Los pasos de Claire se oyen a lo lejos, perdiéndose en la oscuridad.

Me detengo por un segundo a pensar porque la mujer que afirmaba que la habitación gris está cerrada hace años, acaba de ingresar por su puerta en medio de la noche. El campaneo de la llave dentro de su bolsillo es tan fuerte que hace oscilar las ventanas. Mientras persigo su figura en la oscuridad absoluta, me percato de algo: se dirige en una dirección contraria a su habitación. ¿A dónde es que va?

La pregunta danza en mi cabeza.

Su figura se mezcla con la nada misma y no alcanzo a ver con claridad. El sonido de la llave dando vueltas dentro de su saco color verde ceniza es mi única guía hacia ella. Creo que balbucea mientras camina, pero por mucho que lo intente, no logro escuchar lo que sale de su boca.

Pasamos por las habitaciones de todas las criadas de la casa, y Claire no ha detenido su marcha. 

- Más despacio.

Mi voz raspa mi garganta advirtiéndome que pause mi andar. Pero estoy demasiado ansiosa como para controlar mis piernas.

Claire se detiene al final del pasillo y su cabeza se inclina hacia el suelo. Parada desde donde está, flexiona sus piernas y se agacha sobre el frío piso de madera. Desplaza un trozo de roble del suelo y desliza dentro la llave que acaba de tomar de su bolsillo. 

Es el escondite de la llave.

Vuelve a deslizar la tajada de roble y cierra el espacio que se abrió en la superficie. Su mirada siniestra impregna el aire espeso entre nosotras. De repente, frena su andar.

- ¿Quién anda ahí? ¿Irene eres tú? Sabes que lo hago por Gretel.

Su voz se oye distante, pero está a pocos metros de mí.

Yo estoy parada a un costado del pasillo, sin poder creer las palabras que salen de su boca. ¿Qué tiene que ver Irene en todo esto? ¿Y qué se supone que hace por mí?

- Puedo verte Irene, sal por favor.

Me siento acorralada entre confrontarla o volver sobre mis pasos con sigilo. Mi miedo a que la Sra. Marci se entere de que he salido a altas horas de la noche al jardín y prohíba mis encuentros con Finn, me inclina a tomar la segunda opción.

Confío que la oscuridad del pasillo camufla mi rostro y avanzo hacia el comedor sin mirar atrás.

Efectivamente pierdo los pasos de Claire, que debe haber ido a su habitación, para que nadie note su ausencia.

El pulso me tiembla en la mano mientras me acomodo en la silla del comedor sin éxito. Me reconforta pensar que al menos he descubierto el escondite de la llave que abre la habitación gris. ¿Debería entrar? ¿Habrá respuestas sobre el muerto en el jardín? ¿Y si sólo desde allí puede verse el cuerpo?

En este momento tengo muchas dudas, pero solo una cosa es cierta: Claire ha mentido sobre la habitación gris.