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16| Hablar con franqueza

Jaehyung siempre se había considerado un chico afortunado. 

Tenía unos padres que estaban orgullosos de él, aunque a veces eran un poco estrictos. Con su hermana mayor se llevaban muy bien; ella era prácticamente su mejor amiga.

Mientras estuvo en la escuela, se había destacado en varios deportes. No era el mejor estudiante, pero siempre figuraba entre los que sacaban las calificaciones más altas. Todos sus compañeros lo querían y no había una sola persona que no quisiera pasar tiempo con él.

Se había enterado de las audiciones de UF Entertainment por un amigo suyo, cuyos padres lo habían invitado a pasar unos días en su casa de campo ubicada en Daegu. A Jae jamás se le había pasado por la cabeza que ser idol podría ser un trabajo que de verdad disfrutara.
La verdad, ni siquiera había decidido qué carrera seguir en la universidad.

Las discusiones con sus padres siempre se iniciaban con ese tema: qué iba a ser de su vida cuando acabara la preparatoria.

Al principio, Jae huía de las altas expectativas de su familia, poniendo excusas o tratando de evitar los sermones y las charlas motivacionales. Sin embargo, de alguna forma u otra, terminaba cediendo a sus deseos y les daba algo más de lo que sentirse orgullosos.

Cuando comenzó a vivir con los demás aprendices, sintió que un gran peso era quitado de sus hombros.
No se había dado cuenta de lo estresante que era mantenerse dentro del molde.

En pocos meses, sus compañeros de trabajo se convirtieron en la brújula que necesitaba para navegar en las turbulentas aguas de la adultez.

Ellos no lo sabían, pero les debía mucho.

Volviendo al asunto de sus padres, Jaehyung tenía miedo.
Toda su vida le habían dicho que era un hijo amado y que, sin importar qué camino decidiera tomar, su familia lo apoyaría y acompañaría en el proceso.

Sin embargo, sus gustos no eran una decisión y la imagen que sus padres tenían de los homosexuales no era para nada positiva.

Desde que empezó con su autodescubrimiento, no había parado de pensar en ello. En si la forma en la que lo veían también cambiaría después de su revelación.

¿Seguirían amándolo sin importar nada? ¿Romperían su promesa y comenzarían a fingir que jamás tuvieron un hijo?

Una de las razones por las que le gustaba tener la agenda ocupada era porque evitaba pensar demasiado.

Si se quedaba hasta tarde ensayando una coreografía, no tendría tiempo para desvelarse con preguntas mientras miraba el techo de su cuarto.

Una reunión con los miembros del grupo era menos agotadora que una llamada a casa de su familia, en la que su padre le rogaba que les presentara a alguna chica y su madre le recordaba los requisitos que debía cumplir para ser una buena esposa en el futuro.

Aquello solía molestarle porque los consideraba entrometidos, pero no podía evitar soñar con la idea de una hermosa mujer y algunos hijos a los que cuidaría como si fueran oro.
Sabía que sería un buen padre si se lo proponía.

Pero ahora todo era diferente.

Ya no imaginaba el día de su boda, ni el nacimiento de sus inexistentes hijos. Ni siquiera podía pensar en hacer lo que sus padres esperaban de él.

Y sabía que no era su culpa, pues uno no decide de quién enamorarse.

Pero su ansiedad se iba a mil cuando recordaba que en algún momento tendrían que saber la verdad. Incluso si jamás les contaba, ellos se enterarían.

Porque, para ser realistas, esa es la clase de cosas que no pueden ocultarse por mucho tiempo.
¿Qué pasaría cuando llegase a los cuarenta años sin haber formado una familia?
Dudaba mucho que la imagen de soltero codiciado pudiera salvarle el pellejo.

Su madre empezaría a hablar con sus amigas y vecinas. Le arreglaría citas a ciegas con chicas a las que no estaba dispuesto a ilusionar en vano. Su padre seguro se reiría, aunque terminaría dándole consejos sobre cómo endulzar los oídos de mujeres desesperadas por no morir solas.

Su vida era buena, pero a veces deseaba que no fuera suya.

—Y entonces tuvimos que enterrarlo en el desierto de Atacama.

Oh, lo había vuelto a hacer. Se perdió tanto en su mente que olvidó prestar atención a la historia que Uli le estaba contando.

—Eso fue muy triste —comentó, tratando de disimular el hecho de que no tenía idea de lo que hablaba.

—Ese alacrán estuvo a punto de matarme. Enterrarlo fue lo más humano que pude hacer con él —bufó, dejando a un lado los huesos del pollo que habían acabado—. ¿Qué te tiene tan distraído, Lee?

—Estaba pensando.

—¿En el comeback?

—No exactamente.

—Son tus padres —soltó sin titubeos.

Jaehyung quedó helado.

—¿Cómo lo sabes?

—He estado en tres relaciones desde que llegué aquí —explicó, cansado y con la mirada puesta en sus manos que descansaban sobre la mesa—. Dos de ellas acabaron con el típico «¿Qué pensarán mis padres cuando sepan que me gusta un chico?»

El corazón de Jaehyung dio un vuelco. Sentía que en cualquier instante saltaría de su pecho.
Procuró mostrarse tranquilo.

—¿Y qué hay de la tercera?

No le importaba saber, pero necesitaba distraerlo. De hecho, enterarse de los ex novios de Uli estaba al final de su lista de deseos.

—Quería ser actor —se cruzó de brazos, pero su mirada seguía perdida—. Te sorprendería lo mucho que está dispuesto a arriesgar alguien que persigue sus sueños. Yo quise ponerme en sus zapatos, incluso si me dolía. Entendí que no se puede triunfar en un mundo donde ser quien eres perjudica tu carrera. Así que terminamos con la excusa de que quería crecer en el mundo del espectáculo.

—¿Y lo logró?

El menor asintió.

—Le dan trabajo como actor de reparto en dramas.

—Debes odiar verlo.

—La verdad es que me alegra saber que al menos uno de nosotros logró lo que quería —admitió con honestidad, aunque Jae no dejó pasar el tono triste que abrazaba cada palabra—. Quizás en otra vida pudimos tener un final mejor.

—Pero no estarías aquí conmigo. Si te gusta estar conmigo, ¿verdad?

Una sonrisa se dibujó en el rostro del extranjero.

—Disfruto de tu compañía, más de lo que me gustaría aceptar.

—Tan lindo —expresó con una vocecita tonta e infantil, como la que cualquiera usaría para dirigirse a un niño o una mascota—. Ya que te estás sincerando conmigo, hay algo que tengo que confesarte.

Ulises apoyó ambos codos sobre la mesada e inclinó el torso hacia Jaehyung. Sus ojos quedaron fijos en los del cantante, perdiéndose en el negro intenso de sus iris.

Jae olvidó cómo respirar por unos segundos. Con Uli demasiado cerca de su rostro, no pudo haber sido diferente.
¿Cómo podía alguien lucir tan bonito con unas ojeras tan pronunciadas?

Si algo había aprendido sobre el azabache era de su mala relación con la almohada. Wooseok le comentó en alguna oportunidad que Uli solía pasar más noches en su estudio que en el departamento. Pero que el insomnio provocado por querer dar fin a pequeños proyectos solo lo habían llevado a un deterioro en su salud física y mental.

Al principio, no le pudo importar menos saberlo. Sin embargo, le daba terror que se lo tomara como un mal hábito.
Sentía la necesidad de cuidarlo, de velar por su salud y hacerle saber que, al menos para él, Uli importaba.

Por eso tenía que admitir algo que debió contarle hace mucho tiempo.

Inhaló profundo, temeroso por su reacción. Incluso cuando ya se había librado de la opinión de sus padres porque los tenía lejos, la imagen que Ulises iba construyendo dependía de lo que Jae quisiera o no mostrarle.

Era como caminar sobre un lago congelado. Sabía que corría el riesgo de caer si pisaba en el lugar incorrecto, pero no sabría cuál era la zona de peligro hasta oír crujir el hielo.

—A mí tampoco me gusta Melodrama.

—No es cierto —dijo, incrédulo—. Desde que te conocí, no hiciste más que defender esa canción de mierda a capa y espada.

—¿Sabías que mi empresa me pide que escuche el demo de las nuevas canciones antes que los chicos? —el menor negó—. La primera vez que oí Melodrama estaba en el estudio de nuestro productor. Lo único que pensaba era con qué cara le diría a los demás que esa cosa nos haría saltar a la fama. Me preguntaba si a nuestras fans les gustaría, o si la odiarían y eso las llevaría a abandonarnos. Apenas habíamos cumplido un año desde nuestro debut y estábamos bajo mucho estrés. No quería que los chicos tuvieran expectativas tan bajas con ese comeback, así que fingí que era una canción increíble para que ellos no tuvieran que preocuparse.

—Y cargaste con ese peso en silencio porque creíste que era tu tarea como líder —concluyó Kim, a lo que Jae asintió—. ¿Qué pasó luego?

—Mi optimismo no hizo que la odiaran menos, pero sabían disimular muy bien delante del staff. El video salió, a las fans les encantó y no solo ganamos la mayor cantidad de premios en shows hasta el momento, sino que es posible que nos nominen a varios daesang. Fueron unos meses muy estresantes, pero después todo comenzó a ir bien.

—Hasta que publiqué ese video —agregó en un murmullo.

—No eras el primero en criticar la canción, de hecho a ninguno de nosotros nos molestó que lo hicieras. Pero cuando dijiste que éramos unos privilegiados por haber debutado en una gran empresa, yo me lo tomé bastante personal.

—Estaba algo pasado de copas.

—Y por eso supe que lo decías en serio —Jaehyung soltó una risita nasal—. Ese día en el pasillo de tu empresa, no pude evitar sentir que te odiaba porque nos habías atacado como artistas. Pensé que si nos veías como marionetas soberbias sin educación ni respeto por el prójimo, entonces tenía que tratarte de la misma manera.

—Quisiste ser malo al no saludarnos, pero terminaste siendo peor arruinando mi equipo. Equipo que, por si lo olvidaste, todavía no me has pagado.

El rubio se cruzó de brazos y alzó una ceja, buscando un aspecto desafiante. Lástima que el menor no era alguien sencillo de intimidar.

—¿Tú nos metiste en este lío a todos y encima pretendes que pague por algo que fue un accidente? —indignado, no había palabra que lo describiera mejor—. Si no hubieras subido ese estúpido video...

—No estaría aquí contigo. Te gusta estar aquí conmigo, ¿no?

Jae sonrió.

—Más de lo que quisiera admitir. ¿Puedo preguntarte algo?

—Seguro.

—¿Por qué no te gusta que te toquen?

Uli apretó los dientes, generando tensión en su mandíbula. Los músculos de sus brazos se pusieron rígidos y fueron alejados de la mesa poco a poco. Jaehyung notó ese significativo cambio en su postura y supo que tal vez había sido demasiado.

—Olvídalo, no hace falta que me cuentes si no estás listo.

—Ha pasado mucho tiempo —dijo en voz baja—, pero las heridas de un niño se vuelven los traumas de un adulto. Sobre todo cuando son otros adultos los que no quieren creer que pasas por eso.

—¿Te molestaban en la escuela?

Ulises negó e hizo una mueca con sus labios.

—En casa, mi propio padre. Muchos niños en el mundo sufren violencia doméstica, pero son muy pocos los que reciben ayuda de verdad. Sé que eres listo, así que asumo que sabes que es él el hombre de la foto que descubriste fisgoneando en mi habitación.

—Perdón por eso, otra vez.

—Ya quedó atrás, igual que todos los años que vivimos en ese infierno. A Lina y a mí nos veía como errores, no nos tenía paciencia y descargaba sus frustraciones sobre nosotros. Mamá se llevaba lo peor por querer defendernos. El hijo de perra casi la mata a golpes una vez, ellas gritó tanto que los vecinos llamaron a la policía. ¿Sabes que hicieron al respecto? Absolutamente nada.

A medida que Ulises hablaba, sus puños se iban cerrando con fuerza sobre la tela sobrante de sus pantalones. Jaehyung se contuvo para no sujetarle la mano y acariciarla con dulzura. Necesitaba recordarle que estaba ahí para escucharlo.

—¿Por qué no hicieron su trabajo? —preguntó, tratando de disimular lo molesto que todo esto le hacía sentir.

—Él era muy carismático cuando quería zafarse de los problemas. Justificaba cada herida, dejándola a mamá como una histérica buscapleitos que necesitaba mano dura para corregirse. Como si ella no fuera su esposa, sino una carga de la que buscaba deshacerse. Mi hermana y yo hacíamos lo posible para que alguien nos ayudara, y todo lo que obteníamos era gente echándole la culpa a ella por haber elegido un mal marido y padre para sus hijos. 

—Debió ser muy duro para ustedes crecer en ese ambiente tan hostil.

—Lo fue, pero a la gente le encanta ver siempre el lado positivo. Te dicen que haber tenido una infancia de mierda te volvió fuerte, como si tuvieras que estar agradecido con tu padre alcohólico y violento por haberte dado una gran lección de vida. No solo tuve que ver a mi madre postrada en una cama con hematomas en todo el cuerpo, sino también cuidar que a Lina no le dieran crisis de vómito y llantos incontrolables durante cada maldita noche, mientras ese malnacido dormía plácidamente. Odio que me toquen porque cada vez que él ponía una mano sobre mí era para lastimarme, para burlarse de un niño que no podía hacer nada para cambiar su realidad. Porque los adultos no le creen a los niños. No, para ellos es más fácil decirse a sí mismos que no es su problema lo que pase detrás de cada puerta. 

Al finalizar la última oración, su voz tembló y se quebró en un llanto silencioso. Bajó todas su barreras para que Jae pudiera verlo como era realmente: un niño que había aprendido a batallar con sus demonios en silencio.

Mandó al diablo su promesa de respetar su espacio y sus tiempos. No era estúpido. Sabía muy bien que Ulises jamás le pediría consuelo de forma explícita, ya que hacerlo sería aceptar que el vaso con agua había colapsado. 

Se levantó de la silla y envolvió el delgado cuerpo del menor en un cálido abrazo. Dirigió una de sus manos a la parte posterior de su cabeza para acercarla con cuidado hacia su pecho, donde los tranquilos latidos de su corazón buscaban apaciguar sus crudos espasmos.

—Aquí estoy, Uli. Él ya no puede hacerte daño.

—Lo hace —la garganta le dolía, apenas podía respirar—. A través de mis pesadillas, de los recuerdos que tengo con él, en cada cicatriz que escondo bajo la ropa todos los días. Incluso cuando miles de kilómetros nos separan, él encuentra la manera de estar presente. Lo odio, lo odio tanto que no puedo evitar odiar todo lo que tenga que ver con él.

Algo dentro de Jae hizo click.

—¿Él es coreano? —Ulises asintió, apenado; no quería parecer alguien inmaduro, pero era lo que era—. Eso quiere decir que tu mamá es chilena. ¿Por qué vinieron aquí y él quedó allá, y no al revés?

—Mamá sabía que Lina y yo queríamos dedicarnos a la música. También entendía lo complicado que iba a ser allá con papá siguiendo nuestros pasos. Nunca me lo dijo, pero sé que ella quería irse adonde nadie supiera quién era. Pudo ser cualquier país, pero eligió este por el futuro de sus hijos.

—¿Y cómo está ahora?

—Mejor —se separó del rubio con lentitud, mientras limpiaba cualquier rastro de lágrimas que tuviera en las mejillas—. Trabaja en una florería en el distrito de Seocho, donde también tiene su casa. Lina y yo la visitamos a menudo cuando no tenemos muchas actividades.

—Me gustaría poder conocerla algún día. Claro, solo si tú quieres.

Los ojos de Kim se iluminaron y una diminuta sonrisa se pintó en su rostro. Era la primera vez que un chico le decía que quería conocer a su madre.

Un nudo se instaló en su estómago. No había tenido mayor avance en su vida amorosa que este, pero algo no se sentía del todo bien. Siempre había tenido cuidado con no mostrar demasiado de sí. ¿Cómo sabía en qué momento parar si jamás había avanzado tanto?

—Entonces, nosotros...

—Quiero que salgamos con la intención de ser más que amigos.

—Pero eres una celebridad, Jaehyung. En algún momento te ganará el miedo y te echarás para atrás.

—Te prometo que no será así.

—Ya escuché eso antes. ¿Tus padres saben de esto o también seré tu oscuro secreto?

Jae no respondió, al menos no con palabras. La mordida que le propinó a su labio inferior fue suficiente para el compositor que, una vez más, llegaba a la conclusión de que nadie arriesgaría tanto solo para estar con él.

¿Acaso no valía la pena?

El mayor, todavía con sus dedos jugando con los cabellos negros del contrario, liberó un quejido. ¿Por qué le era tan complicado decidir entre hacer lo correcto y hacer lo que quería?

«No quiero que mi familia deje de amarme», pensó. «Pero tampoco quiero perderte».

—Les diré —prometió, seguro de ello. Ulises inclinó la cabeza hacia atrás para poder verlo directo a los ojos—. Solo dame un poco de tiempo.

—Está bien.

No lo pensaría demasiado, pues cada vez que lo hacía todo terminaba hecho pedazos. Elegiría continuar a ciegas, al menos hasta que Jaehyung le diera una razón para eliminarlo de su vida para siempre.

Nueva semana, nuevo capítulo🎉

°•◇ ¿Qué opinan?

Creo que esperaban lo de Uli, pero no sé si tanto lo de Jae.

°•◇ ¿Hay algún personaje en el que todavía no se profundizó que quisieran ver más seguido?

En otras noticias, estoy contenta porque vi que varias personitas han agregado SMDA a sus listas de lectura y las vistas están subiendo más rápido que cuando apenas empezaba 🥹

Muchas gracias por acompañarme en este proceso 🫶🏽 Sé que no es fácil esperar las actualizaciones, así que gracias~

¡Nos leemos después!

Amor infinito para ustedes ❤️🦔

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