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Chapter 6 - Mira a tu alrededor



—¡Las cajas del Merlot son las azules, las del Cabernet son las rojas! —avisa presuroso, mientras carga un par de ellas—. No estiben más de cuatro o se romperán. Tengan cuidado.

Aldebarán se ocupa en su labor mientras su nene juguetea con un puñado de corchos en su corralito. Los trabajadores se mueven con rapidez y eficiencia porque el estómago les avisa que está cerca la hora del almuerzo, sin necesidad de otear el reloj.

En un tiempo récord, las camionetas se llenan y Aldebarán se dedica a entregar los sobres con los sueldos mientras felicita a sus empleados. De seguir así, para el siguiente invierno podrán abrir otra sucursal y sus ganancias se incrementarán.

No está mal para un negocio que empezó de cero y crece a velocidad acelerada, como su pequeño, quien se desespera por alcanzar a su padre estirando las manitas.

—Papai, papai, "abacha" Teninho. "Abacha" Teninho.

—Papai abrazará a Teninho, por supuesto, pero Teninho deberá ser paciente y dejar que papai se limpie el sudor.

—No, no, "abacha" Teninho, ¡ya! —exige terco como su madre.

Lo saca del corral entre risas y disfruta de los besos húmedos de su pequeño. Le dispensa un par de ósculos en sus rizos azules y aspira su aroma.

—Papai ama a Teninho.

—Teninho ama papai —asegura feliz, recargando la cabeza en el hombro del mayor mientras cierra los ojos.

En esa comunión suprema de amor filial, Aldebarán serena su corazón y emociones. De cierta forma, se siente ligero después de su decisión de seguir adelante.

—Vamos a lavarnos y me cambiaré de ropa o Shura nos regañará por oler a toro.

—"Todo, todo" —repite feliz, moviendo las manitas.

La limpieza tarda un poco más. El pequeño se encarga de bañarlos en agua con sus manoteos y Aldebarán se resigna a darse una ducha compartida con su hijo, en el cuarto del guardia nocturno.

—Hey, ¿cómo va? —le pregunta una voz conocida casi 40 minutos después—. ¿Todo bien?

—Hola, Shurinho —responde con el niño en brazos—. Sí, todo bien.

Sin prestar atención a su vestimenta, Aldebarán se ocupa de mantener a su hijo envuelto en una enorme toalla para evitar que se enfríe. Lo coloca sobre la cama individual y le seca el cabello con amor incondicional.

     »Alguien decidió jugar con el agua mientras me aseaba y estábamos tan empapados, que decidí tomar una ducha —informa ocupándose de Teneo, mientras éste ríe feliz por el contacto cariñoso.

—Ah, entiendo —carraspea el español—. ¿T-te ayudo?

—¿Me harías el favor?

—Yo te haría lo que quisieras —murmura muy bajito y se atraganta—. Err... sí, yo me encargo.

Los gestos nerviosos de su socio le intrigan. Esta es otra inexplicable fase en el planeta de la Sabroshura. Se aboca a evitar cuestionamientos que, por supuesto, serán desoídos por el español y se concentra en la dulce interacción entre Shura y su hijo.

El español le hace cosquillas al menor con la toalla mientras recorre su pancita. Teneo se desbarata en carcajadas, intentando evadirlo. Tras él, Aldebarán examina con curiosidad el rojo carmesí de las mejillas españolas.

—¿Tienes fiebre?

—Ah... —parpadea tres veces con gesto serio—. No, no... hace calor.

—¿Estás seguro? ¿Con este frío? —se rasca la cabeza—. Si por eso encendí la calefacción. Quizá traes más ropa que de costumbre.

Los pantalones de vestir y el chaleco descartan esa idea. ¿Podrá estar enfermo?

Para quitarse la duda, coloca el dorso de la mano en la mejilla contraria, Shura se pone tieso bajo su tacto y baja la mirada. El calor de su piel lo preocupa, pero al tocarse su propia mejilla, Aldebarán descarta la fiebre.

—Estoy bien —insiste el español con sequedad—, mejor vístete y deja de dar espectáculo o de perdida, déjame cobrar la entrada para generar los fondos que nos faltan para el otro establecimiento.

La seriedad de Shura le hace dudar de si es una broma o qué.

—Ahhhh —baja la mirada hacia la toalla en su cintura, la única prenda que lo cubre—. Sí, ya voy. Disculpa, me olvidé —susurra con bochorno—. No cobres entrada, cabra codiciosa, sólo a ti te doy espectáculo. Ya vuelvo, Teninho —avisa besando la mejilla de su niño.

Sim [1], sim, papai.

Recoge su ropa limpia, acostumbrado a llevar una muda extra por cualquier eventualidad con Teneo, y se introduce en el baño para vestirse. Tras él, Shura y Teneo conversan animadamente.

—Papai es un desvergonzado —asegura el español terminando de secarlo.

—Sim, sim.

—Siempre mostrando carne y hoy que tengo mucha hambre, me sale con esa toalla que no deja nada a la imaginación —refunfuña secando el cabello del niño.

     »Para colmo, asegura que sólo a mí me da espectáculo, tan ciego que es —susurra tomando la camisetita y la mete en la cabeza del pequeño—. Y tú eres un suertudo, siempre abrazado a tu papai.

—Sim, Teninho "abacha" papai —musita dulce y eufórico, levantando las manos para que le calcen la camisetita.

—Sí, papá abraza a Tenito y Shurito lo envidia muchito —susurra a oídos del pequeño, besándole en el mismo sitio donde el toro depositó sus labios.



—Ya no me dijiste cómo te fue con Milo. Llegaste temprano de con él.

Como acostumbran los sábados, Aldebarán conduce su vehículo. Dejará a Shura en su casa y luego, seguirá hasta la suya. Se turnan para compartir los gastos de la gasolina porque sus hogares se encuentran en la misma zona.

—Bien, lo del embarco es real y nos depositó la mitad —responde desde el asiento trasero, para estar atento al niño.

     »El resto lo pagará a la entrega. Al menos, tenemos cubierto el costo del vino. Pidió treinta cajas de Cabernet y veinte de Merlot, pero quiere que le consigamos Champagne.

—Eso será más caro —razona obedeciendo el semáforo en rojo—. ¿Te quedarás a cenar con nosotros?

—Depende —susurra con su voz neutra—. ¿Hay toro para cenar?

—Toro no, pero vaca puedo conseguir —musita pensativo—, deja la compro acá.

Shura se pellizca el labio inferior mientras el carioca estaciona en un supermercado y, tras despedirse de Teneo y asegurarle que volverá, se marcha.

—Papá es un ciego —susurra Shura rodando los ojos.

—Papai ciego —ríe el niño moviendo sus piecitos mientras sujeta a su toro de peluche, Ferdinando, con mucho cariño—. "Shudinho vidia mushito".

El español entorna los ojos intentando descifrar la penúltima palabra. ¿Vidia? ¿Qué es eso? ¿Dónde lo habrá escuchado?

—¡No! No vuelvas a decir eso —alecciona captando hacia dónde corrió la cabeza del chiquito—. No digas eso, Teneo.

—¡Shudinho vidia mushito Teninho!

—No, no... Por favor, no —ruega con las mejillas carmín.

—¡Shudinho vidia mushito Teninho! —grita agitando eufórico sus puñitos.

—¡Yo y mi gran bocota! ¿Con qué te distraigo ahora para que se te olvide?


¡Hola, mis Paballed@s!

Estoy dejando un esbozo de lo que pasa en la mente de Shura, espero que te esté divirtiendo su predicamento xD.

¿Cómo vamos? ¿Bien? ¿Algo que te inquiete o consideres que debería ahondar?

De cualquier forma, vamos de poco en poco. Espero que no te esté dando tantos dolores de cabeza y los pañuelitos resistan.

Gracias por leer, por tus comentarios y ¡nos vemos mañana!

NOTAS DE LA AUTORA

[1] Sim — significa "sí" en portugués.

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