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2do. La cazadora y su acompañante.

Si se lo pone a pensar, los inviernos siempre le fueron complicados. Con esas noches extremadamente largas y aburridas y esos días de poca comida, no es algo nuevo para Eiji Kirishima, mujer semi dragón con más años de los que sabe contar e imponente apariencia.

Ella, a pesar de tener una vida bastante freelancer, se ha hecho de una pequeña rutina para organizarse en su desorden otoñal. Le sirve para mantener tiempos, no morir de hambre o de frío y llegar a invernar a su cabaña, a la que pronto debería de recluirse.

Algunas veces, sin embargo, gusta de salir a dar paseos nocturnos. ¿Por qué no? Sobrevolar la zona sin su forma completa de dragón y estirar las extremidades antes de dormir.

Todo transcurría normal hasta que dejó de estarlo.

En tierra y por el bosque, luces luchan contra la de las estrellas y se dejan oír en la penumbra. ¿Oír? Llaman la atención de la pelirroja, quien se encuentra con un panorama aéreo poco común.

Eiji no lo sabe, pero aquella rubia está escapando lo más rápido que sus piernas le permiten, en tanto una horda de personas la persiguen en busca de su captura. Y curiosea sin intervenir por el momento.

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Katsuki es ágil a pesar de llevar algunas pocas cosas encima, años en las danzas clásicas la están favoreciendo y hace que tome bastante ventaja de sus persecutores. Es liviana con el aire, su larga cabellera rubia revolotea por el viento al igual que su vestido blanco.

En un despiste, cree que no podrán alcanzarla y se detiene a descansar escondida, encogiéndose sobre sí. No escucha a nadie a su alrededor, así que tiene un ápice de tranquilidad.

Mas este no dura mucho.

De la nada, algo aterrizó a sus espaldas. Y no se siente como una pequeñez, percibe que ese algo o alguien es imponente, gigante. Logra que ella voltee con una mueca de susto, casi paralizada.

—Hey, ¿por qué estabas corriendo?

Conversa la enorme mujer. A la chica no le fue difícil adivinar la especie del ser, con los cuernos azabaches que salen de su frente, y la cola y alas escamosas y carmines que salen de su espalda. Va descotada a pesar del frío, utilizando lo que parecen harapos. Y apenas se distinguen sus facciones, pero está en paz.

—¿A-a usted q-qué le importa, metiche? —Replica, aunque jadeante, a la defensiva.

—Wowowo —Hace un ademán con sus manos, acercándose y logrando que la otra retroceda—. Cálmese, yo solo trato de ser amistosa aquí.

—Me- uff, métase su amistad por el-...

Mas no acaba la frase porque no puede. Eiji la toma fuertemente por los hombros y la estrella contra un árbol, sacándole un gemido de susto y dolor. Posa sus gruesas manos en la boca de Katsuki, acallándola.

—Shh, te van a escuchar —susurra sobre el rostro de la otra. Y es entonces cuando una horda de personas se dejan oír, corriendo por el sendero con apuro y maldiciendo a diestra y siniestra.

Sorprenden a la rubia por no haberlo notado antes.

Cuando esos desconocidos por fin se alejan de allí, pasan algunos segundos antes de que la semi dragón suelte a la más pálida, quien casi cae rendida. Sus piernas flaquearon sin quererlo.

—Por nada —habla parsimoniosa—. ¡Qué noche loca ha de estar viviendo usted! Los vi persiguiéndote cuando sobrevolaba la tierra, y me dije "Kirishima, tienes que intervenir" —Explica, pero no recibe respuesta, solo un gesto sobrador—. ¿Por qué te estaban persiguiendo esas personas?

—No es algo que le interese...

—Pero, tú estás-...

—No.

—Con que esa tenemos, ¿ah? —Eiji se abalanza, mostrando las garras, casi cortando la tersa piel del cuello contrario. Es muy amenazante, lejos de la primera apariencia simpática—. Me parece que no nos estamos entendiendo —Y su rostro se oscurece—. Deme razones para no entregarte a esas personas y yo la dejaré en paz.

—¡¿Ah?! ¡Por qué debería darle explicaciones a una feno- —Se frena cuando percibe un ligero rasguño, punzante.

—Eres obstinada, cielo —Acaricia su mejilla con el pulgar—. Si te devuelvo... podría ganarme algunas monedas de oro, tal vez algo de buenos bienes... ¿Qué dices? —La observa con autosuficiencia—. ¿Cooperas o —Señala por donde habían ido las personas.

Katsuki traga duro. Tiembla, porque sus opciones son limitadas y en los rojizos ojos de la mujer solo ve sinceridad. Aunque en otro momento y con una persona normal, lucharía con uñas y dientes... estamos hablando de una criatura mil veces peor. Y no desea morir, al menos no esa noche.

—¡Ugh, coopero solo si me suelta! ¿Bien?

—¡Bien!

Kirishima retrocede un poco, pero no lo suficiente para que la otra huya. Se interpone entre ella y la libertad, con algo de relajación en su persona. A Katsuki no le queda más que recomponerse y dialogar.

—Mi familia... querían que me casara con un hombre rico y me negué. Huí, pero lograron darse cuenta de que faltaba y salieron a mi búsqueda, llevamos toda la noche en esto —Desvía la mirada, no iba a implorar ni a detallar nada—. Eso es todo.

—¿Eh? ¿"Eso es todo"? —reitera, levantando una ceja—. ¡Pero qué cliché! —Ofende sin querer, ganándose un ¿¡AH?! de la contraria—. Me esperaba algo más... no sé. Que eras un bello e inocente ser del invierno escapando de los viles humanos que buscan darle muerte a lo desconocido.

—... ¡¿Pero qué mierdas dice?!

—¿Que me pareces un hermoso ser del invierno?

—...

La chica le da un fuerte manotazo en el hombro, causándole risa a la morena por sus gestos. En realidad, ella no aparenta ser tan amenazante como había demostrado antes. Sus filosos dientes no parecen hechos para morder y sus ojos desprenden cierto fulgor.

—¡Bueno, bueno! —Contiene su reír—. ¿Y qué es lo que hará desde ahora, señorita...

—Bakugō, simplemente Bakugō —Escupe—. Y no lo sé, algo se me ocurrirá más adelante. Chao.

—Ow...—Pucherea—. ¿No va a preguntar mi nombre al menos?

—No me interesa.

Titubeante, y sin nada más por declarar, Katsuki comienza a caminar lejos, sin mirar atrás. Y Kirishima está, extrañamente, triste por esto. Sin embargo...

Una vela se enciende en su cabeza y una enorme sonrisa, más ancha que la anterior, se pule en su rostro.

—¡Entonces, Baku! —Interrumpe la huida contraria, sobresaltándola—. Si no tiene nada que hacer, ni dónde ir, le tengo una jugosa oferta para hacer.

¿Baku?—¿Qué... qué demonios desea ahora? —Voltea a verle con hartazgo.

—Es que —Juguetea con sus dedos—, resulta que los días están siendo un poco complicados para una semi dragona solitaria como yo. Suelo estar agotada de tanto cazar y-...

—Vaya al grano —Pide, cruzándose de brazos.

—Podría... trabajar para mí, limpiando mi casita a cambio de cobijo —Suelta, como si fuera una genialidad—. ¿Eh? ¿Eh? ¿Qué dice?

—... ¿¡HUH?! ¡De ninguna manera! ¿Es que está usted loca? Adiós.

Katsuki refunfuña ante tal descaro, alejándose con ningún rumbo especifico por el tenebroso bosque. Debió de haber planeado su escape mejor, se putea.

Y Kirishima claro que la persigue, porque sabe que tarde o temprano, la hermosa rubia caerá a sus encantos —o se resignará a su pedido, dicho de otra forma—. No dejaría que algún monstruoso animal la dañe, de paso, y su noche se ha tornado divertida por ella.

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Eiji odia los inviernos pero, si tiene que decir algo que aborrece mucho más, sería tener que asear su cuchi- hogar.

Las dos mujeres tuvieron un pequeño "paseo" entre árboles y arbustos espeluznantes, hasta que la rubia pareció hartarse —quizás de Kirishima, quizás de tanto caminar— y acabó cediendo a la petición bajo la condición de que solo será por un día.

¿Cuántas opciones tenían una fugitiva como ella, de todos modos? En medio de la noche, siendo mujer... Definitivamente, era lo mejor dentro de lo peor.

Entonces, y con una sonrisa, la semi dragón la tomó por la cintura para escoltarla. La elevó casi hasta el cielo, cosa que le provocó vértigo a la humana; pero no sabe si sus mareos son por las alturas o por el miedo de lo que se avecina.

Mierda. Solo quiere dormir en su mullida cama y despertar de esta jodida y subnormal pesadilla, mas parecía que las cosas no acabarían así y la incertidumbre del futuro la enerva.

Llegan a una casa escondida en el bosque, una cabaña perdida entre los sauces y las hierbas que luce horripilante. Es de madera oscura, con una pequeña chimenea saliendo de sí, y está todo oscuro por dentro, frío.

—Ugh, suélteme —Pide al pisar tierra, sacudiendo sus ropas—. Y no vuelva a tomarme así.

—Va va —se encoge de hombros—. Suelo... estar sola, ¡así que disculpe el desorden, pero...

Kirishima empuja la puerta con ganas, la cual se azota por no estar trancada —una de las palabras que describen a Eiji es ser confianzuda— y se vislumbra un interior... que deja mucho que desear.

—... no me conocen por ser muy limpia! —Acaba la frase.

Katsuki se queda sin aliento, evaluando el lugar con un rostro lleno de impresión. ¿En verdad van a...?

—¡Usted es un puto asco!

—¡Hey, hey-! ... Bueno, sí soy, aish. Es que- ¡limpiar es muy aburrido! Pero, juro que no hay plagas, me encargué de ellas yo misma.

Kirishima le permite el paso y a Katsuki, muy a su pesar, solo le queda acceder. No dice nada porque está demasiado agotada, pero su cara de asco habla por ella.

La anfitriona prende unas velas y acomoda un poco la zona en silencio, saliendo en busca de algo y volviendo a entrar con sus manos llenas de heno —que quién sabe de dónde consiguió—.

—Mire, su majestad —Eiji señala una esquina—. Le prepararé la paja más cómoda y linda que tengo, con tal de que mañana este descansada y podamos entendernos mejor.

¿Paja?

—... ¿Disculpe?

—¿Dónde cree que dormirá si no es un monto de paja? O puede dormir conmi-

—La paja.

La pelirroja asiente y cumple con su palabra, dándole unas mantas para que pasara mejor la noche en el lúgubre lugar. Luego, se acuesta para despedirse con un «¡Descansa, bonita!» antes de caer profundamente dormida.

A la rubia, sin embargo, le tomó más tiempo conciliar el sueño. No estaba tan incómoda en su extraña cama, pero la situación si que era muy insólita como para procesarla rápido. Estuvo cavilando una forma de salir de esta.

Para cuando despertó a la mañana siguiente, lamentándose de su existencia en secreto, Kirishima la esperaba con un desayuno de apariencia extraña sobre la mesa y una sonrisa en el rostro.

La esperó para platicar sobre su trato que, Katsuki añora y en teoría, no debía ser tan largo.

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A los dragones suelen gustarles las joyas, lo brillante y lo perlado, y Eiji no data de ser la excepción a la regla.

Sin embargo, ella posee de pocos tesoros como tal. Su colección trata de ser un espejo dorado, un precioso collar, varias monedas de oro y piedras preciosas que consiguió en alguna travesía, guardados recelosamente en un cofre sellado.

«—Puede tocar todo lo que quiera, pero no revise bajo mi cama mientras no estoy. ¡Nos vemos!».

Ha pasado del medio día cuando Katsuki, ya cansada de trapear y lavar las cosas, y hambrienta por no consumir nada desde ayer, decide darse un respiro para sentarse a divagar.

Relativamente, Kirishima —de quien, solo sabe que se llama Kirishima— parece ser alguien de confianza. ¡Hasta le dejó la puerta abierta para que salga y se vaya cuando quiera! Solo que la rubia tiene un orgullo alto y una palabra que mantener —y tampoco sabe dónde queda el pueblo más cercano.

Como sea. Se supone que pronto terminaría esto y podrá iniciar una nueva vida libre... quiere creer.

Su vista se dirige a la desordenada cama de la pelirroja, es la única zona en la que decidió no hurgar. Y no se considera alguien chusma en realidad, pero la tentación de echar un vistazo es grande.

Curioseó bastante en el hogar de Kirishima, verdaderamente. Encontrando desde grandes huesos hasta ropa y trapos. Katsuki nunca antes se encargó de una limpieza tan exhaustiva, siempre tuvo de sirvientas que se encargaban de todo por ella.

Pero ya no más, al parecer. Y reharía su vida con lo que pudiera.

No pasa mucho para que la morena regrese a su casa. Lo hace con un morral de tela lleno de alimentos y su ropa espolvoreada en tierra, con su picudo cabello revuelto y un típico ceño amistoso.

—¡Volví! —advierte, ingresando abrupta como ella sola.

Tch, hola —Saluda con calma y cruzada de brazos, mirándola con el ceño fruncido—. Acabé mis putas labores, ¿ya me puedo ir?

Kirishima echa un vistazo rápido a todo a su alrededor y suelta un silbido, maravillada por como dejo de limpio su hogar. ¡Parecía otra choza, incluso, con estas pintas!

—¡Eso veo! Hiciste un muy trabajo aquí —dice con una sonrisa, gesto que se le contagia momentáneamente a la otra—. ¿Qué tal si almorzamos y luego la llevo al pueblo?

Como si la mención de comida lo hubiera invocado, su estómago ruge—Bueno.

La pelirroja asiente y de su bolsa morral, empieza a sacar algunos alimentos. Panes y frutas, especialmente.

—Me lave las manos, ¿bien? —comenta sin observarle—. He ido al pueblo por comida más apta para un humano.

—Ah.

—Y he visto algunos comercios que necesitan de empleados, creo que podría servirle.

La rubia asiente, soltando un ligero suspiro del que cree su alma escapa. Está mareada. Y es cierto que no puede hacer algo más que empezar a trabajar, a pesar de tener varios estudios y, a sus dieciocho años, ser bastante inteligente.

Pero sus padres habían jodido todos sus sueños de independencia con un matrimonio sin elecciones y eso aún la mantenía furiosa.

—¿Hey, se siente bien? —cuestiona, acercándose más de la cuenta para medir su temperatura—. la veo muy...

—¡Ay, aléjese! Sí, estoy bien —exclama, dándole un fuerte manotazo—. Ay...

—Yo solo quería...

—¿Qué? ¿Ayudarme? ¡Pues no necesito de su ayuda! ¡Yo no necesito de nadie más que de mí misma! ¿¡Bien?!

Kirishima asiente pasmada y muda, porque no sabe cómo reaccionar. Bakugō está temblando y tiene las pupilas dilatas, está fría y no por el clima. Le preocupa demasiado.

 Sabe —o supone— que la muchacha no quiere decir eso en realidad, que su inestabilidad emocional se debe a que se siente traicionada por su familia. Y es entendible, nadie querría eso en su vida...

Decide dejarla comer en paz, sin observarle más de la cuenta. La chica parece reacia a llorar, como si estuviera conteniendo un mar de emociones y eso, por alguna razón, le duele.

Esta vida no era fácil para nadie y, si se lo pone a pensar, mucho menos para una mujer joven y bella. Y Bakugō realmente se le hace hermosa, con su tersa y blanca piel y sus filosos ojos rojos. Con su largo y cenizo pelo...

Una idea se le cruza por la mente, entonces, para ganar tiempo con ella.

—Oiga, señorita Bakugō...

—¿Qué?

—Cuando acabe de comer, ¿quiere... puedo cortar su cabello? Quiero decir, así será más difícil reconocerle en caso de.

—Mmmh, está bien —dice con las mejillas llena de comida.

Eiji no probó bocado ese día. Y nada más la otra le dio permiso, se puso manos a la obra, utilizando una especie de daga. Sintiendo como la tensa chica bajo sus manos se iba relajando poco a poco.

Ha hecho esto antes consigo, aunque fallando por no poder verse. No debía ser muy difícil en alguien más...

Y no le queda mal, de hecho. Con su pelo picudo por sobre los hombros, le da otro aire.

💮💮💮

Katsuki odia sentir miedo, odia verse débil con toda su alma. Percibir como el sudor frío baja por su cuerpo y como su corazón y estómago se sienten vacíos y revueltos al mismo tiempo.

Tal como está ahora.

En eso de las seis de la tarde, Kirishima decide que es momento de llevar a la joven al pueblo cercano. Uno donde Bakugō le dijo que no conocía o recordaba conocer a alguien, perfecto para una fugitiva.

La deja en las afueras de este, vestida con su vestido blanco y una caperuza negra que Kirishima decidió regalarle. Es todo lo que puede hacer por ella, o al menos es todo lo que ella le deja hacerle.

—He traído algo de dinero conmigo, creo que podré alquilarme una pequeña habitación y... el resto será historia —Bakugō cuenta sus planes a la mujer, quien parece preocupada por su bienestar.

Eiji asiente con una sonrisa decaída.

—Ojalá le vaya bien, en serio —desea en voz alta—. Supongo que, nos- Adiós.

—Sí... adiós.

Kirishima asiente una última vez para dedicarle una mirada, bajo la luz del sol que está desapareciendo, confirmando lo bella que es la chica. Y se voltea para caminar cabizbaja, olvidando por unos segundos que habían llegado volando.

Y Katsuki la observa irse así.

En el fondo, ninguna entiende por qué presienten que les falta algo, como si precisaran de un poco más de la otra. A Bakugō no le gusta este nuevo sentir...

—¡Oiga! —Alza la voz la más joven, sin moverse de su lugar—. ¡En serio se lo agradezco, señorita...

La morena voltea con apuro—¡Eiji! Ajam. Ehm... Me llamo Eiji Kirishima —le dice con una sonrisa más calmada.

—... Katsuki, Bakugō.

—Es un bonito nombre para alguien bonita —halaga.

—Aish, cállese —Baja la mirada, aunque complacida, ruborizada.

Se quedan esperando a que algo más pase otra vez... Y ahora es Eiji quien rompe el silencio, calmada y acercándose.

—Hey... Lo cierto es que en estas épocas estoy muy complicada con el trabajo y... bueno, seguro no sabes hacerlo pero, ¿quieres aprender a cazar y ser mi acompañante?

Un bufido en gracia sale de los labios de la rubia, quien se posiciona erguida frente a la otra.

—¿Huh, en serio...? Seguro lo haré mejor que tú, pelos pinchos.

—¡¡Oye!! Ja, quiero ver que lo intentes.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de ambas, una algo satisfactoria.

Este sería el inicio de nuevas aventuras, junto a alguien con quien sintieron una rápida conexión.

- siento que hubo algo de ooc djdbdjdbdj perdón, ya dejo de hacer finales abiertos y de poner a kiri grande (no.) Y perdonen lo feo del asunto jeju.
palabras totales: 3000.

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