Ahora, Gumball y Darwin tenían una rutina más complicada pero simple a la vez.

Cada mañana, Gumball se despertaba con la angustia y tristeza de siempre por la ausencia de Penny.

Darwin, como siempre, le daba el beso de buenos días para aliviar su dolor.

Cuando iban al instituto, si Gumball se sentía mal de repente, Darwin lo llevaba consigo a un lugar apartado para darle un beso.

Era una acción que se había vuelto tan común que nadie parecía notar lo que ocurría entre ellos.

En casa, Gumball parecía aún más pensativo y triste. Allí, tenían que contenerse ante la mirada atenta de sus padres y la curiosidad de su hermana menor, Anais, que parecía estar siempre atenta a sus movimientos.

No es que a Darwin le molestara besar a Gumball tan seguido.

Es más, empezaba a gustarle esa sensación de alivio que el beso le provocaba.

Pero tenía miedo de que con el abuso, el beso perdiera su efecto.

...

Era de noche, Darwin estaba atrapado en sus pensamientos mientras observaba su pecera. ¿Debería restringir los besos un poco? Se preguntó a sí mismo mientras admiraba a Gumball dormir.

El felino parecía un pequeño gatito tierno que ronroneaba ocasionalmente y esto le hacía sentir una extraña ternura. ¿Acaso la influencia de los besos lo estaba afectando a él también?

De repente, Darwin se levantó y bajó las escaleras para no molestar a nadie.

Quería encontrar algo que le ayudará a dormir.

Encendió la televisión, pero solo había un aburrido programa de ventas.

Mientras Darwin luchaba por quedarse dormido, un fuerte ruido proveniente de las tablas de madera lo detuvo en seco.

Gumball estaba bajando las escaleras, tambaleándose de un lado a otro.

"Gumball", exclamó Darwin, pero no recibió respuesta.

Se acercó y se dio cuenta de que su amigo estaba sonámbulo. Darwin no podía evitar sentir cierta diversión al descubrir este lado nocturno de Gumball, quien siguió las escaleras. Darwin lo siguió de cerca, preocupado por su seguridad.

En el living, Darwin intentó hablar con Gumball, pero este solo balbuceaba el nombre de Penny y parecía muy triste.

Darwin estaba decepcionado al darse cuenta de que, incluso en sus sueños, Gumball seguía atormentado por su amor perdido.

Darwin se quedó ahí observando a Gumball con tristeza y enojo mezclados.

Pensaba en cómo Gumball seguía atado al pasado, enamorado de Penny y sin poder avanzar. La situación le parecía frustrante y no sabía porque le estaba afectando tanto a él también.

"¿Aún sigues pensando en ella incluso dormido?", preguntó Darwin con tristeza en su voz.

La respuesta de Gumball fue un ronquido fuerte que sacudió la habitación. Darwin suspiró resignado, comprendiendo que su amigo estaba profundamente afectado por la pérdida de Penny y que aún no había superado sus sentimientos por ella.

Decidiendo que lo mejor era dejar a Gumball dormir, Darwin lo cargó delicadamente y lo llevó de vuelta a su habitación.

En silencio, se acostó en su propia cama, reflexionando en la oscuridad sobre cómo podría ayudar a su amigo a superar su dolor y descubrir que era ese sentimiento que ahora lo atormentaba a él.