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Chapter 3 - Nuevos horizontes

—¿Se durmió por fin el torito?

Aldebarán asiente con la cabeza conteniendo un bostezo. Estira los brazos y elonga la columna hasta escuchar un crujido.

—Sí, Shurinho. Por fin, el nene cayó agotado. Temía caerme yo primero —bromea contento—. Gracias por quedarte y preparar la cena. Te debo una.

—De nada, de cualquier forma, no me agradezcas tanto porque la otra expectativa es llegar a mi casa y cenar solo. Prefiero la compañía, si a ti te viene bien.

—¿Bien? Por favor, me encanta pasar el tiempo contigo —asegura sentándose en la mesa preparada con la vajilla, las servilletas y las copas, organizado conforme las buenas costumbres y la etiqueta.

Esto es típico de Shura, si hace algo, lo hace bien o no lo hace.

—Te tomaré la palabra un día, toro tonto —dice con voz neutra, poniendo en mitad de la mesa el plato con la tortilla española de papa y jamón.

—Mientras sigas cocinándome esto, soy todo tuyo —promete hambriento.

—Eres un toro de fácil complacer —recrimina sirviendo las porciones en los platos individuales.

—Sólo contigo, cabra aburrida. Sólo contigo.

—Ya, ni tú eres inmune al planeta de la Sabroshura —susurra serio.

Lo dice muy serio, tanto en el tono de su voz, como en sus expresiones faciales. El carioca se obliga a entender que es una broma. Porque lo es. ¿O no?

¿Lo es? ¿Es una broma? Analiza la frase: "el planeta de la Sabroshura". Sí, es una broma. Sí, lo es.

—Cabra loca, te vuelvo a repetir, cuando hagas una broma, al menos sonríe un poco. ¡Me confundes!

El español lo observa y encoge los hombros. Aldebarán se resigna a que su amigo nunca cambiará. Es más serio que un diccionario y cuando intenta bromear, es un fiasco.

—Deja de decirme "cabra" —susurra con voz afilada—. No entiendo por qué ese apodo —musita ofreciéndole la garrafa de vino tinto, aireado con anticipación.

—Porque lo eres —refuta tras recibir el envase con el líquido, para hacer los honores y servir las copas—. Además, tú me dices "toro" y a Teninho, "torito".

—Porque desde la facultad te llaman así y si tú eres toro, tiene lógica que tu hijo sea el torito. Hijo de tigre pintito —repite el refrán con voz átona—. Nunca supe dónde inició ese apodo y la razón del mismo.

—Porque soy Tauro.

—¿Tauro? —repite por inercia.

—Cabra despistada —reprende con humor—, Tauro, ¿el signo del zodíaco?

—Ah.

Es toda la conversación. Aldebarán se obliga a seguir para evitar el silencio.

—Y tú eres Capricornio, una cabra.

—Mhm —es toda su respuesta.

Aldebarán no se lo toma a pecho. A estas alturas de su amistad, es más fácil hacer hablar a una estatua que a su amigo en temas banales, porque de seguro, esto de los signos zodiacales son algo que él demerita.

Propone un brindis informal y después, ambos degustan la maravillosa comida enfrascados en temas del trabajo, pasando por la logística, los planes futuros y las promociones. Ahí Shura se explaya.

—Barão, quería preguntarte, ¿dónde quedó la sartén rosa? La tortilla se hace bien ahí y no la encontré por ningún lado.

—En la basura.

El español parpadea tres veces al escuchar la fuerte determinación del otro. A continuación, su mano acaricia sus cabellos azabaches.

—¿Y... eso? Es decir, era la favorita de Shaina...

—Hoy, en la madrugada, empaqué sus cosas y le pedí a Marin que las mandara a un centro de donativos.

Shura parpadea tres veces, con el cuerpo quieto y apretado.

—¿Qué te hizo decidirte? —susurra con precaución—. Las conservabas con celo.

—Ya no —sostiene malhumorado—. Me harté de hacer de mi casa un templo para ella. Si nos abandonó, es justo que me deshaga de todo aquello que me lastima.

El español acaricia sus cabellos mientras elige con mucho tiento las palabras para no alterar más el carácter iracundo de su socio. Sin embargo, le enorgullece su decisión y su justificación es casi correcta porque ya es tiempo de que empiece a sanar.

—¿Y pensaste en que Teneo tiene el derecho de conservar algo de su madre? Por más que se hayan separado por...

—Por supuesto, soy un padre responsable —sisea interrumpiéndolo, embargado por el despecho—, no como Shaina.

Shura se muerde la lengua para callar el reproche hacia Aldebarán por hablar así de la madre de Teneo, porque a finales de cuentas, Shaina es la madre del niño. Sin embargo, el español no tiene derecho de intervenir en su proceso. Además, el despecho es parte de la etapa de ira y confía en que lo superará.

     »Guardé algo y además, hablé con Marín para que eligiera otras cosas que considerara prudentes. Las puso en unas cajas y las dejó en la habitación de Teninho. Cuando mi hijo sea grande, decidirá qué hacer con ellas. 

     »De cierta forma, limité el Santuario de Shaina a la habitación del niño —asevera casi convencido porque titubea ante el silencio instaurado en la mesa—. ¿Hice mal?

—No, no —dice con tono neutro—. Estuviste bien y me alegra que permitieras la intervención de Marín. De seguro, ella supo elegir aquello que, para ti, era prescindible.

—Pues ya está. El fin de semana me ocuparé de su taller —suspira con alivio de saberse apoyado en sus decisiones—. Ahora trabajaré con mi dolor porque la ausencia de sus pertenencias, me recuerda más su abandono —susurra hundiéndose un poco en el tormento.

Shura se activa, buscando rápido una conversación que lo distraiga, rogando porque la acción de hoy, no lo hagan retroceder de nuevo a la etapa de la depresión.

—Este sábado me veré con Milo, así que me marcharé antes de la hora de cierre del local. Toma eso en cuenta para tus labores en casa.

El carioca detiene el tenedor a mitad de camino a su boca. Sus gruesas cejas se fruncen y aprieta los labios. La simple mención del ex de Shura le genera rechazo.

—¿A dónde irán?

—A la cafetería de siempre —comenta cortando un pedazo de su tortilla—, quiere hablar sobre un embarco de vinos para una importante recepción.

—Ya... embarco, recepción, claro —susurra con sarcasmo.

—¿Te disgusta la idea? —se interesa analizando su reacción.

—Sabes que sí. La última vez que se vieron con un motivo parecido, sólo fue para sacar los trapitos sucios de su relación y terminar peleados. ¿Me equivoco? —resopla malhumorado.

Shura ocupa su tiempo en masticar un bocado mientras acaricia un mechón de su cabello. Aldebarán se recrimina por meterse en lo que no le importa. Es la vida de Shura, no la suya. Si él no permite sacar a colación el tema de Shaina, ¿por qué se toma el derecho a inmiscuirse en las relaciones del otro?

—Lo sé, pero me interesa lo que tiene para decirme —encoge los hombros—. Espero que este año y medio distanciados, haya servido para ajustar sus tornillos y poner en sano funcionamiento sus neuronas.

—¿Hablamos del mismo Milo?

Shura frunce la nariz con cinismo. Aldebarán sonríe dando un sorbo a elección de vino para la cena, disfrutando de las cepas y el cuerpo del jugo macerado.

—¿Sabes? Cada que sale a colación Milo, tu rictus cambia, Barão.

—Por supuesto, el tipo me genera una desconfianza absoluta —responde por inercia, sin pensar en las palabras—. Es un problemático.

—¿Estás seguro que sólo por eso te parece repelente?

—Claro, la conducta inmadura de Milo antes y después de su relación me revuelve las tripas. ¿Por qué lo dices?

Su compañero se toma su tiempo para buscar las palabras, sujetando la copa de esa forma suya, elegante y regia, como todo en su persona. Por eso es el encargado de las relaciones públicas en el negocio, mientras que Aldebarán se ocupa de la logística.

—Porque siempre me quedó la sospecha de que es otra tu motivación.

—¿Y cuál sería esa, Shurinho? —pica el anzuelo inocente.

—Celos.

*Crédito de la imagen de portada a su autor. La misma sólo se utiliza para ilustrar.

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