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Parte 10

—Es bien sexy hasta cuando discute —suspiró Valeria mirando por la ventanilla.

—¿El Hugo? —preguntó Germán.

— Eh —dijo Valeria—, sí, claro. Ay —volvió a suspirar—, no sé ustedes, pero yo tengo un hambre que parecen dos.

Abrió la puerta y saltó de la furgoneta. Iker temió que se viera envuelta en la discusión de Hugo y Bea y trató sin éxito de detenerla. Como no lo logró salió tras ella y la acompañó hasta el supermercado del área de descanso.

—Tenemos que separarlos, antes de que se destruyan. —Germán señaló con un gesto a Bea y a Hugo—. No me renta hablar con el Judas. Me llevo a la chica y tú te encargas de él.

Martín aceptó resignado.

—... y sabía que ibas a quitar su música, lo sabía —seguía gritando Bea—. No te puedes aguantar cinco putos minutos y dejar a la pobre chica escuchar lo que le apetezca.

—¿Lo dices en serio? —se defendió Hugo—. Esa música es la que se usa para torturar...

—Eres un egoísta —escupió Bea—, eres un...

Germán dio un golpecito firme en la cintura de Bea. Había aprendido ese truco viendo a un entrenador de perros.

—Oye, hemos pensado en comer algo —dijo entrando en el campo de visión de la chica.

Bea seguía con el gesto torcido, viendo cómo Martín trataba también de distraer a Hugo. Germán se limitó a mirarla permaneciendo tranquilo y firme hasta que Bea se relajó y le devolvió la mirada.

—Me apetece un helado, ¿a ti?—Germán acarició suavemente el brazo de Bea.

Ella se calmó, asintió y acompañó a Germán hasta la tienda. Antes de entrar él se quitó por fin su chupa de cuero y la horrible camiseta de Blind Guardian que llevaba debajo pudo lucir en todo su esplendor. Sonrió orgulloso al ver a Bea estudiar esa prenda. Le gustaba que los demás la valoraran.

—Es de uno de los peores discos.

—¿Y aun así la llevas? —preguntó Bea. Empezaron a caminar juntos.

—Hay que permanecer fiel —afirmó Germán con orgullo—. Apoyar a los Guardians en lo bueno y en lo malo.  

—Y no ser un Judas, ¿no? —Bea se moría de ganas de sacar ese tema. Desde que escuchó que así llamaba Germán a Hugo quiso saber el motivo.

—¿Como Hugo?

—Sí.

Germán apretó los labios. No parecía tener ganas de hablar.

—¿Qué pasó? —preguntó Bea.

El melenudo carraspeó.

—Hugo se cortó el pelo y traicionó todos los valores del Metal —dijo Germán, que de pronto parecía serio. Sujetó la puerta del supermercado para que Bea pasara.

—¿Qué valores son esos? —preguntó Bea intentando no reír. Se había imaginado a Hugo con el pelo largo y cardado.

—Pues son: adorarás a Maiden por encima del resto, no te tomarás el punk en serio, escucharas los solos...

Bea dejó de prestar atención. Acababa de ver a Hugo en la zona de bebidas, Valeria estaba a su lado. Hablaban animadamente, Hugo torcía la cabeza y Valeria no paraba de toquetearse el pelo, estaban claramente tonteando.

Se volvió de nuevo hacia Germán, que seguía hablando con pasión de sus valores. Era todo un personaje y le había caído bastante bien. No era su tipo, pero parecía buena gente, divertido y bastante mono. Bea se dijo a si misma que necesitaba alejar a Hugo de su cabeza y de paso hacer algo con las "telarañas". Germán no era mala opción para después del concierto, encajaba en el perfil que ella buscaba.

Tras el desastroso final de su última relación larga y del daño que le hizo que su ex la traicionara y compartiera sus fotos, Bea era incapaz de volver a confiar en alguien, y le aterraba sentir algo por otra persona, porque cuando amas a alguien la traición es doblemente dolorosa. Así que había puesto en práctica una serie de normas en sus relaciones para mantener cierta distancia de seguridad. Al principio las aplicaba de forma inconsciente, y más tarde las puso en orden en su cabeza. Eran sencillas: tenía que sentir cierta atracción física por el compañero que eligiera, pero nunca estaría con alguien que le gustase tanto que le hiciera perder el control; ni estaría con nadie que perdiese el control por ella, porque igual que no quería exponerse al dolor, tampoco quería dañar a nadie. No buscaba una relación seria así que en cuanto las cosas se ponían algo intensas se alejaba. Le resultaba muy fácil identificar las señales que indicaban que esto estaba ocurriendo: cuando le molestaba que tardara en contestar los mensajes, cuando releía mensajes antiguos y, la peor de todas, cuando fantaseaba con que él la abrazara.

Cecilia le había dicho, sin cortarse un pelo, que aquello era propio de una enferma del control. Le dijo que no se podía controlar todo y al final se le iría de las manos. Eli por su parte lo había aplicado con bastante éxito durante unos meses, hasta que conoció a su actual pareja.

A Bea le había funcionado bastante bien hasta entonces.

—Esto es un manjar de dioses —dijo Germán sacando un helado de la nevera—. ¿No quieres uno?

Había sacado un helado con forma de pie. Bea pensó que sólo un niño de cinco años o un hombre muy seguro de sí mismo elegiría ese helado. Germán no era ningún niño.

—Ya he elegido —dijo Bea mirándole fijamente y cogiendo un helado al azar.

Pagaron y salieron fuera a tomarse el helado. Germán disertaba sobre Metallica mientras Bea se comía a disgusto su helado. Había elegido uno recubierto de chocolate negro, demasiado amargo para su gusto.

—Después del concierto podríamos hacer algo. —Le miró de forma sugerente.

—Tocan bastante lejos de Bilbao —respondió Germán jugando con el palo de su helado—. Allí montan un escenario y poco más. No habrá mucho que hacer.

—Algo se nos ocurrirá. —Bea le miraba y se mordía la uña del dedo meñique.

Germán la miraba cada pocos segundos, parecía indeciso, como si quisiera decir algo y no se atreviera.

—Se está derritiendo —dijo Germán tras armarse de valor.

—¿El qué se está derritiendo? —preguntó Bea traviesa, su voz sonaba algo más grave y aterciopelada.

—Tu helado. ¿No lo quieres?

—No es lo que más me apetece ahora.

—¿Me lo das? —dijo Germán extendiendo la mano.

— Te doy lo que quieras —sonrió Bea pasándole el helado.

Germán no pareció captar esta invitación, se terminó el helado y fue a donde estaban los demás. No mostraba demasiado interés en ella y eso era, irónicamente, uno de los requisitos de Bea para acercarse a un chico.

Dentro del supermercado Iker y Martín estaban al lado de una mesa alta terminándose un sándwich en silencio. Martín había puesto su móvil sobre la mesa y lo hacía girar boca abajo, de vez en cuando le daba la vuelta y lo encendía. Iker se rascaba la barba mientras observaba a Valeria hablar con Hugo.

—Tío, creo que hay que decirle a Hugo la verdad sobre lo de Be. —Martín rompió el silencio—. Está muy pesado con ella.

—Yo lo veo como siempre —se apresuró a decir Iker.

—Joder, tío, si anoche insististe en que les dijera la verdad.

—Ya, pero no hay prisa. ¿No?

Valeria salió de la tienda a toda prisa y Hugo fue hacia ellos. Estaba algo pálido.

—Deberías relajarte un poco. —Iker se encaró con Hugo.

—¿Eh? —Hugo miró hacia donde antes estaba Valeria un poco inquieto—. Solo estábamos hablando.

—Me refiero a Be —dijo Iker.

— ¿Qué pasa con ella? —Hugo sonrió mirando al suelo.

—Le estás jodiendo el viaje. Y a mí también —intervino Martín—. Una mujer conduce tu monovolumen ¿Y qué? Supéralo.

—Lo primero, es una furgoneta y lo segundo: no es porque sea piba, es que conduce como el culo.

—No conduce como el culo. El Pintxo conduce mil veces peor y nunca le has dicho nada, pero claro, él tiene pene.

—Ya hablas igual que ella. Ese es mi problema con esa piba —resopló Hugo molesto.

Iker le hizo una señal de advertencia a Hugo. Aquel no era el mejor día para discutir con Martín. Hugo se tomó unos segundos para calmarse antes de seguir hablando.

—Vale, tienes razón —cedió—. No diré nada sobre cómo conduce. 

—Y deja de pincharla y portarte como un capullo con ella —añadió Martín.

—Lo intentaré. —Hugo miró hacia el suelo—. Es que tiene algo que... —Sonrió—. No puedo dejar de fastidiarla.

Antes de que le siguieran riñendo Hugo se fue al servicio. Martín volvió a la tarea de dar vueltas a su móvil mientras Iker se terminaba el sándwich.

—¿No le íbamos a decir la verdad? —dijo Martín—. ¿No estabas ayer indignado porque yo mintiera?

—Mejor que incordie a Be que a Valeria —dijo Iker bajando la voz porque Germán iba hacia ellos—. Be lo sabe manejar.

Fuera de la tienda Bea esperaba a que salieran los demás; se había encendido un cigarro y lo apuraba nerviosa, apoyándose en la pierna izquierda y dando golpes al suelo con la punta del pie derecho.

—¿Me das uno? —preguntó Valeria poniéndose a su lado.

Bea le dio un cigarro y le ayudó a encenderlo. Casi de inmediato Valeria empezó a toser.

—¿Estás bien? —Bea le dio una palmada en la espalda.

—Sí. —Valeria se recompuso—.Es que es mi primer cigarro.

—No deberías empezar —le dijo Bea. Valeria la miró con desgana, torciendo la cabeza—. Pero si lo vas a hacer no cojas tanto humo.

—Vale.

Bea le dio alguna indicación más mientras Valeria se acostumbraba a fumar.

—Es asqueroso. —Valeria examinaba el cigarro.

—Lo es —dijo Bea dando una calada.

Valeria hizo girar el cigarro. Sopló observando cómo se consumía y finalmente lo tiró al suelo y lo pisó.

—La verdad es que sabe a nalga de mandril. —Recogió el cigarro del suelo y lo tiró a una papelera—. Gracias por no echarme la bronca.

—No puedo echarte la bronca mientras me fumo un piti —dijo Bea mostrando su cigarro casi acabado—; además, ya sabes que es malo, que da cáncer y todo eso. No te voy a decir nada nuevo. Si quisieras inyectarte heroína en los ojos por primera vez quizá sí sería más protectora. O si quisieras aclararte el pelo con lejía.

—O si quisiera atracar mi primer banco —siguió Valeria.

—En ese caso —dijo Bea pensativa—, si vamos a medias...

—O si quisiera tener sexo por primera vez. —Valeria escudriñó a Bea para ver su reacción.

—Nah, follar no es malo —Bea la miró de reojo mientras se encendía otro cigarro—, si es lo que te apetece.

—Bueno. —Valeria miró hacia el cielo—. No es que me apetezca, pero ya cumplí diecinueve, es raro que no...

—No —cortó Bea tajante—, no hagas nada que no te apetezca.

—Ay, quizá sí me apetece. —Valeria dio una vuelta sobre sí misma—. Ay, no sé, ¿eso cómo se sabe? Ay, no, no me digas, ya da igual —dijo tapando la boca de Bea—. Es que aquí es distinto... En Madrid tengo que volver a casa a las once.

—Se puede follar antes de las once ¿eh?

—Ay, sí. —Valeria se sonrojó—. Lo sé.

—Deberíamos irnos ya. — Bea hizo señas a los que seguían en la tienda.

—¿Qué te parece Hugo? —preguntó Valeria mientras jugaba con un mechón de su pelo.

—¿Es una pregunta seria? —gruñó Bea. Valeria asintió con la cabeza—. Si casi le tiro del coche en marcha.

—Para mí, digo. —Valeria volvió a sonrojarse.

En ese momento los chicos salieron de la tienda y se dirigieron a la furgoneta. Cuando pasaron a su lado oyeron a Hugo decir:

—He tardado, pero me he hecho un perfect.

Las chicas se quedaron atrás y Bea se limitó a señalar a Hugo con la mano mientras miraba a Valeria.

—Puedes aspirar a algo mejor que ESO.

—Ay —se lamentó Valeria—, ojalá me lo hubieras dicho antes.

Bea abrió los ojos como un conejo al que han dado las luces largas. Cómo era posible que en tan poco tiempo Hugo y Valeria hubieran hecho algo. ¿Dónde? Solo debían llevar media hora en aquella estación de servicio.

—¿C-cómo? —fue todo lo que alcanzó a decir Bea.

—Que ojalá lo hubiera sabido hace un rato.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Bea.

— Es que...le dije que quería coger con él —dijo Valeria mortificada.

—Joder —se le escapó a Bea.

— Ay, sí, que vergüenza. —Valeria se tapó la cara— Y me rechazó.

Eso descolocó aún más a Bea,por un momento no supo qué decir.

—Él se lo pierde —dijo Bea al ver a Valeria tan avergonzada. Le pasó el brazo por los hombros y echaron a andar—. Eres una chica estupenda, Valeria, si él no lo ve...

—Ah, no, si me ha dicho que estoy muy bien —dijo Valeria—, que estoy "tremenda". Lo que sucede es que le interesa otra. —Valeria la miró de reojo haciéndose la interesante—. Está enamorado. Ay, pero qué vergüenza, ¿qué pensará de mí ahora?

Bea se detuvo en seco. Su primera reacción fue repetirse a sí misma que no podía ser ella. No tenía ningún sentido, hasta ayer apenas habían hablado y solo había sido para atacarse el uno al otro. Daba igual lo que Martín dijera, tenía que haber otra persona. Le daba miedo la sensación de felicidad que le causaba la idea de que Hugo pudiera sentir algo por ella. Trató de convencerse de que Hugo tonteaba con ella igual que lo había hecho con la rubia del top rojo de El Ariel, igual que lo hacía Valeria, igual que lo hacía con todas. No debía dejar que la idea de ser especial para Hugo la envenenara, que la ilusión la hiciera vulnerable.

—¡Beatriz! —gritó Hugo desde el coche—. Venga, vámonos, quedan aún muchos kilómetros para que sigas usando mal las marchas.

Bea tomó una calada tan fuerte a su cigarro que se le cerró un ojo. Vio a Martín cambiarse de asiento para darle un capón a Hugo, pero eso no la tranquilizó. Los ojos le rezumaban ira. Se lamentaba de que los coches reales no fueran como los de los dibujos animados y no tuvieran un botón de "eyectar copiloto".

—No deberías fumar. —Valeria interrumpió sus pensamientos.

—Tienes razón —Bea apuró el cigarro—, pero es mejor fumar que ir a la cárcel por asesinato.

[27/11/2021] Hola! espero que estéis disfrutando de la versión editada de "Si me dices que no". En realidad cambian muy pocas cosas, pero quería que quedara más redonda.

De momento qué os está pareciendo la historia?

Sois nuevas lectoras o estáis releyendo?

Sois #teamHugo? #teamGerman? #teamHugoPeroQueNoAbraLaBoca?

Quiero dedicar el capítulo a Meera Kean que ha organizado una lectura conjunta de esta historia ❤️️ donde están usando el hashtag #SiMeDicesQueNo. Además ella se ha portado siempre genial conmigo y el resto de compañeras, es una de las personas que más me ha apoyado y guiado desde que volví de Tokio✨

Os dejo con una Bea dibujada por Audrey (agosto3rd en Insta)🖤⚡️

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