Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 42 - Pilar


"Mas allá del sol
Mas allá del mar
Mas allá del tiempo
Se que hay un lugar

Donde quiero ir
Donde quiero estar
Hoy la fantasía
Se hace realidad."

Alejandro Lerner.


Había escuchado en alguna oportunidad aquello del túnel blanco cuando uno está a punto de cruzar la línea entre esta vida y lo que sea que exista del otro lado. De hecho había intentado buscar dicho túnel aquel día en el río, cuando casi muero ahogada, sin embargo, no lo había conseguido.

Desesperación, ansiedad, pánico y miedo, mucho miedo. Solo aquellos sentimientos fueron protagonistas hasta el instante mismo en el que abrí los ojos y vi al joven encargado de salvar mi vida. Me llevó años y mucho dolor de por medio aceptar que ese día había terminado siendo una bendición. Porque a pesar del tiempo que luego pasamos separados, ese día conocí al amor de mi vida.

Pero se sintió distinto esta vez. Mi mente no estuvo en ningún sitio oscuro. Al contrario, había claridad, demasiada claridad. Mucho blanco y mucha paz. No podía describirlo con palabras en detalle, porque ni yo misma entendía lo que me estaba pasando.

Si así se sentía morir entonces no resultaba tan terrible como siempre se espera. Intentamos huir de la muerte a diario, nos da miedo hasta siquiera pensar en ella. Cuando al final es lo único seguro que tenemos en esta vida. Todos vamos a morir.

Quizás la duda de lo qué vendrá. Quizás la angustia de sentir que nos vamos a separar de los nuestros para siempre. No podía entenderlo aún. Pero elegía creer que algo más había. Siempre lo sentí, mucho más cuando perdí a papá. Prefería sostenerme de esa mínima esperanza de volverle a ver, antes que resignarme a una separación eterna donde todo quedara en la nada.

La vida me había puesto a prueba cientos de veces. Y una vez más sentía que esto solo se trataba de una nueva prueba que atravesar.

No era un túnel entonces, esa era la primera seguridad. Era un camino sin techo infinito de paz que me daba ganas de seguir transitando y no detenerme.

De pronto cientos de olores, aromas y sonidos familiares comenzaron a inundar ese camino. Me recordaron a mi infancia, aquella Pilar intrépida y audaz que siempre buscaba ir más allá. Algunos decían que era una niña curiosa, a lo mejor sí. Pero si de algo estaba agradecida era de recordar mi vida llena de cosas bonitas y felices.

Cuanto más caminaba, más escenas de mis primeros años venían a la memoria. Sucedía todo muy rápido, pero al mismo tiempo se sentía tan real que me causaba escalofríos.

La voz dulce de mamá al despertarme cada mañana. Mis hermanas gritando a causa de alguna de sus tantas riñas que acababan con todos riendo fuerte por sus ocurrencias. Gael levantándome del césped luego de aquella caída del caballo que me costó mi primer hueso roto. Y sus caricias. Estaba en completa seguridad de que sentí sus manos como si estuvieran tocando mi rostro nuevamente...las manos de papá.

Definitivamente entendí que estaría muy cerca de morir porque, de lo contrario, todas esas sensaciones familiares eran incapaces de sentirse ni en sueños. No era tan malo morir. Quería seguir caminando y no mirar atrás.

Seguí unos cuantos pasos más. Quién sabe cuántos. Solo me concentré en seguir la sensación de sus manos y de todos los recuerdos que volvían a mi memoria sin parar. Cuanto más caminaba más palpables eran. Quería correr para llegar más rápido pero algo me lo impedía.

De pronto ya no sentí tanta paz. La frustración por avanzar más rápido y no poder comenzó a tomar protagonismo también, debatiéndose ambas en acaparar mi corazón. ¿Paz o frustración? ¿Por qué de pronto ante tanta seguridad y tanto deseo por avanzar, comenzaba ahora a sentir que algo estaba dejando atrás...?

Sentí mi corazón latir fuerte, la claridad se volvió gris y la desesperación se volvió insoportable. ¿Dónde estaba? ¿Por qué ya no me sentía en paz? ¿Dónde están sus manos ahora? Necesitaba seguir sintiendo su cercanía. Necesitaba correr hasta él y hasta esos recuerdos que me habían hecho completamente feliz.

Tucutu, tucutu, tucutu. El corazón. Mi corazón. No estaba muriendo. O al menos no aún. Pero no estaba donde siempre. Me senté y abracé mis propias piernas, acurrucándome a mí misma, igual que hacía de pequeña cuando tenía mucho miedo.

- Hija. - Su voz serena y rasposa era imposible de confundir.

《 No podía ser real 》

- ¿Papá? - Murmuré levantando la mirada.

- Aquí estoy, princesa.

No estaba soñando. Era real. No estaba muriendo. O sí. De hecho sí, estaba llegando al otro lado de la vida. Entonces no estaba errada, había algo más. Y por fin, por fin después de tanto podía verle y sentirle de nuevo. Por fin volvía a encontrarme con él después de tantas noches de angustia.

- ¡¡Papá, por fin!! Te he echado muchísimo de menos... - afirmé poniéndome de pie para estar a su altura y poderle abrazar.

Olía a él. Sentía sus músculos, sus brazos rodear mi cuerpo, sin embargo, no lograba sentir los latidos de su corazón al igual que los míos.

- Mi niña, mi preciosa hija, aquí estoy, aquí estoy, Pili.

- No puedo creer que seas tú. ¿Dónde estamos?

- Eso no te lo puedo decir. Tú misma debes entenderlo. - Su voz provocaba un extraño eco en el ambiente.

- ¿Entender qué?

- Ya verás... Estás tan hermosa, ha sido duro verte desde aquí tan triste. - Sobó mis mejillas con sus pulgares ásperos. Recuerdo decirle de niña que aquello me hacía daño, siempre tan exagerada...

- No te haces una idea de lo que duele la vida sin ti.

- Es solo el camino para la recompensa, mi niña. Tú solo no bajes los brazos.

- Ya no, papá. Estás aquí. Estás conmigo y no quiero volverme a separar de ti.

- Pilar, debes volver.

- ¿Qué? ¿A dónde? - La angustia amenazó nuevamente con invadirme como aquel día.

- Lo sabes bien. Tu lugar no está aquí ahora mismo. Debes volver...todos te esperan. Él te espera.

Sus palabras hicieron que entendiera. Era imposible que me sintiera tan mal si estaba dónde debía. Lo tenía a papá conmigo. Y joder que se sentía tan bien después de un año sin él. Pero mi lugar era a su lado. Al lado del hombre que ahora mismo sostenía mi mano en aquella cama de hospital mientras unas cuantas lágrimas caían por sus mejillas.

- Debo volver... - Dije más para mí, confirmando que debía hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.

- Se hace tarde, princesa. Debes volver.

- Lo siento tanto, papá... - debía volver pero eso no quitaba la tristeza de tener que ser yo ahora mismo la que le dejaba.

- Estoy bien, soy feliz dónde estoy. Todos lo seremos, solo me tocó llegar un poco antes - su tono de voz comenzó a quebrarse por la emoción- pero, Pilar, recuerda esto: nos espera una eternidad repleta de mariposas y mucha paz. Todos a su tiempo.

- Te amo hasta el infinito, papá. - Quise abrazarlo pero entonces ya no pude.

Lo veía, sonreía, no quitaba sus ojos de mí pero estaba lejos. Sonreía y la luz se impregnaba de lleno en él pero no llegaba del todo a mí.

- Y yo a ti, hija. Estaré contigo cada vez que me pienses y si no lo haces encontraré la forma de que mis recuerdos vivan en tu memoria.

La oscuridad cada vez era más grande. Los sonidos dejaban de ser serenos y comenzaban a provocarme escalofríos. Sentía que debía apurarme.

- No te quedes ahí. Debes volver por el camino de regreso.

- Pero...

- Anda, Pilar, se hace tarde, hija.

No dije más. Lo miré por última vez al mismo tiempo que caminaba marcha atrás. El camino ya no era claro sino que apenas podía verlo. Estaba muy oscuro y me daba miedo. Mucho miedo.

- Pilar...

- ¿Sí? - ¿Se estaba arrepintiendo de dejarme ir?

- Dile a mamá que no lo piense más.

- ¿De qué hablas?

- Tú solo hazme caso.

Hasta en aquella especie de despedida mi padre me había invitado a obedecerle sin chistar. Y amaba eso de él hasta en ese momento.

Sonreí en su dirección y me enfrenté al camino nuevamente. No podía dejarme vencer por el miedo. Se me estaba acabando el tiempo. No entendía por qué pero debía volver rápido. Tal cual por donde había llegado. Así que hice lo primero que se me vino a la cabeza.

Corrí. Corrí, entendiendo que literalmente mi vida dependía de ello. Corrí sintiendo como el corazón cada vez latía más y más fuerte. Corrí hasta perder la razón, sin entender en qué momento llegaría al destino. Aún sin saber cuál era... Corrí sabiendo que él me esperaba, y entonces, cuando menos lo esperaba, abrí los ojos de par en par.

***

La luz dificultó que pudiera enfocar con nitidez los primeros segundos pero bastó un poco de concentración para detectar su espalda de pie en aquella puerta.

No entendía dónde estaba, qué había pasado y por qué sentía mi cuerpo agitado y ansioso como si hubiera corrido una maratón. Solo sé que verle de espaldas, cabizbajo y a punto de salir por aquella puerta, hizo que tomara fuerzas de donde no sabía para hablarle y evitar que se fuera.

- No...no te vayas. - Le pedí sabiendo que aquellas palabras estaban dando comienzo a una nueva oportunidad.

***

- Ten cuidado, cariño...

- No sé si podré soportar más días así.

- Apenas llevas dos consciente. Te vi 14 eternos días conectada a cientos de máquinas sin saber si ibas a regresar. Lo único que necesito ahora es que seas positiva...

- No me retes... - Le miré levantando los ojos mientras él me sostenía por los antebrazos para darme apoyo.

- No lo hago, preciosa, pero ha sido tan...duro - Sus labios hicieron contacto con la piel de mi frente y aquel gesto me motivó a seguirlo intentando.

- Lo siento, soy tan egoísta...

- Shhh, estoy aquí. Haremos esto juntos.

Sus palabras de aliento fueron eso, un bálsamo de calma ante tanta frustración. Muchos podrían tacharme de desagradecida, ansiosa y más. Pero lo cierto es que no me hacía aún a la idea de que mis piernas no funcionaran como recordaba.

Los médicos comentaron que no había impedimento alguno para no volver a caminar. La catarata de estudios que me hicieron al despertar arrojaron solo resultados positivos. Aún así, no sentía las piernas del todo. Apenas un cosquilleo, el cual los médicos lo adjudicaban a la cantidad de días en coma, así como también a los efectos secundarios de tanta medicación.

Isaías no se había despegado de mí desde que abrí los ojos. Todavía tenía patente en la retina de mis ojos su rostro desencajado cuando se giró sobre sus pies para verme despierta luego de 14 días.

Su emoción fue contagiosa y no dejamos de llorar durante horas, aunque no recordé nada de lo vivido hasta más tarde, cuando él mismo tuvo la valentía de relatarme lo ocurrido.

Su mandíbula desencajada al mencionar a su progenitor me hizo temblar. Supe lo difícil que era para él vivir con la idea de que casi me mata su propio padre. De a ratos sentía que yo le sostenía anímicamente a él, tanto como él lo hacía físicamente conmigo.

- Vale, más tarde lo intentaremos de nuevo. Lo has hecho genial, preciosa.

- ¿Tú crees? - Pregunté insegura luego de probar levantarme con su ayuda durante unos cuantos minutos. Ejercicio constante y paulatino nos habían pedido los médicos. Y mi chico se lo tomaba muy en serio.

- A juzgar por el poco ánimo que tenías al comenzar los ejercicios, creo que tuvimos los mejores resultados. Solo un poco más y ya lograrás hacerlo sola, estoy seguro.

- ¿Qué haría sin ti?

- No sabría decirte, preciosa, porque tampoco imagino una vida sin tenerte en ella.

- Pues tu novia se ha vuelto una experta en burlarse de la muerte.

- Pero mira nada más, eso sí que no te lo has olvidado - sabía muy bien a qué hacía referencia - estás más avispada y graciosa que nunca. Aunque te diré que no es de mis favoritos tu humor negro.

- Anda, cariño, ya hemos tenido demasiado, un poco de risa al cuerpo no le viene mal.

Efectivamente hicimos eso durante un largo rato: reír. Aunque también lloramos de nuevo. Mucho más al recibir a Gael y Lina en la habitación. Verles, a sabiendas de todo el tiempo que había pasado dormida, se sintió tan emocionante que no me cansaba de repetirles lo mucho que les quería.

Me había tomado por sorpresa ver a Gael cuando entró en la habitación. Llevaba un ramo de girasoles consigo, pero no fue eso lo que acaparó mi atención. Gael llevaba su barba crecida, de hecho la misma enmarcaba la mitad de su rostro a la perfección. No se veía desprolijo, era un crecimiento parejo, perfectamente delineado y podía admitir que se veía extremadamente bien con esa onda.

Hubiese bromeado al respecto, de no ser porque verlo con aquel nuevo look me había recordado demasiado a papá. Tenían el mismo color de ojos y de pelo y aquel particular toque le hacía verse tan igual a él que los ojos se me llenaron de lágrimas al instante.

- Te ves bien... - Admití luego de unos cuantos minutos de conversaciones random entre los cuatro.

- Tú también te ves bien.

- No digas mentiras. He bajado como 6k y llevo unas ojeras que dudo mucho se quiten con algo.

- Todo tiene solución, hermanita. Lo importante es que estás aquí. - Su mano acarició mi rodilla, que a pesar de ser poca la sensibilidad de mis piernas, logré sentir dicho contacto a la perfección.

Mi hermano e Isaías habían hecho todo lo necesario para que luego de despertar del coma, me trasladaran a una habitación privada, lo que permitía que tuviéramos intimidad y ninguna restricción en lo referente a las visitas.

Había una sofá cama beige visiblemente cómodo y elegante, lo justo para un buen descanso del acompañante y unos cuantos metros cuadrados suficientes hasta para que allí se monte una fiesta. Aunque estaba claro que eso no iba a suceder.

Un ventanal enorme daba al exterior, desde donde se podía visualizar algo de nuestro campo a lo lejos. Aquellos colores familiares fueron indispensables a la hora de tomar fuerza para no bajar los brazos con la recuperación. Al igual que mis ganas de volver a casa. Necesitaba volver a mi lugar.

- Te ves igual a él. - Admití en voz baja. Lina había salido para hablar por teléfono con la niñera e Isaías aprovechó la compañía extra para tomar una ducha.

- Me lo han dicho bastante estos días. - Asentí bajando la mirada. Recordarlo siempre dolía.

- Sabes...he soñado con él mientras estaba en otro plano.

- ¿De verdad? Cuéntame... - Pidió interesado acercando la silla en la que estaba sentado al costado de mi cama.

- Me pedía que volviera, que no era tiempo de que esté aún con él... - relaté lo que me acordaba, sintiendo nuevamente la sensación de realidad que había tenido con aquel sueño - ¿sabes?, se veía tan feliz... - mi voz se quebró al recordar su sonrisa.

Pasé saliva y cerré los ojos para evitar que cayeran las lágrimas acumuladas en mis ojos

- Entonces así debes recordarlo, Pili. Y claro que aún no es tiempo de que tu vayas con él. Te queda mucho por vivir... Te necesitamos demasiado todos. Estos días fueron una tortura. Los niños pedían por ti cada día, Lina no sonreía como siempre, yo sentía un vacío insoportable pero Isaías... - detuvo su monólogo agachando la cabeza con pesadez al hacer un repaso de sus emociones durante mi ausencia.

- Oye no...tú no puedes lloriquear ehh.

- Serás tonta. Macho pecho peludo, ¿recuerdas?

- Mi bro, el mismo de siempre.

- Te extrañaba, enana.

- Pues aquí estoy. Y algo me dice que deberás soportarme durante un largo, largo tiempo.

- Por cierto, mamá ha estado aquí cada día, cuando no se quedaba con los niños, pero lleva encima una gripe para 30 así que ha dejado dicho que te espera en la casa. Sabes cómo se lleva ella con los hospitales...

- Lo sé... - La mención repentina de mamá me trajo a la memoria un nuevo recuerdo. Algo había dicho papá durante el sueño, algo que debía decirle a ella. ¿Pero el qué...?

No tuve tiempo de pensármelo demasiado porque enseguida la habitación se llenó de visitas. Mis hermanas, Lina que había colgado la llamada, mis amigas incondicionales y más tarde se animaron a visitarme también Gloria y Juan.

Todos estaban allí. Y aunque el cansancio se hacía notar con cada minuto que pasaba, no pude sentirme más feliz. Estaba rodeada de gente que me amaba. Mucha gente.

La sonrisa de papá en el sueño tan real que tuve dormida volvió a mi mente durante aquellas visitas, sí que era posible ser feliz aquí y allá. Nadie decía lo contrario, así que decidí en ese mismo momento hacer que cada día contara. Cada día era una nueva oportunidad de ser feliz y hacer feliz a los que me rodeaban. La vida era demasiado corta para la queja.

Mi tiempo era aquí, hasta que la vida o quién fuera dijera lo contrario. Pero mientras mi corazón latiera, no dejaría que pase un día sin sonreír. Ya luego me ocuparía de hacer lo mismo, pero en el más allá, cuando volviera a encontrarme con papá.

Se puede ser feliz - me repetí mentalmente - aquí y allá...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro