Capítulo 4: Robarse el protagonismo.
El sabor del chocolate de este mundo no se parecía al sabor del mundo real, o quizá no me gustaba la sazón de Leah, siempre que leía en el libro que ella preparaba un pastelito, instintivamente se me derretían los labios, y tenía unas ganas inmensas por probarlo. Y ahora que lo estaba comiendo, no me parecía exquisito. Aquí quizás eran más poderosas las palabras más allá de las acciones, y el sabor no cumplía con las expectativas.
O quizá, también, me estaba volviendo un crítico chef ahora que tenía mucho tiempo en la oscuridad, puesto que no tenía NADA más que hacer.
Ya había repasado las posibles teorías de la razón por la que la oscuridad llegaba:
Mayte había dejado de leer el libro.
No estaba cerca de los protagonistas, era probable pensar que el mundo giraba en torno a ellos. Y si ellos no estaban cerca, el resto del mundo desaparecía.
Leah controlaba las cosas con telequinesis.
Pero pensándolo mejor, la última opción no tenía mucho sentido, había leído el libro más de tres veces, y en ningún momento se menciona que Leah poseía poderes, este libro no trataba de magia, ciencia, o energías.
Y mientras me sumergía en aquellos pensamientos, el pastelito se agotaba, aunque intentara dar mordiscos pequeños y masticara más despacio, el final era inevitable.
Todo siempre se terminaba, tarde o temprano, todo acababa. Lo hayas disfrutado o no, todo terminaba del mismo modo.
Suspiré dándole la última mordida y apreté los párpados, estaba cansado de permanecer en la misma posición, sosteniendo mi propio cuerpo y sin poder recargarme en una pared, sentarme en una silla o sillón, sin descansar y dormir. Me dolía la espalda.
Por una parte, quería averiguar cómo deshacerme de la oscuridad, y, por otro lado, quería dejar que solito se arreglara, al fin y al cabo, el libro iba comenzando. Si mal no lo recuerdo, no había terminado el primer capítulo, de los cincuenta y ochos capítulos totales.
Entonces pestañé, y sin preocupaciones, caí en un profundo sueño.
Desperté por el sonido de una mosca cerca de mi oído. Genial, ya había vuelto a aparecer el mundo, y yo estaba tirado en el piso de la calle, como un vagabundo durmiendo a medio día. Nuevamente, en un escenario completamente distinto al último que recordaba: La estación de policías.
Ya comenzaba a cansarme que el mundo cambiara una y otra vez, y no pudiera ser un poco como el mundo real donde todo sigue su transcurso normal, los mismos edificios, el mismo tráfico de siempre, las mismas personas ajetreadas por la ciudad... Quería de vuelta esa vida, por muy desagradable que sonase.
Me levanté como pude, un tanto mareado por la escasa comida, y sentí que mis piernas flaqueaban. No dudé en acercarme a la fuente de un parque para refrescarme la cara, hice una casita con mis manos y por un segundo dudé en tomar de esa agua hasta observarla mejor, era verdosa, y a menos que quisiera morir de una indigestión, la iba a tomar. Y todavía no tenía ganas de morir.
Solo humedecí mi cabello alborotado y rubio, la nuca y la frente. Tenía que despertar, y conseguir un poco de agua, Leah podía pasar a segundo plano, lo primordial era cumplir con las necesidades básicas para sobrevivir.
Y aquello indicaba que, si quería comer y tomar agua, tenía que conseguir un empleo a como diera lugar, no podía quedarme sin hacer nada. La última opción sería robar, pero era mejor no intentarlo para no acabar de nuevo en la comisaría.
Entré a una tienda de dulces a pedir trabajo, su primera reacción fue reírse de mí, no sé por qué creyeron que no hablaba en serio. Después caminé a un restaurante, donde me miraron de arriba a abajo, y mostraron una cara de desagrado, al salir olí mis axilas, para comprobar si realmente olía mal, o era producto de mi imaginación.
No entendía por qué nadie me quería contratar. Y ya casi estaba por oscurecer (de la buena manera, por el anochecer) y cada vez más mis energías eran menores, y sentía un vacío en el estómago que provocaba que no dejara de rugir.
Comencé a valorar la comida de casa, a mis padres, que tenían todo listo en la cocina cuando yo regresaba de la escuela y olía a comida recién hecha. Eran cosas que no tomaba en cuenta, y ahora que las perdí, las echaba de menos.
Y se me achicó el corazón pensar que había dejado esa vida para vivir en la calle de un libro.
Seguía sin resultados favorables, buscar empleo eran constantes negaciones, una tras otra. Volví a caminar hacia el parque y me recosté en una banquita, utilicé mi camisa para resguardar la mitad de mi rostro, como si fuera una manta que me cubriera del frío anochecer.
Esperaba que al día siguiente, las cosas fueran mejor. No había pensado en lo duro que era conseguir un empleo aún en la vida ficticia
—¿Mayte? —pronuncié en dirección hacia el cielo—, si estás leyendo todo lo que me está pasando, envía una señal de que no estoy solo en este mundo, por favor...
Esperé unos segundos, y entonces apareció una estrella del cielo. No sé qué tan probable era que se visualizara en una ciudad, donde el humo de la contaminación evita a toda costa apreciar un cielo despejado, pero aquello me reconfortó. Pensé que esa estrella era Mayte, y ella estaba ahí, conmigo.
Ahora sí podía cerrar los ojos y dormir tranquilo.
...
Una paloma dejó caer su popó cerca de mi ojo. Desperté de golpe, asustado y asqueado de la situación. Genial, lo que me faltaba por quedarme a dormir en un parque, no tardé en enjuagar mi rostro en la fuente, aunque siendo sincero, sentí que mi ojo ya estaba infectado porque en el reflejo del agua se podía distinguir un tono rojizo, y comenzaba a arder el lagrimal. Tallé, froté, volvía tallar y solo conseguí que se notaran más los ojos rojos.
Ahora sí cumplía todo con el currículum de un vagabundo, sin una ducha, sin comer, y con los ojos rojos como si hubiera ingerido alucinógenos. Perfecto, ahora menos me iban a contratar para un empleo.
No tenía dónde dormir, no tenía qué comer, este sueño de ser un personaje de un libro se estaba yendo por la borda. Salpiqué con frustración el agua de la fuente.
Y entonces encontré la respuesta, encontré la manera de conseguir dinero. La fuente estaba repleta de monedas que las personas lanzaban para pedir un deseo.
No dudé ni un segundo más en sumergir la mano al fondo de la fuente, recogí un par de monedas para intercambiarlas por algo de comida barata, así no iba a levantar sospechas al llevarme todas las monedas en una sola exhibición.
Mi plan era ahorrar, es decir, guardar los ingresos que obtenía de la fuente, y solo ir tomando de poco en poco, como lo fuera necesitando.
Y ojalá hubiese seguido la idea inicial, pero lo cierto es que fue tentativo luego de comprar el primer pan. No pude evitarlo, y en automático tomé más efectivo para comprar otro, y después un poco de leche, y luego otro cartón, y sin ser consciente, estaba por agotar todo el dinero de la fuente.
Al parecer el mundo ficticio era igual de costoso que la vida real.
Conté las últimas diez monedas y agité el agua en busca de más, quizá todavía había, pero mi vista no era capaz de ver, tenía que sentirlas. Con desesperación, sumergí mis pies para caminar al centro de la fuente, ya no importaba si permanecía empapado, la caída del agua salpicaba mi cabello y la camisa.
No podía ser cierto. Ya no quedaban más.
Estaba frito, y a punto de llorar.
Entonces un perro a mis espaldas entró a la fuente para refrescarse y comenzó a ladrar incontrolablemente.
Al principio creí que estaba siendo amistoso conmigo, pero no. Era un perro policía. Y estaba avisando del robo de monedas de las fuentes. Creo que debí mirar antes la placa, estúpido.
En modo de supervivencia salí como pude del agua, intentando no batallar contra ella, el ladrido era cada vez más sonoro, y se acercaba más a mí... o a mi pierna. De pronto una mordida me sorprendió y mi pantorrilla comenzó a doler.
Tenía que alejarme, correr lejos. Pero él seguía detrás de mí. Corrí sin saber a dónde dirigirme, solo con el puro latido del corazón indicando giros de cuadras, el perro dejó de perseguirme luego de llegar a un cruce peligroso, había más autos que señalamientos.
Entonces, por mirar atrás, no medí mis pisadas y el lugar que invadía, entonces un carro chocó contra mí.
No fue doloroso, pero fue suficiente para tumbarme al piso, y sentir que la oscuridad de nuevo acechaba la ciudad, o quizá, solo era mi imaginación y el único afectado era mi cuerpo, mi visión que pronto se cerró.
Mayte. Susurré antes de perder la conciencia completamente.
...
El sonido de la máquina de pulso me hizo abrir los ojos, estaba en una habitación de hospital, sola y luminosa, en cierto punto, cálida.
Me hizo replantearme en qué mundo estaba.
—Despertaste rápido—oí una voz entrar, era una chica que vestía de blanco—, ¿recuerdas lo último que pasó?
—Yo...—balbuceé al tiempo que alcé ligeramente un dedo de la mano.
—Está bien, todavía no estás preparado—se acomodó los lentes—, esto suele tardar un poco.
Quise imaginar que se refería a la pérdida del conocimiento, pero lo cierto es que si tenía memoria. Solo no me atrevía a decirlo en voz alta, primero debía enterarme del mundo que habitaba, no quería que me llevaran a un manicomio.
—¿Mi familia ha venido a visitarme? —pregunté para esquivar el rumbo de la conversación. Tal vez así adivinara.
—Juum—hizo una ligera mueca y dejó de escribir en el historial médico—, todavía no hemos podido avisar, primero necesito confirmar tu nombre.
Dudé un segundo en decir el real o uno inventado.
—Juan.
—¿Juan?—replicó la enfermera doblando las cejas.
—Sí—asentí—. Juan Ordoñez.
Ese tampoco era mi apellido.
La joven enfermera suspiró.
—No eres de aquí.
—Ah.... yo...
—Quiero decir, sé que no perteneces aquí.
—¿Cóm...?
—No preguntes cómo lo sé, no tenemos mucho tiempo—dijo al tiempo que miraba hacia afuera, como si se asegurara de que nadie la escuchara—. Debes cambiar de estrategia, esto no está funcionando y es peligroso, estuviste cerca de morir. Sabes bien que si mueres aquí, también mueres en la vida real.
—¿Mayte?—fue la primera explicación que se me vino a la mente, nadie más podía revelar ese secreto.
—No—pensé que ella podía comunicarse conmigo y se me quebrantó el corazón—, pero yo tampoco pertenezco a este mundo.
—Al menos me alegra que no esté solo en esto.
—Te equivocas, no cuentes conmigo.
—Pero...
—Sólo he venido a decirte que la escritora te dio otra oportunidad, al parecer, tus desgracias le parecen divertidas. Pero intenta llamar un poco más la atención, o nunca cambiarás el final de la historia.
—Lo siento, es imposible. El mundo gira en torno a los protagonistas.
—Como lo imaginé, solo eres un fanático y no mediste la gravedad de viajar entre mundos. Este mundo en particular no gira en torno a ellos, pero tampoco puedes robarte su historia.
—¿Entonces qué rayos hago? ¿Rendirme? ¿Regresar a mi mundo?
—No—se apresuró a decir—. Solo cambia de táctica.
—¿Y cómo se supone que lo haga si me dices que no puedo robarme el protagonismo?
—Para qué robarse el protagonismo, ¿si puedes crearlo?
—No entiendo...—me hundí más sobre la almohada de la camilla.
—Para serte sincera, estás actuando más como un extra del libro—agregó no muy contenta—, es decir, no estás generando ningún impacto, no estás arruinando la historia ni creando una propia. Creo que podrías comenzar por ahí.
—¿Y cómo se supone que me convierta en un personaje memorable del libro?
—Eso es lo que trato de decirte. No intentes ser alguien más, solo sé tú mismo. Esto es como la vida real, deja de pensar que es una ficción. Si quieres vivir, elige la vida que quieres vivir. Esfuérzate por tus sueños, por lo que quieres lograr y sé esa persona en la que te quieres convertir.
Sus palabras resonaron en mi mente, y sin querer, mi pulso se aceleró de la emoción.
—No es necesario robar la vida de los demás, todo el tiempo están surgiendo historias, a toda hora y en todo sitio, deja de verlos a ellos como los protagonistas y comienza a verte a ti. No seas un extra del libro, tampoco un protagonista, porque de igual forma, están condicionados a cierta sumisión del escritor, no pienses como personaje. Elige ser tu propio escritor, ¿entiendes?
—Solo así puedo cambiar el destino...
—Así es. Conviértete en el autor que quieres ser, crea tu propia novela.
—Pero te hace falta un pequeño detalle—carraspeó mi garganta—, el autor debe portar cierta magia en las palabras para construir una historia. Y aquí no hay magia.
—Este mundo está lleno de magia, solo debes hallarla.
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n/a: Holaaaaaa, volví a actualizar. ¿Alguien vive? ¿O están más tiesos que los personajes? SKJASKJASKAS
¿Quién creen que sea este nuevo personaje que está intentando motivar a Ismael?
Nos leemos pronto <3
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