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Capítulo VIII - Sensación


"Quieres que caminemos a casa?" preguntó Gumball, con una sonrisa en su rostro y un brillo en sus ojos.

Darwin no podía creer que le hubiera invitado a caminar juntos.

Imaginaba lo divertido que sería compartir ese momento con Gumball, quien lucía mejor que nunca antes.

La brisa rozaba su pelo y su piel, creando una atmósfera de ensueño.

"Te ves mucho mejor que hace unos meses", dijo Darwin, admirando a su hermano.

Gumball se detuvo frente a él y le dedicó una amplia sonrisa.

"¿De verdad lo crees?", preguntó con incredulidad. "Todo es gracias a ti, Darwin", respondió Gumball, agradeciéndole.

La sonrisa de Darwin se hizo más grande cuando escuchó esas palabras, sintiendo una cálida sensación en su interior.

Gumball parecía contento de escuchar el halago y se permitió hacer una broma un tanto picante. "Y gracias a tus besos", agregó con un guiño pícaro.

La cara de Darwin se sonrojó al ser recordado de aquellos momentos íntimos que compartieron, pero rápidamente se sintió incierto al escuchar la siguiente pregunta de su amigo.

"Crees que seré un experto para cuando Penny regrese?", preguntó Gumball

El corazón de Darwin pareció detenerse. ¿A qué se refería Gumball? Sentía sudores fríos y comenzaba a tartamudear.

"¿A qué te refi...?" trató de preguntar, pero fue interrumpido por Gumball

"Bueno, quiero decir que a lo mejor puedo perfeccionar mis habilidades besadoras para impresionarla cuando regrese" expuso Gumball con total naturalidad, sin siquiera notar el impacto de su comentario en Darwin.

A pesar de los esfuerzos de Darwin por contener sus emociones ¿Por qué le dolía tanto escuchar a Gumball mencionar el nombre de Penny? ¿Por qué se permitía idealizar una ilusión que nunca iba a materializarse? ¿Tenía siquiera el derecho de molestarse? Pero no podía evitar sentir una extraña sensación en su interior que lo lastimaba.

En ese momento, Darwin se quedó sin habla, incapaz de describir cómo se sentía. Gumball lo miró con preocupación y le preguntó:

"¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien?"

No comprendía completamente lo que estaba sucediendo en la mente de su hermano menor, ni cómo sus palabras habían impactado tanto a Darwin.

Darwin no pudo soportarlo, cualquier otro día podría haberse tragado sus sentimientos, pero no hoy. Lágrimas empezaron a surgir en sus ojos, y con una voz temblorosa, gritó:

"¡Idiota!"

Antes de dar media vuelta y salir corriendo, alejándose rápidamente de Gumball hacia la seguridad de la soledad y la distancia.

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