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Suficiente.

–¿Qué con esa cara? Es así.–Exhaló Frisk al ver que el esqueleto estaba más reacio a ceder.
Se quitó de encima, saliendo de la cama mientras se acomodaba el vestido.

Sans no pronunció palabra, solo lo contempló, estupefacto.

–Siempre fuí andrógino. Madre pudo sacar provecho de ello, y el hecho de que tuviera pene no pareció incomodar a ningún cliente, ellos sólo buscaban un agujero. Entonces, ¿Por qué reaccionas así? ¿Es porque lo oculté? ¿Estás sorprendido? ¿Decepcionado?... ¡Sans, por Dios, dí algo!

–No sé qué decir.

–¡Solo dime qué está bien! ¡No es que me guste vestirme de chica, no me gusta ser usado como mujer! ¡pero es lo único que sé hacer!–Bramó el enfadado muchacho, entonces Sans reaccionó, se levantó de la cama con una mirada que pudo distinguir como una furiosa.

–Oh, no, Frisk. ¡¿Lo único que sabes hacer?! ¡No digas estupideces! ¡Tú si tenías opciones, tenías la oportunidad, solo eres un cobarde!

–¡Eso no es verdad!–Negó, intentando no creerlo.

–¡Claro que lo es! ¡Asesinaste a tu madre y luego huiste, pudiste haber comenzado de nuevo, pero elegiste el camino fácil! ¿Acabar con tu vida? ¿Esa fue tu elección? Solo eres una pequeña princesa que se sienta como estúpida a esperar a que alguien venga a rescatarte, pero te diré algo, cariño. Eso no pasará.–Sans tenía desesperación en sus cuencas. Sus respiraciones agitadas estaban casi sincronizadas. Luego agregó más calmado. –... Nadie te rescatará, tienes que salvarte tú mismo.

–... Te necesito.–Afirmó el chico acercándose al esqueleto.– No puedo hacerlo sólo, por favor, te necesito.

Lo abrazó, aferrándose a su esperanza.

Tomó su huesuda mano, esa que a pesar de estar siempre fría lo hacía sentir cálido, la besó, como lo que era, algo precioso.

–No puedo hacer eso.–Sentenció con una voz serena. Frisk alzó la mirada encontrándose con la de Sans, una mirada compasiva.

–¿Por qué?

–Porque te amo.

–Si es así, quédate a mi lado.

–Primero debes aceptarte tú mismo. Entonces, yo te aceptaré.– Murmuró acariciándole la cabeza, eso, por alguna razón, hacía que sus preocupaciones se esfumen.
Pero ahora no. No lo entendía, ¿Qué debía hacer? ¿Que debería hacer para que lo quiera?

–Tienes que dejar de hacer interrogantes estúpidas y afrontar la realidad tú solo.–Dijo como si leyera su mente, y si, al estar tan juntos Frisk sentía que podían ser uno solo.–Tú... ¿Como puedes pensar en ti de esa forma? Para mí eres... precioso, Frisk. Como seas o lo que seas, ¿Crees que eso es importante? Quiero que veas lo adorable y hermoso que eres. Que no te sientas inútil, y tal vez algún día te ames como yo te amo a ti. Te amo, tú me salvaste primero.

–Sans.–Lo llamó a pesar de tenerlo tan cerca, quería comprobar que no era un sueño. Las palabras que le decía era tan dulces, en otra ocasión le hubiera sonado cursi y tal vez reiría, pero era diferente oírlas de su persona especial.

–Estoy aquí.–Respondió con una expresión calmada, pero sus latidos lo delataban. ¿Qué estaba diciendo? Sonaba extraño, Sans nunca creyó que palabras como esas saldrían de su boca. Pero estaba bien, era lo que quería decir... Era lo que él necesitaba oír.

–Sans, quiero ser uno contigo, quiero estar así por siempre.–Musitó el castaño acariciando la espalda del esqueleto.
San sonrió, un escalofrío recorrió su espinazo. Ese chico era tan lindo.

–¿Puedo besarte?–Preguntó y soltó una risita al ver como el muchacho daba un salto.

–¿De veras quieres hacer eso?–Preguntó incrédulo.

–¿No puedo?

–N-no es eso, es solo que, ya sabes yo so–Fue interrumpido por los dientes del esqueleto chocando sobre sus labios. Un sonrojo se expandió por todo su rostro.

–Ah.–Le indicó que abriera la boca mientras invocaba su lengua. Frisk tragó saliva y luego obedeció.

La lengua del esqueleto invadió su cavidad bucal chocando con la suya, estaba caliente y se sentía bien. Frisk cerró los ojos disfrutando el sabor del esqueleto, de veras amaba sus besos.
Los abrió sobresaltado al sentir sus manos huesudas sobre su miembro.

–S-Sans.–jadeó al sentirlas acariciándolo. Sentía como poco a poco ese endurecía. Sans pegó su cuerpo, estaban iguales.

–Ahora se viene lo chido.–Sonrió el esqueleto liberando su miembro erecto de las mallas mientras se relamía viendo el creciente bulto que levantaba la falda del muchacho.

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