15| Un paso adelante
Wooseok se había ido del departamento que ambos compartían muy temprano por la mañana. El pelirrojo había estado toda la noche anterior contándole sobre cómo Yuri lo ayudaría con los arreglos de la coreografía.
Supo que su amigo estaba colado por el japonés cuando, poco antes de que su despertador sonara, oyó ruidos provenientes de la cocina. El mayor se había levantado de la cama antes que él, lo cual ya era inusual, para preparar un desayuno nutritivo lleno de colores y sabores exquisitos.
Sus acciones lograron sacar de órbita al pelinegro, quien no tuvo más remedio que picotear de cada platillo. Esa fue una segunda señal: Wooseok estaba tan ocupado suspirando por Yoshida Yuri que olvidó por completo lo sensible que era su estómago por las mañanas.
Ya era tarde y su compañero no había vuelto aún. Estaba cómodo así, extrañaba tener un poco de silencio de vez en cuando.
Por supuesto, y como le venía pasando prácticamente desde el día que nació, el universo se las arregló para acabar con su tranquilidad.
Mientras bebía una humeante taza de café, el timbre sonó. Del susto, pegó un brinco en la silla y se quemó la lengua en el proceso. Maldijo por lo bajo y empezó a contar hasta diez; de lo contrario, mataría a quien fuera el imbécil que venía a molestarle a esas horas de la noche.
Abrió la puerta de golpe, enfadado. Sin embargo, se guardó los insultos cuando quedó cara a cara con Jaehyung y su estúpida sonrisa de bobo enamorado.
—¡Hola, Uli!
—Hola —saludó sin muchas ganas—. ¿Qué quieres?
Jaehyung extendió sus brazos hacia él, sin perder el brillo en sus ojos ni que flaqueran sus labios que se extendían de una oreja a la otra.
—Es para ti. Lina-ssi mencionó que son tus favoritos.
«¿Y desde cuándo te hablas tanto con mi hermana?», pensó.
—Gracias, supongo —lo sujetó. Como esperaba, pequeño y ligero—. Sabes que no es necesario que me regales algo cada vez que nos vemos, ¿verdad?
—Lo sé.
—¿Y por qué lo haces?
—Porque es una de las pocas maneras que tengo de sacarte una sonrisa.
Ulises se mordió la lengua, como si eso pudiera apaciguar el latido incesante de su corazón.
Había olvidado cómo se sentía que una sola persona pudiera provocarle las cosas que le hacía sentir Jaehyung.
Le asustaba.
Era como aprender a vivir otra vez.
—¿Piensas invitarme a pasar?
—No —respondió sin pensarlo lo suficiente.
Un cambio en la expresión del cantante le hizo darse cuenta de su error. Su sonrisa, antes vibrante, ahora se había desvanecido. Y sus ojos lucían tan tristes que ya ni siquiera parecían suyos.
Chasqueó la lengua, derrotado.
—Aunque —una sola palabra llamó la atención del contrario; la ilusión se instaló en su pecho— si no tienes prisa...
—No la tengo. ¿Tienes hambre?
Kim no tuvo tiempo de responder, que de un segundo para el otro Jaehyung ya había pasado y revolvía las alacenas de la cocina como si fuera su casa.
Confundido, como solía estarlo cerca del rubio, cerró la puerta y siguió de cerca cada uno de sus movimientos. Cuando pasó por la sala de estar, dejó la maceta sobre la mesa ratona. Luego se encargaría de darle un buen lugar a ese bonito cactus.
Ulises no era un experto cocinando. Para ser sincero, ni siquiera le gustaba hacerlo. Consideraba que era de las pocas tareas domésticas que pasaría por alto en su lista de quehaceres si pudiera.
De no ser por Wooseok, sería de esos tipos dependientes de comida rápida que engordan por no querer aprender a ser adultos funcionales.
O no, porque Lina jamás le permitiría ser la copia del inútil de su progenitor.
—Esta noche seré tu chef personal. ¿Qué quieres que prepare?
—Cualquier cosa sin salsa de soja.
Jaehyung dejó su tarea de búsqueda entre las ollas y sartenes para mirarle directo con los ojos bien abiertos.
—Estamos en Corea, Kim. No hay un solo platillo que no lleve ganjang en su preparación.
—Solo cocina como lo harías normalmente, pero quita la salsa de soja.
—No será lo mismo —se quejó, poniendo las manos sobre su cadera.
—Un chef personal jamás diría algo como eso —soltó en un tono desafiante y se cruzó de brazos—. Tienes suerte de que la mitad de tu trabajo dependa de ser una cara bonita, sino estarías desempleado.
Jae rodó los ojos.
—Está bien —cedió. ¿A quién quería engañar? Bloqueaba la palabra «no» de su vocabulario cada vez que el compositor le pedía algo. Era tan débil por él que su orgullo dolía—. Puedo preparar bibimbap e ignorar la salsa de soja.
—¿Eso es lo que lleva brotes de soja?
—No puede ser, tampoco te gustan. Genuinamente, Uli. ¿Cómo hiciste para no morirte de hambre desde que llegaste a Seúl?
—Wooseok me cocina. Él sí acata mis órdenes sin quejarse.
—Imbécil —masculló—. Vine con la idea de mostrarte mis asombrosas habilidades culinarias y tú me lo haces difícil.
—Qué débil eres, Jaehyung.
El aludido jadeó, indignado.
—¿Ah, sí? Hagamos algo —se inclinó sobre la pequeña isla para quedar a escasos centímetros del rostro del contrario. Su personalidad tan amarga no coincidía con el aroma tan dulce que desprendía su piel. Había descubierto una nueva adicción a su colonia—. Dime una comida típica de Chile, la que sea. Si tengo los ingredientes para prepararla, lo haré y será la versión más deliciosa que hayas probado en toda tu vida.
Ulises tamborileó sus dedos sobre la mesada, analizando lo ridículo de la situación. Jaehyung se esforzaba demasiado. Al parecer, ya formaba parte de su naturaleza.
—Tienes mucha confianza en ti mismo, Lee. ¿Cómo esperas que te salga bien a la primera un plato que jamás preparaste?
—Tú me dirás qué hacer.
—¿Como a un sirviente? —insinuó con una ligera emoción en su tono de voz.
—Como a un buen amigo al que tratarás con paciencia y cariño. ¿Qué quieres comer?
—Charquicán.
—Char... ¿qué?
—Charquicán —repitió de forma lenta y pausada—. Es una especie de guiso. Solemos comerla en invierno, pero esta noche hace frío y hoy no almorcé, así que tengo mucha hambre.
—Debes dejar de saltearte comidas, Uli. Te enfermarás.
Ulises chasqueó la lengua.
—Lo dice el que no quería comer un miserable pote de ramen por miedo a engordar.
—Olvidemos el pasado, ya pasó. ¿Qué ingredientes lleva el charqui...? Char... Cha...
—Hay un canasto con verduras debajo a tu derecha. Saca dos cebollas, cuatro papas y un zapallo grande.
—Lo tengo. ¿Qué más?
—En la alacena que está encima del fregadero hay alimentos enlatados. Busca arvejas y porotos.
Jaehyung acató la orden y colocó los ingredientes sobre el mármol.
—Hay carne y manteca en el refrigerador.
—¿Alguna especia?
—Sal, pimienta. Puedes ponerle pimentón dulce si te resulta muy soso.
—Gracias al cielo. Ya parecía comida de prisión.
Ulises rio. A veces olvidaba el amor por el picante de la cultura surcoreana.
—Cállate y presta atención. No vayas a echar a perder la comida.
—Relájate, Uli. Parece ser una receta simple, puedo con esto.
—¡Estás cortando mal los vegetales!
—¡Lo haría mejor si no te tuviera pegado a mi espalda como una maldita garrapata!
Ulises bufó con molestia, Jaehyung sintió su aliento erizarle la piel de la nuca. Estaba justo detrás de él, viendo con detenimiento su no tan ágil forma de manejar la cuchilla.
—¿No que intentabas impresionarme con tus dizque dotes culinarios?
—¡Deja de regañarme! Ni siquiera sé cómo rayos luce lo que intento cocinar.
—Sigues haciéndolo mal.
—Criticar no hará que lo haga mejor —dejó su tarea de picado y le extendió el cuchillo—. Ten, si tan listo te crees.
El azabache lo rechazó.
—No puedes darte por vencido solo porque alguien critica lo que haces o cómo. Estás aprendiendo y está bien si te equivocas.
—¿Entonces por qué me haces sentir como si mis esfuerzos no valieran nada?
—Ese es tu error, no mío. Te preocupas demasiado por lo que los demás piensen de ti.
—No —enfatizó—. Me importa lo que tú pienses de mí. No es lo mismo.
Ulises abrió la boca, dispuesto a rebatir, pero la cerró apenas comprendió que no tenía sentido aumentar la tensión en el ambiente.
Se conocía a sí mismo y sabía que estaba exigiendo demasiado.
Tal como él solía hacer.
—Vuelve a intentarlo —pidió en un tono sutil.
Vacilante, Jaehyung retomó su lucha contra las malévolas verduras.
Las palmas le sudaban. Mientras cortaba la carne minutos antes, pudo comprobar qué tan afilada estaba la hoja. Le aterraba pensar que en cualquier momento podría perder algún dedo.
Sus pensamientos se desvanecieron cuando sintió un calor extenderse por su espalda y el tacto ajeno rozando el dorso de su mano.
Un contraste perfecto entre los dedos helados del compositor y los cálidos propios.
—Uli...
—Debes mejorar el agarre en el mango. Solo así podrás cortar con mayor precisión.
—¿Esto es necesario?
—Sí, a menos que quieras quedarte sin huella dactilar.
—Sabes a lo que me refiero —soltó, intentando no titubear.
Juntó el coraje necesario para girar apenas su cabeza hacia un lado, donde la intensa mirada de Kim sobre sus labios le hizo perder el aliento.
La poca distancia que los separaba se fue acortando despacio, en cámara lenta, como si el tiempo le estuviese dando la chance a ambos de capturar ese instante para siempre.
Hasta que Jaehyung decidió correr la cara, provocando en Ulises una inmensa frustración.
—L-la carne —el mayor se sorprendió al oírse tartamudear—. Si no la aparto, va a quemarse.
El más alto sonrió de lado, mientras hacía lo posible por contener una risa burlona.
Liberó la mano temblorosa del cantante, quien dejó caer el cuchillo sobre la tabla de madera, y la llevó hasta su mejilla para obligarlo a volver la mirada hacia él.
—La hornalla lleva apagada un buen rato, Jae.
—¿Entonces qué esperas para besarme?
Con ansias, Ulises se abalanzó sobre su boca.
El beso inició lento, como una tímida caricia al alma para dos corazones que peleaban por no enseñar demasiado.
Poco a poco, el miedo se fue desvaneciendo y las ganas por dar un paso adelante se iban haciendo más fuertes que ellos. Fue así como Jaehyung separó sus belfos, invitando a los de Uli a bailar un vals elegante al ritmo de sus erráticas respiraciones.
En cuanto giró su cuerpo, el menor vio la oportunidad para bajar sus delgadas manos hasta la cintura del cantante y atraerlo más hacia él.
Como consecuencia, el rubio se exaltó.
Miles de fuegos artificiales estallaron en su pecho.
Lo estaba haciendo, finalmente.
Estaba besando a Ulises Kim.
El compositor al que le había arruinado parte de su equipo de trabajo, dejándole la peor primera impresión de toda su vida.
Ese extranjero que cuestionaba sin pelos en la lengua todo lo que no coincidía con sus ideales, sin importarle lo que opinaran los demás.
El azabache de ojos tan oscuros como el cielo de la noche. Esos en los que, no supo cómo ni cuándo, empezó a perderse hasta llegar a un punto sin retorno.
A medida que el beso se intensificaba, más relajado se mostraba Jaehyung.
A pesar de tener sus ojos cerrados, Ulises pudo sentir los músculos del otro relajarse.
Ambos querían que ese instante durara eternamente. Por desgracia, su capacidad pulmonar era pésima y se vieron obligados a separarse para recuperar el oxígeno.
Silencio.
Quizás demasiado para la sobrepensante cabeza de Ulises y el iluso corazón de Jaehyung.
El compositor fue el primero en abrir los ojos. Jae no encontraba el valor para hacerlo. Tenía miedo de lo que pasaría luego.
¿Uli iba a fingir que nada había pasado entre ellos?
¿Lo golpearía?
¿Pensaba echarlo de su departamento y pedirle que se olvidara de él para siempre?
¿Lo odiaría aún más?
Todas sus dudas fueron esclarecidas cuando algo húmedo y esponjoso ejerció presión sobre su frente.
Incluso la forma en que lo besaba tenía una dualidad exquisita.
Abrió los ojos. Ulises le sonreía ampliamente.
—¿Se sintió bien?
A Lee se le tiñeron de rojo las mejillas.
—Un poco más que bien —se sinceró con timidez—. ¿Otro?
«¿Cómo podría decirte que no?»
El productor se acercó de nuevo, sin poder quitarle la mirada de encima a sus apetecibles labios.
Tenían un color intenso. ¿Era por el labial que llevaba, o la inevitable hinchazón que quedaría como prueba de su pecado?
Estaba tan cerca que ya podía sentir la gratificante sensación de viajar por la galaxia sin siquiera dejar la Tierra.
—¡En mi propia cocina!
La voz de un tercero los bajó de la nube rosa del amor de un solo tirón. Se separaron de golpe, como si el tacto del otro les quemara.
Del otro lado de la barra, Wooseok los miraba perplejo.
—Wooseok-ssi...
—¡Frente a mis utensilios!
—¡Puedo explicarlo! —exclamó un desesperado Jaehyung.
Kim no decía nada. En cierto modo, disfrutaba ver los intentos fallidos del rubio por formar una oración coherente.
—No hay nada que explicar, Jaehyung-ah. Ya he visto suficiente —de inmediato, el coreógrafo reemplazó su ceño fruncido por una sonrisa que enseñaba su brillante dentadura—. Más vale que tengan hambre porque compré pollo frito.
—¿No estás molesto?
—¿Por qué lo estaría? Ya sabía que ambos se gustaban y, sin ofender, ya hasta me dabas pena, Jae.
—Pues, gracias. Eres un amor, Wooseokie —soltó con sarcasmo—. El pollo huele delicioso. ¿Qué haremos entonces con lo que tenemos preparado?
—Seamos sinceros, ambos sabíamos que no te iba a salir.
Jaehyung jadeó, totalmente ofendido.
—Eres un idiota —siseó.
—A este idiota le estabas rogando por otro beso hace menos de dos minutos.
—¡No puede ser! —Woo lanzó una risotada, ganándose una mala mirada de parte del ídolo—. Como sea, yo ya me voy a la cama. Mañana es nuestro último día antes de la entrega de la versión final de la coreografía, así que debo descansar bien. Ustedes disfruten de la cena.
—Que descanses, Wooseok-ssi.
—Pero primero tómate una ducha, amigo. Apestas.
—¡Yo también te quiero! —le gritó desde el pasillo.
En cuanto Wooseok cerró la puerta de su habitación, ambos se echaron a reír.
La noche aún era joven y ellos igual.
Ya tendrían tiempo para cuestionar sus decisiones en otra ocasión.
¡Hola, mis erizos! ¿Cómo están hoy?
Este es uno de los capítulos que más me costó escribir, así que espero les haya gustado 🫶🏽
¿Recuerdan que les dije que este podía ser mi libro más largo hasta ahora?
Bueno, hice una línea de tiempo con los eventos más importantes del libro y tengo que decirles que no vamos NI POR LA MITAD 😳
Si es bueno o malo, eso lo deciden ustedes jajaja
Es todo por ahora✨️
¡Nos leemos en el siguiente capítulo!
Amor infinito para ustedes ❤️🦔
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