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Chapter 18 - El otro lado



—Habla, porque de toro me transformé en gato y me subo por las paredes, cabra misteriosa.

Shura se acomoda en uno de los bancos de la cocina y acaricia sus cabellos. Se levanta y trae a la encimera la libreta de notas y un bolígrafo. La presencia del último objeto preocupa a Aldebarán, pues el español tiende a juguetear con éste cuando algo le molesta o enfurece.

En cambio, relaja los ánimos al notar que su pareja lo usa para anotar.

—Como ya sabes, mis padres viven en Toledo, mientras mi hermano Cid eligió La Rioja y yo opté por seguir acá, en Madrid —relata dibujando cada núcleo familiar, anotando los sitios.

     »Cada uno se sustenta por sus medios. Mis padres de sus pensiones, Cid del negocio vinícola produciendo el vino "Excálibur" como principal producto y yo, contigo, comercializando sus vinos.

—Ajá...

Esta plática se vuelve extraña, Shura siempre evita hablar de las finanzas de su familia y las suyas. Es un tema particularmente delicado entre ellos por la conducta casi obsesiva del español al respecto.

Incluso, sospecha que es un tacaño marca jumbo porque, a menos que sea un gasto imprescindible, Shura prefiere mandar arreglar las cosas con alguien de confianza y no comprar algo nuevo, para ahorrarse unos euros.

—El martes en la noche, me habló Cid para avisarme que a nuestros padres les llegó la notificación del inicio del juicio sobre la casa.

—¿Qué?

Shura juguetea con la pluma externando su enojo al respecto.

—Mis padres siempre se dieron un tren de vida superior al nivel económico permitido por sus ingresos —dijo pellizcándose el labio con frustración—, y esta vez, cuando las deudas los ahogaron, se les hizo fácil hipotecar la casa.

     »En lugar de limitar sus gastos y pagar sus deudas preexistentes, aprovecharon ese dinero y lo despilfarraron. Cuando los recursos se terminaron, las deudas de nuevo los agobiaron y tuvieron la grandiosa idea de no pagar la hipoteca —menciona con sarcasmo—. Ahora, el banco los llevó a juicio y pueden perder la casa.

Aldebarán toma asiento aturdido, desconociendo esta parte de la dinámica familiar. Ahora tiene un atisbo del por qué Shura es tan ¿tacaño o previsor? Esto cambia el panorama por completo.

—No es la primera vez que terminan en un lío económico, ¿verdad? —susurra temiendo acertar.

—No, ni será la última —sisea malhumorado—. Sucedió con el dinero que los abuelos nos heredaron para la Universidad, sucedió con el negocio que le heredó mi abuela a mamá, cuando mi padre quedó desempleado tres años antes de jubilarse, es... una constante.

     »Mis padres siempre despilfarran el dinero de forma irresponsable, creyendo que lo pagarán después.

—Por eso te fuiste esta semana y media —susurra comprendiendo la situación—. Debías arreglar esto.

Shura da un trago al café mientras busca las palabras para sacar el veneno de su pecho, inyectado por la situación familiar.

—Así es, Cid y yo fuimos a Toledo para hablar con ellos. Para ponerte en antecedentes, lo de las cuotas de la Universidad quedó solucionado cuando Cid y yo, nos pusimos a trabajar, a finales de cuentas, estudiar era en nuestro beneficio.

     »Lo del desempleo de mi padre, lo resolvió más Cid que yo. Si bien entre ambos, pagamos los aportes al Estado para lograr una pensión más acorde y que les permitiera bien vivir, mi hermano desembolsó un porcentaje mayor al mío porque tenía una economía más desahogada y yo apenas había egresado de la Universidad, pero esto...

—Ya es mucho y están cansados...

—Estamos hartos —asevera removiendo el bolígrafo entre sus dedos—. Encontramos micropréstamos con intereses altísimos que pidieron para pagar no sabemos qué. Las facturas de dos viajes al extranjero que hicieron a nuestras espaldas y, para colmo, ya están grandes y son tercos, así que nos siguen tratando como niños.

El carioca se acomoda en su butaca y busca alguna solución. Sin embargo, esto es un asunto de Shura y él comprende su papel: opinar, aconsejar y acompañar la decisión de su pareja, tal como el español hizo con su tema de Shaina.

¡Es un gran predicamento!

—¿Qué harán?

—Cid está enojado conmigo porque les di un ultimátum: ayudaré a mi hermano a pagar la hipoteca y sus deudas, pero a cambio, quiero la casa.

—¡¿Les quitarás la casa?!

Se va de espaldas ante tremenda idea. ¿Eso no es... despreciable?

—Sí y no. Les quitaré la propiedad y la compartiré con Cid. Mis padres podrán vivir ahí el resto de su vida, pero no podrán hipotecarla nunca más.

—Ah, bueno —susurra más calmado—. Pensé que...

—No soy tan hijo de puta, aunque debería serlo. Joder, estoy harto de que hagan lo mismo todo el tiempo y ningún golpe los meta en cintura. Me parece que mi familia hizo todo lo posible para evitar que maduraran.

—¿Cómo es eso? —inquiere rascándose la nuca.

Shura se acomoda en la butaca y cruza las piernas mostrando su malestar.

—Mis abuelos paternos fallecieron cuando éramos niños, pero los maternos vivieron hasta que Cid tenía 16 años y yo 14, porque fallecieron con pocos meses de diferencia. Ellos les daban dinero cuando se les complicaban las cosas.

     »Por ejemplo, mi abuela materna le puso el negocio a mamá para mantenernos. Después de la muerte de mis abuelos, mis padres utilizaron el dinero de nuestra educación. Era nuestro dinero que nos dejaron en herencia y no lo respetaron.

     »Cuando se acabó, Cid y yo trabajamos como negros para la Universidad y ellos siguieron con el negocio. Iban bien, hasta que papá perdió el empleo y ahí, nosotros los sacamos del fuego.

     »Ahora, ¿otra vez metemos las manos? Ellos se las ven negras y siempre hablan a alguien para que los saque, nosotros somos los del error por acudir y ayudar.

Aldebarán se rasca la nuca sin comprender el hilo de Shura. Para él, si sus padres vivieran, les ayudaría en todo lo que pudiera.

—¿Por qué no ayudarlos? Es decir, son sus padres...

—Porque ellos siguen cometiendo los mismos errores: se dan una vida de ricos, cuando no lo son, y después, Cid y yo debemos pagar las consecuencias. Digamos que ya se acostumbraron a que seamos nosotros los que resuelven sus problemas.

—Pero... ellos los educaron y cuidaron —insiste con el corazón encogido.

—No entiendes, Barão —susurra impotente y su mirada se fija en Teneo—. ¿Dejarías que Teneo te sacara de un problema económico en el que tú te metiste?

—No, ¿por qué? Es mi responsabi...lidad —susurra comprendiendo el punto—. Tus padres siempre lo hacen, evaden su responsabilidad.

Shura asiente y bebe un trago de café con desgana, para aliviar la resequedad de su boca.

—Exacto y ya me harté. Yo nunca les pido dinero, ni cuando me las vi negras en la Universidad, ni cuando me mudé a Madrid. Lo hice por mis propios medios y sufriendo carencias como perro.

—No te digas perro —susurra molesto porque él aprecia a su pareja y le duele escucharlo hablar así de su persona.

—Lo fui —asevera con firmeza—, me aboqué a no pedir nada. Ni a Cid porque sabía que él en La Rioja también sufría lo suyo. En cambio, a últimas fechas comprendo por qué mis papás me pedían dinero para las fechas importantes en lugar de regalos. Querían pagar las deudas o qué sé yo.

Shura resopla con el ánimo revuelto. Aldebarán alarga una mano y la coloca en el delgado hombro, brindando apoyo emocional. Ese es su papel ahora.

     »¿Sabes qué es peor? Se ofendían si no les transfería lo que consideraban "prudente" —dibuja las comillas en el aire—. El chantaje y su victimización son sus armas y tanto Cid como yo, caímos como idiotas. Ya no. Al menos, yo no.

La hostilidad de Shura hace mella en el corazón noble del carioca. Éste lo acerca y le besa la cabeza con cariño.

—¿Cómo te ayudo? —musita enganchando sus ojos a los de su pareja.

Shura sonríe con amargura y niega con la cabeza. Se le llenan los orbes de lágrimas y Aldebarán es incapaz de soportar ser testigo de ese dolor. Se levanta, lo abraza contra él y lo arrulla mientras deposita tiernos besos en su cabeza.

—S-sólo... lo siento... tendrás que esperar un tiempo más para abrir la otra sucursal —solloza impotente.

—¿Eso te preocupa? —susurra incrédulo—. Por favor, Shurinho, eso es una banalidad comparado a tu bienestar emocional.

El español niega con la cabeza mientras aprieta la camiseta del carioca con rabia y angustia.

—Lo es para mí, es... era un logro personal abrir la siguiente sucursal —musita con voz rota—. Ahora, me siento tan... enojado y desesperado porque por ellos, otra vez vuelvo a pasarla mal.

Comprende el punto y exhala con resignación.

—¿Qué dice tu hermano?

—Cid es más pragmático, es capaz de ayudarlos una y otra vez. Si bien le está yendo de maravilla en el viñedo, estoy seguro de que no le caerá nada bien a Sisyphus saber que deberán desembolsar una buena cantidad para pagar las deudas de otros.

—Sisyphus es comprensivo, las pocas veces que lo vi, me parece que es un hombre bastante ecuánime y maduro como tu hermano.

—Sí, pero él también estuvo trabajando como negro para levantar ese viñedo. Él fue el socio inversor mientras que mi hermano era el socio en especie, el que trabajaba.

De cierta forma, comprende el escenario puesto en la mesa por su pareja. Sin embargo, su empatía es parcial. Para él, ayudar a los padres de Shura es ayudar a su pareja en sus problemas y le parece muy sencillo de solucionar.

Ahora, que se encuentra del otro lado de la situación, valora el esfuerzo y la paciencia de Shura durante su duelo. Su acompañamiento sin presiones de ningún tipo, le ayudó a salir adelante y sanar de la forma adecuada. Ahora, es su turno de devolverle el favor y brindarle auxilio en la medida que Shura lo pida.

—Pon en balance las cosas. Revisa cuánto es el dinero que deben y habla con Cid —propone con tranquilidad—. Luego de eso, busca formas para que tus padres no se vuelvan a endeudar. Yo te ayudo en lo que necesites.

—Yo les di el ultimátum: es la última vez que les salvo el pellejo. La próxima, se arreglan solos porque no pienso meter las manos. Ya será cuestión de Cid si sigue en esa dinámica tóxica o también se pone firme.

—¿Crees que eso solucionará las cosas?

—No sé para ellos, pero para mí, sí. Además, ahora mi vida cambió radicalmente.

—¿Cómo es eso? —ladea la cabeza con intriga.

—Tengo una pareja y un niño de los cuales cuidar. No puedo estar supeditado a los caprichos de mis padres. Si trabajo, es para solventar los gastos tuyos y de Teneo. Mi dinero ya tiene dueño y es mi familia —sostiene con tacañería.

Los ojos de Aldebarán se abren gigantes y su corazón retumba con fuerza.

—¿Somos tu familia?

—¿Soy tu pareja? —refuta con ironía.

La sonrisa de idiota nadie se la quita al carioca. Shura resopla incrédulo mientras se limpia las lágrimas con uno de sus pañuelos desechables. A su lado, un toro nervioso aguarda con un pensamiento dominando: comérselo a besos.

En cuanto el otro se limpia la nariz y sin poder contener los ánimos, le toma el rostro con sus manazas y lo besa apasionado. En un inicio, Shura se tensa y al poco, cede correspondiendo la caricia con el mismo ímpetu del carioca.

—En las buenas y en las malas, estaremos juntos, cabra tacaña.

—Sí, Barão —sostiene con una sonrisa ladeada—. Mi toro sentimental.

El carioca cumple con su capricho y se lo come a besos, sin dudar de esta confianza mutua y de la química que los une. Para él, Shura es su pareja ideal a pesar de sus "defectos" y sus relaciones familiares.

—¡No, Papai, no! —les interrumpen en pleno beso—. ¡Suelta Shudinho! ¡Mío!

El reclamo infantil, unido a las risas de su adorado Shura crean un marco perfecto para englobar el inicio de su maravillosa vida familiar.



¡Hola, mis Paballed@s!

Seguimos on fire en este fic, ya llegando a la ronda final. 

¿Cómo vamos? ¿El desarrollo de los personajes va notándose? Estos últimos capítulos van más apegados al otro lado que Barão no vio: el pensar que las cosas se solucionan muy fácil o bien, que es complicado estar al lado de alguien que tiene una situación complicada y lo único que te resta, es acompañar.

Pues sin más, ¡hasta mañana!

Y gracias por darle tanto amor a este fic :D


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