Desperté por el sonido de la fastidiosa alarma. Olvidé apagarla. Anoche me costó trabajo dormir. Viéndome en el espejo parecía un mapache. 

Anoche no llamé de nuevo a mi amiga por lo que descubrí, pues ella estaba enojada conmigo porque las cosas no salieron como ella quería. Además, todavía no estoy seguro de que haya sido él realmente. Para dar un chisme se debe tener la noticia completa a la mano y de una fuente confiable. 

Conforme veía los minutos pasar en el reloj de la encimera, me comenzaba a sentir más inquieto, pero sobre todo, curioso respecto a esa noticia. No es algo que se deba preguntar directamente, por dos razones; recordarle un evento tan traumático como lo ha de ser un secuestro a tan corta edad, no es del todo agradable o recomendable, y dos, porque ese mono macaco no me responderá. 

¿Cómo seguirá? ¿Será que lo que le dije le trajo malos recuerdos, o es que aparenta ser un hombre duro por fuera, pero por dentro es un algodón de azúcar? 

Al tener ese pensamiento, escupí el sorbo que me había dado del café. Por más que traté de controlar la risa, fue inevitable, pues no puedo siquiera imaginar tal cosa. 

Retomando la seriedad del asunto, ¿será que debería al menos ir por unos días mientras encuentra a otro asistente? Después de todo, esta oportunidad me la dieron con ayuda, no porque haya cumplido con los requisitos. 

Si lo pensaba demasiado, sé que iba a dudar, por esa misma razón me adelanté a los hechos, y me di prisa para llegar antes de que él llegara a su oficina. 

El rayo mcqueen y flash se quedan cortos al lado de los malabares que hice con tal de dejar todo listo en su oficina para cuando llegara. No puedo creer que lo haya hecho en tiempo record, y lo mejor, aún quedan diez minutos para que ese tipo venga a dañarme el día. 

Me he impresionado a mí mismo. Madre mía, mis habilidades no dejan de sorprenderme. Me observé en el espejo que había colgando del armario, aventándome los pasos prohibidos de Peter Parker. 

Era una rutina que hacía en los días de limpieza en mi apartamento. Bailaba y cantaba con la música a todo volumen, pero ahora no podía. 

Por unos momentos olvidé que estaba en la oficina, me dejé llevar por la energía e hiperactividad que me provoca tomar café tan temprano. Aunque cuando me volteé y vi a Tom parado en el umbral de la puerta, casi lo vómito con el desayuno incluido. 

He bailado, me he desnudado frente a muchas personas, pero jamás en la vida me había sentido tan avergonzado como ahora. ¿Este tipo por qué llegó antes de tiempo? Peor aún, ¿por qué no avisó? ¿Por qué no hizo ruido? Parecía un espectro. Bueno, es su oficina. ¿Por qué tendría que avisar para entrar?  

Este tipo es más frío que un cadáver. Me produce escalofríos esa mirada tan seria. ¿Por qué me mira de esa forma tan indescifrable? 

—B-buenos días — traté de ser educado, pero él no tenía ninguna intención de serlo conmigo, pues ni respondió, solo me observó como bicho raro—. Aunque ni tan buenos— murmuré para mí. . 

—¿Se te quedó algo? Si es así, ve a recogerlo y lárgate. 

—Pues tal parece que ha sido a ti a quien se le quedó algo; y es el cerebro en tu casa. 

Luego de haber sido tan tajante, me lamenté porque ese artículo volvió a aparecer en mi mente. No tengo que sentirme mal, pues él tampoco ayuda a que mi lengua venenosa salga a pasear. Por lo que pasó, si es que sucedió, no le da derecho a tratar a los demás tan mal. 

—Mira, comenzamos con el pie izquierdo— agregué—, pero estoy dispuesto a echar a un lado mi orgullo y ayudarte en lo que pueda, claro está, siempre y cuando tu mal genio me lo permita. 

—Te recuerdo que fuiste tú quien renunció. ¿Por qué has regresado? ¿Te han encomendado alguna otra tarea? 

—No, por el momento. De hecho, si estoy aquí es por decisión propia. 

Cerró la puerta, adentrándose por completo a la oficina. Otra vez llevaba ese pulverizador en las manos y ni cuenta me había dado. No hubo lugar en la oficina que no le hubiera echado esa cosa. Antes de soltarlo, me roció con eso a la distancia.  

—Para que limpie y desinfecte esa boca tan sucia. 

—Es la misma que te enviará a la… — me tragué el insulto, pues sé que no vale la pena gastar saliva con este engendro del mal—. ¿Me tomará de vuelta? Pienso cumplirle al menos hasta que encuentre otro asistente calificado y que pueda soportarlo.  

—Si no queda de otra...

Su comentario me estuvo la muerte, pero la mirada que me dedicó fue algo inusual. No denotaba enojo, irritación, más bien fue una más apacible. Viniendo de él, por supuesto que es inusual. 

—Que suerte tienen algunos... Unos ojos y labios tan lindos y los echan a perder dándoselo a quien no los aprovecha— se me salió, y honestamente, me arrepentí.

Su rostro cambió de colores, pero no hizo ningún comentario al respecto, excepto por haberse aclarado la garganta. 

—¿Siempre usas pantalones así de ajustados? Es inapropiado y va en contra del código de vestimenta de la empresa. 

—Es el único que tengo — me volteé, subiendo parte de la chaqueta—. ¿Ves esto? ¿Crees que algún pantalón podrá ocultar este gigante y fornido trasero? No puedo ocultar lo que tengo. Como verás, este no es el tipo de trabajo que suelo buscar o encontrar. 

—¿Y qué tipo de trabajo sueles buscar? 

—Ahora mismo ninguno, porque ya tengo uno que me gusta y en el que me siento cómodo, pero me encanta bailar y desnudarme. 

Los ojos no le cabían en la cara con mi confesión.

—¿Desnudarte? ¿Qué tipo de trabajo es ese?

—Uno muy honrado y apasionante. 

—¿Eres prostituto? 

Se veía intrigado con saber la respuesta. ¿Por qué le altera tal cosa? Bueno, somos de dos mundos totalmente distintos. 

—No. Una cosa no tiene que ver con la otra. Digamos que soy como el pastel de prueba; pueden verme, más no comerme.