Pero él quería entrar, y yo temía por él. Quise rogarle, suplicarle que se fuese que olvidase, más no pude soportar que me olvidara. - No podrás, te hundirás, te ahogaras. Y él también temía por mí ¿se preocupa? ¿Por qué habría de importarle? Siquiera un poquito ¿Por qué habría de quererme? Yo le quiero, pero él no a mí. Así debe ser, si no es así ¿Cómo decirle adiós? 

No lo dejaría entrar, no debe entrar. 

Por ahora no quiero verle, no quiero verlo. O quizás sí. 

Desde que lo conocí, las margaritas comenzaron a nacer en los bordes de mi puerta. No se ha ido, sigue aquí. Como el viento pasa por las hojas de un libro sin leerlo. Así hace conmigo. No se va, hay un mañana en su despedida y un doblez en cada adiós. Un día de estos, un mañana después de muchos, vamos a terminar haciendo lo mismo que en la cama. O gritándonos "te odio" solo para hacer más drama. Que dramático es todo esto! Parecemos sacados de una novela de Dostoievski, muchas vueltas para lo que empezó en aventura. 

¿Quién empezó? ¿Quién tiro del otro? Para él, todo se solucionaría si yo quisiera. Y yo que si tomase de mí una caricia ...¿Porqué?