Chapter 20 - Feliz Aniversário! [Final]
—Parabéns pra você, nesta data querida, muitas Felicidades, muitos anos de vida [1].
La canción alegre es interpretada por los presentes mientras un Teneo vestido a imagen y semejanza de Ferdinando, cuernos y rabo incluidos, corea agitando las manitas con entusiasmo.
—¡"Padabéns pa" Teninho! —dice alborotado por ser el protagonista del momento.
—Parabéns —repite Shura besando su frente.
—Parabéns, mio filio [2] —susurra Aldebarán abrazando a ambos mientras sonríe con alegría—. Feliz aniversário! [3].
Los aplausos de los presentes acompañan la celebración.
—Ahora, apaga las velitas —conmina Shura acercando al pequeño—. Sopla.
El niño aspira fuerte y saca un aire insuficiente para apagar las dos velitas de su pastel, tras él, Aldebarán y Shura le ayudan a escondidas y por fin, las flamas se extinguen. Los aplausos y felicitaciones emocionan a Teneo y agita sus manitas.
—Sim, sim, Teninho apagó velitas —celebra feliz—. Teninho "quiede patel" —exige señalando, aunque al encontrarse con la mirada de Marín, aclara rápido—, "pofa".
Las risas cómplices de los adultos se confunden con la felicidad. Aldebarán se apresura a cortar el pedazo para su hijo y después, Marín se ocupa de partir y compartir como toda una experta en esos menesteres.
—Dos años —repite Shura encantado con el pequeño sentado en su regazo, comiendo con frenesí—, ¡qué rápido pasa el tiempo!
—Sim, muy rápido —conviene Aldebarán besando su sien con cariño.
—¡Papai, no beses papi! —reniega su hijo empujándolo—. ¡Papi es mío!
Es tal su celo y posesividad, que se olvida de su anhelado pastel para abrazar a Shura con todas las fuerzas de su cuerpecito.
El español ríe divertido, gozando de la impotencia del carioca.
—Teninho, debes aprender a compartir —reprende Aldebarán.
—No, no, ni papi, ni "patel" —aclara ceñudo.
—Hijo de tigre, pintito —afirma Shura risueño.
—Hiji di tigri, pintiti —remeda las palabras con exasperación—. Tremendo celoso me salió este chiquillo.
Marín termina de repartir y aplaude llamando la atención de los presentes.
—¡Es hora de los regalos! —avisa con una sonrisa gigante.
—Uh, "degalos" —jadea el niño y se remueve sobre Shura—. Papi, papi, bájame, bájame, "degalos". Teninho "quiede degalos".
—Se acabó el amor —sostiene Aldebarán divertido.
—¿Cómo se dice, Teneo?
—Ah... —ladea la cabeza mirando al español—, ¡ah! ¡Pofa, pofa, bájame, papi!
—Bien.
Lo deja en el piso y el niño corre hacia su tía con los brazos extendidos.
—"Degalos, tía, degalos"
—Igual de convenenciero que el padre.
—¡Cabra impertinente! ¡Te daré tu convenenciero hoy en la noche!
—Promesas...
Aldebarán le atrapa con un beso medido y casi casto, que los deja con ganas de más. Suspira al encontrarse esa mirada oliva y sonríe como nadie.
—Yo también espero mis regalos —le guiña un ojo coqueto.
—Ya veré si te los ganaste este año —sostiene comiendo un pedazo de pastel.
—¡Si no es Navidad, ni eres Papá Noel para condicionarme! —aclara entre risas.
—Barão, felicidades a ti también, aunque tu cumpleaños sea pasado mañana.
La presencia de Cid lo incorpora de su lugar y recibe el abrazo del hermano de su pareja con entusiasmo, disfrutando del momento.
—Gracias, Cid.
—Felicidades —se integra otra persona con una sonrisa.
—Gracias, Sisyphus.
Los abrazos son apretados y las sonrisas sinceras. Aldebarán se alegra de saber que Cid lo acepta sin reservas aunque sus suegros lo sigan mirando con desconfianza.
—Ten tu regalo —le entrega Sisyphus un sobre blanco.
—No se hubieran molestado —recibe con una sonrisa.
—No es molestia, además, ese es mi regalo —insiste el rubio—, gracias por el apoyo cuando lo necesitamos.
—Por favor, no fue nada. Los considero parte de mi familia.
Su brazo busca de inmediato los hombros de su pareja y lo acomoda a su lado. Shura se deja hacer con tranquilidad mientras sonríe de buena manera.
—Igual, un cabrón nos dijo que estabas necesitando algo así —susurra confidencial Sisyphus, con un deje picarón.
Eso enciende las alertas del carioca y dirige su mirada con mayor atención al sobre. Lo abre y saca la tarjeta.
—¿Cabrón? ¿De cuándo acá me dices así, arquero de poca monta?
—¿Qué no es el macho de la cabra? —refuta entre risitas el otro.
Aldebarán lee el documento en sus manos y su expresión se convierte en puro bochorno y timidez. Se encuentra en la disyuntiva de saltar de alegría o esconderse, ante las carcajadas de Sisyphus y la sonrisita autosuficiente de Cid.
»Confío en que les gustará —canturrea el arquero con malicia.
—P-pero... p-pero...
—Disfrútalo, hoy nos quedamos con nuestro sobrino —advierte Cid pragmático.
—Sí, te dije que el sobre es mi regalo, pero Cid les dará la oportunidad de disfrutarlo —aclara Sisyphus con entusiasmo—. Además, a Teneo le encanta estar con nosotros, adora ser el centro de la atención de sus tíos.
Shura se queda sin comprender, hasta que toma la tarjeta y la revisa.
—Rentaste el dungeon... —susurra parpadeando tres veces.
—Dijiste la última vez que nos vimos, que nunca había un hueco —recuerda Sisyphus con una sonrisita picarona—. Sin embargo, el dueño es uno de nuestros más asiduos clientes, sólo necesité ir a visitarlo y... un par de botellas hicieron lo suyo.
El griego encoge los hombros con orgullo desmedido.
—¡Lo sobornaste!
—No, cabrón. Lo persuadí a que liberara la agenda para ustedes —desdice con burla—. ¿Hice mal? ¿No que deseaban ir? —cuestiona con picardía.
—Gracias, Sisyphus —cierra Aldebarán la discusión.
De verdad, lo agradece. Es una oportunidad de oro y piensa aprovecharla.
—De nada y como dijo mi marido, él te regala quedarse con Teneo, así tienes la agenda libre. Claro, si es que un cabrón controlador te deja ir...
—¿Cómo que "cabrón controlador", arquero de pacotilla?
Los cuatro ríen mientras las bromas van y vienen. Aldebarán aprovecha para besar la mejilla del español con efusividad. En el encuentro de miradas, lee la misma ansiedad en su compañero. Esta noche...
"¡Disfrutarán tan buen regalo!".
—¡Papi, papai!
Las voces exigentes dirigen su atención a su hijo. Teneo corre a toda velocidad y se detiene al chocar contra las piernas de ambos. Dos pares de manos le sostienen para evitar su caída de culo.
»¡Tío "hadá" magia! —informa entre saltitos—. ¡Tío "hadá" magia!
—¿Quién hará magia?
—Tío Aiolia, papi —responde al español—. "Quiede" a Fedinho.
—Huy, ¿y dónde lo dejamos?
Los adultos buscan a la par que Aldebarán alza en brazos a su hijo. Encuentran al condenado en la mesa principal, sentado a sus anchas.
—¡Allá está! —señala el carioca—. Si nos disculpan, Cid y Sisyphus...
—No, adelante, pasen —accede Cid con una sonrisa—. La magia es primero.
El niño por fin agarra a su peluche y corre hacia su tío, vestido con un sombrero de copa y una capa negra con fondo rojo, sosteniendo en sus manos una varita.
—Aquí "tá" Fedinho, tío. Aquí "tá" —se lo entrega.
—Bien, entonces haremos magia con Ferdinho. ¿Estás listo?
—Sim, sim.
Aldebarán asiste al momento, seguido por los demás adultos, quienes forman un semicírculo sin saber bien qué hará el rubio. Marín se dedica a grabar la presentación.
—Primero, ponemos a Ferdinho en la caja —dice Aiolia mostrando al niño el procedimiento—. Ahora, la cerramos y vamos a decir las palabras mágicas. Repite conmigo: "abracadabra"...
—"Aba-cada".
—Dije "abra...".
—Aiolia, es un niño de dos años —le reprocha Marín.
El rubio se encoge en su sitio ante las risas de los demás.
—Ah sí, perdón. Bueno, ah... repite, "patas de cabra"
—¡Patas de papi Shudinho! —celebra alzando los bracitos.
Las carcajadas de los presentes colorean las mejillas del español con intensidad. Aldebarán le besa un cachete divertido.
—"Cuernos de toro".
—¡Hey, así no va! —respinga Aldebarán.
—Tú cállate, te reíste de mí, ahora me toca —reprocha Shura dándole un pellizquito juguetón en la cadera, haciendo respingar al carioca.
Los demás asisten a la broma entre risas. El niño parpadea mirando a su alrededor con una risita inconsciente porque no entiende el meollo del asunto. Aiolia aprovecha para girar la caja sin que el niño se dé cuenta y retoma el hechizo.
—Concéntrate acá, Teneo —conmina al niño—. "Cuernos de toro".
—Papai Badão no tiene "cuednos" —reniega ceñudo.
—Ah, cierto, entonces... "Cola de toro".
—¡Cola de papai Badão!
El carioca, a espaldas del niño, le muestra el puño cerrado al rubio que ríe sin inmutarse por la amenaza velada.
—"Nada por aquí, nada por acá".
—Nada "pod" aquí, nada "pol"... Ay, ya, es muy "ladgo" —reniega impaciente.
—Bueno, bueno —concede Aiolia riendo por el reproche infantil—. Taráaan.
Abre la caja y el niño boquea sorprendido.
—¡Fedinho...! —jadea al verlo y después, chasquea la lengua poco convencido—. ¿Qué le pasó a Fedinho? —pucherea.
Los mayores callan presintiendo una marejada de emociones prontas al berrinche y al sufrimiento del menor.
—¡Ferdinho volvió a ser como era antes! —ataja Marín—. ¡La magia lo transformó a cuando era nuevo!
—¡Ahhh! ¿Eso hizo?
—¡Sí, Ferdinho está como nuevo!
El niño voltea a buscar el apoyo de sus padres, Aldebarán logra poner cara de asombro, pero Shura...
—¿Papi? —susurra el niño y se acerca al español—. ¿No te gusta?
Las miradas de Aldebarán, Cassios, Marín, Aiolia, Cid y Sisyphus se fijan en el único que sigue tieso e incrédulo.
—Eh, eh... s-sí.
—¡A papi no le gusta! ¡Teninho tampoco!
Aldebarán aprieta el costado de su pareja y le dedica una mirada elocuente. Esta jugarreta es su salvación, ¡el condenado toro dejará de perder cosas!
Shura chasquea la lengua y se rasca la nuca. Se acerca a su pequeño y lo abraza.
—¿A tí te gusta Ferdinho así? ¿Como nuevo?
—Pues... —susurra entre pucheros y mira al toro—. Es Fedinho, papi. Sólo que... más bonito.
—Ah, pues si te parece que así está mejor, entonces que lo dejen así —le besa la mejilla con cariño.
—¿Sim? —sonríe entusiasmado—. ¿Te gusta?
—A papi le gusta lo que Teneo decida.
—¡Sim! —responde feliz, alzando las manitas—. Tío, dame Fedinho.
Aiolia no duda un segundo, le entrega el peluche y el niño lo abraza con emoción, hundiendo su cara en su tela.
»¡Papai, papai! —grita desesperado.
—¿Qué pasa, hijo?
—Fedinho huele mamai —susurra emocionado, con lágrimas en los ojos—. Fedinho huele mamai... Mamai me hizo Fedinho y sí es Fedinho, "puque" huele mamai.
Aldebarán sólo puede caer de rodillas y abrazar a su hijo, hundiendo el rostro en el condenado peluche. El aroma a flores de Shaina lo inunda y recuerda cómo la mujer guardaba todo en bolsas herméticas. Eso justifica por qué huelen esa fragancia.
—Sim, Teninho... Ferdinho huele como mamai... —susurra con un nudo en la garganta compartiendo este momento sensible con su hijo—. Es Ferdinho.
—Mamai está con Teninho en su "anivesadio" —jadea entre sollozos.
—Sim, mi amor. Mamai está con Tenihho hoy, en su aniversário.
Padre e hijo se funden en un abrazo trémulo y emotivo mientras ambos son felices de saberse acompañados, aún a la distancia, de la misma mujer que extrañan.
—¡Tres...! —exclama Shura con vigor.
La piel blanquísima se marca con la forma de los dedos del carioca. Con el cuerpo acomodado sobre los gruesos muslos, es material disponible para los deseos de su pareja.
Aldebarán suspira de placer acariciando la redondez con sensualidad mientras se concentra en no perder el control y lastimarlo más de la cuenta. Es una tarea complicada, los sonidos emanados de esa boca española lo tienen al límite.
—Cabrita traviesa —susurra relamiéndose, mientras repasa las sentaderas con una ansiedad absoluta—. ¿Quieres más?
—Sí, por favor —jadea estremecido hasta la médula—. Sigue, Barão —ruega entre gemidos tensando la zona de sus glúteos con cada caricia suave.
El carioca sujeta el cuello de su pareja y lo lleva hasta su boca, agachándose para no exigir demasiado de la fisionomía española. Dibuja el contorno de su oreja con la lengua y succiona el lóbulo.
—¿Qué tanto lo quieres? ¿Ah?
—Me tienes goteando —gruñe impaciente—. ¿Así o más obvio?
—Mala respuesta, cabra rebelde —susurra contra su oído y aleja las manos de él.
Sobre su cuerpo, el español se remueve excitado y deseando su liberación.
—No, no, por favor... Barão te lo ruego, por favor, sigue...
—Ah-ah —canturrea gozando con tenerlo a su merced—. Pídelo adecuadamente.
El español rezonga y refunfuña un sinfín de insultos por lo bajo mientras Aldebarán goza con su frustración y se contiene de azotar de nuevo esas nalgas respingonas que se ponen de modo.
—Mi amor, cariño, por favor, te lo pido... atiéndeme.
—Joder, eso me enciende más —susurra encandilado—. Me tienes medido, cabra calculadora —sisea besando su mejilla, pasando a su hombro.
Deja unos cuantos besos en el cuello español, aspirando con dificultad. Shura ronronea complacido por las atenciones.
—Y luego, métemela bien profundo, hasta que la sienta en el útero que no tengo...
—¡No arruines el ambiente, cabra lujuriosa! —gruñe mordiendo el cuello divertido.
Las risas acompañan el momento, mientras la pareja descansa un poco aumentando la tensión sexual entre ellos.
—A ti te prenden más las palabras dulces, ya lo veo, toro tierno —susurra burlón.
—Me gusta que me quieran y me mimen. ¿Qué se va a hacer?
—Te quiero y te mimo a cada momento de mi vida, Barão. Eres mi adoración. La vida es insuficiente para demostrarte cuán profundo es mi sentir.
Esas palabras activan el instinto del carioca, lo prenden y reacciona en consecuencia. La palma encuentra la piel y el impacto cimbra las carnes que se mueven haciendo olas de carne y cuero. Shura jadea abriendo los ojos gimiendo fuerte.
»¡Cua...tro!
Aldebarán goza con el líquido acumulándose en su muslo. Exhala con fuerza y vuelve a pasear la palma sobre la anatomía de su pareja, celoso y posesivo, mimando su espalda, el hermoso vértice de sus caderas y los hoyuelos de Venus, donde dispensa masajes concienzudos, adorando su forma y consistencia bajo sus dedos.
—Te haré sentir el paraíso, cariño.
—Oh, el paraíso está entre tus piernas, amor —susurra divertido—. Aunque ahora mismo, está en tus manos. Dame las últimas, joder, tío. ¡Me urge que me folles!
Las risas del carioca rebotan en las paredes y su felicidad es gigantesca.
—Vas por buen camino y te desvías, cabra deslenguada.
—¡Es tu culpa! Te quiero dentro ya... —jadea apretando las mandíbulas—. Los preliminares son deliciosos, lo reconozco, pero a veces sólo quiero que me abras las piernas y te cueles dentro sin aviso previo.
—¿Acaso no fuiste tú quien dijo que sin preparación y lubricante, nada de nada?
—¡Esa fue la primera vez! —reniega fastidiado y gira su cuerpo de lado.
Aldebarán se preocupa de sujetar a su pareja para evitar un desenlace con el piso. Odiaría un final a esta deliciosa aventura tan desastroso.
»Vamos, Barão —susurra llevando la mano al miembro del carioca, cubierto por los pantalones—, déjame comer un buen pedazo de toro.
—Es tuyo, cariño. Es... —jadea echando atrás la cabeza con las caricias—, todo tuyo —ronronea complacido.
El español toma la invitación de buen agrado. Se incorpora con ayuda del otro y se hinca entre sus piernas. Sus manos eficientes se deshacen del cinturón y suspira de anticipación al descubrir su virilidad. Su lengua lubrica sus labios con glotonería.
—Todo mío... —susurra complacido acercando la cara hasta dispensar un suave beso en el tronco, con las olivas fijas en los ojos del otro—. ¿Sí, es mío?
—Ajá...
La lengua española deja un camino húmedo desde mitad del tronco hasta el frenillo. Aldebarán tiembla al tiempo que su boca se abre y exhala aire caliente.
La boca española se torna codiciosa y aprieta la uretra con una succión fantástica. El carioca jadea y acaricia la cabellera azabache, sosteniendo su cuerpo con la otra mano apoyada en el colchón.
La cabra adquiere características de boa y engulle la corona rojiza, constriñendo sus mejillas para desquiciar al toro. Éste aspira profundo, hinchando su diafragma, tensando su fisonomía. La felación inicia con ímpetu mientras la expresión facial de Shura alimenta el fetiche de Aldebarán.
Se ve tan... sexy y lascivo. Esos orbes complacidos, las succiones que fruncen sus labios conforme suelta y aprieta, la forma en que su mejilla se deforma al hundir más su glande formando una protuberancia, el rubor de su faz, lo enloquece.
Y esos gemidos de gusto, nada contenidos gracias al dungeon...
—Joder, cabrita loca, te voy a follar hasta que no haya mañana —promete erotizado, a sabiendas de que esas palabras prenden más el ánimo del otro.
—Oh sí —susurra separándose del falo, con un hilo de saliva uniéndolo a su boca—. Hazme el amor, Barão, llévame contigo al cielo, mi amor.
—Ven acá —conmina recostándose en la cama.
Los pantalones del carioca terminan en el piso, junto con el bóxer. Shura se apresura a utilizar el lubricante en la virilidad de su compañero mientras Aldebarán hunde un par de dedos impregnados con el mismo líquido en su esfínter.
Los besos se acompañan y las lenguas se entregan al momento erótico. El español abre rápido las piernas y con cierta dificultad, se acomoda a horcajadas sobre el otro. Sus manos se hacen del tórax moreno, sobando los pectorales con codicia.
—Me encantan, quiero hundir el rostro entre ellos...
—¿Y qué te detiene? —susurra divertido.
—Que te quiero dentro, ya me urge...
Confirmando su deseo, la blanca diestra sujeta el miembro y lo acomoda con premura. Aldebarán le sujeta las caderas, sosteniendo su peso para evitar un arrebato.
—Despacio —susurra inquieto.
—Sé lo que te inquieta —jadea excitado—, pero no me haré daño... Lo prometo.
Confiando en el español, Aldebarán se dedica a pellizcar uno de los pezones y a bombear la blanca virilidad. Shura blasfema al contacto de esa corona contra él y se empuja despacio mientras su rostro demuestra el placer sexual.
Aldebarán bebe esos gestos lascivos y sensuales, mientras pone la mano de Shura en su tronco para cuidar su penetración. Por un momento, pierde el sentido al percibir las receptivas paredes enfundando su miembro con ahínco, estrechándose a su alrededor y recibiéndolo más elastizadas.
No podría ser de otra forma, pues han pasado noches practicando este último mes y cada vez Aldebarán nota que su extensión es devorada un centímetro más en cada práctica sexual.
—Ah, sí —exclama Shura echando atrás la cabeza—. Me llenas... tan bien.
—Estás menos apretado —susurra complacido.
—Mhm... Múevete, cariño, muévete.
Aldebarán hace caso omiso, en lugar de moverse, sujeta bien las caderas de su compañero y lo maneja a su antojo, alejándolo o acercándolo conforme los gemidos lo guían, cuidando de no llegar más allá del límite de la mano española.
Esta vez, Shura se olvida de refrenar sus sonidos y estos acompañan los ecos obscenos de sus caderas encontrándose y alejándose. Aldebarán sufre las consecuencias de su anhelo y se desvive provocando más y más a su pareja. Lo desea todo de él...
—Quiero verte en tu orgasmo —jadea frenético—, no te contengas.
—Hmh...
En un momento, se cansa de la postura, de soportar el cuerpo de Shura y lo recuesta en la cama, procurando colocar una almohada bajo las sentaderas del otro para evitar lastimar más sus glúteos azotados. Shura ronronea y entrelaza las piernas en las caderas del carioca y lo empuja.
—Estoy... en ello, paciencia.
—¡Ya fóllame!
La desesperación de Shura le provoca una risita y lo complace con un vaivén frenético, apoyando las rodillas y las manos en la cama para evitar ahogar al otro con su peso. El español gruñe extasiado, emitiendo sonidos cada vez más frenéticos y lascivos mientras se restriega los pezones y se besa apasionadamente con el otro.
Aldebarán aprieta las mandíbulas al sentir la primera succión propia del orgasmo de Shura. Coloca su frente contra la del español y jadea mientras lo disfruta al máximo.
—Ah, Shura, mi amor...
—Sí, sí... Oh sí, tori...to.
Si las contracciones alrededor de él y la eyaculación sobre su abdomen no fueran suficiente señal del orgasmo alcanzado por el español, éste emite pequeños gritos liberadores mientras el nombre de Barão es pronunciado al hartazgo.
El carioca sonríe feliz y se deja llevar. Tarde se da cuenta de su desliz. Shura aprovecha en algún momento su distracción y empuja sus caderas con las piernas. Aldebarán abre los ojos sorprendido al tiempo que, bajo su cuerpo, Shura se tensa al máximo.
—¡Shura!
—Ahhh, sí... por fin entraste todo —gimotea fascinado con una sonrisa boba—. ¡Qué rico se siente!
—¿E-estás bien? —susurra amedrentado.
—¿B-bien? —jadea mordisqueando el labio inferior—. Joder... estoy en la gloria.
Se olvida de las palabras, busca frenético los rastros de verdad y es reconfortado por la sonrisa pletórica de su compañero. La felicidad es absoluta en el español y eso lo calma de momento.
—¡Cabra impetuosa!
—Mi amor, shhh... ven —susurra buscando sus labios.
Aldebarán lo besa desesperado, preocupado por su bienestar mientras Shura juguetea con su lengua y gime contra sus labios.
»Mué...vete... despacio.
—¿Seguro?
—¡Muévete, joder! —exige dándole una palmada en el trasero.
Lo obedece más amedrentado por lo ríspido de la instrucción, que por desfogar sus ímpetus. La situación le espantó el orgasmo y baja la mirada inquieto, sacando su miembro en su totalidad. Le alivia encontrarse limpio, sin rastros de sangre.
»Entra, toro lindo, entra...
—Mhm.
Se desliza y aprieta los labios con la sensación de cubrir toda su extensión con el cuerpo de Shura. Se siente...
»Joder, qué rico.
—Uh sí... —sonríe pletórico—. Sigue. Fóllame...
La excitación sube conforme ellos se mueven al compás. Aldebarán intenta mantener la calma y ésta se le esfuma entre los dedos con cada embestida satisfactoria. Se enloquece al saberse poseyendo al español sin límites.
Bajo él, Shura jadea y gime alto, mostrando su placer, después de los primeros bombeos. Su interior se acostumbra al tamaño de Aldebarán y lo recibe cálidamente.
Los amantes se encuentran con besos apasionados, caricias cariñosas y sonrisas compartiendo el placentero instante en que llegan al orgasmo.
—Te amo, Shura... te amo —susurra estremecido hasta la médula, con el cuerpo tembloroso por la sacudida violenta.
—Y yo a ti, Aldebarán —susurra enternecido—, te amo, mi toro. Mi... ah, compañero.
—Por toda la vida.
—Mhm, por toda la vida que nos quede. Feliz aniversário, amor.
—¿Estás seguro que con un ibuprofeno y un diclofenac estarás bien?
El español le dedica una mirada cortante. Aldebarán deja de revolotear a su alrededor preocupado, arrepentido de sus acciones al notar cierto renqueo en los movimientos de su pareja.
—¡Ya quédate quieto y tráeme las pastillas!
—¡Me preocupas!
Shura rueda los ojos dentro de sus cuencas y exhala con resignación. Empuja la silla giratoria y le sostiene el rostro por las mejillas.
—Preocúpate por hoy en la noche, porque quiero cenar toro.
—¡¿Otra vez?! Shurinho, mira que no creo que en tus condiciones...
—¿Qué condiciones? ¿Ah?
—Es que... —suspira rascándose la cabeza—, pareces una cabra recién nacida.
El español soporta el insulto con estoicismo y exhala con malhumor.
—¿Ya está el inventario?
—Sim, ya lo tengo.
—Bueno, porque hoy viene Milo y...
—¿A qué viene ese sujeto?
—¡Es nuestro cliente! Duh.
Aldebarán se cruza de brazos y su mirada lo enfrenta airado.
»¿Te olvidaste de la medicación?
—No, he decidido que no te la traeré.
Shura arquea una ceja.
—¿Por qué no?
—Así el rubito verá quién está en tu cama...
Las carcajadas de Shura incrementan su desazón. Se rasca la nuca ansioso y molesto por su proceder.
—De acuerdo, está bien. Igual, no es que pueda ocultar estas marcas en el cuello.
El carioca se sonroja de pies a cabeza. Se le pasó la mano con eso y, después de la mirada cortante de su pareja en la mañana, quiso subsanar el asunto mostrándose más servicial de lo normal.
—Sabes que te amo, Shura... y... todavía me siento inseguro. Milo...
—Es un idiota —completa con una sonrisa—, lo es, pero no deberías estar inseguro de él menos que nadie. Además, ya tiene a alguien más que lo vuelve loco.
—¿Quién? ¿El maestro?
—Ese mismo —sonríe Shura con maldad—, y... todavía no abres mi regalo, torito —señala una cajita sobre el escritorio del carioca.
A regañadientes, Aldebarán quita el papel de fantasía y la abre. Saca un juego de llaveros, con las imágenes de un toro y una cabra y se los muestra con elocuencia.
»Son para tus y mis llaves. Quería hacerlo oficial este sábado, pero no sé si podré moverme con soltura. Quizá debas hacer tú los honores.
—¿Honores, de qué?
—De trasladar mis cosas. Me mudo contigo este sábado.
Los llaveros caen de sus manos, Aldebarán tarda un segundo en llegar hasta el español y levantarlo entre sus brazos con una sonrisa idiota.
—¿De verdad?
Shura sonríe encantado con su sorpresa y sus ojos llenos de esperanzas.
—Sí, mi amor. Te amo y ya no quiero seguir separado de ti. ¿Me ayudas a mudarme?
—Cabra manipuladora —susurra divertido—, yo te ayudo a mudarte cuando quieras. Es más, hoy mismo —asevera entusiasmado.
—Entonces, hagámoslo hoy —concede entre risas.
—De cualquier forma —susurra contra sus labios—, tú ya estás en mi corazón y de ahí, nadie te mueve, mi amor.
—Lo sé, toro romántico... Lo sé. Nadie, ni nada, impedirá que estemos juntos.
—Y así será...
Sus labios se unen con la esperanza de un mejor mañana, en su nueva relación familiar, donde ninguno de los dos arrastra miedos o inseguridades.
Fuertes como nunca antes y habiendo superado sus propias limitaciones, se entregan a vivir plenamente al lado de su compañero.
NOTAS DE LA AUTORA
[1] Parabéns pra você, nesta data querida, muitas Felicidades, muitos anos de vida — es la canción con la que los portugueses felicitan a un cumpleañero. Significa: "felicidades para ti, en esta fecha querida, muchas felicidades, muchos años de vida". Se pronuncia: "parabens pra vose, nesta data querida, muitas felicidayis, muitus anus dyi vida".
[2] Mio filio — en portugués significa "hijo mío".
[3] Feliz aniversário — en portugués, no se dice "Feliz cumpleaños", si no "Feliz aniversario".
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