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5to. El comienzo del invierno y nuestro hogar.

un sketch rápido hecho por mí en la multimedia xd ;; continuación del día dos.

El vidrio se encuentra bastante empañado y, aún así, Katsuki puede percibir como pequeños copos de nieve caen, manchan la tierra que hace tiempo dejó su verdoso tono para pintarse de blanco y gris. Acompañan a la pequeña ventisca fuera, que poco a poco se está tornando más fuerte...

Y ella solo puede preocuparse por este hecho.

Si se lo pone a pensar, en otro momento eso hubiera significado nada. Quizás montones de ropa nueva, festividades y bailes exóticos donde el principal objetivo era ser cortejada por chicos, divertirse con algunas amigas y beber.

Su mamá la hubiera despertado, habría hecho algún que otro comentario sobre lo hermoso de la nieve y luego, la vestiría con sus mejores ropajes. Más tarde, los sirvientes se hubieran encargado de darle de comer y una institutriz de instruirla, iría a danza, quizás habría leído algún libro para entonces. Y a la noche, a dormir temprano.

Su panorama se ha vuelto completamente diferente en estos tres meses. En lugar de estar en una ostentosa casona, rodeada de excéntricas mujeres y refinados caballeros, se encuentra en una pequeña cabaña de madera donde apenas y cabe su vida... y la de Kirishima.

Kirishima. Bakugō siente un escalofrío. Esa idiota salió sin avisarle y esa es la única razón de su divagación. Está preocupada, un tanto ansiosa, tamborileando sus dedos contra el tablón de mesa y atenta a su alrededor.

—Está haciendo mucho frío —murmura para sí la cohibida rubia.

Se resopla molesta. ¡Y es que, si aquella mujer no osa regresar en la siguiente media hora, iría a buscarle y volvería arrastrándola por los cuernos! Ayer ya habían salido a cazar y tenían comida y agua para la semana y más, ¿por qué se había ido sin avisarle? ¿Tenía que verse con alguien más? ¿Le habrá pasado algo y por eso tardaba tanto?

¡Agh! Estúpida semi dragón, estúpido todo.

Solo cuando distingue un pequeño temblor fuera, se permite soltar un suspiro de tranquilidad. Podía significar muchas cosas, en realidad, mas en el fondo sabe que solo es el regreso de la atolondrada pelirroja.

Días conviviendo con ella le han enseñado las muchas mañas de esta, y su cercanía y coordinación se hicieron demasiado buenas desde entonces, mas ese es un tema aparte. Ahora solo está molesta.

—Katsu, volví —llama la morena con extraña calma, ingresando. Y la rubia frunce el ceño en respuesta—. Tarde porque comenzó a nevar allá fuera y —un poco de vaho sale de su boca cuando tose. No es fuerte, sin embargo, como si fuera el inicio de una gripe—. Lo siento, yo...

—¡Usted es una estúpida! —Katsuki toma a Eiji por su muñeca y la jala más adentro—. ¡Está congelada, imbécil! ¿Y por qué demonios te fuiste sin decirme nada?

Tira su morral en la mesa—Perdona, es que quería...

—¡Me da igual lo que querías! Ven aquí.

❄️❄️❄️

En los próximos cinco minutos, Katsuki se ha encargado de regañar a la pelirroja, de llenarla de pieles para calentarle y de dejarla en la alfombra, frente a la ardiente chimenea, mientras se sienta a su lado a leer un recetario. Le dio uno que otro golpe también, por descuidada.

Y Eiji solo se dejó hacer, algo triste por haber preocupado a su menor y un poco feliz por esto mismo. Era un proceso quizás tedioso, pero Katsuki se estaba abriendo lentamente a ella, y eso le resultó muy bonito.

—¿Huh? ¿Qué tanto me mira, pelos pinchos?

Sin darse cuenta, Kirishima estuvo observándola más de lo que debería. Contemplando sus rubias pestañas revoloteando con cada parpadeo, su joven y blanca belleza como la de ningún otro ser, como si fuera un preciado tesoro. Pero Bakugō se está volviendo más para ella que cualquier otra cosa o persona, por lo que se anima a soltar con descaro:

—Siempre me pareces un bello ser de invierno.

—Aish, ¿otra vez con eso?

Kirishima asiente arrugando su nariz y sonriendo, mostrando sus afilados dientes. Katsuki, en respuesta, solo le da un pequeño empujón con el pie.

—¡Ay! ¡¿Dónde quedó todo el cariño y el amor...—Comienza a dramatizar. Y otra ligera patada la detuvo.

—¡Cállese! ¡Deje de ser tan boba! Se supone que eres la mayor aquí, así que actúa como tal.

Kirishima hace un puchero, dirigiendo su vista al suelo. Ese suele ser un reto constante de la joven, quien solía ser bastante más recta (y chillona) que ella.

No le hiere, al menos no mucho. Sabe que la diferencia de edad es notoria cuando compara sus extensas vivencias con la de la chica, tener poco más de treinta años (¡Por fin, supo qué venía luego del veintinueve!) y un historial en ese bosque hacían la diferencia con quien parece, vivió en una burbuja burguésica desde que nació.

Katsuki repasa su mirada por la casa, hasta dar con el morral de la morena—¿Y qué demonios trajo allí?

—¡Oh! —Kirishima se levanta, abandonando sus mantas en el suelo para tomar la cartera—. Hoy salí a buscar algunas cosas para estos días. Fue difícil, me está costando cambiar de forma, pero- ¡Mira! —Saca, uno a uno, los objetos que fue comprando—. Te conseguí algunos granos de café, algún otro libro que parecía interesante…

—¡Kiri-... ¡Deje de darme tantos regalos! —exclama, ruborizada hasta las orejas.

—Me gustaría poder traerte más, en realidad —confiesa con naturalidad, sacudiendo una bolsita—. Sé que te gusta bailar, así que intenté traerte algo de música, me fue imposible por…

Katsuki la interrumpe, abrazándola por la cintura. Ocultando su rostro en el pecho de la otra. Está muy avergonzada, maldición, la odia por desembocar su corazón de tal forma y por pensar en su bienestar.

—Gracias, en serio —susurra aún oculta. Logra que Eiji se sonroje un poco—. ¿No... no se supone que tendrías que estar hibernando o algo así?

—Nah —se aferra más a la otra, feliz—. Invernar es diferente. Lo hago encerrada en esta cabaña, a veces duermo por días, pero como no soy una semi oso...

—... Y suelo estar sola —continúa, tras una pequeña pausa—, por lo que acaba siendo aburrido y meh.

Katsuki asiente a la historia, cabizbaja. Si bien, desconoce de muchísimas cosas del pasado de la semi dragón (y ella del suyo), sobreentendía que Eiji, además de cariñosa, era un tanto solitaria. Y por eso desea hacerla sentir lo más cómoda posible con su nueva vida.

—Prepararé un poco de café para ambas —musita Bakugō, rompiendo el silencio—. O mejor, tú muele los granos y yo herviré el agua.

Kirishima lo acepta, sonriente de poder compartir momentos con su nueva amiga y compañera. Parecía ser que ya no pasaría sus inviernos tan decaída, que podría dejar de odiarlos por su soledad.

Y la rubia no dirá que no extraña las comodidades de su vieja vida y que no añora un rato junto a su familia, porque sería mentir. Pero simplemente sabe que no es momento de regresar, y quizás no lo sea por mucho tiempo.

Así que se centra en el ahora, donde comenzó a formar un hogar con alguien a quien le tomó más cariño del que le gustaría admitir.

Acabaron ambas bebiendo una taza (Eiji ni siquiera sabía que tenía vajilla bonita en su desorden) de café, frente al danzante fuego que las hipnotizó lentamente. Hablaron un poco más de ellas antes de dormirse en el suelo, con Katsuki utilizando a la morena de colchón y Kirishima a su menor como un peluche.

- lamento el atraso ;;; cliché jiji pero sentí que podría sacarle más provecho al día dos.
palabras totales: 1250.

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