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—¡Esta wea es una mierda, hermano!
En el comedor del reformatorio Azrael Ophidia se escuchaban griteríos y quejas, mesas al fondo un par de internos se quejaban de la calidad de la comida.
Se encontraban ubicados bastante cerca de nuestros protagonistas, los cuales padecían la misma sensación al ver el almuerzo que se les había provisto.
—El desayuno valió callampa, pero ahora mira esta wea.
Leonel utilizaba su tenedor para jugar con un puré bastante desteñido, no tenía su clásico color crema, en su lugar tenía ciertos tonos verdosos y bordes quemados, el almuerzo consistía de este mismo puré, una manzana a medio pudrir y un vaso de agua.
—Al menos la comida de la escuela estaba en buen estado...
Comentó Gustavo.
—Es que en la escuelita no hay hijos de puta que te quiten la comida.
Declaró Leonel.
—¿Vas a hablar de eso otra vez?
Preguntó Enzo, con un dejo de aburrimiento.
—¿Acaso es mentira? El grupo Biscione nos tiene cagándonos de hambre.
Esta declaración hizo levantar una ceja al más nuevo.
—¿Esos son...?
Preguntó.
—Los que mandan por acá, el grupo organizado más grande del reformatorio, también les dicen los basiliscos.
Contestó Enzo.
—Y también el único.
Agregó Leonel.
—Hacen todo lo que te podai' llegar a imaginar de una organización delictual, y bueno, finalmente son ellos los locos que "dan la cara" por nosotros con los dirigentes de esta cana de mierda.
Continuó diciendo.
—Tienen poder y están coludidos con el rector, reciben ingresos y casi todos los gastos van para la comodidad de esos conchesumadres.
—Y mientras ellos se enriquecen y viven la buena vida, nos tienen a nosotros cagandonos de hambre.
Concluyó Gustavo, ya se había hecho una idea de cómo sería debido a las explicaciones de sus compañeros, sin embargo le parecía interesante saber cómo operaban, de qué manera controlaban a los internos siendo una gran cantidad.
—¿Nunca han pensado en unirse a ese grupo?
Preguntó ingenuamente.
—No realmente, ya tengo mala fama por haberme fugado y aquí estoy devuelta, tengo que cuidarme la espalda.
Respondió con pesimismo Leonel.
—A mi ni me van ni me vienen.
Respondió Enzo.
Gustavo se quedó pensando, si aquel grupo era tan tiránico como parecía, no era una buena idea entonces estar en su contra.
—Si no puedes contra el enemigo, únete.
Comentó el moreno.
Aquel comentario fue recibido con mirada de confusión por parte de sus contrarios, a quienes en inicio la declaración les pareció una locura, aunque quizás se trataba de algo interesante.
—Piénsenlo ¿alguno de ustedes hace algo de provecho por aquí?
Preguntó.
Los aludidos se miraron, la realidad es que fuera de las aspiraciones de poder salir algún día del mal llamado reformatorio, ninguno tenía algún sueño a cumplir, tanto dentro como fuera del establecimiento.
—Su silencio me da la razón, la pulenta hermano, quizás si intentamos entrar a ese circulo podamos entender como mierda funciona todo eso.
Ambos dudaron de su decisión, Enzo no sería de utilidad de manera práctica, su incapacidad para caminar lo hacían débil, aunque sabía que podría volver a hacerlo tarde o temprano, tenía esa esperanza.
Por parte de Leonel, existían momentos en los que por su cabeza rondaba el sentimiento de que realmente no tenía nada que perder, salvo el tiempo.
—Puede funcionar...
Cedió entonces este último, el lisiado mantuvo silencio, se veía representado por las palabras de su compañero, y Gustavo así lo comprendió.
Dentro de la cabeza del recién nombrado aflora el nerviosismo, no sabía realmente en lo que se estaba metiendo, y aunque otrora fue un vendedor de droga, a día de hoy también comprendía los peligros que ese mundillo podrían traerle.
No obstante, está ya era la primera vez en su vida, desde la separación con su querida Marcela, en la que se sentía parte de un grupo, puede que hubiera recién conocido a sus compañeros, sin embargo tenía el ligero pensamiento de que eran de fiar.
—Entonces... ¿Alguno tiene una idea de cómo vamos a meternos ahí?
Preguntó Gustavo, imaginando las posibilidades que podrían llevarlos a efectuar su plan.
—Con calma, en la noche lo hablamos con más tranquilidad.
Contestó Leonel.
Este último comprendía los peligros que implicaba formar parte del grupo Biscione, no era un juego en absoluto, aunque no subestimada a Gustavo al imaginar que este supondría tal hecho.
En algún momento conoció mano los beneficios que otorgaba ser reconocido como basilisco, portar la insignia característica era sinónimo de imponer respeto.
El peliblanco jamás formó parte de dicho grupo de manera formal, no era un miembro establecido, pero poseía contactos.
Un amigo cercano que ingreso junto con el al reformatorio logró hacerse de un hueco en aquella selecta sociedad, y aunque gozo de una cómoda estadía, los hilos del destino confeccionaron un final temprano para su corta vida.
Aquello era algo que Leonel sufría al recordar, a pesar de ser una agrupación importante dentro del reformatorio Azrael de Ophidia, no significaba en absoluto que todos los miembros fuesen de fiar.
Su querido amigo quien ahora descansa en paz fue víctima de un interno infiltrado, enviado por los diablos para recopilar información acerca de los movimientos del grupo Biscione.
Una vez este traidor cumplió su labor se gestó una invasión por parte de los diablos durante el clásico entre ambos reformatorios, y aunque el partido transcurrió con normalidad, fue dentro del reformatorio A-1908 que tendría lugar un enfrentamiento el cual se llevaría la vida de Manuel, el amigo de Leonel por el que hoy guarda luto.
Sería Manuel, de hecho, quien habría ayudado con planos y apuntes detallados a su amigo en su intento de fuga, Leonel escapó del centro en su honor, siguiendo cada uno de sus pasos. Para su mala suerte fue atrapado y vuelto a ingresar en el penal.
Su retorno fue solo unas pocas semanas antes del ingreso de Gustavo. Su reincorporación fue descuerdo al estricto protocolo del reformatorio en caso de fuga, mismo protocolo del cual Leonel era consciente y comprendía el castigo que se le sería impuesto.
De esta manera es que paso una semana ingresado en "la habitación de las escamas".
Se trataba de una claustrofóbica sala en la cual eran ingresados los internos los cuales hubieran cometido faltas graves; Constaba únicamente con un asiento largo hecho de piedra y contaba con salidas de aire por las cuales se filtraba agua proveniente de los desagües del lugar.
El joven paso los siete días encerrado dentro, durante el día es que podía descansar, se le proporcionaban los restos de cada comida servido en una bandeja, con aquella dieta la comida ocasional no le parecía tan mala, sin embargo no se trataba de recuerdos que quisiera atesorar.
Lo peor venía en las noches, regularmente un gendarme abría la puerta con singular potencia y, armado con un látigo, le ocasionaba las peores heridas al joven durante unos largos minutos, al menos hasta que se aburriera y decidiera permitirle al recluso una noche de descanso.
Hubieron pasado semanas desde lo sucedido y el trauma ocasionado le generó una laguna en su memoria, el cerebro de Leonel había hecho lo posible por eliminar aquellas experiencias con le propósito de protegerlo, pero los recuerdos volvían tarde o temprano...
—¡Oe, que es esta wea loco!
Aquel grito saco de sus pensamientos a Leonel, dicha exclamación provino de Gustavo, el cual levantándose de su asiento enseñaba su bandeja de comida.
—¡Esta es la caga de comida que nos dan acá hermano!
La atención del sitio se había centrado en quien gritaba, todos compartían su sentimiento pues estaban disconformes con dichos putrefactos alimentos.
—¡Hermano de que wea estamos hablando, nos tienen comiendo pura mierda a todos los que estamos acá métodos mientras los weones de allá arriba almuerzan comida de verdad!
La gente comenzó a levantarse, compartían sin duda los reclamos.
—¡Si loco, a mi ayer me entró la terrible cagadera por almorzar esta wea!
Gritó uno a la distancia.
—¿Qué está haciendo este conchesumare?
Se preguntaba Leonel, pero sus dudas se habían disipado al ver que las exigencias eran entendidas y compartidas, intuía que su intención era provocar una huelga y llamar la atención de las autoridades, eso o es que simplemente el moreno era un idiota impulsivo.
—¡Oe, esta wea vale callampa hermano, yo digo que nos tomemos está caga de sala, si nos quieren sacar que nos saquen a la mala!
Enzo se había sumado a las exigencias, la revuelta comenzó a tomar forma y la bulla se hizo presente, bandejas golpeaban mesas y paredes, el propio Enzo hacia el ruido suficiente con su silla de ruedas y fue entonces cuando se finiquito todo.
Gustavo se paró sobre la mesa con su bandeja al aire y gritó.
—¡Entonces compañeros, nos vamos a tomar esta sala reculia y vamos a dejar la pura cagá!
Tanto Leonel cómo como los incentivados dentro de la sala tomaron sus sillas y las colocaron en los alrededores de la sala, se fueron quienes quisieron y se quedaron los interesados.
El plan de Gustavo había tomado forma, fue imprudente al comenzar aquella riña de forma tan repentina, sin embargo sabía que si quería lograr algo debía hacerse de un nombre, y utilizar el descontento de sus compañeros como arma para atacar la hegemonía del grupo Biscione resultaría de utilidad.
En masa cerraron el ingreso y la salida, ya todo estaba hecho...
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—¡¿Cómo mierda es posible que situaciones como está se estén dando en MI reformatorio?! A ver si me lo puedes explicar.
—Si, bueno... No puede esperar mucho, a final de cuentas con la porquería que se echan a la boca esos infelices es normal que se enojen y peleen como simios.
La conversación tenía lugar en el piso más alto del reformatorio A-1908, la oficina del rector y máxima figura de autoridad Raúl Esparza, quien se encontraba junto a la líder del grupo Biscione.
La oficina del rector era elegante y amplia, con una gran pantalla en frente del escritorio, la cual reproducía un vídeo grabado por las precarias cámaras de seguridad del comedor de la planta base, lo ocurrido correspondía a una riña entre los internos, los mismos que producto de la rabia de consumir alimentos en mal estado acabaron efectuando una toma del comedor, las mesas y las sillas bloqueaban tanto el ingreso como la salida.
—Es inaceptable... Vanessa, le permití a tu grupo que manejaran ciertos recursos del establecimiento, recursos que van directamente para ustedes y asumí que sabrían manejar, pero por lo visto me estás viendo la cara de idiota.
—Notificare de su descontento a los tesoreros.
—¡Y no solo eso! Yo como dueño y señor de esta institución exijo que se distribuyan mejor los recursos, confíe en que ustedes sabrían tomar decisiones más sensatas, pero a este paso voy a tener a toda la oficina de derechos humanos aquí rompiéndome las pelotas.
—Con todo respeto, Don Raúl, tampoco se puede hacer mucho con lo poco que tenemos...
—¿Tu crees que yo soy pelotudo? Yo tengo ojos y oídos por todo el reformatorio, aquí no se mueve una hoja sin que yo lo sepa, la plata para la comida, ropa y recursos educativos se está despilfarrando, yo les doy poder de decisión frente a esos temas siempre y cuando ustedes mantengan bajo control a la mayoría de simios que tenemos por internos, me estás faltando Vanessa.
La aludida guardo silencio.
—En fin, arregla está cagada, ya hablaremos mejor cuando las aguas se hayan calmado.
—Comprendo, con su permiso.
La líder de la banda salió de la sala, en la puerta lo esperaba uno de sus compañeros en los puestos más importantes de la organización.
—¿Qué fue lo que pasó ahí dentro?
Preguntó.
—El viejo está molesto porque se tomaron el comedor, como si fuera la gran wea...
Contestó Vanessa, a pesar de haber sido reprendida por la máxima autoridad del lugar, su figura seguía representando respeto para sus congéneres, era una chica joven, con diesiocho años a sus espaldas había sido la líder más joven de los basiliscos, sus ropajes azules y negros eran elegantes junto con su cabello corto inspirado en Cleopatra y un tatuaje en el ojo derecho el cual hacia alusión al llamado "Ojo de Horus".
—¿Y que vamos a hacer?
Preguntó su compañero.
—Vamos a negociar, veamos si podemos terminar con este embrollo de forma diplomática.
—¿Lo dice en serio?
Vanessa soltó unas carcajadas antes de contestar.
—¡Claro que no! ¿Tan buena actriz soy que me creíste? Bah... Que Raúl mandé a los guardias a desalojar el maldito comedor si quiere que hagamos algo, tengo cosas más importantes de las que preocuparme...
—Con todo respeto... ¿No cree que hemos sido muy displicentes con respecto al manejo de los recursos de los internos que no pertenecen a la banda?
—Si quieren un puesto privilegiado deben hacer algo por la organización, los inútiles no me sirven para nada. Si Raúl o alguno de los vicerrectores están dispuestos a darles una mano, pues bien por ellos, pero a menos que hagan algo por este maldito reformatorio no tendrán nada de nuestra parte.
—Comprendo...
—Hey, mírame.
El aludido miro a su superior con algo de nerviosismo. Vanessa tomó su mentón con autoridad, su mirada era intimidante.
—Suerte la tuya de que me pillaste de buen humor hoy, no vuelvas a cuestionar mi autoridad ¿Entendido?
—Como diga...
—Ya veré que hacer respecto a los que se tomaron el comedor si es que Raúl no hace algo primero, en marcha.
A pesar de su actitud, Vanessa comprendía la gravedad del asunto, quizás le convenía tener parcialmente controlados a los alumnos que no pertenecían al grupo, o que formaban parte de los sectores menos privilegiados.
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