Complacencia
Padecí, complaciente sorpresa, un poco de indignación y esos lentes cayendo.
-Ya, es que hay que ser muy idiota para ser como tú.
Pero antes, su voz... ¿que fue primero? Una moneda de chocolate, con su dorado de aluminio entre mis dedos, mi pequeño hermano y la acostumbrada usanza. Una palabra "cho-co-la-te" y la repetía tras mí y un trocito del dulce se derretía en su lengua. Reparaba en mi y yo en él. Llegó mi padre y dije a mi pequeño: Anda, da un beso a papá. Porque era mi padre. Yo volteé y el no me advertía. Veía lo que era mío, el beso, mi padre y a mí entre ellos... Querido olvido ¿Por qué no te he vuelto ha ver? pero es inevitable, mi confusión por las galletas debía traer una maldición. Y él sonrío, como si hubiese llegado a la adivinanza que no alcanzaba.
Yo creo que entonces no buscaba respuesta. Solo sentir, paladear la adivinanza dentro de él. Así empezó, en su labios entre abiertos en la sonrisa, esa sonrisa que llego hasta mí húmeda, como si también se le antojase la monedita de chocolate. Me atraía, ajetreo y vértigo ¿Cómo sentir como él? ¿Cómo tener hambre? Desee preguntárselo, deseé sentir como él.
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