Capítulo ocho
Lisa llega a su casa cansada, está realmente agotada. Desde que tiene sexo con su profesora su agotamiento es el triple, tanto así que hasta su madre se ha preocupado.
—Hija, llegaste —esta voltea a mirarla, y asiente con sus ojitos brillosos.
—Hola, mamá —besa su mejilla y comienza a caminar para poder subir a su habitación.
—Estás cansada —hace una mueca, observándola.
—Sí, mucho, de verdad que muero de sueño también, así que iré a dormir.
La mujer no puede aguantarse, dice que no se atrevía a decir.
—Lisa, escuché lo que quieres hacer —la castaña
abre la boca porque sabe que ha escuchado la conversación con su hermana y Rosé, la ha tenido demasiadas veces los últimos días—. No quiero que lo hagas, enserio, estoy buscando otro empleo.
Lisa niega, no quiere, sabe que lo va hacer.
—Lo haré mamá, pagan muy bien, tú estás necesitando ese dinero y yo ayudaré, no te preocupes —trata de tranquilizarla, pero la señora Manoban está histérica de solo pensar en que su hija sea stripper, no quiere.
—No, no lo harás, busca un empleo en una cafetería —la chica suspira y la mira sonriendo.
—Mamá, enserio, no te preocupes —no deja que su madre hable y sube a su habitación, se recuesta en la cama mientras cierra los ojos, y sin darse cuenta cae completamente dormida.
No sin antes susurrar el nombre de Jennie.
***
La surcoreana fuma en su balcón, desde que Lisa le ha dicho que deje de fumar en la habitación, ha comenzado hacerlo, y no sabe por qué, es su casa, no tiene por qué cumplir los caprichos y peticiones de la adolescente.
Pero lo hace, porque quiere.
No porque le gusta ver la sonrisa de Lisa cuando se sale con la suya.
—¿Qué estarás ocultando, pequeña demonio?
No puede sacar de su mente lo que Rosé comentó en clases, esa idea va y viene en su mente. Estuvo a punto de preguntarle, pero no quiere entrometerse en los asuntos de otros, después de todo, no son de su incumbencia.
Niega con la cabeza.
No va a negar que le preocupa, quiere saber, quiere conocer eso que no quieren que la castaña haga para ayudar.
Ella la quiere ayudar.
—Tendré que preguntarte, princesa —da una última calada a su cigarrillo y camina nuevamente hasta a su habitación, mira su celular para ver si Lisa se ha conectado, pero no hay rastros de ella, no se ha conectado en las últimas horas.
Debe de estar durmiendo, piensa.
Prende la televisión, pero toda chica delgada y castaña que aparece en la tele, le recuerda a Lalisa Manoban.
¿Qué está haciendo esa chica con ella?
Volverla loca, supone.
***
Son las siete de la mañana y no siente deseos de dar clases, a pesar de que ha dormido muy bien. Su mente sigue en el asunto de ayer, no sale de su mente ni porque se distraiga.
Algo oculta y quiere saberlo.
Entra al salón saludando a todos y diciendo buenos días.
Todos la observan, ella rueda los ojos discretamente y deja sus cosas encima del escritorio, donde abre el cierre de su cartera para agarrar los marcadores y el borrador, comienza a escribir problemas en el pizarrón para después sentarse en su escritorio, esperando que alguien los resuelva.
Mira su reloj y sabe que dentro de poco la clase con Lisa será, la vería de nuevo.
La hora pasa rápidamente y ve como todos guardan sus cosas para irse, permitiendo que otros alumnos entren, menos una pelimorada que espera algo y no sabe qué.
—¿Puedo hablar con usted profesora?
—Sí, dígame.
Jennie siempre habla con respeto y algo de autoridad.
—Sé que se molestará, pero tengo que hacerlo —la mayor frunce el ceño, no entendiendo.
—¿Qué cosa?
La chica se acerca y besa sus labios.
Aunque sabe que debe, en ningún momento se aleja, es más, le sigue el beso. Quiere saber si todos los besos son como los de esos rosados labios que tiene Lisa.
—Wow, pensé que me iba alejar —carraspea, Jennie observa a la menor y traga saliva.
—Fue un error, tengo pareja —la pelimorada hace una mueca.
—Yo, de verdad lo siento.
No es igual a Lisa, no besa igual que ella.
Simplemente no es su princesa.
—Que no se repita.
La más baja se aleja repitiendo una y otra vez que lo lamenta, Jennie solo puede repetirse cuán idiota es, pero su corazón se acelera al ver a Lisa entrar al salón e ir hacia ella.
Besa a Jennie y ésta vez sí cierra los ojos además de pasar sus brazos alrededor de la cintura de la tailandesa.
—Hola —susurra la castaña sobre los labios contrarios.
—Hola —onríe a penas, y a pesar de que Lisa se dé cuenta que algo está pasando no menciona nada.
Kim no puede dejar de sentirse culpable al verla a los ojos de esa forma que a ella le encanta.
—¿Es verdad que Jisoo anda coqueteando contigo? —suelta, su profesora ríe y se encoge de hombros.
—¿Lo hace? Porque si lo hace ni cuenta me dí.
—Sí, claro —rueda los ojos y se aleja.
—Oh vamos, no te pongas celosa, no somos nada, es sólo sexo.
Lisa queda estática sintiendo como su corazón se detiene, su ritmo cardiaco disminuye.
Para alivianar la situación sonríe, aunque siente ganas de llorar.
No lo niega.
—Sí, lo sé, estaba bromeando —trata de calmarse—. Voy a buscar a Rosé que la dejé sola, nos vemos después —se aleja sin besarla, la mayor se encoge de hombros y agarra su celular.
Lisa al llegar al baño llora porque se ha dado cuenta de algo.
Rosé tiene razón, se enamoró de su profesora.
Duele saber que sólo será sexo, pero tendrá que aceptarlo porque a pesar de recibir solamente eso, se dice que algo es algo.
A pesar de que sean migajas.
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