Capitulo 6.
** Capítulo escrito por Martiqueta **
—El puente de Aguirre se ha venido abajo... y el camino del Viejo está incomunicado. No vas a poder bajar, Leire.
Cuelgo el teléfono cuando la zángana de mi hija me asegura que no va a salir de la casa del señor Areth hasta que el tiempo mejorase y arreglen los caminos. Cojo aire mientras levanto una caja que pesa más de lo que mi cuerpo puede soportar. Un gruñido se escapa de mis labios cuando me libero de la carga dejándola en un hueco de la estantería de nuestro pequeño almacén.
Cuando Ibai, el aita de Leire, nos dejó hacía diecisiete años con lo puesto y una tienda de ultramarinos, que parecía más un castigo, mi cuerpo se había empezado a resentir. Ser madre soltera en un pequeño pueblo de Euskadi y llevar un negocio le chafaban el cuerpo a cualquiera.
Hace unos meses volvió a nuestra vida, simplemente un día apareció haciendo las labores del campo y hasta hoy seguimos así. Leire no entiende porqué le he perdonado, pero le he explicado muchas veces que no lo he hecho. Hay relaciones que son complicadas y después de todo este tiempo, con mi edad, no quiero ni necesito que nadie me de explicaciones para seguir adelante.
Para mi no es más que un mueble que ocupa espacio. Si quiere continuar aquí hasta el fin de sus días no me interpondré. Esa rabia y tristeza hace muchos años que desapareció.
Mientras cerraba la tienda y hacía inventario de las ventas del día el temporal comenzaba a azotar las ventanas del pequeño local. No podía evitar preocuparme por mi niña, estaba en casa de un desconocido atrapada. Siempre hacía ver que era una mujer independiente y fuerte, pero yo sabía que era todo una tapadera para evitar que aflorasen los recuerdos que en algún momento había bloqueado.
Ibai y yo siempre habíamos querido tener hijos, pero la naturaleza no quiso bendecirme con la capacidad de crearlos. Tras muchas visitas al médico, pruebas de embarazo negativas y lágrimas (muchas lágrimas) decidimos que lo mejor que podíamos hacer era rendirnos y buscar otra forma de poder compartir nuestra vida.
Así comenzó el proceso largo y lento de adopción de Leire. Los servicios sociales dijeron que éramos demasiado mayores para un bebe, puesto que ya pasábamos de los cuarenta. Nos presentaron a una pequeña niña con el pelo azulado recogido en una coleta, con una mirada tan brillante que me enamoró. Al principio parecía tenernos miedo, sobre todo a Ibai, pero cuando me agaché y abrí los brazos se acercó tímidamente y se aferró a mi como si no hubiese nadie más en el mundo.
Desde ese momento supe que nunca me separaría de ella.
Mientras desmonto la máquina para cortar el fiambre y la comienzo a limpiar recuerdo con una sonrisa ese primer día que llegó al pueblo, como todo le parecía emocionante después de haber estado encerrada un tiempo en ese orfanato tan tétrico. Al caer la noche nos costó mucho, entre risas, que fuese a su habitación a dormir. Quería quedarse mirando el rio Oria que pasaba cerca de nuestra casa con esa sonrisa tan tierna.
En el orfanato no supieron decirnos de dónde venía. Había aparecido un día en la puerta, desnuda, pero con una templanza que no cuadraba con su edad. Físicamente parecía que no tenía más de cinco años pero su forma de hablar, de expresarse y relacionarse con el entorno era el de una persona adulta.
Y eso se podía ver en sus ojos, que parecían haber vivido cien vidas.
Apago las luces mientras miro el reloj. Es pronto para cerrar pero con este temporal no creo que tenga muchos clientes. La mayoría de la gente sabía que el tiempo iba a empeorar por lo que estaba totalmente abastecido para pasar los días, aunque ha llegado antes de lo que pensábamos.
Cogiendo el móvil pienso en llamar otra vez a Leire, pero me contengo. Luego dice que soy pesada y acaparadora pero no entiende que lo hago por su bien. Se que su novela es muy importante, es su trabajo. Solo intento que se levante de vez en cuando para despejarse, no entiende que el bloqueo se puede curar haciendo labores físicas que te hagan pensar en otras cosas.
Además, tiene que salir más de casa. ¿Qué hay más inspirador que un pueblo de montaña en Guipuzcoa? Nuestra tierra es la cuna de las brujas, de monstruos, de leyendas. El aire respira magia y Leire lo entendía perfectamente cuando era pequeña. Pero ahora...
Parecía que había perdido esa magia entre las páginas de sus manuscritos.
Salgo por la puerta y el temporal me azota el rostro como miles de pequeñas púas de metal. No me inmuto demasiado, estoy acostumbrada a este tiempo. Los vascos somos gente dura, que no se amedranta. Ya se sabe que en Guipuzcoa solo hay dos estaciones: la del tren y la de lluvias.
—¡Maite!
Me giro sin dejar de echar la llave en la puerta. Es un pueblo tranquilo pero tampoco me apetecía que un oso pudiese entrar tranquilamente a pasearse por mi tienda y darse un festín. Veo que Joseba se acerca con rapidez. El chico lleva toda la vida en el pueblo, viviendo cerca de nuestro terreno. Se fue a estudiar a la capital pero volvió en cuanto terminó a hacerse cargo de la granja de sus padres.
Es lo que tiene Cegama. Para bien o para mal te atrapa para siempre.
—¿Dónde vas con este tiempo, muchacho? —le pregunto mientras me coloco los guantes de lana— ¿No deberías estar guardando a las vacas?
—Ya he terminado —contesta con una sonrisa frotándose las manos—. Venía a ver si a Leire le apetecía tomarse algo en casa. Ayer me llegaron unos libros nuevos de fantasía que seguro que le interesan.
Le doy un pellizco en la mejilla a la vez que me agarro de su brazo para que me ayude a no resbalarme mientras vamos a la puerta de la casa. Está encima de la tienda, pero tengo que acceder por la de atrás si quiero que quede todo bien cerrado. Soy ágil pero no quiero tentar a la suerte y acabar con una pierna rota. Joseba es alto y atractivo, tiene unos brazos fuertes de jugar a pelota y es de los pocos chicos jóvenes que quedan en el pueblo. Me entristece pensar que está perdiendo sus mejores años en la soledad del campo.
—Leire no está —como veo su cara preocupación le aclaro—. Está en casa de un cliente que le ha pillado allí el temporal. El puente de Aguirre se ha caído y no puede salir de allí.
—Debería ir a buscarla, para ver como está. Puede que necesite ayuda y conozco caminos escondidos por los que puedo llegar sin problema.
Sonrío mientras llegamos a la puerta. Joseba siempre ha estado enamorado de Leire, no puede ocultarlo. De pequeños siempre andaba con ella, protegiéndola de todos los peligros en los que se metía en el bosque. Parecía un hermano mayor al que no le quedaba más remedio que cargar con la vecina pesada que no hacía nada más que causar problemas. Pero con los años los dos se fueron convirtiendo en unos jovencitos muy unidos y se podía ver como la miraba.
Me hubiese gustado que acabasen juntos y tener muchos nietecitos corriendo por la vereda del río, pero sé que eso no será posible. Leire no lo ve de esa manera y no creo que nunca lo haga. Siempre lo ha considerado como un buen amigo que le acompaña en todo lo que emprende, ya sea aquí o en la distancia. Pero su corazón no le pertenecía a él ni a ningún otro hombre o mujer.
Pensar que puede que fuese por la experiencia que había tenido con su aita me entristeció. Siempre intenté no hablar mal de Ibai delante de ella ni dejaba que nadie lo hiciese. Se que con su madurez inusual entendió que su padre no iba a volver, al igual que la abandonaron años antes sus padres biológicos. El regreso de Ibai hizo que aflorasen nuevas preguntas pero tampoco había retomado ningún tipo de relación con él, simplemente existía una cordialidad. Nunca me dio a entender que hubiese causado alguna mella en ella estas vivencias pero su falta de parejas durante toda su vida hacían pensar lo contrario.
—No hace falta, Joseba. Estará bien —dije no muy convencida.
—Pero...
—No te vas a poner en peligro. Acabo de hablar con ella y está bien. Dentro de un rato volveré a llamarla y si hay algún problema te aviso para que vayas a buscar al guarda.
Llegamos al descansillo y me quité la chaqueta. Ofrezco a Joseba un chocolate caliente y acepta sin dudarlo mientras pasa al salón deshaciéndose del abrigo enorme que llevaba. Se que está preocupado y no se irá hasta que tenga noticias de Leire. No me importa que se quedé o sería capaz de luchar contra el mismo Basajaun solo para saber que está bien.
Nos sentamos al calor del fuego que había dejado encendido una hora antes para que la casa estuviese templada cuando volviésemos y cuando nuestras manos comenzaban a recuperar la movilidad se escucharon fuertes golpes en la puerta.
Me quedo mirando al chico cuando pararon. El temporal había empeorado bastante en estos pocos minutos. Era muy raro que alguien llamase de esa manera, normalmente la gente pasaba directamente pues, al contrario de la tienda, siempre dejaba la puerta de la casa abierta. Costumbres de los pueblos que todos conocíamos.
—¿Quién va? —pregunto con voz grave.
Silencio.
Tras unos segundos se vuelven a escuchar los golpes, más rápidos y fuertes.
—Si no contestas, no abro —digo mientras indico a Joseba que se acerque a la entrada para que no nos pille nada desprevenidos.
Las ventanas silban con el viento y una voz femenina y aguda se escucha desde la distancia.
—Estoy...estoy buscando a Leire.
Miro a mi acompañante que tiene que tener la misma cara de sorpresa que yo. No nos resulta conocida la persona que está hablando, pero mi instinto maternal y el orgullo de Joseba no nos dejarán dejar a una chica indefensa en medio de ese temporal. Además, parece que conoce a mi hija. Me levanto mientras le hago unas indicaciones al muchacho para que abra.
En el umbral hay una chica pequeña y gordita, con la piel tan clara que se confunde con los copos de nieve que caen a su alrededor. Su pelo largo y blanco ayudan a este camuflaje. A pesar del frío lleva solo una camiseta de manga corta ancha del mismo color que su melena metida dentro de unos vaqueros anchos y altos. Su cara es redonda y sus ojos de un azul tan oscuro que solo mirarlo te provoca temblores.
Miro a Joseba, que está con la boca abierta. Vuelvo los ojos de nuevo hacia nuestra extraña visitante que no parece una persona de verdad. Sacudo la cabeza cuando creo ver como pequeños tatuajes de líneas finas y azuladas aparecen en sus brazos.
No sé si me estoy volviendo loca o me he dado un golpe en la cabeza. Pero deberíamos hacer algo o la nieve entrará en casa. Por un momento me parece que la mejor opción es cerrar la puerta y no dejar que esta extraña chica entre en casa. La descarto, recuerdo que ha preguntado por mi hija. ¿De qué la conocerá?
—Leire no está en casa. ¿Quién eres?
—Mi nombre es Khione y necesito encontrar a su hija. Creo que está en un grave peligro.
*** Quinto capitulo de nuestro reto. Enhorabuena a Martiqueta. Increíble lo que has hecho y escrito. Aún nos has dado más incertidumbre a la historia y has empezado a atar los cabos sueltos de la vida de Leire.
¡Que gran escritora y que gran capítulo nos has ofrecido!
Te doy la enhorabuena a ti y a todos los escritores por la maravillosa forma que estáis enlazando la historia sin perder la esencia del primer capítulo. Os espero en el capítulo 7 que seguro que también va a ser increíble ***
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