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CAPÍTULO 07

CAPÍTULO 07

Kat no había estado mucho en la oficina del Comandante Cruger; y, hasta donde sabía, él tampoco. Y eso quedaba en evidencia en cuanto ponías un pie dentro. El espacio se componía básicamente de un escritorio con una computadora, dos sillas para visitas, un sillón, y una pantalla de gran tamaño en la pared para videoconferencias... y básicamente eso. Sin plantas decorativas, pinturas en la pared, libros, fotos, o cualquier objeto personal. Si no fuera por la placa de nombre en el escritorio que decía "Cte. Anubis Cruger", uno podría pensar que se trataba de una oficina desocupada.

Casi toda la labor del día a día se dirigía y atendía desde la Sala de Mando, por lo que era más usual encontrar al Comandante ahí. Eso era algo que Kat en parte comprendía. Por su puesto, ella en teoría debería tener también una oficina, pero pasaba igualmente la mitad de su tiempo metida en su laboratorio, y la otra mitad en la Sala de Mando. Siempre trabajando, siempre atendiendo algo. En eso eran parecidos, aunque Kat a veces sentía que el Comandante era incluso más obsesivo con el trabajo que ella, cosa que pensó era imposible.

Como fuera, esa oficina, más pequeña y privada, Cruger la usaba principalmente para llamadas o reuniones que ocupaban ser atendidas sin los oídos curiosos de algún asistente o cadete. Kat en un inicio no comprendió por qué el asunto que quería que trataran entraría en esa categoría, pero lo haría poco después.

—Antes que nada —pronunció el Comandante en cuanto ambos estaban ya dentro de la oficina—, creo que le complacerá saber que hablé con la Oficial Grayson, luego de lo ocurrido el otro día en la Sala de Mando. Fue difícil, pero ha aceptado volver al servicio, y acatar las órdenes del Comando Central en cuanto sea requerido.

Aquello tomó bastante por sorpresa a Kat.

—¿Y cómo fue exactamente que la hizo cambiar de opinión?

—Tuvimos una larga charla sobre la importancia de nuestra labor, y la responsabilidad de ser un Power Ranger.

—¿Sólo eso? —cuestionó Kat, arqueando una ceja con claro escepticismo.

Cruger miró de soslayo hacia un lado, de forma (casi) disimulada.

—Más o menos... Al final, entendió que justo ahora lo importante es derrotar al Imperio Troobiano. Y que la mejor forma de lograrlo, es que ella y su equipo vayan al frente y guíen la ofensiva.

Kat caviló un poco sobre aquella afirmación. No dudaba ni un poco que el Comandante podía ser bastante convincente cuando se lo proponía, incluso si se trataba de convencer a alguien tan terco y orgulloso como lo era la Red Ranger del Escuadrón A. Pero porque en efecto también conocía bien a Charlie, dudaba de que dicha conversación hubiera terminado sólo en eso.

—No creo que lo sucedido aquel día pueda simplemente pasarse por alto y olvidarse —indicó Kat con algo de severidad en su voz.

—Y tiene razón —confesó Cruger, soltando un largo suspiro—. Acordamos también que una vez esta amenaza sea suprimida, ambos tendríamos que volver a charlar, y discutir su permanencia en la S.P.D.; y la mía.

Kat se sobresaltó, un poco alarmada por aquellas palabras, y por todas las implicaciones que éstas podían tener.

—¿Y eso qué significa? —preguntó un tanto titubeante, no teniendo muy claro si en verdad quería escuchar la respuesta.

Cruger alzó su rostro, y su mirada se cruzó con la de Kat. Ambos se observaron el uno al otro en silencio unos segundos, y para Kat resultó imposible adivinar qué era lo que cruzaba por la mente de su Comandante. ¿Acaso la Oficial Grayson lo había amenazado o condicionado de alguna forma para aceptar acatar la orden? Ese sólo pensamiento bastó para aumentar los deseos de Kat para darle un buen escarmiento a esa Ranger obstinada y egocéntrica, que ya era bastante evidente que lo necesitaba.

Lamentablemente, Cruger no se prestó tampoco dispuesto a explicarse más; no aún, al menos.

—De momento no se preocupe por eso —indicó con seriedad—. Necesito hablar con usted de otro asunto.

Avanzó entonces hacia el escritorio, lo rodeó y se sentó en su silla. Kat lo siguió unos pasos detrás, quedándose al final de pie ante el escritorio, de momento prefiriendo no tomar asiento. Cruger apoyó su espalda contra el respaldo, y fijó una intensa mirada en Kat, que no le pareció muy amistosa, en realidad. Esto la puso un poco nerviosa; se sentía casi como una alumna a punto de ser reprendida por un profesor, aunque ese pensamiento no tuviera sentido.

—Cuando hablamos el otro día de los tres candidatos para el Escuadrón B, no mencionó nada con respecto a sus metapoderes —comentó Cruger, con una voz grave que no dejaba claro si era algún tipo de reclamo.

Kat se sorprendió un poco por el comentario, pero mantuvo la calma.

Los metapoderes, como coloquialmente muchos los llamaban, era habilidades extraordinarias que unos pocos individuos habían comenzado a desarrollar en los últimos años, ajenas a las naturales de su propia especie. Era un fenómeno que la ciencia aún seguía estudiando. La teoría más aceptada hablaba de un gen dormido pero presente en estos individuos, que se despertaba por diferentes situaciones, y afectaba a cada persona de forma diferente.

Era muy raro que pasara en realidad, y sólo se habían documentado unos cuantos casos. Pero sí, tal como el Comandante acababa de decir, los tres candidatos que Kat había elegido eran de ese grupo especial de personas.

Sky Tate tenía la capacidad de crear campos de fuerza ante él con la energía de su propio cuerpo, de diferentes tamaños, y con la capacidad de protegerse, pero también atacar.

Syd Drew podía cambiar la estructura molecular de su propio cuerpo a la de algún material que tocara, como el acero, o incluso el diamante, fortaleciendo su puño tan residente y duro como dicho objeto.

Mientras que Bridge Carson presentaba ciertas habilidades psíquicas aún por explorar, pero entre las que parecía encontrarse la psicometría, e incluso algo precognición y telepatía, aunque algunas de éstas tenían aún que ponerse a prueba para entenderlas por completo

—No es que sean un secreto —respondió Kat, encogiéndose de hombros—. Vienen descritos en el detalle de sus expedientes.

—Pero lo que no viene en esos expedientes es el origen real de esos poderes —señaló Cruger con astucia—. Porque no es una coincidencia que justo los hijos de tres de sus antiguos compañeros hayan desarrollado metapoderes al crecer. ¿O me equivoco?

Aquello sí que sonaba más a una acusación, y una de la que Kat no logró mantenerse del todo serena como antes. Su mirada inevitablemente se agachó y se fijó en sus pies, como si se sintiera apenada; y, quizás, sí que se sentía un poco así.

—Eso tampoco es un secreto —confesó con voz apagada—. Sólo es algo de lo que prefiero no hablar demasiado.

—¿Por qué? —inquirió Cruger, curioso.

—Porque me avergüenza —suspiró Kat, con agotamiento.

Y en ese momento sí optó por tomar una de las sillas frente al escritorio y sentarse. Se mantuvo callada un rato, con su vista baja todavía. Cruger la observó en silencio, paciente. Cuando la doctora se animó al fin a hablar, el Comandante la escuchó con mucha atención.

—Durante los múltiples experimentos que mi equipo y yo realizamos, nos expusimos con frecuencia a la Red de Morfosis, y a cantidades significativas de energía proveniente de ésta. En aquel entonces era aún un terreno nuevo y desconocido, y no se habían hecho suficientes investigaciones sobre los efectos que una exposición prolongada podría causar en un organismo. Pero yo era su líder, y debí haber sido mucho más cuidadosa al respecto. Y lo peor es que por mi genética, yo resulté sin alteración alguna.

—¿Y los demás? —inquirió Cruger.

—No sufrieron ningún daño —se apresuró Kat a aclarar—. No les causé cáncer ni nada parecido. Pero sí presentaron ciertas mutaciones a nivel celular, que alteraron... algunas de sus funciones físicas. En ellos no resultó tan grave o evidente, pero...

Dejó la frase sin terminar. Sin embargo, Cruger la completó por ella, como ocurría seguido en sus conversaciones.

—Se manifestó con más fuerza en sus hijos, en forma de estos metapoderes —señaló el Comandante con voz solemne.

Kat asintió.

—Y estos poderes no siempre les trajeron cosas buenas a estos chicos. Algunos sufrieron bastante por la discriminación y la ignorancia de la gente, en una época en la que personas con ese tipo de habilidades eran mucho más raras que ahora. La humanidad tiene muchas cosas buenas, pero el miedo a lo desconocido o diferente siempre ha estado de alguna forma arraigado a ella.

—No puede culparse por lo ocurrido —indicó Cruger con voz comprensiva.

—¿Ah no? ¿Entonces a quién? —exclamó Kat, quizás incluso un poco beligerante al hacerlo—. Yo era la líder del equipo, debí haberlos protegido mejor. Y aunque pudiera quizás justificarme diciendo que todos nosotros sabíamos que existían riesgos en lo que hacíamos, la verdad es que estos niños no. Ellos nunca firmaron conscientemente para ser parte de esto; ni siquiera habían nacido, siquiera. Y tuvieron que lidiar aun así con las consecuencias.

Kat se tomó unos segundos para respirar profundo por su nariz, e intentar serenarse. Le sorprendía, y a la vez molestaba, lo rápido que había perdido el control. Eso nunca le pasaba con la mayoría de las personas, pero con él por algún motivo resultaba muy fácil bajar la guardia. Y no estaba segura de si eso le agradaba o no.

—En fin, esa es historia antigua —concluyó Kat, intentando restarle importancia al asunto de alguna forma—. Como sea, al menos en el caso de Sky, Syd y Bridge, esas habilidades son ahora de hecho una cualidad a su favor. Mire los expedientes, y los resultados de las últimas pruebas. Los tres han aprendido a manejar y controlar sus poderes. Serán una herramienta a su favor en el campo de batalla, se lo aseguro.

—En eso no tengo dudas —aclaró Cruger con soltura—. El motivo de tocar este tema no era recriminarle al respecto.

—¿Entonces qué es lo que quería hablar? —cuestionó Kat, quizás sonando más exasperada de lo que quería.

—¿Sabe si más miembros de su equipo tuvieron descendencia que presentara poderes también? —preguntó el Comandante directamente, sin más rodeos.

Kat lo miró confundida, esperando quizás que diera algún detalle adicional a la pregunta, pero no fue así.

—Supe de tres casos más al menos —contestó, ligeramente dubitativa—. Intenté seguirles también la pista a los niños, pero hace años que ya no sé de ellos.

—He de suponer que de otra forma habrían terminado igualmente aquí en la Academia S.P.D.

—Lo habría intentado, al menos. Pero, ¿por qué me pregunta sobre esto exactamente?

Cruger se viró en se momento hacia su computadora. Tecleó rápidamente sobre el teclado, y unos segundos después una imagen se proyectó en la gran pantalla del muro.

—Me gustaría que viera este video y me compartiera su opinión al respecto.

Kat se giró hacia la pantalla y se paró de su silla. Caminó hasta colocarse delante de ella, y la observó atenta con sus brazos cruzados.

Era, en efecto, un video; o más bien cuatro, cada uno correspondiente a una cámara de seguridad, si no se equivocaba. En ellos se mostraban imágenes desde diferentes ángulos de lo que parecía ser un mercado concurrido, con varios puestos de comida y ropa, y muchas personas yendo y viniendo entre ellos.

Los primeros segundos todo se veía muy tranquilo. Pero eso cambió drásticamente, cuando de la nada comenzó un pequeño ajetreo. Dos figuras comenzaron a moverse con rapidez entre el gentío, abriéndose paso con algo de brusquedad. Tres uniformados de la policía terrestre aparecieron en la imagen poco después, yendo en su persecución.

Kat observó con más detenimiento a los dos que huían. Cada uno parecía cargar algo consigo pero, ¿qué? Con un movimiento en el aire de su mano, la imagen de esa cámara se agrandó para así poder verlo con más claridad. Era un hombre y una mujer, los dos jóvenes. Traían paquetes bajo sus brazos, grandes. Y por cómo corrían, era poco probable que hubieran pagado por ellos.

—¿Ladrones callejeros? —preguntó la doctora, y se giró hacia el Comandante, cuestionando además con su sola mirada cuál era la relevancia de eso para la conversación que estaban teniendo.

—Siga viendo —insistió Cruger, y Kat no tuvo más que acatar la instrucción y volver su atención de regreso a la pantalla.

La persecución continuaba con aparente normalidad, hasta que de pronto algo extraño ocurrió. El hombre que huía corrió directo hacia un muro con dos de los oficiales pisándole los talones. Y cuando parecía que se estrellaría, de la nada su cuerpo literalmente pareció atravesar el muro y desaparecer de la vista la cámara, siendo los dos oficiales que lo seguían los que terminaron chocando de lleno contra la pared.

Kat se sobresaltó al notar esto. Con un movimiento de su mano hizo que el video retrocediera para poder ver de nuevo aquella secuencia y estar segura de que no había visto mal. Al repetirla, ocurrió por supuesto exactamente lo mismo. Y un poco después el mismo chico salía desde otro muro al otro lado, y seguía corriendo como si nada hubiera ocurrido.

El pulso de Kat se aceleró al instante. Se enfocó rápidamente en los otros videos, buscando a la chica. Batalló un poco en encontrarla luego de que se separara de su compañero, pero la halló moviéndose entre los puestos... O no, más bien se movía entre la gente, perdiéndose de entre ellos... No, estaba en el área de juegos... ¿O no era acaso esa que acababa de cruzar la calle, esquivando por los pelos una motocicleta?

«Un momento» pensó Kat, y colocó en ese momento los cuatro videos al mismo tiempo; en los cuatro salía la misma persona, al mismo tiempo, en cuatro sitios distintos. Y en uno de ellos, el oficial que la seguía se veía tan desconcertado como la propia Kat, mirando a todas direcciones, incapaz de decidir detrás de cuál ir.

Habilidad para atravesar objetos sólidos como si fuera mera neblina.

Habilidad para duplicar su propio cuerpo a voluntad.

Esos eran metapodres. Y no sólo eso: metapoderes que Kat ya había visto con anterioridad.

—No puede ser —susurró totalmente azorada, incapaz de apartar su mirada del video, o de siquiera parpadear.

—¿Tiene alguna idea de quiénes podrían ser estos dos individuos? —preguntó el Comandante aún desde su silla.

Kat no reaccionó de inmediato a su pregunta. Pausó los videos en un punto en donde salían ambos, e hizo más grande la imagen para poder enfocar de cerca sus rostros. Ambos eran jóvenes, de veinte o veintiún años, quizás. Él era de piel oscura, cabello negro largo en trenzas, de complexión atlética. Ella era de piel blanca, cabello castaño hasta los hombros, mirada intensa; sus cuatro copias eran idénticas.

Tras un rato, Kat asintió lentamente con su cabeza, respondiendo un poco tardía a la pregunta el Comandante.

—Jack Landors y Elizabeth Delgado —pronunció en voz baja, dos nombres en los que no había pensado en un tiempo.

Ambos eran dos de los tres hijos de sus antiguos compañeros a los que les había perdido la pista. La última vez que supo de ellos Jack era sólo un niño muy pequeño, y Elizabeth era una preadolescente bastante rebelde. Habían crecido bastante desde entonces, pero eran ellos; no le cabía la menor duda.

De pronto, mientras estaba absorta en aquellas imágenes, su atención se desvió un poco hacia algo más. Había estado tan enfocada en reconocer a los dos chicos, que había pasado por alto otro dato importante: el sitio en el que se encontraban. Ese mercado no era uno cualquiera; ella lo conocía, y sólo hasta entonces se dio cuenta.

—Aguarde, ese es el Mercado Parkington —exclamó, apuntando hacia el video—. ¿Esto fue aquí? ¿En Newtech?

Cruger asintió, afirmativo.

—Ha habido múltiples reportes de robos de comida y ropa en la zona del mercado y las áreas aledañas en las últimas semanas. Los testigos habían reportado que los perpetradores presentaban habilidades inusuales, lo que ha dificultado su aprehensión. Al revisar las cámaras, pudimos confirmarlo. Por el tipo de poderes y las edades que aparentan, creí que podría tratarse de un caso similar al de nuestros tres cadetes.

—¿Están los dos aquí? ¿Juntos? —inquirió Kat, incrédula—. Es increíble.

—A veces el destino obra de formas misteriosas.

Kat no podría decir exactamente que creyera en el destino, pero debía admitir que eso parecía más que una simple coincidencia. No sólo ambos se habían encontrado de alguna forma después de la última vez que ella supo de ellos, sino que ahora estaban ahí mismo en su misma ciudad. Si el destino no existía, aquello parecía lo más parecido a eso que Kat hubiera visto en sus ciento cuarenta y siete años de visa.

Cruger se levantó en ese momento de su silla, y rodeó el escritorio para reunirse con Kat delante de la pantalla.

—En cuanto usted lo vea conveniente, le asignaré al Escuadrón B su primera misión: deberán aprehender a este par de ladronzuelos y traerlos aquí.

—¿Aprehenderlos? —exclamó Kat, un poco alterada por la súbita indicación.

—Han cometido esta serie de robos por bastante tiempo, haciendo además mal uso de sus habilidades. Por estas mismas, se han escabullido fácilmente de los oficiales de policía convencionales. Nuestro nuevo Escuadrón, por otro lado, me parece más capacitado para tener éxito. No sólo por su entrenamiento para lidiar con amenazas menos convencionales, sino porque cuentan con sus propias habilidades únicas.

—Yo comprendo todo eso. Pero si me da la oportunidad, quizás yo pueda hablar con ellos...

—Entiendo que se pueda llegar a sentir responsable por estos chicos —indicó Cruger con severidad—. Pero al final, no depende de usted salvaguardar sus vidas para siempre. Tarde o temprano, deberán decidir ellos mismos el camino que desean seguir en esta vida. Y yo les daré la oportunidad de tomar dicha decisión, justo ahora.

—¿Tomar una decisión? —musitó Kat, vacilante—. ¿A qué se...?

Y en ese momento, todas las piezas de esa charla encajaron a la perfección en su cabeza, en cuanto recordó qué fue lo que el Comandante le había dicho en el laboratorio: que tenía "otra opción" para complementar el Escuadrón B, que quería hablar con ella en privado.

—Aguarde, no estará planeando lo que yo creo, ¿o sí? —cuestionó Kat, con apremiante preocupación.

Cruger guardó silencio, pero centró su atención en el monitor, donde aún se proyectaban los rostros de Jack Landors y Elizabeth Delgado.

—Cinco individuos, cinco Power Rangers. Como dije, el destino a veces obra de formas misteriosas.

—¿Lo dice en serio? —exclamó Kat en alto, incrédula—. ¿Quiere convertir a dos jóvenes sin experiencia ni entrenamiento en Power Rangers?

—¿Y por qué no? –cuestionó Cruger, bastante sincero—. He estado pensando mucho sobre lo que me dijo aquella noche en la cafetería. Sobre que al buscar a los miembros de este nuevo escuadrón, deseaba buscar a candidatos con el corazón y el valor de un héroe. Y que estos no siempre vienen de los más preparados o entrenados, sino que pueden venir de personas comunes, con el deseo de hacer el bien. Todos los robos que estos dos han cometido, han sido ropa y comida, y nada más. Y hay un rumor en las calles, compartido por algunos de nuestros informantes de confianza, sobre que estas cosas no las venden o las conservan, sino que las regalan a las personas de la ciudad que las necesitan, en especial a los refugiados. Un crimen aun así, pero motivado con las mejores intenciones. Llámelo una corazonada, pero creo que el Sr. Landors y la Srta. Delgado podrían ser esos dos corazones restantes que necesitamos.

Kat se sintió un poco aturdida por la idea que el Comandante le exponía, y en especial indecisa sobre cómo interpretarla.

—Sé lo que dije —admitió Kat—. Pero es muy diferente darle la oportunidad de mostrar lo que pueden hacer a tres cadetes que han pasado por su entrenamiento en la Academia... a convertir a dos civiles, con evidente historial delictivo, en Power Ranger. El Comandante Supremo no lo aprobará.

—Es una suerte que el Comandante Supremo no tenga voz ni voto para elegir a los Rangers asignados a un respectivo planeta —declaró Cruger, sonando incluso un poco divertido al hacerlo—. A lo mucho puede dar amistosas sugerencias, que el Comandante en cuestión puede amistosamente ignorar.

—Quizás en el papel sea así. Pero, ¿por qué arriesgarse a enemistarse con el Comando Central por algo así?

—¿Debo entender entonces por sus comentarios que no está de acuerdo con mi plan de acción? —inquirió Cruger, con bastante más seriedad.

Kat no respondió de inmediato. Abrazó su tableta contra su pecho, y miró pensativa hacia la placa con el nombre del comandante en el escritorio, sin motivo aparente. ¿Estaba realmente en desacuerdo con la idea? Después de todo, fue ella misma quien había propuesto que debían optar por candidatos más "alternativos". Pero al proponerlo no se había imaginado que llegarían hasta ese nivel de "alternativos".

Pero, ¿era eso en verdad tan malo? Era arriesgado, sí... Pero quizás no algo malo por sí solo.

—Yo... —comenzó a balbucear, un tanto indecisa—. Como científica y oficial de la S.P.D., me siento en la obligación de mostrar desaprobación por tal plan. Pero... —guardó silencio unos segundos, y una pequeña sonrisita se asomó de pronto en sus labios—. Como persona y ávida admiradora del espíritu humano, creo que me entusiasma enormemente su corazonada. Así como usted me ha apoyado a mí, usted puede contar conmigo, Comandante. Lo apoyaré en cualquier decisión que tome, aunque esto quizás termine por explotarnos en la cara después.

Cruger sonrió, y asintió en agradecimiento por su soporte en tan loca idea.

—Agradezco su apoyo, Dra. Manx. Y le aseguro que si algo resulta mal de esto, cargaré con toda la responsabilidad.

—No si puedo evitarlo, comandante —soltó Kat de golpe, sonando bastante como una amenaza—. Y le aseguro que lo haré.

—Eso no lo dudo ni un poco —indicó Cruger con completa sinceridad. Su sonrisa se ensanchó un poco más.

Notas de Autor:

Creo que no tengo nada que agregar en esta ocasión, salvo que bueno, ya toca dentro de poco echarle un vistazo a nuestro Escuadrón B. Sin embargo, creo que es válido comentar que no los veremos tanto en realidad, pues la historia sigue siendo narrada principalmente desde la perspectiva de Cruger y Kat. Pero por supuesto que tendremos a los cinco por aquí. Espero hacer un buen trabajo plasmando sus personalidades.

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