11| Un tiempo para todo
Wooseok no creyó necesario girarse al oír la puerta abriéndose de golpe.
Detuvo la música de su teléfono conectada a los parlantes, mientras su vista se mantenía pegada como un imán al enorme espejo de la sala de prácticas.
Estaba cansado, pero satisfecho por haber terminado sin más dificultades la coreografía para los chicos de NewB.
Lina se apoyó sobre el marco de la puerta, cruzándose de brazos.
—¿Dónde está?
—Hola, Woo. ¿Cómo estás? Me alegra verte después de mil años por culpa de mi apretada agenda. Es bueno saber que aún respiras.
Ella suspiró. El pelirrojo era tan dramático.
—¿Quieres que vuelva a entrar?
—Si vas a usar ese tono sarcástico contra mí, prefiero que volvamos a tu pregunta del principio. Adelante.
—Bien —fingió aclararse la garganta—. ¿Dónde está?
—Donde siempre va a hundirse en su pozo depresivo.
—Ese estúpido —masculló—. No entiendo por qué se siente tan culpable. ¡Esto ni siquiera depende de él!
—No, pero él piensa que sí —se volteó y puso ambas manos sobre su cadera. Podía sentir las gotas de sudor cayendo por su frente, pero no le dio mucha importancia—. Sé que quieres ayudarlo, todos queremos hacerlo. Pero a veces creo que es preferible no contradecirlo tanto y simplemente dejarlo ser.
—¿Y qué será de él cuando cruce su límite? —sus facciones se suavizaron; Wooseok pudo sentir que a Lina le afectaba lo que Ulises pudiera pensar de sí mismo. Le hubiese gustado tener ese tipo de relación con sus hermanos. Tal vez por eso estimaba tanto a los Kim y se involucraba lo más que le permitían—. ¿Qué va a pasar cuando se derrumbe por completo?
—Entonces ahí estaré para recoger sus pedazos y volver a unirlos.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —le sonrió y ella hizo lo mismo—. Ustedes dos son como los hermanos menores que nunca tuve. Tengo que cuidarlos, aunque no se con exactitud de qué.
Lina notó que al pelirrojo le costaba recobrar el aliento. Por lo que se apresuró a buscar en el bolso que llevaba consigo su botella con agua. Incluso luego de una exhaustiva lección de canto, le quedaba lo suficiente como para aliviar la sed del coreógrafo.
Le extendió la botella y Wooseok bebió hasta el fondo, agradecido por el gesto.
—Parece que es difícil —frunció el ceño, intentado entender de qué estaba hablando Lina ahora. Era fantástica la capacidad que tenía para cambiar de tema de la nada; o simplemente él era muy lento para seguir el hilo conductor—. La coreografía que preparaste para NewB. Si sabes que tendrán que repetirla todos los días durante un mes, ¿verdad?
—Tranquila, es más sencilla de lo que parece.
—Sí, claro, y por eso estás a punto de escupir un pulmón.
Park rodó los ojos.
Antes de que pudiera contradecirle, Lina ya se había marchado en silencio.
Soltó una risa, mientras negaba con la cabeza.
Incluso cuando se esforzaban en negarlo rotundamente, no cabía duda en que Ulises y Lina eran de la misma sangre.
Su día apenas comenzaba, y la coreografía aún tenía muchos errores que mejorar y pasos que pulir.
Qué locura.
Vivía quejándose de lo perfeccionista que era su mejor amigo, pero él no se quedaba atrás.
No se había percatado de la cantidad de llamadas perdidas que había acumulado su teléfono hasta que lo tomó para reanudar la canción.
¿Qué quería ahora?
¿No le había bastado con haberle dado la espalda cuando más lo necesitaba?
Deslizó la barra de notificaciones y le dio play a la música, dejando que su cuerpo se moviera y los malos pensamientos desaparecieran.
No le devolvería las llamadas. No le daría el gusto de hacerle saber que todavía anhelaba su aprobación.
Al otro lado de la empresa, Ulises luchaba contra su propio genio para no perder la cabeza.
Habían estado tan cerca de lograrlo esta vez. Una oportunidad en un millón. Pero nada de lo que hacían era suficiente.
Nada de lo que él hacía era suficiente.
Repasó una vez más esa pista lenta que tanto tiempo había pasado en sus archivos. Se atrevería a jurar que incluso podía escucharla en sus más oscuras pesadillas.
Era como estar en un laberinto eterno, sin salida.
No importaba cuántas veces volvía sobre ella, ninguna modificación que le hacía lograba convencerlo de que esa sería la canción.
Era inútil, igual que él.
—¿Qué tiene de especial esa cosa que vives trabajando en ella?
El azabache vio a la intrusa sobre su hombro, le hizo un escaneo rápido y enseguida volvió a su tarea. Indiferente.
—No te oí tocar.
—No lo hice, sé que no me habrías dado permiso para entrar —la muchacha arrastró la silla con ruedas que normalmente usaba Wooseok cuando se quedaba hasta tarde en el estudio, esperándolo, y se sentó a su lado. Ulises ni siquiera se inmutó—. Trabajar más no va revertir lo que pasó hoy y lo sabes.
—No, pero quizás ayude mucho en el siguiente comeback.
—El próximo es en unos tres o cuatro meses. Tienes tiempo, podrías relajarte.
—No es tiempo lo que necesito, Lina —explicó con calma. No descargaría la ira que se acumulaba en sus venas contra su hermana; sin embargo, a veces, le era difícil no querer mandar a todos a la mierda—. Solo...
—¿Solo? —insistió—. Ya deja de darle tantas vueltas al asunto. Obsesionarte con ser el mejor en todo no nos hará ganar un premio mágicamente. Además, a muchas personas les gustó este comeback.
—No a las suficientes —atacó con pesimismo, obteniendo una mirada de desaprobación por parte de la menor—. Tercer lugar.
—Nos nominaron por primera vez.
—Ni siquiera el segundo —balbuceó.
—Tenemos una chance más la semana entrante en The Show.
Ulises rio con sorna. Quitó sus manos del sintetizador y sus ojos del monitor, dándose unos segundos para frotar su rostro en un intento por espabilar. Estaba cansado física y mentalmente.
Jamás pensó que hacer lo que más amaba lo consumiría de la forma en que lo estaba haciendo.
Aún con sus ojos cerrados, se reclinó sobre la silla que, en algún punto de su carrera, había perdido su comodidad.
—¿Cómo lo haces?
—¿Qué cosa?
—Tener tanta esperanza.
Lina no le dio una respuesta inmediata. Lo pensó un poco. No, la verdad lo pensó muchísimo. ¿Esperanza? Ella no sabía lo que eso era antes de librarse del infierno que azotó durante tantos años su propia vida.
Las burlas, el hambre, la soledad.
Su padre.
Esperanza y fe eran cosas que creía inalcanzables, tanto como la paz y la dignidad.
¿Ser feliz también era parte de la utopía en la que el resto del mundo parecía vivir?
—No lo sé —soltó en un susurro, como si ni siquiera ella estuviera segura de su respuesta—. ¿Cómo la mantuviste el tiempo que sobrevivimos en Chile?
—No estamos hablando de eso.
—En algún momento tendremos que.
Un gran silencio los envolvió como la brisa de la primavera envuelve los últimos estragos del crudo invierno.
—Sí —le sabía agrio—. Aun así, no creo que en una semana consigan los votos faltantes para el primer lugar.
Lina negó. De verdad era imposible lidiar con él.
—Eres tan pesimista.
—No soy un pesimista —repuso con firmeza—. Soy un optimista bien informado.
Ambos guardaron silencio nuevamente. Silencio que murió en cuanto ella abrió la boca para estallar en risas.
—¿Acabas de usar una frase de Juan Carlos Bodoque en una discusión seria?
Ahora fue su turno de reír.
—Sé que harías lo mismo. No puedes juzgarme.
—Es cierto, pero volviendo al punto...
—Insistente —masculló.
—Pienso que hay un tiempo para todo —su voz endulzada fue un indicio de su sinceridad. Algo que los delataba como familia era su compartido desprecio por hablar desde el corazón; por eso eran escasos momentos como esos, como este—. Un tiempo para que ganemos premios, para que te reconozcan como un gran compositor... Para escapar de lo que nos hace daño.
—¿Y qué tiempo es este? —inquirió, curioso.
Un par de toques suaves en la puerta interrumpieron su conversación, evitando así que Lina le diera la respuesta que necesitaba para darse por vencido; para dejar de perseguir algo que no estaba destinado a ser suyo.
—Revisa los comentarios de nuestro video musical —le pidió su hermana en cuanto se levantó de la silla y tomó su bolso, dispuesta a abandonar el estudio—. Tal vez así te des cuenta de que no eres tan invisible como piensas.
Un segundo llamado a la puerta invitó a Evangelina a retirarse por fin, no sin antes darle un beso en la mejilla a Ulises que fue recibido con un ligero cambio de humor.
En cuanto abrió, se topó con una figura alta y delgada. Sus cabellos eran tan rubios que casi podían confundirse con su pálida piel, a excepción de las raíces oscuras que necesitaban con urgencia un retoque de color.
—Lina sunbaenim —a juzgar por la forma en la que su nombre tembló en sus labios, no esperaba encontrarse con alguien más allí. Quiso reír para hacerle saber lo terrible que era disimulando su nerviosismo, pero se compadeció de él y prefirió saludarlo con una corta reverencia—. Yo, eh... ¿Está Uli aquí?
—Depende para qué lo busques, Jaehyung.
—Oh, ¿para qué? —el rubio titubeó—. Es que quería preguntarle algo sobre el álbum. Sí, eso.
Lina chasqueó la lengua y Jaehyung comenzó a sudar en frío.
Aunque no la conocía lo suficiente, tenía una idea superficial de que la chica era alguien de carácter fuerte y aura intimidante.
Sin embargo, el miedo que se había apoderado de sus entrañas se desvaneció apenas la pelinegra rompió en risas.
—Eres muy malo mintiendo.
Lee agachó la cabeza, avergonzado.
—¿Cómo se dio cuenta?
—Bueno, no conozco a nadie que para hablar de trabajo le lleve a su colega un ramo de flores.
Las mejillas de Jaehyung se tiñeron de un fuerte rojo carmesí. Tener la piel tan blanca le era contraproducente en estas situaciones. Entró en pánico.
—¿Es demasiado? ¿Se va a enojar conmigo si las ve? No sé qué flores le gustan, así que compré una de cada una.
—Jaehyung...
—¿O es que no le gustan las flores? Por favor, no me diga que no le gustan.
—Jaehyung.
—Si es así, estoy a tiempo de tirarlas. ¿Debería tirarlas?
—¡Lee Jaehyung!
El más alto enmudeció de inmediato. Sus manos seguían aferradas al enorme ramo que había comprado para el productor.
Sus delgados dedos comenzaron a jugar con los tallos recortados recientemente, que seguían húmedos y envueltos a la perfección en un papel para mantener su frescura.
Lina inhaló profundo y luego exhaló.
Algo de la situación le resultaba bastante familiar. Los nervios, sus movimientos inseguros, la manera en la que mordía su labio inferior y arrancaba finas tiras de piel superficial en el proceso.
A la vez, le causaba una indescriptible ternura.
—Mi hermano no tiene flor favorita —comentó en voz baja, con la sutileza requerida para que Ulises no la oyera. Los ojos de Jaehyung ganaron un ligero brillo, lo que le cambió la expresión casi por completo—. Y no caíste en el cliché de las rosas rojas, así que no creo que te obligue a botarlas.
Sonrió, aliviado de escuchar aquello.
—Aunque...
¿En serio?
¿Acaso su tranquilidad no podía durar más de tres segundos?
—¿Aunque...?
—Nada —a Jaehyung sí le pareció que era algo, pero por alguna razón Lina evitó hablar de más—. Debería irme antes de que Sunhee empiece a llamarme. Y tú deberías entrar antes de que él se canse de esperarte.
—¿Sabía que vendría?
—No, pero tenía la... esperanza.
La muchacha murmuró entonces algo inentendible para el rubio, quien no hizo más que seguirla con la mirada cuando lo rodeó para comenzar a alejarse por el pasillo.
En un momento de su recorrido, pareció darse cuenta de su descortés actitud para con su hoobae, que compensó girando sobre sus talones y haciendo una reverencia de cuarenta y cinco grados como forma de despedirse.
Una vez vio su cabellera larga y oscura desaparecer, Jae se asomó dentro del estudio donde había conocido formalmente al chico que no paraba de ocupar sus pensamientos.
Y es que los últimos días que había pasado en Japón, lejos de él, sintió que iba a perder la cabeza. Sobre todo teniendo en cuenta que la última vez que se habían visto Ulises no parecía querer saber nada más de él. Estaba molesto, no podía culparlo.
Sin embargo, se sintió abandonado. Perdido, más bien.
Antes del incidente en el departamento del azabache, no hubo un solo día en el que Jaehyung dejara de enviarle mensajes.
No sabía realmente por qué lo tomó como un hábito, solo que no podía comenzar bien su rutina sin escribirle; incluso si Ulises jamás le respondía de vuelta.
Fueron sus compañeros los que le señalaron la abismal diferencia en su ánimo cuando dejó de hacerlo.
Claro que le echó la culpa a las presentaciones en Tokio, adjudicando su cansancio a la ansiedad que sentía por hacer que todo saliera bien.
Cabe aclarar que ninguno fue tan estúpido como para creerle, pero firmaron un pacto implícito en el que se comprometían a no volver a mencionar el tema hasta que esos dos hicieran las pases.
Por eso estaba aquí, con ese ramo de flores colorido cubriendo la parte inferior de su rostro. Quizás, estando así, Ulises no notaría los estragos que había dejado morderse los labios todo el camino desde el estacionamiento hasta el estudio.
—Hola —el azabache no parecía sorprendido de verlo, pues su rostro se mantuvo bastante neutral ante su repentina irrupción—. ¿Puedo pasar?
—¿Te irías si mi respuesta es no?
—No lo creo —admitió—. Me gusta pensar que estoy destinado a molestarte. ¿Estás ocupado?
Kim suspiró.
—Siempre estoy ocupado —de inmediato, sus ojos escanearon al cantante de arriba a abajo—. ¿Vas a un funeral?
Jaehyung se llevó una mano al pecho, ofendido.
—Serás imbécil —masculló, tratando de ignorar lo bien que se veía al sonreír de lado—. Son para ti.
—¿En serio?
—¿Por qué tan sorprendido?
—Es la primera vez que recibo flores fuera de un hospital.
No supo si fue por la rapidez con la que le respondió o los ojitos de cachorro que le puso apenas se acercó para recibir su presente, pero su corazón no daba más de la emoción.
Latía con fuerza, tanto que sentía un eco molesto retumbando en sus oídos. ¿Él lo sentiría también?
—Me cuesta decir esto, pero aprecio que hayas gastado dinero en mí. A propósito, ¿qué haces aquí? Que yo sepa, te habían dado unos días de descanso antes de empezar las grabaciones del video musical.
—Te extrañaba. Bueno, no te extrañaba a ti. Más bien, extrañaba pelear con alguien y no es muy profesional para un líder buscar pleito con sus miembros.
—Así que fui tu última opción.
—Sí, pero el primero en quien pensé para salir a almorzar. ¿Ya comiste algo?
Ulises parpadeó repetidas veces. ¿Acaso era lo que él pensaba?
—¿Por eso las flores, Lee? —preguntó en un tono burlesco—. ¿Viniste a invitarme a salir?
Si las mejillas de Jaehyung ya se encontraban de un rosáceo evidente, ahora estallaban en un fuego intenso.
—No es una cita.
—Nunca dije que lo fuera.
—Usaste la palabra «salir».
—Tiene muchos significados —se defendió; disfrutaba en demasía ver cómo el rubio perdía los estribos y se quedaba sin excusas—. Está bien, acepto.
—¿Vendrás a almorzar conmigo?
—Sí, hace mucho que no tengo una cita con un chico tan lindo.
—¡Que no es una...! Espera, ¿me dijiste lindo?
Lejos de responder, Ulises apagó el equipo, dejó las flores sobre su escritorio y fue por su chaqueta. Todo esto bajo la mirada de un perplejo Jaehyung, quien se había preparado mentalmente esa misma mañana para ser rechazado con la crueldad que el compositor emanaba todos los días en su trabajo.
Sin dudas no esperaba que el menor aceptara su oferta, mucho menos que lo hicieran sin burlarse de él y su evidente nerviosismo.
Sin embargo, la mayor sorpresa que se llevó fue la naturalidad con la que Ulises tomó su mano para guiarlo a la salida.
Inconscientemente, intensificó el agarre hasta que sus dedos quedaron entrelazados.
Se sentía íntimo, diferente, extraño, pero en un buen sentido.
Quizás lo que sentía por él iba más allá de una simple atracción.
¡Buenas, buenas!
¿Cómo están? Por fin les traje un nuevo capítulo☺️
°○¿Opiniones?○°
Lina tomó un poco más de protagonismo desde su primera aparición. ¿Les gustaría saber más sobre ella?
★Subo contenido sobre los personajes en mi cuenta de Instagram, así que pueden enterarse por ahí de cosas que no se mencionan en el libro.
Disfruté escribir este capítulo, así que espero ustedes también lo hayan disgrutado🥰
¡Nos leemos!
Amor infinito para ustedes❤️🦔
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro