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🥀Capitulo II.🍀

LA PRØPUESTĄ Y EL DĘSTI

Hoy aprendí que los peores momentos también pueden ser oportunos, tuve la suerte de que
Darren fuera el primero en extenderme la mano en la cafetería, luego de tal humillación.

Las clases se me habían hecho eternas y aburridas. No dejaba de pensar en la humillación que
recibí en la cafetería hace unas horas. En las cuatro horas que había hecho, tres de ellas habían
sido con Darren en la misma aula, y no podía evitar dejar de mirarlo como toda una tonta.

Él no prestaba atención en clase casi nunca, y aun así sacaba buenas calificaciones. Era tan
perfecto... claro su suerte no variaba cada treinta minutos como la mía. La quinta vez que me giré unos ojos gélidos y grises me escrutaron con desagrado. Volví la vista al frente. Lo último
que necesitaba era un motivo para que Hender volviera a meterse conmigo. Eso hizo que
dejara de girarme y prestara la poca atención que era capaz de profesar al profesor mientras
parloteaba acerca de la primera guerra mundial.

Esperaba no haber reprobado el examen de química ya que no tuve tiempo de haber terminado de estudiar.

Cuando acabo las clases fui con las chicas de nuevo a la cafetería, noté como Keith y Janina se
colgaban de mis brazos guiándome hacia la máquina de frituras y barras de chocolates. Las tres sabíamos que Darren siempre iba ahí luego de las prácticas de Hockeyt para relajarse un poco mientras bebía a solas una malteada dietética y lee un buen libro de ciencia ficción.

No deseaba irrumpir su momento a solas, pero era realmente mi última oportunidad para que las
cosas saliesen como debían de suceder.

-Suerte -me susurraron mis amigas mientras se alejaban de la solitaria cafetería, dejándome
sola frente de las máquinas de frituras. Más sola que nunca.

Tragué saliva mientras hacía
tiempo buscando en mi mochila monedas para la máquina. Se me hizo eterno mientras Darren
no aparecía por ningún lado. No dejaba de echar miradas furtivas hacia donde solía sentarse,
preguntándome si ese día se quedaría ahí sentado, sin levantarse bebiendo de su malteada, ¿Acaso tendría tanta mala suerte? Con lo que me había costado armarme de valor para decirle lo que sentía, lo último que quería era no tener la oportunidad de hacerlo, había fracasado muchas veces para que esta vez siguiera sucediendo lo mismo. Aunque tuviera buena suerte jamás lograba expresarle mis sentimientos.

Todas las posibilidades pasaban por mi cabeza rápidamente, desde un final feliz, o un final
repleto de desastre hasta la humillación delante de todos por un rechazo inminente, almenos
eso sería algo leve delante de todas las humillaciones que he tenido. Sabía las pocas
posibilidades que tenía de que eso saliera bien, pero también sabía que si no lo intentaba me
arrepentiría toda mi vida de ello, porque ya no estaría dispuesta a seguir con todo esto.

Cuando me giré por decimonovena vez para mirar su mesa, vi como soltaba una carcajada mientras ingresaba con el equipo de Hockeyt a la cafetería, parecen haberle dicho algo, comenzó a caminar tranquilamente en mi dirección.

Los demás prosiguieron su camino sin parar de hablar entre ellos.

Tragué saliva y las manos me empezaron a temblar. Lo iba a hacer, me iba a confesar a él y
esta vez no haría el ridículo frente de alguien. No me lo podía creer. Tantos años esperando el
momento adecuado, tanto tiempo, tanta humillación, mala suerte y ahora...

-¿Tienes que elegir algo?

Su dulce voz llegó a mis oídos, dejándome helada. Por un momento, lo miré roja, temblorosa y con la boca abierta como una idiota. Acomode mi mochila y me preparo para soltar la sopa.

-¿Eh?

-De la máquina.

Miré la máquina y luego mi mano, llena de moneditas que ni siquiera sabía qué sumaban,
como si intentara resolver una ecuación irresoluble, a quien engañaba, no era buena en las
matemáticas.

-Pu... Puedes coger tú, ¿aunque... no se ...supone que tien..es prohib..ido los azucares? -tartamudeé. Cerré los ojos con fuerza, me sentía como una estúpida, al parecer mi caída en los pasillos de la cafetería no me había arrancado las inseguridades. ¿Qué debía pensar de mí ahora?

Escuché como sacaba algo la máquina y se disponía a alejarse cuando lo retuve carraspeando la garganta. Oh, vaya, ahora me estaba mirando fijamente con aquellos ojos tan hermosos, casi con curiosidad. Desvié mis ojos hacia cualquier punto, que en este caso resultó ser una de las mesas vacías del fondo donde había arrojado la pata de conejo.

-Esto... Yo... -empecé con un hilillo de voz.

-¿Sí? -inquirió con una sonrisa. Oh, no, si sonreía ya era imposible decirle nada coherente.

Noté cómo la sangre subía a mi cabeza ruborizándome por completo. Las piernas me
empezaron a temblar como gelatina y mi corazón empezó a palpitar con fuerza. La sensación
de que me estaba acobardando me llenó por completo, y supe que no sería capaz de hacerlo.
Muy en el fondo, era consciente de ello. Era incapaz de articular ninguna palabra y notaba las
piernas entumecidas, estáticas. Apreté los puños.

-Pienso asistir al partido de este viernes -susurré. Necesitaba una bofetada mental en este
mismo momento.

-Oh, eso sería genial, te veo ahí entonces -le escuché decir mientras giraba sobre mis
talones y me iba caminando lo más deprisa posible.

Me sentía como una idiota incapaz de hablar con él, solo por tener miedo de arruinarlo todo.
Impotente. Había tenido la oportunidad de hablarle y de confesar que había estado años
suspirando por él, y ahora me encontraba huyendo sin rumbo fijo por los pasillos. Ojalá
pudiera desaparecer, o rebobinar en el tiempo hasta esa mañana y convencerme a mí misma de no hacerlo. Si tenía cualquier posibilidad con él por ínfima que fuera, la acababa de arruinar en solo unas palabras o sucesos de mis descuidos.

Abrí deprisa la puerta de mi refugio, la azotea desierta mientras las lágrimas empezaban a resbalar por mis mejillas silenciosamente, detestaba llorar, pero sentir que hacia las cosas siempre mal me provocaba esta sensación tan amarga. Me dejé caer en uno de los escalones de metal y hundí mi rostro en mis piernas, abrazándome a mí misma con fuerza.

Soy un caos, soy todo un asco que no puede hacer nada bien.

Escuché unos pasos acercándose a mí y deteniéndose a mi lado. Ni siquiera levanté la vista. Ya
no me importaba que me vean llorar mis amigas.

-Déjeme sola chicas.

Escuché cómo los pasos se acercaban un poco más a mí. Puedo sentir la brisa helada remover mi cabello.

-Ya les dije que me dejaran a solas.

-No soy una chica, y no me iré -dijo una voz que, desde luego, no era de ninguna de mis
mejores amigas. Levanté la cabeza alarmada y detecté a un chico delante de mí que, por un
breve momento, no me resultó familiar entre lágrimas. Era imposible que alguien que no fuera Janina ni Keith estuviera aquí. Estaba prohibido subir.

Fruncí el ceño confundida al mismo tiempo en que me levantaba para quedar a su altura, aunque obviamente él seguía siendo más alto. Me limpié rápidamente las lágrimas y apreté mis puños con fuerza.

-¿Qué quieres, Hender? -pregunté en un tono de amargura al reconocerlo. Lo que faltaba, que la sabandija de Hender se metiera conmigo una vez más. Vi cómo se encogía de hombros y se sacaba del bolsillo de la cazadora de cuero roja un paquete de cigarrillos.

Me ofreció uno y negué con la cabeza, extrañada. Se lo encendió sin mirarme. Él ni siquiera fumaba, pero que era lo que estaba haciendo, ¿Acaso se está haciendo el interesante?

-Tu no fumas-enarqué una ceja.

-Ahora si-se volvió a encoger de hombros.

-¿Qué es lo que quieres? -repetí entre dientes.

Él soltó el humo del cigarro y me miró con sus ojos grises inexpresivos. Se rascó ligeramente la barba incipiente y entrecerró los ojos. Su mirada gélida empezó a incomodarme un poco a medida que pasaban los segundos de silencio interminable.

-Quiero que me hagas un favorcito-dijo finalmente.

-¿Y por qué debería hacerlo?, tu jamás me haces favores-me apresuré a responder.

-Porque, a cambio, yo por primera vez en mi vida, te haré un favorcito a ti, pequeña
mentirosilla-se cruzó de brazos. -Nos ayudaremos mutuamente

Lo que me faltaba.

Fruncí el ceño desconfiada. Eso era una especie de... ¿pacto? ¿Hender necesitaba un favor
mío? ¿Por qué?

-Desembúchalo-pedí entrecerrando los ojos. Intenté ver algo en su expresión que me
indicara si realmente hablaba en serio o simplemente se estaba burlando de mí. A pesar de su
expresión de todo melasuda parecía que estaba hablando en serio. Aunque era difícil
sostenerle la mirada durante más de un segundo sin sentirme intimidada o incomoda.

-Tú, pequeña mentirosa-empezó a caminar de un lado a otro distraído observando el
cigarrillo, seguidamente soltó el humo de una calada en mi nuca, cosa que me estremeció y a
la vez me enfado-Si no me equivoco deseas salir con Darren, que, casualmente, es mi buen
amigo y hermano del alma, ¿me equivoco? - interpretó mi silencio como un «no».-. Y por
otro lado yo, por motivos que a ti no te importan, necesito a una chica de confianza dispuesta
a hacerse pasar por mi novia, solo por cinco semanas.

-¿Qué, carajos dices?, ¿Acaso ese cigarrillo te callo muy mal? -me sobresalté alejándome unos pasos de él.

-Oh, vamos Mayte, te beneficia, si aceptas esta propuesta única, podrás ir conmigo a todas
las celebraciones, partidos y esas convenciones sociales, en las que estará tu querido Darren y
podrás pasar tiempo junto a él sin tener que colarte a los eventos -su tono me indicó que no hablaba precisamente de jugar a los quemados. Asimilé lo que me estaba diciendo, al principio sonaba como una broma, pero Hender jamás se jugaba conmigo de esa manera.

Me estaba ofreciendo una gran oportunidad a cambio de fingir ser su novia durante unas semanas. Lo suficiente para poder encontrar la oportunidad perfecta para confesármele a Darren. Aquí es donde comienza a aparecer mi buena suerte.

Pero, por otro lado... ¿Podría soportar a la sabandija durante todas estas cinco semanas?
Acabaríamos matándonos, eso era seguro, si no terminaba matándolo yo a él por reírse de mí por cualquier cosa que hiciera, como tenía acostumbrado hacer desde hacía ya mucho tiempo.

Aunque no tendría nunca otra oportunidad así...

-Eso sí, nadie puede saberlo -En su rostro se formó una sonrisa.

-¿Por qué ?, ¿Y qué le digo a mis amigas y a los demás?

-Lo mismo que le dirás a mis padres y por supuesto a mis mellizos.

-Esto no puede ser cierto. Sabes que si Sebastián se entera no me dejara en paz.

-Bueno como sea, no tengo todo el día, ¿sí o no?

Achiné los ojos. Esto me recordaba a algo, era como si mi suerte dependiera de una galleta de la fortuna. Y entonces lo recordé;

"Alguien te propondrá algo interesante, y si deseas que tu suerte cambie deberás de rechazar aquella propuesta"

¿Rechazar esta oportunidad?
¿Acaso esa galleta tendrá la razón?¿Rechazaría la oportunidad que Tendría alguna forma de conocer más a Darren? ¿O de acercarme tanto a él que dentro de un mes se enamorara de mí? Aunque también tener que mentirle a mis amigas y a la familia de Hender, incluso a mi madre, que, aunque apenas hablara conmigo seguía siendo mi madre... eso sin incluir a mi repulsivo hermano, aunque a ese si le miento cada minuto. Yo no era de las que mentían mucho y tampoco las que le tomaban la
contraria a la suerte, pero si tenía la oportunidad de conocer a Darren... entonces... ¿Sería
capaz de hacerlo? Nunca había hecho algo así, y quizás era una señal del universo pidiéndome
decidir por primera vez en mi destino.

Si lo rechazaba quizás podría tener más buena suerte y menos mala suerte, sería una chica
normal, y mi vida podría cambiar ante esta situación, pero al rechazarlo No volvería a
ofrecérmelo y perdería grandes momentos de estar cerca de Darren sin excusas. A la mierda.

-Acepto. ¿Adónde firmo?

Esto sin duda alguna terminaría muy mal. Le acababa de vender mi destino a un chico de ojos
grises malhumorado.

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