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-Que noche de mierda loco...
La joven ojiverde parecía pensar en voz alta al despertarse, había llegado tarde al Azrael, al llegar se le fue asignada una habitación siendo acompañada por gendarmes, pudo ver de primera mano lo que sería una noche común en el reformatorio, aunque no había ruido debido a que se trataba de media noche, el ambiente resultaba tétrico, la poca iluminación, el eco de los pasos y la incertidumbre del peligro que representaba doblar en cada esquina.
Al llegar estaba cansada, solo se limitó a observar que habían dos personas más aparte de ella en el lugar, durmiendo.
Se aproximó a hacer lo mismo y descansar aunque fuera durante una noche.
Aquellas horas de tranquilidad habían llegado a su inminente final.
-¿Qué hora es?
Preguntó, no esperaba una respuesta en realidad, sentía algo de soledad al recorrer la habitación con su mirada, estaba en la cama de abajo y la organización del lugar era la esperada.
-Las 07:54 de la mañana.
Marcela casi se cae de la cama al oír una voz extraña, juraba que se encontraba sola pues las camas paralelas estaban ocupadas por dos jóvenes dormidas y no sentía ruido alguno, pero sus dudas eran ciertas.
-¿Quién habla?
Preguntó con desconfianza.
-Yo, querida.
La femenina voz bajó de un salto de la cama superior.
-¡¿Qué mierda?!
La castaña no esperaba aquello, la repentina aparición de una compañera de habitación la dejo anonadada.
-¡Hola! ¿Eres nueva?
La extraña se acercó intrusivamente a la recién llegada, con una expresión de felicidad poniendo nerviosa a esta última.
-¿Quién pregunta?
Respondió Marcela, aunque inquieta, buscaba mantener la compostura.
-Oh, que maleducado de mi parte, soy Camila ¡Mucho gusto!
Camila le ofreció su mano a su nueva compañera, esta última la examinó de pies a cabeza antes de responder.
Se trataba de una joven aparentemente de su misma altura, grandes ojos color marrón, piel clara, cabello corto a los lados y largo arriba teñido en morado.
Poseía un lunar a un lado del ojo izquierdo y un piercing por debajo del labio inferior.
Su mirada de sorpresa y felicidad le causaba cierta incomodidad a la contraria.
-Marcela.
Contestó secamente esta última, respondiendo al saludo de Camila.
-¡Teni' bonitos ojos!
Camila observó con algo de interés la apariencia de su compañera, Marcela poseía unos orbes color esmeralda, una piel pálida sumada a un cabello castaño teñido de rojo en las puntas del flequillo.
-¿Gracias?
Aunque la aludida buscaba mantener la compostura y una actitud inamovible, era de notar que la presencia de su nueva compañera, aunque no le producía incomodidad propiamente tal, si la sacaba de su tranquilidad y soledad acostumbrada.
-Y bien, compañera nueva, es hora de levantarse.
Ordenó Camila.
-¿Para que?
Preguntó.
-No lo se, pero estoy aburrida.
-¿A qué hora comienzan las clases?
Marcela cambio el tema, le sorprendía que su compañera no tuviera un plan real.
-Oh... ¿Quieres ir a clases? Bueno, podemos ir...
Camila parecía desilusionada, pero eso a la castaña no le interesó en lo más mínimo.
-¿A qué hora comienzan?
Preguntó.
-A las 8:30 tienes que arreglarte.
-Ajá...
-¡Oh! Espera ¿Qué te vas a poner?
-¿Por que te importa?
-No puedes ir vestida así como así, necesitas mezclarte querida, ten.
Marcela no comprendía a lo que se refería su compañera, sin embargo la misma se acercó rápidamente al clóset de la habitación y saco un par de prendas.
Una camiseta roja con líneas negras y una chaqueta roja.
-Esto te servirá por ahora.
La ojiverde recibió la ropa y se vistió con rapidez, la camisa, la chaqueta y unos pantalones negros ajustados.
-¿Y ahora?
Preguntó.
-Salgamos.
-Oye pero ¿Y esas dos weonas?
Marcela dijo esto apuntando a las personas que ocupaban las camas paralelas a la suya.
-Ah, me caen mal, vámonos.
Dicha respuesta extraño a la recién llegada, pero se limitó a olvidarse de aquello y salir de la habitación.
-Bueno Marcelita.
-No me llames así.
-¿Chela?
-Tampoco
-¿Chelita?
-¿Terminaste?
-Esta bien M-A-R-C-E-L-A
-¿Qué vamos a hacer?
-Observa a tu alrededor mientras caminamos.
Fuera de la habitación habían otras más, se trataba de un pasillo largo, se encontraban en el cuarto piso y tuvieron que bajar para llegar al patio principal.
El edificio del reformatorio A-1899 tenía exactamente la misma estructura que el de su establecimiento rival, las dos muchachas pasaron por las salas.
-Cuantos pacos...
Comentó Marcela en voz baja, refiriéndose a la cantidad de guardias que circulaban por el sector, estos se encontraban dispersándose por el lugar para tomar las posiciones que normalmente les correspondían.
-¿A esto te referías con "Mezclarse"?
Preguntó la misma, apuntando a unos muchachos que se encontraban en el patio, los cuales llevaban ropas con combinaciones rojas y negras.
-Exactamente querida, por aquí lo más común es ver a las personas usando los colores institucionales, si utilizas otros colores vas a parecer nueva y si utilizas azul y negro te van a cocinar viva.
-¿Y eso ultimo es por?
-Porque son los colores de los azules hijos de puta esos, los del otro penal.
-Había escuchado que eran dos, pero no sabía eso de que se tenían mala.
-Son unos hijos de puta, es una larga historia, pero hay conflictos entre los directivos del reformatorio, el equipo de futbol y la pandilla de los diablos.
-Hay muchas cosas que se a medias, vas a explicarme todo eso más adelante.
-¡Uy! Si, claro jefecita.
Camila dejó este comentario en un tono burlesco pero agradable, este pequeño lapso había bastado para encariñarse con Marcela, le agradaba su actitud dura y apática, algo le interesaba de ella.
-Este es el patio central, cuando el equipo del reforma no esta jugando normalmente hay mucha gente, también se juntan aquí para jugar futbol o fumar.
-No es muy diferente a una escuela común y corriente.
-¿Ves esa esquina?
Pregunto Camila, apuntando al ángulo más lejano del patio.
-Si.
-Todos los miércoles se organizan luchas entre los internos, a veces hasta participan los putos de los gendarmes.
-¿Quién las organiza?
Camila se detuvo unos segundos hacia la pregunta de su compañera.
-¿Te hablo de peleas y lo único que te interesa es quién las organiza?
-¿Sabes? Hay cosas que si he oído antes de llegar acá y una de esas es que el grupo que mencionaste "Los diablos" lo controla todo y a todos.
La aludida no pudo sino intrigarse por el hecho de que Marcela tuviera conocimiento al respecto, no se trataba de información confidencial ni algo por el estilo, sin embargo, era extraño que alguien llegase al establecimiento con conocimientos previos, en medios de prensa estas instituciones solían mostrarse como reformatorios ejemplares, los mejores de la ciudad de Jocko, y aunque la realidad estuviera bastante distante, lo cierto es que aquello no se presumía ni llegaba muy lejos en información.
-Asi que estás informada... Eso me gusta, y si querida, tus sospechas son ciertas, además no es lo único que ellos manejan.
-Continua.
-Las peleas, el narcotráfico, secuestro, sicariato, apuestas, estafas por teléfono...
-¿Todos aquí lo saben?
-La mayoría, sobre todo los cerdos de los dirigentes.
-Y lo permiten...
-Claro, la directora del reformatorio, Isabela Lemus utiliza gran parte de lo que conseguimos nosotros para su beneficio, pero a cambio de eso, los miembros importantes de los diablos están de lo más tranquilos.
-Entonces de pura casualidad di a parar con una miembro de los diablos.
-¡Pero claro que sí querida! Y sé que a ti también te interesa, lo vi en tus ojos...
Marcela miro a su alrededor, vio la gran cantidad de internos vestidos con los colores que Camila previamente le había mencionado, se preguntó si aquello se debía a que la mayoría pertenecían a aquella agrupación llamada "Il Diavolo", también conocida como los diablos.
Todo lo relacionado a ello le interesaba y era la razón por la que no sintió temor de arribar en el reformatorio en primer lugar, ahora todo se estaba ordenando como le interesaba.
-Dime que hora es.
-Ya quedan cinco minutos para entrar.
-Vamos entonces, de momento he visto lo que me interesaba ver.
-Como usté diga.
El dúo se aproximó a la sala, ambas estudiaban en las mismas clases, reconocían aquello debido a que a los internos se les asignaban sus habitaciones anualmente en base al año escolar que debían cursar, lo demás era por orden de llegada o habitaciones disponibles.
A pesar de haber ingresado a una especie de "cárcel" para adolescentes, Marcela aún conservaba esa costumbre de tener que ir a clases, pese a que aquello le recordaba a las constantes injurias y presiones de sus padres, sentía la obligación de asistir.
Camila por otro lado, solo la acompañó porque la castaña le parecía interesante, por lo visto era observadora y, en caso de buscar algo más grande que ella en torno a crecer dentro del reformatorio, sería divertido acompañarla en su trayecto.
-Con permiso.
Dijo Marcela, saludando al profesor y entrando con naturalidad a la sala, se sentó en los últimos puestos estando cercana a la ventana, su ahora nueva amiga la acompañó.
La sala era grande, poseía aproximadamente cuarenta asientos y mesas, era una infraestructura arcaica, descuidada y malograda, maltratada.
Las paredes estaban rayadas y despintadas, con grietas considerables, la pizarra pese a ser grande carecía de una de sus mitades, las mesas estaban en escalones hacia arriba, la mesa de un alumno era el respaldo de quién se sentaba adelante y los asientos eran trozos de madera con tornillos saludos en el mejor de los casos y en otros se encontraban desarmados.
-Me alegro que haya más alumnos que de costumbre...
Comentó el profesor con algo de desconfianza, era de esperar que impartiendo clases en aquel establecimiento se sintiera intimidado, ninguno de los presentes eran precisamente alumnos modelos, no obstante, la peor calaña no se encontraba ahí dentro, en su mayoría asistían a clases por aburrimiento, costumbre o porque el patio durante el día no era un muy buen lugar para estar a solas.
El profesor hizo la clase para los diesiciete alumnos que se encontraban en la sala, era el profesor de lengua y la cátedra trató del género expositivo y las lecturas recomendadas.
La hora y media paso con rapidez, a Camila le sorprendía el hecho de que Marcela pusiera atención a un viejo aburrido cuya materia le parecía de los más insípida.
Sin embargo, su poca capacidad de atención y gran forma de distraerse con sus pensamientos le ayudaron a la chica de cabello color lila a pasar el tiempo de clase con tranquilidad.
Poco le interesaba entender la materia, ya había asumido su poca capacidad estudiantil y solo le quedaba buscar otros horizontes dentro del reformatorio.
El profesor acabó el sermón antes de lo esperado, la clase había terminado rápido, lo que significaba que ya podían desentenderse de la sala y salir a divertirse nuevamente, al menos es lo que Camila pensaba.
-¿Eres buena alumna?
Le pregunto esta a Marcela.
-Más o menos.
-¿Por qué?
-Porque ya lo veo como una costumbre esto de venir a estudiar, realmente me sentiría rara paseando por ahí en horarios de clase.
-¿Entonces no lo haces por qué te gusta estudiar?
-Creo que jamás lo había pensado, no me gusta mucho, pero en vola ya la costumbre la tengo hecha y me molesta la conciencia si no estoy "haciendo algo con mi vida"
-¿Y tenías buenas notas?
-Algo así... ¿Por qué te interesa saber?
Camila se paró unos segundos antes de contestar, ambas habían salido ya de la sala y realmente aquello le causaba intriga.
-La pulenta no tengo idea, cuando era chica no tenía como concentrarme para estudiar, pasaba de curso de pura suerte o con algunas materias reprobadas, hasta que entré acá.
-Bueno, eso le pasa a mucha gente.
-Pero tu eri' matea po' ¿Por qué estas acá?
Marcela dejó de caminar antes de responder.
-Te lo contaré cuando nos conozcamos más, vamos a comer, tengo hambre.
Aquella respuesta no dejo satisfecha su curiosidad, pero se limitó a caminar durante unos minutos.
-Espera, no sabes donde queda el comedor.
Marcela dejó unas pocas carcajadas, su nueva amiga tenía razón, habían estado caminando en circulas por un rato.
No lo sabía con certeza, pero inconscientemente Marcela intentaba acostumbrarse al lugar, a pesar de ser envuelta completamente por sus pensamientos por momentos, como el hecho de a pesar de estar lejos y solo haber pasado un día, intentaba olvidarse de lo que ocurría afuera, de su familia, de las consecuencias que esto podría traerle a futuro.
La castaña sabía que si quería sobrevivir en este recinto, debía adaptarse cuanto antes y no mostrar debilidad en ningún momento, así había sido siempre y en esta ocasión no podía ser diferente.
Muy a pesar de haber congeniado con su primera compañera y quizás primera amiga, lo cierto es que no podía fiarse de nadie aún, Marcela veía a su alrededor, veía jóvenes de su edad, algunos mayores, otros menores, hombres y mujeres por igual.
Miradas frías, miradas molestas, otras vacías, algunos pocos parecían pasarla bien, el patio estaba repleto, jóvenes jugando futbol, otros golpeándose o molestándose, algunos sentados fumando, otros simplemente paseando o sentados conversando.
Parecía una mañana tranquila, los colores negro y rojo se hacían presentes, al igual que los gendarmes que merodeaban el lugar, guardas en cada esquina, en cada piso y por los techos, vigilando con ojo de halcón cualquier paso en falso.
La chica desconocía como funcionaba el establecimiento por dentro, pero intriga e interés no le faltaban, necesitaba conocer más.
Su objetivo realmente no era escapar, sabía que eso no valdría la pena, sería un esfuerzo en vano, debía conocer como funcionaban los diablos, volverse parte de ellos y lentamente escalar.
Con algo de suerte Camila le serviría para aquel fin y no solo eso, quizás si resultaba ser de confianza podría acompañarla a la cima. No era solo eso, sentía curiosidad por las relaciones externas con aquel otro reformatorio, los vestidos de azul, los máximos rivales, si había algo de por medio que estallara y donde pudiera destacar, realmente todo le servía.
Solo se limitó a seguir a su amiga hasta el comedor mientras craneaba las posibilidades, pero aún era temprano, debía tener paciencia y por sobre todo.
-Llegamos Chelita, estoy muerta de hambre.
Debían comer algo, no se podía pensar a gusto con el estomago vacío.
-Ya te dije que no me dijeras así.
-Aliviánate, deja de ser tan pesada.
Camila dijo aquella mientras le pegaba unas palmadas en la espalda a su compañera, con una confianza y valentía digna conociendo el temperamento de esta ultima.
Marcela solo se limitó a dedicarle una mirada de disgusto.
-Uy...
Murmuró la molestosa chica de forma burlesca aunque comprendiendo que no era buena idea colmarle la paciencia a su amiga.
-No me wei' que hay fila.
Exclamó la ojiverde observando la gran cantidad de personas que esperaban a tener su desayuno.
-Supongo que solo queda esperar, amiga mía.
Camila dijo esto rodeando el cuello de Marcela con su antebrazo, en un intento de abrazo para calmar las aguas.
-Que confianzuda...
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