36. Perdóname
Estuvimos un rato más conversando entre los tres, luego cruzamos a la empresa y subimos directamente al piso correspondiente. Antes de dividirnos, su papá me dio las gracias y un apretón de mano. No supe qué responderle, pues en realidad, quien ha hecho todo esto posible ha sido Tom. Se veía tan sonriente y emocionado. Estoy seguro de que le ha hecho el día. Fue un momento muy conmovedor y grato el que tuvimos con su padre. Todavía me cuesta creer cómo se dieron las cosas.
Cuando Tom y yo entramos a su oficina, cerré la puerta detrás de él. Aunque tomó el pulverizador pequeño que guarda en la gaveta del escritorio, se quedó mirándolo por varios segundos, hasta que optó por volverlo a guardar.
—No me cansaré de decirte lo increíble que eres— crucé mis brazos alrededor de su cuello, depositando un suave beso en sus labios—. Veamos, ¿cómo debería recompensar a este bello y valiente guerrero que tengo de novio?
—Yo tengo una forma.
¿Eh? ¿Así que ya había estado pensando? ¿Qué podrá ser?
—Ah, ¿sí? Cuéntame, ¿qué piensas? — me separé de él para no parecer una lapa.
—Ven a vivir conmigo, Ossian.
Lo miré sorprendido por su petición, pues más que una petición, sonaba a una súplica. Tal vez por la mirada que me estaba dedicando. Honestamente me sacó de base, pero no de forma negativa, todo lo contrario.
—¿Qué dices? ¿No es eso demasiado prematuro?
Sus manos juntaron las mías y suspiró.
—No sé si te ocurre lo mismo, pero al menos a mí no me gustaría que luego de todo lo que experimentamos durante el fin de semana, ahora deba resignarme a regresar a ese solitario lugar, donde cada vez que me acueste, ese lado de la cama estará vacío. Las sábanas no podrán brindarme el mismo calor que tu cuerpo, ni los recuerdos, por más bellos que sean, van a calmar esta necesidad de sentirte cerca.
Esa manera tan directa de decir las cosas me ruboriza como un mendigo tomate.
—¿Estás consciente de lo que eso implica? ¿No te cansarás de mí al verme todo el tiempo? Primero en la casa, luego en la oficina, en las terapias y…
—Para mí sería como un sueño hecho realidad. ¿Cómo podría cansarme de verte?
—Pues es una de las tantas cosas que acaba con una relación, ¿sabes? Tengo miedo de que eso suceda y te hartes de verme.
—Dices que a veces digo tonterías, pero en esta ocasión, eres tú quien lo está haciendo. ¿Cómo voy a hartarme de verte, si es algo en lo que día y noche pienso y quiero? Si te hice esa propuesta es porque quería saber lo que se siente compartir y estar cerca de ese alguien especial, pero ahora no creo que pueda separarme de ti. Me gusta lo que sentí y siento cuando estoy contigo y quiero sentirlo por más tiempo.
—¿Te he dicho lo mucho que me encanta cuando eres así de honesto? Siento tantas ganas de comerte a besos — lo besé nuevamente y respondió mi beso de manera inmediata—. A mí también me gustaría compartir más momentos como este y como todos los que tuvimos durante el fin de semana— le confesé.
—Entonces, ¿eso es un sí?
—Por supuesto que sí.
Esa sonrisa de satisfacción y emoción me dio mil años de vida.
—Será mejor ponernos a trabajar. De hoy en adelante tendremos tiempo de sobra para esto.
—Y más— agregó.
Ese tono pícaro y sensual que usó me provocó una inminente erección. Está aprendiendo muy rápido. En cualquier momento me pasa por el lado en lo de pervertido. Jamás creí que tendría competencia, pero por lo visto, esta va reñida.
Siento que los días pasan muy rápido cuando estoy con él y nunca es suficiente. Como esta noche trabajo, no podía hacer los trámites con el propietario del apartamento donde vivo, por lo que solo vine a recoger algunas cosas más, sobre todo mi equipo, para traerlo a la casa de Tom.
Usualmente uso una rasuradora para afeitarme la poca barba que me sale, pero olvidé que debía comprar más navajas, por lo que le pedí una a Tom. Por cuestión de trabajo debo mantenerme sin ella, especialmente por el maquillaje que uso.
¡Joder, debo refinarme las cejas, parezco a maneco! He estado muy descuidado en ese aspecto. Siempre había estado bien al pendiente de mi apariencia, pero con todo lo que ha venido ocurriendo, se ha hecho algo complejo.
Con la maquinilla de afeitar recta, fui refinándolas mientras me miraba en el espejo. No la uso para rasurarme la barba, porque me irrita demasiado y con el pulso tan malo que tengo, puedo cortarme la yugular y morir desangrado. No me he sacado un ojo porque Dios es grande.
Tom tocó la puerta y como solo somos él y yo, dejé la puerta sin seguro y le di permiso para entrar. Traía una afeitadora eléctrica en las manos, la misma que dejó caer al suelo sin razón alguna cuando me vio.
—¿Estás bien?
Su rostro se tornó rojo, la expresión que tenía jamás la había visto en él, parecía como si hubiese visto un fantasma. Su respiración se agitó al nivel de que era preocupante, pensé que le daría un ataque o algo. Su cuerpo temblaba sin control, sus labios también, incluso se veía sudoroso. Se dejó caer en el suelo y se arrastró hacia atrás hasta que su espalda chocó con la pared del pasillo. Recordé lo que sucedió la última vez que vio a Mariana. Él se puso casi de la misma manera, pero esta vez se veía mucho peor.
—Tom, ¿qué tienes?
Fue ahí cuando supe que la razón detrás de todo lo que estaba ocurriendo, debía tratarse de la maquinilla que tenía en mis manos, pues no dejaba de mirarla con terror, casi al borde del llanto, por eso la solté dentro del lavamanos y fui sobre él para abrazarlo, pensando que tal vez, de esa manera podía calmarlo, pues tuve miedo de perderlo ahí.
Lo presioné contra mi pecho, descansando mi barbilla en su cabeza, peinando su cabello hacia atrás y con la otra mano comencé a darle suaves palmadas en la espalda.
—Perdóname. Todo está bien, mi amor.
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