"Recuerdo aquel día
Como si fuera hoy
No hay nada como ella
Ni siquiera
Me encontró
Recuerdo, todavía
La vez que la besé
Fue mi primer amor
Y ahora escribo su canción
Hay algo más
Inexplicable como su mirada
Inigualable como la manera en que me cela
Y trata de disimular que no está mal
Voy a cuidarte por las noches
Voy a amarte sin reproches
Te voy a extrañar en la tempestad
Y aunque existan mil razones para renunciar
No hay nadie más."
Sebastián Yatra.
La noche anterior resultó siendo una de las más especiales y diferentes de mi vida; dormí con una mujer y no acabamos teniendo sexo, por el contrario, sentí muchos deseos durante el tiempo que pasé despierto con ella a mi lado, pero en ningún momento el deseo carnal prevaleció.
No voy a hacerme el gilipollas y decir que no me puso nada tener a Pilar tan cerca y mucho más aún, sentir su vientre con mi mano, su respiración contra mi pecho y su cuerpo acoplarse al mío como si estuvieran hechos el uno para el otro, pero fue más que eso.
Después de diez años, aquella noche fue la primera vez que pude dormir sin tener alguna pesadilla con referencia a mi padre. Y parecería una tontería que eso fuera más significativo que lo otro, pero creía que nunca podría librarme de ello.
Había intentado con medicación, con tratamientos y psicólogos y nada ni nadie lo había logrado. Pero fue dormir con ella y todo tuvo un nuevo sentido.
Hasta el momento me había creído lo suficientemente maduro y superado con la situación, subestimé por completo que eso pudiera significar algo para mí. Pero en el momento en que aquella rubia de ojos tristes me pidió casi en un tono de súplica que la acompañara a dormir, me di cuenta que estaba realmente jodido.
Pilar era una mujer hermosa, era atractiva con su carácter y todo el combo era ideal, además de todo el pasado que nos unía. Pero ponía las manos en el fuego de que iba a ser incapaz de enamorarme de nuevo de una mujer, por miedo de sufrir y aún peor, por miedo a hacer sufrir de nuevo a alguien más, mucho menos enamorarme de ella.
Hasta esta mañana, al verla dormir, al notar su respiración pausada y su rostro angelical tan sereno, me di cuenta de que verdaderamente estaba perdido. Y era cierto, no me iba a enamorar jamás, pero porque nunca había dejado de estar enamorado de ella. Por más mentiras que me quisiera inventar, por más vueltas que buscara darle a la situación, o por más mujeres que llevara a mi cama con el solo fin de desahogarme física y mentalmente, Pilar siempre sería la mujer de mi vida.
Necesitaba mi bolsa de boxeo urgente, necesitaba desquitar toda la maldita frustración que me había generado el reconocerme a mí mismo todo aquello. Pero estaba a kilómetros de poder hacerlo, por lo que me resultó más fácil salir a tomar aire y despejar un poco los pensamientos viendo el amanecer.
Poco me terminó durando la soledad y el intentar despejarme, Gael y Lina salieron de su tienda más temprano de lo que hubiera querido.
Gael...¿qué pensaría si le confesara que estaba enamorado de su hermana pequeña? Joder, cuanta más vueltas le daba al tema, más mierda me resultaba todo. Pensar en eso no era buena idea en ese momento, al menos no con él frente a mis narices.
Decidí que lo mejor era poner mi mayor cara de despreocupado, unirme a ellos para desayunar y esperar a por fin estar solo en mi cuarto de hotel para encontrar una puta solución a todo aquel caos que me iba carcomiendo por dentro.
***
Un par de horas más tarde apareció ella. Pasé saliva nervioso y no pude evitar recorrerla con la mirada.
«Joder, Isaías, cualquiera que te viera se daría cuenta al instante lo metido que estás con esta tía.»
Soporté su presencia por un rato más y luego me disculpé con la fingida excusa de que tenía trabajo por acabar. No podía estar solo con ella de nuevo, no ahora que me había admitido a mí mismo todo lo que Pilar me provocaba.
Nuevamente las horas del reloj pasaron sin sentido alguno. Allí tirado en un sobre de dormir que ni había usado, en medio de un bosque, con una familia ajena a la mía y la chica que me traía loco a solo unos pasos de distancia.
- A la mierda todo.
Me puse de pie y decidí salir a enfrentar la situación de una maldita vez. Estaba cansado de ser siempre el tipo inseguro y pensativo para todo. Por primera vez reconocía que quería algo en mi vida y ese algo estaba allí, más cerca de lo que jamás hubiese imaginado hace unos meses atrás.
Salí entonces envalentonado pero solo verla allí sentada, solitaria y distraída con su móvil, hermosa y decidida como sabía que era, solo eso bastó para que me cagara de nuevo en los putos pantalones.
Era un cobarde y me di golpes mentales por ser tan gilipollas. Busqué una excusa entonces, así que no se me ocurrió mejor idea que llevarla al sitio que había visitado el día anterior cuando la parejita ideal preparaba la cena y Pilar se quedaba encerrada en su tienda.
La miré de reojo intentando descifrar sus pensamientos mientras caminábamos a dicho lugar. Algo me decía que ganaría esa apuesta y que ahora era ella la arrepentida por haberse jugado contra mí.
El sitio no estaba lejos, al contrario, tan solo unos cuantos metros hacia adentro del bosque bastaron para llegar al punto en cuestión. En un extremo, casi al final de un camino, un gran árbol protagonizaba la escena, era gigante y estaba seguro que nunca antes había visto uno así. Pero eso no era lo que me había llamado la atención el día anterior precisamente.
Del árbol colgaba un columpio de madera grande, lo suficiente como para que dos personas subieran a él. Dos cuerdas a sus lados lo sujetaban con seguridad a una gruesa y pesada rama. Como panorama, si te sitúas en él, la vista es diferente a cualquiera. Todo el horizonte podía verse casi que en su totalidad, de punta a punta de aquel bosque, sin que un árbol, rama o arbusto te prohibiera disfrutar del mismo.
Allí mismo, los colores del sol generaban un resplandor sobre el agua del lago que hacía ver todo con más brillo. Vamos...bastante difícil de explicar con palabras, más bien era de esos regalos de la naturaleza que solo se pueden apreciar en vivo y en directo. Ni una foto bien hecha le haría justicia.
Me quedé viendo a Pilar. Sabía a la perfección que aquel columpio no estaba antes. Fue Gael quién me lo aseguró, cuando regresé de mi caminata y le comenté sobre ello. Me hizo saber que el año anterior, con Don Luis, habían colocado aquel objeto cuasi volador, al descubrir que la vista desde ese punto era diferente a cualquier otro, pensando en las siguientes vacaciones familiares cada vez con más niños. Y Pilar, no había hecho la acampada con ellos, por lo que estaba seguro que sería algo nuevo para la niña.
- Has ganado. - Dijo en un susurro que casi no se llegó a escuchar.
- ¿Cómo?
- Que has ganado...nunca antes había venido a este sitio.
- Quizás a este punto sí. Pero el columpio lo colocó tu padre el último año en que vinieron.
- Joder... - casi se dispara del lugar pero fui más rápido que ella y la sujeté de su mano a tiempo.
- No te vayas, Pilar. Deja de luchar.
- No puedo. Todo...todo me recuerda a él.
- Y precisamente eso es lo bonito, ¿no crees? ¿O quieres borrarlo de tu memoria para siempre?
No contestó. Vi como su labio inferior comenzó a temblar, pero antes de que siquiera pudiera consolarla, me rebasó por el costado para acercarse al tronco del árbol y verlo de cerca. Miraba por todos lados como si buscase algo.
- ¿Qué buscas? - Pregunté curioso y confundido.
- Estoy segura que fue aquí.
- ¿De qué hablas? - Me acerqué por detrás para intentar seguir el movimiento de sus ojos.
De pronto sus manos se detuvieron sobre el medio de aquel gran pedazo de tronco y los hombros de Pilar se movieron sin control. Estaba llorando. Aunque no pudiera escucharla hacerlo, su cuerpo la delataba.
No dije nada, rompí un poco más la maldita distancia entre nosotros y la abracé por detrás. Cubriendo sus hombros con mis brazos y de esa forma, su cabeza se acopló al hueco entre mi cuello y mi hombro.
No se movió. No se movió y para mi sorpresa tampoco se quejó ni dijo nada para intentar que me alejara. Joder, era tan perfectamente frágil y fuerte al mismo tiempo que me volvía loco aquella dualidad en su forma de ser.
Una mujer independiente pero al mismo tiempo necesitada de su padre como una niña de 3 años. Una mujer fuerte pero débil en partes iguales. Orgullosa y dócil. Y así podría seguir.
Sabía que aquella personalidad la había ido forjando con los años, con los golpes y con el tiempo, sabía que en parte las heridas que había dejado en ella la habían vuelto más fría y hasta cautelosa.
Pero aún así, aún podía ver y sentir en sus actitudes, algo de aquella niña aventurera, lanzada y segura. Aún recordaba el día que me dejó mudo al decirme que le gustaba. Joder...ojalá pudiera volver el tiempo atrás para hacer las cosas mejor y así no haber desperdiciado todo el tiempo pasado.
- Cuando tenía 8 años papá me trajo a este sitio. Me di cuenta que lo recordaba desde que me detuve aquí.
Hizo silencio unos segundos y yo no dije nada. Le di su tiempo para contarme aquello sin interrumpirla.
- Yo estaba molesta porque Irene me había molestado diciendo que Julen, un chico de mi grado, no gustaba de mí y yo sí de él. Así que papá me trajo aquí, me dijo que siempre lo tendría a él y...y con un cortante que siempre llevaba, grabó nuestras iniciales allí - señaló la zona del tronco marcada. Y efectivamente allí estaba escrito con más claridad de la que hubiera imaginado "P y L".
Por un segundo me detuve en ese Julen, maldito niño que hizo sentir mal a mi niña de ojos avellana.
Luego recordé que yo mismo la desprecié al dejarla sin una puta explicación. No estaba tan lejos de ese Julen.
- Lo echo tanto de menos.
- Lo imagino y mentiría si dijera que te entiendo. De solo pensar que me falte mamá algún día se me ponen los pelos de punta.
No respondió y agradecí que no lo hiciera porque no me gustaba nada el terreno que estaba tomando aquella conversación.
La vi moverse y no entendí que pretendía hasta que rodeó el columpio y se posicionó delante de él. Se sujetó de ambas cuerdas y de un solo salto se subió sobre la tabla de madera, quedando sentada sobre ella a bastante distancia del suelo. La altura del columpio era considerable, de hecho algo peligrosa para niños. Pero a Pilar aquello pareció resultarle más atractivo aún.
- No te quedes ahí quieto. Ayúdame.
Entendí que hacía referencia a que la ayudara a generar ese típico vaivén así que con algo de fuerza la empujé, permitiendo que se moviera hacia adelante con un gran envión. A partir de ahí no necesité seguirlo haciendo. Me hice a un lado y la dejé ser.
Parecía realmente una niña en aquella situación. Libre, con su cabello al viento y sus ojos conectados con los colores del cielo. Supe que estaba yendo hacia él con el pensamiento. Y ojalá pudiera hacer más por aliviar su dolor.
Poco después descendió y su sonrisa lo valió todo. Podría pagar por verla sonreír de aquella manera todos los días. Era aún más hermosa que en cualquier situación.
- Gracias por...esto. - Dijo algo tímida. Raro en ella ya que nunca la veía en esa condición.
- Yo no he hecho nada, Pilar. Eres tú.
- Tú me trajiste aquí. No recordaba el árbol. Ni sabía de este aparato. - Volvió a sonreír.
- Fue una buena idea, una más de tantas que siempre ha tenido tu padre.
- Pero... - se detuvo antes de continuar hablando para girarse hasta quedar de frente a mí - todo termina en ti.
- No...no te entiendo - comenté inseguro por la reciente cercanía. Estábamos demasiado cerca. De hecho ella no dejaba de dar pequeños pasos hasta mí.
Joder, me volvía loco su rostro tan perfecto.
- Últimamente todo lo relacionado a papá se conecta contigo. El pedido en su carta, el episodio con Trueno, ahora este sitio...
- Algo te querrá decir con todo eso, ¿no crees?
- Pues yo no creo que suceda algo después de la muerte. Mucho menos que intente comunicarse de alguna manera...
- Te equivocas. Sí que sucede.
- No puedes probármelo, nadie puede.
- Tu padre me quiere cerca de ti, Pilar. ¿Hace falta que te lo pruebe aún más?
- Isaías, yo... - Noté su reversa en el tono de voz pero me adelanté de nuevo.
- Shhh...déjalo ser de una maldita vez.
De pronto aquel diálogo tan intenso, rápido y retador me había llevado a niveles desconocidos de valentía. Todo el entusiasmo por enfrentar de una vez lo que sentía volvía a apoderarse de mi ser entero.
La tenía tan cerca, mierda, podía sentir su propio aliento chocando con el mío. La miré fijo, no quería hablar más, necesitaba demostrarle lo que le decía. Pilar estaba hecha para mí y yo para ella, no tenía ya dudas. Y la deseaba, joder. La deseaba como un loco.
Rodeé su cintura y la pegué más a mí. Noté su aceptación porque precisamente no me rechazó, ni se apartó. Necesitaba ahora mismo demostrarle que podíamos volver a empezar. Que no todo estaba perdido.
Me acerqué con seguridad para terminar de romper la distancia de nuestras bocas, pero antes de que por fin pudieran conectarse, la burbuja en la que nos habíamos metido juntos se rompió al instante en el que aquella vocecita gritó con más fuerza de la que una niña de esa edad podía gritar.
- ¡¿SE ESTÁN BESANDO?! Mamaaaaaa, papaaaaaaa, Ishaías y la tita Pili se están besandooooo.
Me aparté de Pilar como si quemara, molesto por haber estado tan cerca de sentirla de nuevo. Ambos lo hicimos. Pero ella, en lugar de quedarse de piedra como yo sí lo había hecho, reaccionó rápidamente yendo a tapar la diminuta boca de Milagros.
- Shhhh, que no, que no. Que nadie se está besando aquí.
Desde mi sitio solo podía ver los ojitos de la pequeña rubia abiertos como platos mientras asentía con su cabeza sin poder hablar, ya que su tita no se lo permitía.
De no ser porque me asustaba más la idea de que Gael supiera algo, me hubiera reído a carcajadas de la situación.
- Prométeme que no gritarás... - Suplicó en un susurro, Pilar.
La niña asintió lentamente y entonces la rubia mayor retiró su mano con desconfianza.
- Sí se estaban besando, yo los vi. Jum. - Confundida y enojada se cruzó de brazos, viéndose de lo más tierna con aquella postura.
- No, corazón. Isaías intentaba quitarme una basurilla del ojo, nada más.
- Ufaaa, yo creí que eran un príncipe y una princesa que se aman...
- Los príncipes no existen, Mili.
- Claro que sí existen - intervine - solo que a veces son un poco tontos. Pero existen.
- Bueno, a mí me ha tocado conocer a todos los que son demasiado tontos. - Retrucó Pilar queriendo sonar chistosa.
- ¿Ishaías es tonto, tita?
La cuestionada desvió la mirada desde la niña hasta mí. Se tomó unos segundos y antes de contestar me regaló la sonrisa más traviesa que jamás haya visto.
- Un poco, pero además de ser tonto no es un príncipe.
- Pero te gusta. - Afirmó la pequeña sin duda alguna.
- No, bonita. No sólo no me gusta, sino que me da alergia.
Dijo con gracia y me pasó por al lado, tomada de la mano de la niña y yendo en dirección a donde teníamos armado nuestro campamento.
Quise gritarle que mentía. Traerla de nuevo conmigo y besarla hasta el cansancio, pero no lo hice. Me mantuve en mi lugar intentando controlar la frustración.
- ¡Me debes un tatuaje! - Grité lo suficiente para que me escuchara.
Me quedé unos instantes allí, solo y pensativo. Pilar comenzaba a jugar el mismo juego que yo. Los dos nos dábamos cuenta de que aquello que años atrás nos había acercado, volvía a resurgir. Sentía su cercanía, no tanto su rechazo. Su frialdad comenzaba a dar paso a una calidez que jamás creí volver a sentir de su parte. Una calidez que se sentía agradable y hasta podía llegar a sentirse como el fuego...solo esperaba que aquel fuego no me hiciera quemar.
Aunque por ella estaba dispuesto hasta a arder en el mismísimo infierno.
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