres lo supieran. Darwin se aceleró, estaba angustiado de que su hermana también lo supiera.
"Desde esa vez en la cocina, no soy tonta" admitió Anais.
"No le diré a nadie" dijo Anais, intentando reconfortar a su hermano "Pero ¿Qué sucedió exactamente?" preguntó queriendo saber más.
Darwin quería hablar al respecto, pero las palabras se atascaron en su garganta, salían entrecortadas y apenas podía expresarse.
"Gumball... besó a... Penny" susurró Darwin, sollozando un poco.
"Oh..." dijo Anais, comprendiendo la situación.
"Aun después de todo, yo creí que... yo creí que..." Darwin detuvo su frase por un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas "No sé lo que creí..."
Anais se tomó un momento para pensar en las posibilidades y recordó una tarde en la que Gumball esperó por Darwin. Quizás, pensó ella, había algo más detrás de todo esto. ¿Pero cómo explicárselo a Darwin?
"¿Sabes lo que tienes que hacer ahora?" preguntó Anais con entusiasmo.
Darwin negó con la cabeza, todavía triste y agotado...
Anais se acercó a él y le susurró algo inaudible al oído. Darwin escuchó con atención y asintió con la cabeza.
En ese momento, Gumball llegó corriendo a la casa, desesperado por encontrar a Darwin. ¿Por qué era tan difícil entender que solo lo quería ayudar a olvidar a Penny? Al entrar a la habitación, solo encontró a Anais sentada tranquila en la silla del escritorio.
"Anais, ¿dónde está Darwin?" preguntó Gumball, angustiado.
"No te interesa", respondió Anais con una mirada furiosa hacia Gumball.
"...Lo sé" dijo Gumball pues sabía que había lastimado a Darwin y no sabía cómo arreglarlo.
Anais notó la tristeza con la que Gumball dijo esa frase, no pudo evitar sonreír un poco con seguridad.
"Está en el ático" admitió Anais sin más.
Gumball no lo pensó dos veces y corrió hacia el ático. Estaba oscuro y lleno de polvo, donde pudo ver a Darwin parado frente a la ventana, mirando el cielo.
"Darwin", susurró Gumball, acercándose a él.
Darwin lo volteó a ver, parecía un desastre. Sus ojeras eran profundas y sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar. Gumball no sabía qué decir y trató de hablar, pero Darwin lo interrumpió.
"No, déjame hablar primero", se quejó Darwin, suspirando profundamente "Pero cuando más lo hacíamos más me enamoraba de ti. Y cuando me dijiste que aun esperabas a Penny, pensé que nunca tendría una oportunidad contigo. Mi cabeza estaba llena de preguntas imposibles. ¿Qué puedo hacer para que te fijes en mí? ¿Por qué besarte no es suficiente?"
Darwin se quedó en silencio por un momento antes de continuar. "Si tan solo pudiera besar tu corazón y llenar tu cabeza conmigo", finalmente dijo, con la voz temblorosa y con lágrimas en los ojos.
Gumball no sabía qué decir. Darwin estaba tan vulnerable y delicado en ese momento, iba a continuar hablando, pero antes de que pudiera hacer algo, Gumball lo besó. Darwin no pudo evitar corresponder, pero rápidamente se separó.
"No, déjame terminar" Gumball lo besó nuevamente. Darwin se resistió.
"En serio, deja-" no podía hablar, Gumball lo había vuelto a besar.
"¡Que me dejes terminar!" gritó Darwin, ya enojado y avergonzado.
Gumball no pudo evitar reírse un poco. Darwin era tan dulce e inocente.
"Ya sé todo eso", confesó Gumball, recordando la nota que Darwin había escrito.
Darwin pensó por un momento ¿Como que ya lo sabía? ¿Como se enteró? antes de recordar que había botado su nota. Se tapó la cara con las manos de la vergüenza.
Gumball le quitó las manos y lo miró con cariño.
"Yo también te amo", susurró Gumball.
"¿Qué?" preguntó Darwin, todavía sorprendido.
Gumball no pudo evitar enojarse un poco.
"¡También te amo, Darwin!", gritó Gumball desesperadamente, cerrando los ojos con fuerza.
Darwin empezó a reír y se acercó al rostro de Gumball. Lo besó en la mejilla, haciéndolo sonrojar. Gumball abrió los ojos y los dos comenzaron a reír juntos, finalmente abrazándose.
"Ya habías besado mi corazón hace mucho", confesó Gumball en una suave y sincera voz.
El momento se volvió mágico instantáneamente, anhelando que durara por siempre.
"Ehem..." Pero la magia se interrumpió con la aclaración de garganta de alguien en la entrada del ático.
Era Anais, quien observaba divertida toda la situación.
"¡Anais! esto es, digo, esto no es..." Gumball se puso nervioso y trató de explicar.
A pesar de la incomodidad en el aire, Darwin dijo: "Ya lo sabe, nos vio en la cocina esa vez"
Gumball sintió un alivio al saber que Anais había sido discreta con su secreto.
Pero el alivio de Gumball se convirtió en sospecha cuando se dio cuenta de que Anais probablemente había planeado todo esto.
"¡Tú! ¡Tú planeaste todo esto"! acusó Gumball a Anais.
Anais no pudo contener la risa al ver a Gumball histérico. Darwin también rio al recordar lo que Anais le había susurrado antes: "Ve al ático y yo me encargo de Gumball".
"Pero funcionó, ¿verdad? Si estaban hablando a besos hace un momento" admitió Anais con seguridad.
Gumball suspiró pesadamente, pero finalmente aceptó la situación y abrió sus brazos para que Anais se uniera al abrazo.
"Ya que, ven aquí, tú también", le dijo mientras Anais corría hacia él.
Se abrazaron durante un largo rato.
...
"No quiero interrumpir, pero mamá ya llegó" dijo Anais.
Pronto bajaron al comedor para cenar con su familia. Durante la cena, Anais les dio una mirada cómplice, mientras su padre hablaba de tonterías y Nicole estaba agotada después de un largo día de trabajo.
Gumball y Darwin se sonrieron y sujetaron sus manos bajo la mesa, agradecidos por ese momento.
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