La noche había sido larga y oscura para Gumball.

Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, de rogar por un sueño reparador que no llegaba.

Finalmente, se sumergió en un sueño profundo y tranquilo, liberándose de sus penas por un momento.

Pero su descanso fue interrumpido de manera abrupta por el sonido de una bocina ensordecedora que resonó en su oído.

Gumball saltó de su cama, sorprendido y confundido por la repentina y violenta invasión de su descanso.

"¡¿Qué diablos estás haciendo, Darwin?!" Gumball estaba furioso, su voz temblaba de indignación.

"¡Vamos, Gumball! ¡Hoy será un día de diversión total!"

Darwin estaba parado junto a él, con la bocina en la mano y una sonrisa esperanzada en su rostro.

Pero Gumball no estaba de humor para tanta alegría temprana, aún era de noche y necesitaba descansar.

"¡Por favor, Gumball!"

Darwin seguía intentando convencerlo, con su típico gesto de cachorro y sus ojos grandes y brillantes.

"No, Darwin"

Gumball se negaba rotundamente, tratando de resistirse a la emoción de su amigo.

"¡Oh, vamos!"

Darwin insistía, sabiendo que era difícil resistirse a su encanto.

Finalmente, Gumball cedió ante la insistencia de Darwin, y se vieron envueltos en una aventura loca desde las primeras horas de la mañana.

Primero fueron al parque de diversiones, Después de un par de horas, Gumball y Darwin se dirigieron hacia el arcade de juegos.

Gumball todavía se sentía un poco deprimido, pero trató de aparentar que estaba disfrutando.

"¿Qué juego quieres jugar primero, Gumball?" preguntó Darwin, emocionado.

Gumball se encogió de hombros y señaló un juego de carreras. Darwin se puso en el asiento y comenzaron a jugar.

Pronto, Gumball descubrió que no era muy bueno en las carreras y comenzó a chocarse contra todo.

"¡Gumball, ten cuidado!" exclamó Darwin, riendo nerviosamente.

"Lo siento, no puedo controlar el auto" se disculpó Gumball, sonriendo.

Después de terminar el juego de carreras, Gumball y Darwin probaron algunos juegos de disparos y golpeo de marmotas.

Gumball se sentía cada vez más animado y parecía estar olvidando sus problemas.

"¡Este juego es increíble, Darwin!" dijo Gumball, animado.

"Sí, es muy divertido" respondió Darwin, sonriendo. Finalmente, se dirigieron hacia una colina donde podían ver las nubes.

Gumball se sentó en la hierba, todavía con un poco de tristeza en sus ojos. Darwin se sentó a su lado.

"¿Estás bien, Gumball?" preguntó Darwin, preocupado.

"Sí, solo estaba pensando" respondió Gumball, suspirando.

"Recuerda que puedes contar conmigo siempre" dijo Darwin, poniendo su brazo en el hombro de Gumball.

"Gracias, Darwin, eres un gran amigo" dijo Gumball, sonriendo.

Mientras veían el cielo, Gumball comenzó a animarse. Podía sentir que Darwin estaba allí para él, y eso le dio la fuerza que necesitaba para continuar luchando.

"Mira, ¡Darwin!" exclamó Gumball, señalando al cielo.

"Es una marmota volando!"

Darwin se rio por el comentario y Gumball se unió a él. De repente, la marmota aterrizó en el regazo de Gumball y comenzó a hacer cosquillas en su estómago.

"¡Ayuda, ayuda!" gritó Gumball, riendo y tratando de quitarse la marmota de encima.

Darwin se unió a la diversión y comenzaron a rodar por el césped, riendo a carcajadas.

Al rodar por el suave césped, Darwin y Gumball se detuvieron y, cuando Gumball abrió los ojos, se encontró a Darwin encima de él, peligrosamente cerca.

A pesar de haberse besado en varias ocasiones en semanas anteriores, este beso fue distinto, lleno de una pasión desbordante. Darwin

La lengua de Darwin lamió los labios de Gumball de una manera que le hizo sentir un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Las primitivas señales besaron la boca de Gumball con su lengua. Las señales claramente indicaban que quería que abriera la boca. Y así lo hizo.

Mientras suavemente la lengua de Darwin se deslizaba por su boca, Gumball se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar ante esta experiencia tan nueva y emocionante. La sensación que lo inundó lo hizo sentir más vivo que nunca.