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Capítulo 9 - Isaías

"¿𝑆𝑒𝑟á 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑙𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑡𝑖?
¿𝑆𝑒𝑟á 𝑞𝑢𝑒 𝑡ú 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑦 𝑒𝑠 𝑝𝑒𝑜𝑟?
𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖 𝑛𝑜𝑠 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑎𝑚𝑜𝑠
𝑁𝑜 𝑛𝑜𝑠 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑦 𝑒𝑠𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟."

𝐵𝑒𝑟𝑒𝑡.

Canción sugerida por mi querida lectora Noemí Galeano ❤️

- Disculpa, ¿cómo has dicho?

- He dicho que noté tu sorpresa al verme. Imaginé que no sabías que estaba invitado.

- Ahhh eso...

- ¿Qué habías entendido? - Pregunté haciéndome el confundido.

- No, pues eso, que sí. Que me ha sorprendido verte ahí detrás, tan, tan...esto, tan... - sus manos no paraban quietas, algo que comenzaba a ponerme de los nervios.

- ¿Tan qué, Pilar? - La corté serio, dando un paso más hacia ella y mirándole fijo a los ojos.

De pronto una seguridad y una necesidad imperiosa por cuestionarla y saber más de sus pensamientos habían calado hondo dentro mío.
No sabía por qué motivo. O en verdad sí... Desde que llegué a la boda (tarde) no pude hacer más que mirarla. Me había obligado durante la caminata de casa hasta allí, a mantenerme alejado de ella. Pero bastó con verla ahí de pie, ejerciendo su rol de dama de honor junto a sus hermanas y otras chicas que no lograba reconocer, con esa emoción en su rostro y aquel vestido que le hacía verse tan bonita, para permitirme al menos el permiso de mirarla desde las sombras.

Al menos yo lo había logrado disimular mejor. En cambio ella, poco sabía sobre mirar sin que se note. Su mirada y la transparencia de esta la delataban por completo.

- Tan elegante, eso. - Respondió con evidente inseguridad en sus palabras.

- Prefiero mis trapos para el trabajo. Definitivamente me siento más cómodo.

- Lo imagino. Yo...debería ir para recibir a los novios. Ya sabes todo eso del baile y las fotos.

- La verdad es que no, no sé mucho. Es mi primera vez en una boda. - Mi confesión la sorprendió, no pudiendo disimularlo en su rostro una vez más.

- No puede ser. ¿Nunca antes has participado de una?

- No.

- ¿De ningún tío o pariente lejano?

- Que no.

- ¿Ni de algún amigo de la infancia que haya sentado cabeza?

- ¿Comprendes lo que es una primera vez? - Mi pregunta sonó más seria de lo que pretendía. O quizás yo la formulé mal.
Las mejillas de Pilar se tornaron de un tono más rojizo y aquello me resultó demasiado tierno como para dejarlo pasar.

- Te has puesto colorada. - Afirmé, sonriendo.

- ¿Pero qué dices? - Bufó pretendiendo sonar molesta pero por el contrario, noté sus nervios.

- Tranquila, no me refería a esa primera vez.

- Ts, yo que pensaba que me estabas proponiendo algo... -negó con la cabeza, mordiéndose el labio al mismo tiempo que sonreía.

Y luego de soltar aquello como si nada, pasó por mi costado y siguió caminando hasta el lugar donde la pista de baile estaba ubicada.

Yo me quedé de piedra donde estaba. No sabía cómo pero la conversación había tomado un rumbo que no esperaba. Mucho menos que pretendía, no con ella al menos. Sin embargo, cuando más la sentí nerviosa, más carácter me demostró, dejándome en jaque con aquella respuesta.

Por alguna razón me encontré imaginándome con Pilar de una manera íntima, personal. Como no había hecho hasta el momento. Estaba fijo que me atraía algo en ella, no sabía si eran sus maneras de contestar, su naturalidad para decir lo que piensa, o qué. Tantos encuentros, tantas casualidades...el río, la visita en casa, la discoteca, el incidente en su casa cuando casi se cae, y ahora esta conversación.
¿Cómo era posible que durante años jamás hubiese tenido la oportunidad de cruzarla de manera tan directa y ahora de pronto el destino me enfrentaba a ella constantemente?

Me reproché mentalmente por darle tantas vueltas a algo que no tenía sentido. Llevaba días intentando evitarla hasta en los pensamientos y sucedía todo lo contrario. Y no sabía si era la boda, lo emotiva que fue o qué carajos, pero de pronto ya no veía tan necesario mantenerme apartado de ella.

Hice a un lado todos esos pensamientos confusos y me dirigí hasta la zona de la fiesta. Caminé solo, con ambas manos en los bolsillos de mi pantalón, observándolo todo con orgullo.

Habíamos construido una especie de salón al aire libre. Con detalles en la iluminación que daban el toque especial y romántico a la velada. Varias mesas rodeaban el espacio verde elegido para el festejo, donde se había colocado también un enorme cuadrado de madera en el centro que iba fijo en el césped para oficiar de pista de baile y de esa manera poder bailar cómodamente.

Me ubiqué donde encontré lugar. Algunos otros empleados del campo estaban en la misma mesa así que me dispuse a conversar con ellos de temas casuales que fueron surgiendo a lo largo de la tarde.
Bebí un cóctel delicioso que servían para los que preferíamos no consumir alcohol, o aquellos que habían ido como conductores designados. La comida también era notoriamente de alta categoría y la música de ambiente era agradable. Incluso la que comenzó a sonar después para que la fiesta se prendiera del todo.

No había estado tan errado en concurrir. Después de tanta duda, lo estaba pasando bien, y en casa todo marchaba demasiado tranquilo, por lo que tampoco encontré impedimento desde ese lado como excusa.

En un momento dado me encontré buscándola con la mirada por todo el lugar. Hacía rato que no le veía pasar pero entendía que era parte de la familia del novio y eso la volvía también anfitriona de aquel evento.

Ya había perdido el hilo de la conversación y la verdad es que era poco fanático de hablar sobre el trabajo fuera del trabajo. Así que me levanté de mi sitio con el cóctel en mano y decidí ir a dar una vuelta por ahí.

- Isaías, has venido. - Me di vuelta en dirección a aquella voz. Luis estaba allí, reluciente y con los ojos llenos de alegría.

- Así es, señor. Su hijo estuvo bastante insistente y no me lo podía perder para nada.- Sonreí con amabilidad.

- Claro que no, tú eres parte de esta familia también. Espero que tengas en cuenta eso siempre.

- Muchas gracias por eso, señor. Todo está de maravilla, déjeme felicitarlo.

- No me digas así, por favor. No aquí. - Sus palabras me resultaron sinceras. De verdad le molestaba mi trato especial.- Estamos todos muy felices con esta unión.

- Su hijo es un muy buen hombre. Me alegra verlo tan feliz.

- Así es, hijo. Espero algún día cederle todo esto que he construido con tanto trabajo y sacrificio a lo largo de los años. No podría estar en mejores manos. - Hizo silencio durante unos pocos segundos, algo pensativo.- ¿Cómo está todo por tu casa?

Su pregunta me tomó por sorpresa una vez más. Pero así era él. Siempre que teníamos oportunidad de cruzarnos, el señor Luis se interesaba mucho por la situación familiar en casa. No hacía preguntas de más, pero mencionaba el tema dándome lugar a contar con él si así lo necesitaba.

- Todo está muy bien. De verdad. - Hice esa última afirmación para darle tranquilidad con mi respuesta. De verdad sentía que todo iba bien finalmente. O al menos encaminado.

- Me alegro, de verdad que me alegro por eso. Tu madre es una gran mujer que merece su familia unida y firme. Trabaja en eso siempre, hijo.

- Así será, señor. No dude nunca que así será.

***

Después de aquel breve diálogo el encargado de que todo aquello estuviera saliendo de maravilla, el cabeza de familia, mi jefe, continuó atendiendo al resto de los allí presentes. Saludando y cerciorándose de que todos estaban cómodos y servidos.

Poco más de una hora después decidí que ya era tiempo de regresar a casa. Me despedí de mis compañeros de mesa y de los novios. Gael me comentó que pasaría unos días en las afueras de la ciudad pero que para la siguiente semana ya estaría de lleno nuevamente en el trabajo.

No mentiré al decir que no la busqué. Lo hice. Me detuve más tiempo del necesario para encontrarla por algún sitio de la fiesta y poder así despedirme. Pero no la vi. Parecía que la tierra se la hubiese tragado de pronto.
Resignado, salí de la zona de la boda y caminé por todo el predio de campo hasta la salida principal que estaba bastante alejada del epicentro del festejo.

Cuando la música ya comenzaba a sentirse más lejana, sentí una voz familiar llamándome varios pasos por detrás. Sorprendido me di vuelta y vi a Pilar casi corriendo en mi dirección. Por un momento creí que había sucedido algo y por eso se dirigía hasta mí, así que por instinto comencé a caminar hacia ella también.

Se había soltado el cabello, ya no llevaba el recogido de más temprano. Su vestido iba anudado a un costado para no pisarlo e iba descalza. Madre mía, aquella niña no dejaba de sorprenderme.

- ¿Todo está bien? ¿Ha pasado algo? - Pregunté preocupado con ella ya de pie frente a mí y algo agitada por el apuro en su caminata.

- Te ibas...y no...te has despedido de mí. - Reclamó haciendo varias pausas entre palabras para tomar aire por la boca.

- Te busqué para hacerlo pero no estabas por ningún sitio.

- ¿De verdad me has buscado? - Mierda, aquella situación comenzaba a irse de mis manos.

- Pilar, yo...

- Me gustas. Me gustas, joder, y no pienso ocultarlo más - comenzó diciendo pero no se detuvo allí. Siguió hablando sin parar, gesticulando con sus manos y mirando para todos lados menos a mí- toda esta mierda de la boda me ha hecho dar cuenta de que la vida es una sola, hombre...

«Mierda.»

- ¿Miedo a qué puedo tener? ¿Al rechazo? Pues ahí lo tienes...al menos no me quedaré con la duda toda la vida y podré seguir adelante sin preguntarme cada día "qué hubiese pasado si..." esas cuatro palabras pueden condenarlo a uno de por vida. Pero no me pasará a mí. Lo mío es el riesgo, Isaías. Al menos después, ¿quién me quitará lo bailado?

Detuvo su discurso tomando aire para respirar y yo no pude decir nada a todo lo dicho por ella. No entendía si había bebido algo durante la boda, o de pronto sintió el impulso de ser demasiado sincera. El corazón me latía demasiado fuerte. Seguro porque aquel tipo de situaciones me incomodaban lo suficiente al punto de no saber cómo actuar. Porque Pilar me atraía sí, de seguro a cualquier chico de nuestra edad le pasaría, ¿pero gustarme?

- ¿No dirás nada? - Me enfrentó nuevamente exigiendo una respuesta.

- Yo...yo no sé qué decirte.

- Vale, lo pillo. Me largo. - Se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria.

- Espera, Pilar. ¿A dónde vas? - Se giró para mirarme. No sabía qué hacer para que volviera. No quería que se fuera. No quería.

- Pues vuelvo a la fiesta. ¿Esperabas que me pusiera a llorar? - Sonrió. - Hay más peces en el mar, Isaías. Apenas cumpliré 18. La vida es demasiado corta, ¿recuerdas?

Quedé mudo. ¿De dónde había salido? Joder.
Pero cuánta razón tenía.
¿Qué esperaba? La había rechazado al no darle una respuesta clara a su confesión. Por dentro, mi cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto. Pensaba en todos los pro y los contra de tomar tanto riesgo como ella hacía.

La vi alejarse, caminando segura, sin mirar atrás y con la cabeza en alto. Y joder, cómo me gustaba eso de ella. Nunca le temblaba la voz ni el pulso a la hora de decir o hacer algo de lo que estuviera segura. ¿Cuántas chicas a su edad tienen esa seguridad?

Resoplé frustrado, tirando de los mechones de mi pelo debatiéndome entre la razón y lo que verdaderamente deseaba hacer.

- A la mierda todo.

Salí corriendo detrás de ella y al alcanzarla, rodeé su cintura con mi mano para hacerle girar y dejarla frente a mí. La suave brisa de verano hizo que unos mechones rebeldes le taparan su bonito rostro, así que los hice a un lado con movimientos suaves, permitiéndome, de paso, acariciar sus mejillas encendidas.

- Nunca antes una chica había sido tan clara conmigo.

- ¿Eso me vuelve especial?

- Eso y más cosas... - susurré acercándome poco a poco a su rostro.

- ¿Cuáles cosas?

- ¿Siempre eres así de preguntona?

- Solo cuando intento mantener una conversación con un ser monosilábico. - Sonreí por su respuesta ocurrente. Tenía razón.

- Me cuesta un poco abrirme a los demás.

- Pero yo no soy "los demás", ¿recuerdas? Soy especial.

- Joder, que difícil me lo pones.

Acuné su rostro con mis manos y tomando el control de la situación acaricié sus labios con los míos. Permití apenas un lento roce entre ellos de lado a lado.

- Hueles a menta. - Susurró con los ojos cerrados y me di cuenta en ese momento de que estaba perdido.

- Y tu hueles a milagro. - Respondí sabiendo que aquello solo iba a entenderlo yo. Pero qué más daba...

La miré a pocos centímetros de su boca, guardando cada detalle de su rostro y también cada sentimiento que emanaba de ella. Podía leerla a la perfección, era demasiado transparente y eso me encantaba.

Dejé un beso en la punta de su nariz, luego repetí el gesto pero besando una de sus mejillas, enseguida la otra y bajé después hasta el inicio de su cuello, besando cada lado de éste de manera lenta y suave. Quería parar el tiempo. Necesitaba hacerlo.

No la solté en ningún momento, no podía ni quería hacerlo. Sonreí al ver que abría los ojos en busca de algo más y entonces ya no nos hice sufrir con tanta espera.

La besé. Esta vez la besé como Dios manda. Con seguridad, decisión y deseo. La besé con suavidad, en detalle y con ternura. Conociendo por primera vez el sabor de sus labios y el perfume de su piel. Toda ella era exquisita y mi sistema estaba a punto de colapsar por tantas reacciones que aquel beso estaba provocando.

Estaba besando a mi vecina. A la hija de mi jefe. A la niña de cabellos dorados y sonrisa pícara. Llevaba desde el río intentando dejar de pensarla. Pero entonces entendí que hay sentimientos que uno los puede dejar encerrados pero no en silencio. La mirada habla, el cuerpo reacciona y el corazón palpita. Y cuando eso sucede, solo es cuestión de tiempo.

Me separé lo suficiente como para permitirnos tomar aire, pero no la solté. Suspiré con los ojos aún cerrados y pegué mi frente a la suya buscando un punto en común donde mantenernos aún unidos.

- Ese ha sido el mejor primer beso del mundo. - Murmuró abriendo los ojos para mirarme.

Sonreí. Sonreí por saberme elegido para esa primera vez. Sonreí por haberme dejado vencer por el corazón y no haberme detenido por la indecisión de la razón. No podría haber vivido con la duda de qué hubiese pasado por no haberme animado. No esta vez. Necesitaba empezar a vivir.

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