CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 05
Una mañana, luego de una ardua sesión matutina de entrenamiento en el simulador, los cinco miembros del Escuadrón A fueron al comedor por un desayuno balanceado para recuperar energías. Era un poco inusual ver a los cinco Rangers en el comedor al mismo tiempo, por lo que aquello levantó rápidamente el interés de los cadetes y el resto de personal presente.
Todos, en especial los más jóvenes, los venían de reojo desde sus respectivas mesas, y murmuraban entre ellos. Pero ninguno se atrevía a acercarse o hablarles. Algunos porque los intimidaba la fama y la posición de los cinco guerreros más sobresalientes de la Tierra; otros porque más bien los intimidaba un poco hacer o decir algo que lograra ofender a alguno de ellos, en especial a la Red Ranger.
Como fuera, los cinco no ponían de momento mucha atención en el efecto que su presencia tenía en los demás presentes. Lo único que les importaba era terminar su desayuno pronto, y acudir de inmediato a sus tareas de patrullaje.
Mientras comían, el resto del grupo escuchaba como su compañero Mark Davis, el Yellow Ranger, relataba su interesante historia sobre su noche anterior. Todos menos Zorath, el Blue Ranger; el warloriano de cuatro ojos y piel grisácea se limitaba a sólo comer lentamente de su plato, compuesto de una pasta azulada y morada, mientras repasaba en una pantalla holográfica reportes de misiones Ranger anteriores; una extraña afición que sus compañeros no comprendía, pero tampoco cuestionaban mucho.
—...y mientras estoy hablando con esta chica —relataba Mark entre bocado y bocado—, este sujeto se acerca por un lado, y literalmente se pone entre ella y yo, y me empuja hacia atrás con su espalda.
—Un movimiento atrevido, dale crédito —señaló Orien Walker, el Green Ranger, con tono burlón. Mark no le dio mucha importancia a su comentario, y prosiguió.
—Cómo sea, a mí no me agradó para nada su actitud. Así que lo tomé del hombro y lo giré hacia mí. Le dije algo como: la señorita y yo estábamos hablando, amigo. Él me miró, y dijo sin más: largo de aquí, enano. Y se giró de nuevo hacia la chica.
—¿Enano? —masculló Kioko Mikado, la Pink Ranger, con voz risueña—. ¿Y era más alto que tú?
—Un mastodonte enorme, en realidad —explicó Mark, alzando sus manos para ejemplificar lo grande que era.
—¿Y qué hiciste entonces? —preguntó Orien, curioso.
—Como oficial de la ley, lo correcto sería no causar problemas, darse la vuelta e irse de forma pacífica —explicó Mark con voz sosegada. Sus oyentes se le quedaron viendo con expresiones escépticas, y tras un segundo soltó una sonora risa burlona—. Pero no estaba en servicio, así que en lugar de eso lo gire de nuevo hacia mí, y sin decir nada le partí la nariz de un fuerte puñetazo. El mastodonte salió volando hacia una mesa y la hizo pedazos. De ahí en adelante todo se volvió un caos, y sus amigos se me lanzaron encima; o sólo eran unos tontos que querían meterse, no lo sé. Igual yo me limité a patear traseros a diestra y siniestra. Luego de un rato, la policía llegó a poner el orden, y los arrestaron a todos.
—¿A ti también? —inquirió Kioko, arqueando una ceja.
—Lo intentaron —rio Mark con suficiencia—. Pero cuando vieron mi identificación de la S.P.D. y confirmaron quién era, me dejaron ir, con una felicitación y todo por mi increíble trabajo lidiando con esos buscapleitos. Y algunos hasta quisieron tomarse una foto y me etiquetaron. Miren.
Mark tomó su teléfono móvil, abrió su perfil público de redes sociales como el Yellow Ranger, y les mostró a todos una fotografía de sí mismo, acompañado de tres oficiales civiles apretujados para aparecer en la pantalla.
—Increíble suertudo —masculló Orien con sorna.
—¿Cuál suertudo? Quisiera ver al pobre tonto que se atreviera a arrestar al Yellow Ranger de la S.P.D. Además, sólo estaba defendiendo mi posición. Imagina que dejemos que cualquier fulano venga a hablarnos así y lo dejemos pasar. Lo siguiente que tendremos es a todos los villanos de la ciudad haciendo fila para atacarnos.
—¿Y la chica? —escucharon los tres que soltaba de pronto Charlie Grayson, la Red Ranger y su líder. Hasta ese momento, aunque había estado escuchando toda la charla, no se había prestado a opinar nada, y estaba más concentrada en su comida. Pero aquello cambió en ese momento, y todos sus compañeros, incluyendo el Blue Ranger, se giraron a mirarla.
—¿Eh? —exclamó Mark, confundido.
Charlie dejó su tenedor en el plato, y se limpió la boca con una servilleta.
—La chica con la que hablabas —le aclaró—. ¿Qué estaba haciendo mientras tú hacías tu numerito de macho?
Mark caviló su respuesta, mirando pensativo hacia el techo unos segundos.
—En realidad, no lo sé —respondió encogiéndose de hombros—. Ya no la volví a ver luego de eso. Supongo que huyó durante el caos. Chica lista y linda, como me gustan.
—Ajá. Y, ¿cómo se llamaba? —insistió Charlie, obteniendo de entrada la misma reacción pensativa por parte de su Yellow Ranger.
—Sara... O Samantha... Ni idea —concluyó, encogiéndose de hombros una vez más—. ¿Eso qué importa?
—Eres todo un caballero, Mark —suspiró Charlie, con sarcasmo. Sin embargo, el Yellow Ranger no pareció captarlo de esa forma, pues sonrió satisfecho por el supuesto halago.
—Gracias, me esfuerzo.
Siguieron comiendo y conversando sólo unos segundos más, hasta que su comida fue interrumpida por la presencia repentina de la Dra. Manx en el comedor. La jefa de Investigación y Desarrollo caminó desde la puerta directo hacia su mesa. Bajo su brazo izquierdo cargaba su tableta electrónica, y su rostro era una máscara firme y estoica, un poco diferente al semblante amable que usualmente la acompañaba.
—Rangers —pronunció en alto de pie a la cabeza de la mesa. Los cinco de inmediato desviaron su atención hacia ella.
—Dra. Manx, qué gusto verla —pronunció Kioko con gentileza—. ¿Gusta acompañarnos a desayunar?
—Aquí hay lugar para usted, doctora —indicó Mark, poniéndose de pie y extendiendo su brazo hacia la silla vacía a su lado—. Justo a mi lado.
Coronó su ofrecimiento con un discreto, y un tanto coqueto, guiño de su ojo derecho.
—Ya comí, pero gracias —respondió Kat con voz neutra—. El Comandante Cruger solicita su presencia en la Sala de Mando —indicó justo después con firmeza.
—Seguro —respondió Charlie, calmada, mientras masticaba la media porción que aún tenía en la boca—. En cuánto terminemos de comer iremos.
—De inmediato —sentenció Kat con voz severa, tomando un tanto desprevenidos a los cinco—. Es un asunto importante —explicó a continuación, suavizando un poco el tono.
Los cinco Rangers del Escuadrón A se miraron entre ellos. Se les notaba el desconcierto que aquello les causaba, pero ninguno pareció estar dispuesto a decirlo en voz alta. En su lugar, Charlie dejó su tenedor sobre su plato, y se limpió otra vez rápidamente la boca con su servilleta.
—Como ordene el Comandante, entonces —dijo mientras se ponía de pie—. Ya la oyeron, levanten sus traseros —les indicó a sus compañeros con dureza, y de inmediato los otros Rangers se levantaron también.
Antes de retirarse, la Red Ranger se giró hacia la mesa más próxima a la suya, y centró sus sagaces ojos justo en uno de los cadetes sentados en ésta.
—Novato —pronunció con fuerza para llamar su atención. El muchacho se estremeció, pero de inmediato se puso de pie y le ofreció el saludo.
—¿Sí, señora? —pronunció con la mayor firmeza posible.
—Lleva nuestra comida a la cocina, y asegúrate de mantenerla caliente en lo que volvemos —ordenó Charlie, señalando con una mano hacia los platos de su desayuno aún sin terminar.
El joven cadete pareció un tanto confundido por la petición, esperando que quizás le dijera que era una broma o quizás había escuchado mal. Pero conforme los segundos pasaron, y la mirada impaciente de la Red Ranger no se apartaba de él, entendió que era muy en serio.
—Sí, señora —repitió, ofreciendo de nuevo el mismo saludo. De inmediato rodeó su propia mesa y se aproximó hacia la de los Rangers para recoger todos sus platos.
Kat sólo observó aquello, pero no dijo nada. Se giró de nuevo hacia la puerta y caminó con paso presuroso hacia afuera del comedor. Los cinco Rangers se apresuraron para alcanzarla, y la siguieron con paso seguro por el pasillo, en dirección a la Sala de Mando.
—¿Algo que debamos saber, Dra. Manx? —preguntó Kioko en voz baja, andando justo detrás de Kat—. ¿Acaso nos va a reprender por algo?
—No hicimos nada malo... que yo recuerde, al menos —declaró Orien, aunque un tanto dubitativo.
—Nada que el Comandante sepa —añadió Mark en voz baja, seguido por una risita burlona que fue secundada por Kioko y Orien.
Kat dejó escapar un disimulado suspiro.
—Requiere hablar con ustedes de un asunto delicado —les explicó—. Les pido por favor lo tomen con seriedad.
De nuevo ese tono que sonaba a que en efecto los estuviera regañando por algo, aunque ninguno entendiera de qué concretamente.
—Nosotros siempre tomamos nuestras misiones con seriedad, doctora —sentenció Charlie con firmeza, quizás incluso algo defensiva—. No podríamos haber mantenido este planeta totalmente a salvo por más de un año si no fuera así, ¿no le parece?
Kat no respondió nada, ni dejó en evidencia su sentir respecto a esa aseveración. Se limitó en sólo guiar a los Rangers y a guardar silencio, hasta que llegaran a su destino.
— — — —
El Comandante Cruger los aguardaba en la Sala de Mando, un tanto concurrida en esos momentos por diferentes asistentes enfocados en su trabajo. Se veían atareados, quizás incluso preocupados. Y no era para menos. A pesar de lo temprano que era, el Comandante les había dado una serie de órdenes que debían cumplir a la brevedad. Había una situación que necesitaba la atención de toda la S.P.D., incluyendo la del Escuadrón A. Y justo estos ingresaron por la puerta automática de la sala, siendo guiados a la cabeza por la Dra. Manx.
En cuanto ingresaron, los cinco Rangers se percataron rápidamente del pequeño ajetreo que ahí se sucedía, pero lo pasaron por alto de momento. Se dirigieron hacia el comandante, y se colocaron en formación, uno al lado del otro ordenados por su rango, y le dieron el saludo de oficial al mismo tiempo, con su brazo derecho en puño en su pecho, y moviendo su codo con firmeza hacia un lado.
—Comandante Cruger, el Escuadrón A se reporta a la acción —anunció la Oficial Grayson con voz firme.
Cruger asintió como respuesta. Kat se le aproximó con paso cauteloso. Ambos intercambiaron una mirada rápida, y luego la Felisiana se paró justo a su derecha.
—Rangers, gracias por venir —pronunció Cruger, sus manos juntas detrás de su espalda, y su mirada puesta en los cinco oficiales ante él—. Lamento haber tenido que interrumpir su desayuno.
—Descuide, comandante —respondió Charlie sin vacilación—. Díganos, ¿qué nueva amenaza se cierne sobre nuestro bello planeta?
Cruger suspiró.
—De momento ninguna. Pero me temo que en los siguientes días eso podría cambiar drásticamente.
Aquel desolador anuncio desconcertó a los cinco Rangers, mucho más de lo que ya estaban.
Cruger se aproximó a la consola central de la sala, y activó una vista holográfica que proyectó ante ellos la imagen completa de un planeta de colores opacos y gruesas nubes en su atmosfera. Pero, lo más importante y que llamó de inmediato la atención de los Rangers, fueron los varios escuadrones de naves que rodeaban el planeta, y la serie de explosiones que lograban verse sobre la superficie del mundo.
Se trataba de un combate; uno a gran escala, por lo que se apreciaba a simple vista.
—Esta mañana temprano, recibimos este reporte del Comando Central —explicó el Comandante Cruger—. Las tropas Troobianas han comenzado un mortal ataque al planeta Merlandia, en el Noveno Cuadrante.
—¿Noveno Cuadrante? —exclamó Orien, sorprendido.
—Eso es prácticamente a un paso de la Vía Láctea —señaló de pronto Zorath, su voz resonando con una entonación similar a como si hablara bajo el agua.
—Me temo que así es —confirmó el Cruger, con pesar—. Las fuerzas locales, con el apoyo de un escuadrón S.P.D., se encuentran combatiendo la invasión. Los próximos días serán críticos para Merlandia, y también para nuestra galaxia.
Se hizo el silencio en la sala. Charlie rompió la formación, y se aproximó cautelosa hacia la consola. Posó su mirada en el holograma del planeta, y se quedó un tanto absorta en tan desoladora imagen. Incluso los demás asistentes parecieron dejar un momento lo que estaban haciendo, y se giraron a mirar también.
—¿Cree que la Tierra sea su próximo objetivo, señor? —murmuró la Red Ranger en voz baja, sin apartar su mirada del holograma.
—Debemos actuar convencidos de que así será tarde o temprano —indicó Cruger con dureza.
Charlie siguió contemplando un poco más el holograma, y luego estiró su mano hacia la consola para retirarlo; ya había visto suficiente. Se giró entonces hacia el comandante y la Dra. Manx. En sus ojos resplandecía una ardiente convicción.
—Tenemos tiempo para prepararnos —indicó con firmeza—. La invasión a Merlandia podría tomarles días, quizás semanas. Y aún después de eso, no les será sencillo atravesar la red espacial que protege la entrada a nuestra galaxia. Antes de que eso pase, debemos fortalecer nuestras defensas, reclutar a más cadetes para aumentar nuestros números, y establecer un perímetro planetario. Y, lo más importante, hay cerrar todos los puertos espaciales civiles y privados, y restringir cualquier vuelo no autorizado. Ningún extraterrestre debe salir o entrar a la Tierra hasta que la amenaza termine.
—No podemos cerrarle la puerta a los refugiados —replicó Kat con preocupación—. En especial con lo que está ocurriendo en Merlandia.
—Hablo especialmente por los refugiados, Dra. Manx —refutó Charlie, tajantemente—. No sabemos cuántos agentes enemigos pudieran estarse infiltrando en el planeta bajo la excusa de buscar santuario. O incluso podrían ya estar aquí, reuniendo inteligencia de avanzada para preparar la próxima invasión. Bajo esa sospecha, sería recomendable realizar la aprehensión inmediata de todo extraterrestre que haya ingresado al planeta en el último mes, y someterlos a un duro interrogatorio hasta estar seguros que no representan una amenaza.
—No estás hablando en serio —exclamó Kat en alto, claramente escandalizada por la propuesta. Y, aunque nadie más dijo nada, las miradas de algunos asistentes demostraban que su sentir era parecido—. ¿Quieres aprehender indiscriminadamente a individuos que no han hecho nada?
—Si en verdad no han hecho nada, no tienen nada que temer —se defendió la Red Ranger, inamovible en su postura.
—Ese no es...
—Dra. Manx —le interrumpió Cruger de pronto. Kat se giró a mirarlo, y en su sola mirada reconoció su petición de que no prosiguiera en esa discusión.
Kat se mordió su labio inferior, y se forzó a guardar silencio; únicamente porque el comandante se lo pedía.
Cruger dio un paso firme hacia el frente, parándose delante de Charlie y los demás Rangers.
—Concuerdo en que la seguridad del planeta debe ser reforzada —admitió—. Sin embargo, no lo haremos a expensas de sus habitantes, extraterrestres o no.
—No me parece que él sea el más adecuado para decidir eso —le susurró Mark en voz baja a Orien a su lado. Cruger se giró rápidamente hacia él, y le clavó su mirada severa. Sus palabras por supuesto no habían pasado desapercibidas para los agudos oídos del comandante.
—¿Cómo dice, oficial Davis? —le cuestionó Cruger con voz áspera.
Mark carraspeó, se paró firme y miró al frente con actitud tranquila.
—Nada, señor —respondió, fingiendo indiferencia.
Cruger claramente estaba dispuesto a interrogarlo más al respecto, pero Charlie intervino en ese momento, jalando de nuevo su atención.
—Con todo respeto, señor. Si la amenaza es tan grave como dice, requiere que se apliquen medidas igual de graves.
—Le complacerá saber que el Comando Central concuerda con usted en eso —le respondió Cruger—. Que es el verdadero motivo por el que los he mandado llamar. Ante el inminente avance de las tropas Troobianas, el Comandante Supremo ha ordenado el refuerzo de nuestros efectivos en el frente, llamando a los mejores escuadrones Ranger de cada planeta. Y en especial, ha pedido el apoyo del Escuadrón A terrestre.
Los cinco Rangers lo miraron en silencio, claramente ofuscados por aquella repentina e inesperada indicación.
—¿Eso... qué significa? —preguntó Orien, con voz cautelosa. Aunque claro, la pregunta era una mera formalidad, pues por más vueltas que uno le diera, la respuesta resultaba lógica.
—Quieren que vayamos al frente de batalla —advirtió Zorath, con su misma voz nebulosa.
Era la misma idea que todos los demás habían tenido. Aun así, escucharla en palabras la hacía aún más real.
—Un momento, señor —exclamó Kioko, dando un paso al frente—. ¿Nos va a mandar a Merlandia?
—El Comandante Supremo así lo exigía —explicó Cruger—. No obstante, logré convencerlo para que nos diera más tiempo. Pero al final, en efecto, su apoyo será requerido para intentar frenar el avance de las tropas enemigas. El Comando Central espera firmemente tener éxito con el apoyo de estos escuadrones Ranger, en especial con ustedes cinco a la cabeza.
Cruger adoptó rápidamente una postura más firme, y su voz un tono más solemne.
—El destino del planeta, la galaxia, y todo el universo estará muy pronto en sus capaces manos. Yo confío fielmente en todos ustedes, Rangers.
De nuevo se hizo el silencio en la Sala de Mando; un silencio reflexivo, que permitía a todos los presentes, y en especial a los cinco miembros del Escuadrón A, digerir toda aquella información. En los rostros de cada uno se reflejaron diferentes emociones, desde la incertidumbre, hasta la excitación. Tras unos segundos, la mayoría de ellos pareció asimilarlo todo, pero sólo Charlie fue la que habló.
Sin embargo, lo que surgió de los labios de la Red Ranger fue algo que ninguno de los presentes habría previsto; en especial el Comandante Cruger.
—No —espetó Charlie con voz afilada—. No haremos tal cosa, señor.
El desconcierto se apoderó por completo de Cruger y Kat.
—¿Cómo dice, oficial Grayson? —preguntó el Siriano, intentando sobre todas las cosas mantener la compostura.
Charlie dio un paso al frente, se paró con la espalda recta y sus manos atrás de su espalda, y encaró a su comandante de frente con férrea convicción.
—Hablo por mí, y por mi equipo, señor. Ninguno de nosotros se convirtió en Power Ranger para arriesgar su vida en algún planeta desconocido, en quién sabe qué rincón del universo. Somos Rangers justo para defender nuestro mundo, y a su gente. Y para hacer tal cosa, tenemos que estar aquí.
—Entiendo su sentir, oficial... —comenzó a pronunciar Cruger, pero Charlie lo cortó antes de pudiera decir más.
—No creo que en verdad lo entienda, señor. Si eso fuera cierto, no estaría pidiéndonos abandonar nuestro mundo a su suerte justo cuando está por enfrentar una crisis como la que se avecina.
—No dejaremos la Tierra a su suerte, de ninguna manera —se apresuró Kat a aclarar. Su actitud era en ese momento bastante menos sosegada que la del comandante.
—¿Ah no? —musitó Charlie, escéptica—. ¿Y quién la protegerá cuando nosotros no estemos para hacerlo?
—Cada hombre y mujer en este edificio, oficial —declaró Cruger, extendiendo sus brazos hacia los lados para abarcar con ellos la sala entera—. Además, el Comando Central nos ha autorizado la creación de un segundo escuadrón Ranger, el mismo que la Dra. Manx en persona se ha encargado de formar y supervisar.
Aquella noticia igualmente tomó por sorpresa a los Rangers.
—¿Un segundo escuadrón? —inquirió Kioko, curiosa.
—Es decir, ¿un Escuadrón B? —concluyó Orien, dubitativo.
—Un escuadrón de novatos sin experiencia real en batalla ni preparación suficiente —sentenció Charlie con desaire—. ¿A eso es a lo que quiere que encomendemos nuestro mundo? ¿Así de sencillo?
—Si cree que algo en esto es sencillo para mí, se equivoca, oficial Grayson —le espetó Cruger, cuya voz en ese momento ya había tomado un tono más alto, que puso nerviosos a los demás asistentes en la sala—. Pero para este punto, la cantidad de mundos tomados o destruidos por el Imperio Troobiano no hace más que aumentar. Y no todos los mundos tienen el privilegio de contar con un escuadrón Ranger que los proteja, mucho menos dos.
—Pues entonces quizás eran mundos débiles que merecían su destino —sentenció Charlie sin vacilación alguna.
Aquella enérgica declaración fue un balde de agua fría para varios de los presentes. Incluso Zorath, el Blue Ranger y su segundo al mando, se giró a mirarla desconcertado, cuestionándola en silencio con su mirada de cuatro ojos.
—No lo dices en serio —le cuestionó Kat, incrédula.
Charlie guardó silencio, claramente dubitativa sobre cómo responder. Recorrió su vista rápidamente por la sala, de seguro notando de inmediato el efecto que sus palabras habían causado. Pero ni así tuvo la iniciativa de retractarse.
—Al final no importa —concluyó, impasible—. Mi obligación es que la Tierra no sufra el mismo fin. Es lo único que me importa.
—Su obligación es con la paz del universo entero, oficial Grayson —exclamó Cruger en alto con voz de mando, señalándola tajantemente con un dedo—. De eso se trata ser parte de la S.P.D., y ser un Power Ranger. Su actitud no es digna del uniforme que usa, y su cuestionamiento a las órdenes de sus superiores no hace más que causar conflicto y confusión. Si hubiera otra alternativa para afrontar esta amenaza, le aseguro que el Comando Central y nosotros la tomaríamos.
—Por supuesto —masculló la Red Ranger, seguida de una risilla sarcástica—. No es cómo si a ellos, o a cualquiera de ustedes, les importara la Tierra en verdad.
—¿Qué acaba decir? —musitó Cruger con voz áspera.
—¡La verdad! —espetó Charlie, desafiante—. El Comandante Supremo, la Dra. Manx, y usted mismo, Comandante Cruger. Ninguno de ustedes es un verdadero terrícola, sino otros extraterrestres más. ¿Por qué habría de importarles el destino de este mundo? Si es destruido, sólo empacarán sus cosas y se irán al siguiente.
—¿Cómo te atreves? —pronunció Kat en alto, claramente furiosa—. Tu comentario está totalmente fuera del lugar.
Sin pensarlo dos veces, la doctora avanzó rápidamente hacia la Ranger, sin preocuparse por apaciguar u ocultar su enojo.
—Dra. Manx... —pronunció Cruger, intentando detenerla, pero ésta no le hizo caso.
Kat siguió avanzando hasta pararse justo delante de Charlie. Ésta permaneció firme en su sitio, y ambas terminaron encarando de frente a la otra, sus rostros apenas a unos cuantos centímetros de distancia, ambas sin disposición a ceder ni un sólo milímetro.
—He vivido en este planeta más años que tú, niña —sentenció Kat con dureza—. Y lo defendería a costa de mi propia vida si fuera necesario. No puedo creer que alguien que piense lo contrario se atreva a llamarse a sí misma una Power Ranger...
—¡Dra. Manx! —pronunció Cruger casi como un grito, y su voz retumbó con fuerza en la habitación.
Todo se sumió en silencio al instante, incluso los asistentes dejaron lo que estaban haciendo al instante. Kat reaccionó igual, y se giró a mirarlo sobre su hombro.
—Retroceda, ahora —indicó Cruger con dureza. Kat respiró hondo por su nariz y dio dos pasos hacia un lado, alejándose de Charlie.
El comandante avanzó en ese momento, ocupando el espacio frente a la Red Ranger que Kat dejó vacío. Su mirada era intensa, su postura imponente. Aun así, Charlie permaneció quieta en su sitio.
—Estoy muy decepcionado de usted, oficial Grayson —musitó el comandante en voz baja, percibiéndose el enojo, pero también en efecto la decepción en sus palabras—. Queda suspendida de su puesto hasta nuevo aviso.
Aquello causó al fin una pequeña reacción de sorpresa en Charlie, aunque pareció más incredulidad ante la idea de que en serio le estuviera diciendo tal cosa. Tuvo un claro primer impulso de decir algo, pero lo que fuera que pensara decir se quedó sólo en la intención pues se forzó a cerrar de nuevo la boca. Y con actitud más calmada, pero con su voz no carente de molestia, habló al fin.
—¿Por qué motivo, señor? ¿Por expresar mi opinión?
—Por insubordinación, negarse a acatar una orden, y actitudes impropias de un Ranger, en especial de un líder de escuadrón. Y agradezca que no llevemos este incidente a una consecuencia mayor.
Charlie guardó silencio de nuevo, pero sus ojos chispeaban de ira, y sus puños se apretaron con fuerza a sus costados. Por un instante, Kat incluso pensó que se atrevería a lanzarle un golpe al Comandante. Pero no creyó que en verdad pudiera atreverse a tanto, sin importar qué tan furiosa se sintiera... Aunque aquella escena en los vestidores de la otra noche, brotó de inmediato a su mente.
Si Kat no hubiera intervenido, ¿qué hubiera sido capaz de hacerle a esa cadete por simplemente tropezarse con ella? ¿Qué sería capaz de hacer en ese momento si no hacía lo mismo?
Y al parecer no fue la única que lo pensó, o al menos Kat así lo creyó. Pues antes de que Charlie hiciera lo que fuera que pensara, o Kat interviniera de alguna forma, alguien más se adelantó a ambas.
—Señor —pronunció Kioko, dando un paso firme al frente, y distrayendo rápidamente la atención de todos hacia ella—. Si desea castigar a Charlie por su sentir hacia estas nuevas órdenes, debo pedir que se me castigue a mí también, pues yo opino justo igual que ella.
Aquello sorprendió tanto a Kat como Cruger. Pero no fue lo único.
—Yo también, señor —añadió Orien al instante, dando un paso para pararse a lado de Kioko.
Mark vaciló un poco al inicio, pero al final avanzó también junto con sus compañeros.
—Y yo, señor.
De nuevo el silencio, ahora uno desconcertante y confuso.
Para bien o para mal, aquello pareció apaciguar un poco el humor de Charlie, y también el del Comandante. Éste último fijó en su lugar su atención en el Blue Ranger, el único que aún no había dado un paso en apoyo como los otros.
—¿Qué hay de ti, Zorath? —preguntó Cruger—. ¿Compartes la postura de tus compañeros?
El único Ranger no humano se giró a ver a sus compañeros, pero en específico a Charlie. Su líder lo miraba de reojo, sin una emoción clara en su mirada para el resto, pero quizás sí para su segundo al mando. Zorath no solía hablar mucho, y la mayoría del tiempo no lo necesitaba. Sus acciones hablaban más que cualquier palabra, y de esa forma se había ganado no sólo su puesto como Ranger, sino además el del segundo al mando en el Escuadrón.
Pero no debía ser fácil ser el único extraterrestre en un equipo de un planeta que no era suyo. Y en especial, tampoco debía ser agradable escuchar a su compañera y amiga referirse de esa forma a los que eran cómo él. ¿Igualmente consideraría que él no era un "verdadero terrícola"?
Los pensamientos de Zorath solían ser un enigma para todos, y esa situación no sería la excepción. Cualquiera que fuera su razonamiento o motivación, tras sólo unos segundos de reflexión, dio un paso también al frente, parándose junto a sus compañeros, y junto a su líder de escuadrón.
Charlie sonrió complacida, y ese sentimiento remplazó su enojo. Alzó la barbilla, y observó con orgullo al Comandante, sintiéndose fuertemente respaldada por su equipo. Después de todo, ¿qué haría? ¿Suspenderlos a todos? Sabían que no podría hacerlo, y menos con esa amenaza acercándose. Cruger igualmente lo sabía, y aquello por supuesto que lo frustró.
—La solidaridad como equipo es una cualidad que admiro y respeto —indicó el Comandante con solemnidad—. Pero aplicada en los momentos erróneos, puede traer grandes desgracias. Mediten al respecto mientras los cinco hacen cincuenta vueltas a la base, sin detenerse.
Aquel castigo ciertamente no le sentó bien a los cinco Rangers, en especial porque acababan de tener una cansada sesión en el simulador, y no habían terminado su desayuno. Pero evidentemente ninguno quiso tentar de más su suerte.
—Sí, señor —pronunciaron los cinco a la vez, ofreciéndole además el saludo a su comandante; algunos claramente más por obligación que por deseo.
—Y usted y yo hablaremos más tarde, oficial Grayson —advirtió Cruger con seriedad, antes de que se retiraran.
—Como desee, Comandante —contestó la Red Ranger en voz baja.
Los cinco se dirigieron juntos hacia la puerta, perdiéndose rápidamente en el pasillo.
Cruger y Kat guardaron silencio mientras los veían irse. No tardaron mucho en darse cuenta que, de hecho, toda la sala estaba en silencio. Y al fijarse a su alrededor, los asistentes, testigos accidentales de todo aquel incidente, se habían quedado prácticamente petrificados en sus lugares observándolo todo; algunos incluso parecieron contener la respiración.
—¿Se les perdió algo? —soltó Cruger, exasperado—. ¡Sigan trabajando!
Los asistentes despertaron con aquel grito, y de inmediato comenzaron a moverse y retomaron sus actividades.
No tardaría en correr el rumor en la base de todo lo que acababa de ocurrir. Pero, al menos de momento, lo que menos le preocupaba a Cruger eran las habladurías.
Aquello había salido aún peor de lo que había imaginado. Había previsto que el equipo no tomaría del todo bien la noticia, pero nunca pensó que reaccionarían de esa forma, mucho menos su líder.
—Perdóneme, por favor —pronunció Kat, sonando abatida. Cruger dejó de lado sus cavilaciones, y alzó la mirada de nuevo hacia ella—. Se supone que estaba aquí para apoyarlo, pero mis reacciones sólo provocaron que todo fuera a peor.
—Sólo expresaba su sentir, igual que ellos —indicó Cruger, bastante más comprensivo de lo que doctora esperaba—. Lo peor de todo es que mentiría si dijera que no entiendo su deseo de quedarse aquí y pelear. Fue lo mismo que pensé cuando mi mundo estuvo en peligro. Pero aunque estuve ahí para defender Sirirus, aun así...
No terminó su frase, y su gesto se mutó casi como si le doliera. Agachó un poco su mirada, y apoyó sus manos contra la consola central, como si temiera caerse si no se sostenía de algo. Kat lo miró con preocupación. De nuevo resultaba extraño ver al comandante así, tan decaído, casi derrotado. Todo aquello lo hacía remontarse a aquel asunto nada agradable de su pasado. Y cada vez que iba a aquel sitio, claramente le resultaba doloroso.
Kat se aproximó silenciosa por su costado, y colocó con cuidado una mano cordial sobre su hombro. Su repentino contacto tomó un poco por sorpresa a Cruger, que lentamente alzó su rostro de nuevo y lo giró hacia ella.
—¿Por qué no comparte eso con los Rangers? —propuso Kat—. Quizás así entenderán lo difícil que es esto para usted.
—No, ahora no —respondió Cruger rápidamente, sin pensárselo mucho—. Es claro que lo que menos puedo mostrar ante ellos ahora, es debilidad.
—Eso no es debilidad, Doggie —se apresuró Kat a corregirle, alzando quizás la voz más de la cuenta, ganándose al instante algunas miradas curiosas. Un tanto avergonzada, retrocedió un paso y adoptó una postura más seria—. Es decir, señor.
Cruger no respondió. Su mente divagó de nuevo en sus pensamientos; en todos ellos a la vez. Se paró derecho de nuevo, y se encaminó con paso calmado hacia la puerta. Kat, instintivamente, fue detrás de él.
—Puede contármelo a mí, si gusta —pronunció en voz baja, sólo para los oídos de su comandante—. Sé lo que dicen los reportes, pero nada más. Si necesita hablarlo, yo estoy más que dispuesta a escucharlo.
—Agradezco su preocupación, Dra. Manx —contestó el Siriano sin detenerse ni girarse a verla—. Pero no es momento de dejarnos tragar por el pasado. Tenemos un planeta que proteger, y mucho trabajo que hacer.
Kat suspiró, resignada. Dejó de seguirlo a medio camino, quedándose atrás mientras el comandante siguió avanzando hasta salir por la puerta.
—Sí, señor —pronunció por lo bajo, mientras contemplaba pensativa la amplia espalda del comandante alejarse y luego desaparecer de su vista.
Notas del Autor:
—Aquí presentamos al resto de los miembros del Escuadrón A, el Yellow, Green y Blue Ranger. Igual que con la Pink Ranger, les he creado un nombre y ajustado su personalidad, tomándome además algunas libertades adicionales como darle un nombre a la raza del Blue Ranger.
—Merlandia es el planeta que se muestran bajo el ataque de Grumm al inicio del primer episodio de la serie. No sabemos mucho de él o cómo fue que ocurrió todo, más allá de su triste final. Aquí, de ser necesario, ampliaremos un poco ese asunto. Pero con eso creo que es evidente que ya estamos cerca del inicio de la serie, y de ver a los cinco Rangers del Escuadrón B.
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