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Chapter 16 - Un minuto a la vez


Aldebarán se ocupa de preparar a su hijo para la llegada de Marín mientras aguarda paciente el despertar de Shura. Es raro, ya tardó más de la cuenta. Aunque, recordando lo sucedido la noche anterior... es mejor que tarde, así descansará. De reojo, revisa el pastillero y el agua. Es un desinflamatorio y un ibuprofeno, para el dolor, por si... Shura lo necesita porque...

—Papai, papai.

—¿Sí, Teninho? —voltea hacia su hijo ahuyentando sus pensamientos.

—Teninho ama Fedinho —dice abrazando a ese condenado.

—¿Cómo que Teninho ama a Fedinho y no ama a papai?

Las risas del pequeño incrementan su volumen con la aparente ofensa del carioca. Éste se deja llevar por el juego y lo atrapa entre sus brazos con el peluche y, con los labios, le hace cosquillas en el cuello.

—No, no, papai, no —dice entre risitas.

—Sim, sim –afirma llevándolo a la cocina—, Teninho debe aprender que papai también quiere amor.

—Sim, sim, Teninho ama papai —dice feliz, abrazado del cuello del mayor.

—Muy bien, papai ama a Teninho. Ahora sí, vamos a desayunar —besa su sien complacido.

Lo sienta en su trona y le pone su platito enfrente con el yogurt y la fruta picada al tamaño de su boquita. Se sirve la cuarta taza de café y pone en consideración despertar a Shura o darle un poco más de tiempo.

El sonido de la puerta de su habitación al abrirse, le alivia y aspira profundo para encarar este primer día al lado de su pareja. Ya desde el despertar, fue extraño encontrarlo a su vera. Shura jamás se quedó en casa antes, ni siquiera en Navidad.

La imagen del español dormido le derritió el corazón y nada se compara con su efigie con los cabellos húmedos —de seguro por el baño—, enredado en su bata de baño que en él, se ve gigante. Shura es un hombre grande, mide 1.86m y pesa sus buenos 80 y tantos kilos, pero en comparación a Aldebarán, con su 2.10m y sus 120 kilos...

Es casi un enclenque que camina de una forma muy particular.

—Buenos días, Shurinho.

—¡Shudinho! —celebra el niño alzando las manitas—. Hola, hola.

—Hola, Teneo —saluda al pequeño con un beso que es correspondido—. Buenos días, ¿ya listo para desayunar?

—Sim, sim... Shudinho... ¿y tu "dopa"?

—Ah, es que...

—La ropa está en la maleta —señala Aldebarán con el dedo—, hoy se la escondí.

El niño abre gigantes los ojos mientras Shura arquea una de esas cejas cuestionando su proceder. El carioca encoge los grandes hombros.

—¡Yo "quiedo", yo "quiedo"!

—Jugaremos después, cuando papai vuelva de trabajar y entonces Teninho buscará su ropa. ¿Está bien?

—Sim, papai —asiente obediente.

Shura se acerca a Aldebarán con una pregunta en las pupilas.

—Me desperté temprano, en lugar de hacer mi jornada de gimnasio, me tomé la libertad de ir a tu casa y recoger algo tuyo. Traje dos de cada cosa, lamento la intromisión, pero... justo pensé en que no tenías nada acá y el trabajo...

—No, está bien. Sólo que... —susurra sirviéndose una taza de café—. Lo hablaremos en la oficina.

—Lo lamento, no debí tomarme tantas atribuciones —susurra apenado.

—No, no es por eso. Hay algo importante que debemos discutir.



—En resumidas cuentas, eso fue lo que sucedió anoche. Son los hechos duros y sin adornos, Aldebarán. Me hice pasar por Shaina y te consolé mientras creías que era ella. Te dije que la dejaras descansar y que ya no debería dolerte tu recuerdo. Acepto las consecuencias de mis actos.

La conversación queda en un punto álgido después de casi 20 minutos en los cuales Shura contó los hechos detalladamente y sin guardarse, al parecer, nada. Exponiendo cada punto de lo sucedido y aceptando las culpas.

Es Shura, a finales de cuentas. Directo cual espada, a matar de ser necesario.

Aldebarán, sentado frente al escritorio de su socio, se encuentra en una encrucijada. Por fortuna, es la hora del almuerzo y aunque el día fue estresante entre ellos por evitar esta plática, comprende los motivos del español para darle largas.

Hablarlo antes, sin el espacio y tiempo correcto para reflexionar, habría sido como agitar un capote rojo ante su mirada.

En resumidas cuentas, una parte de él se siente traicionada por la libertad tomada por Shura. Otra parte de él, se pone a sí mismo en su lugar y reconoce que habría actuado igual o hecho algo parecido.

Sin embargo, la que más lo atormenta es aquella que le recrimina sus acciones.

¿Su sonambulismo significa que...? ¿Qué significa?

El carioca se pone en pie, combatiendo las emociones y cruza los fornidos brazos contra el pecho.

—No sé qué pensar.

—Tómate tu tiempo, Aldebarán.

—¿Ahora soy "Aldebarán" para ti? —cuestiona ofendido—. ¿Dónde quedó el "Barão"?

—No entraré en una discusión insulsa sobre nombramientos, tú sabes quién eres para mí —sostiene mordisqueando su labio, signo de su frustración.

     »Me limitaré a decirte que, en este momento y después de confesarte lo sucedido, me siento como si caminara entre huevos. Un solo paso en falso, romperá algo entre nosotros y es lo que menos quiero.

El carioca admira la ecuanimidad del español. Cualquier otro buscaría pretextos, pero su interlocutor es Shura y éste dice las cosas como son, sin adornos.

—Estoy confundido.

—Lo entiendo y te lo repito: tómate tu tiempo para pensarlo.

—Eso haré. No es que tenga más alternativas.



Esa noche, a diferencia de otras, cada uno cena en su hogar. Aldebarán necesita espacio para pensar y Shura se lo respeta a rajatabla.

Al momento de acostarse, el sueño lo evade. Ni siquiera el aroma de Shura remanente en la almohada le da descanso. Las vueltas en la cama terminan por sacar las sábanas de su sitio y desnudan el colchón. Aldebarán se levanta ofuscado y llega a la cocina para calentar un vaso de leche que endulza con miel.

Revisa su celular para hacer algo y entorna los ojos en un contacto que sigue en línea.


"Hola, ¿tampoco puedes dormir?".


"No, acabo de llegar de una reunión, dizque de negocios.

¿Y tú?"


"Es complicado... ¿podemos hablar?"


La llamada entra, Aldebarán se apresura a responder antes de que el ringtone despierte a Teneo.

—Hola, ¿qué pasa? ¿En qué te ayudo?

—Hola, Cassios... es... una tontería.

—¡Patrañas! Si estás despierto a esta hora en mitad de semana laboral, no es una tontería —sostiene con empatía—. ¿En qué te ayudo? Aunque sea te escucho.

—Pues...

El silencio se alarga entre ellos.

—¿Te arrepentiste de esta llamada? —ríe cínico—. Mira, Barão, esto es sencillo. Sácalo, no pienses en que algo me pueda disgustar. Considera que eres parte de mi familia y nada de lo que digas, me hará correrme de tu lado.

—¿Ni aunque tenga una relación con Shura? —pone a prueba esas palabras.

—Jajaja, ni por esas... ¿Eso te tiene preocupado? ¿Tu relación con el españolito?

—Me sorprende que te lo tomes tan tranquilo —confiesa rascándose el cabello.

—¿No quieres que mejor vaya contigo y lo hablemos frente a frente? Así te sacas de dudas. Mi cara nunca miente.

—Es muy tarde y mañana trabajas.

Las carcajadas le forman una tenue sonrisa.

—A diferencia de ti, yo no tengo un látigo español que me joda porque llegue tarde. Pon el café y más te vale que sea del bueno.



Su piso pronto tendrá un surco de tanto ir y venir. Son los veinte minutos más largos de su vida y mejor se entretiene en la habitación de Teneo, mirándolo dormir. Eso lo relaja. Se cuestiona hablar del tema con Cassios y al mismo tiempo, considera que es el único capaz de ayudarlo.

A finales de cuentas, es el hermano de Shaina y nadie mejor que él para entender su problemática personal.

El sonido del vehículo apagándose le dirige a la puerta, la abre antes de que toquen siquiera el timbre y sonríe al griego. Cassios le dispensa un abrazo y, a pesar de la leve diferencia de alturas entre ellos, su fuerza es mayor a la suya. En ese gesto aprecia el apoyo y el cariño que le tiene.

—Entremos —propone Aldebarán—, ¿te sirvo el café?

—Cargado, negro, sin azúcar, por favor —aclara con una sonrisa fácil—. Lamento presentarme sin haberme bañado y apestando a alcohol.

—Tu reunión fue movida... —comenta con educación, analizando el rubor en las mejillas del tío de Teneo, propio de quien consumió una buena dosis de bebidas embriagantes.

—¿Movida? Eso es poco para lo que esos tipos son capaces de organizar.

Los cafés terminan en la encimera de la cocina, Cassios se acomoda en una butaca y bebe con placer.

     »Adoro tu café, no es como el de casa.

—Te llevas una bolsa —propone tranquilo.

—Gracias, ahora suéltalo. ¿Qué pasa con el españolito? Pensé que todo iba bien entre ustedes cuando los vi el Lunes.

—Sí, es sólo que... dormí con él y me desperté a mitad de la noche sonámbulo —exhala apesadumbrado—. Shura dice que lo confundí con...

No puede, su voz se niega a terminar la frase. Cassios nota su predicamento y lo entiende a la primera, sin necesidad de más explicaciones.

—¿Y? ¿Qué pasó? ¿Le buscaste las grandes tetas sin éxito o acaso te despertaste porque encontraste un pito en lugar de una concha?

El carioca se quema la lengua con el café. Se levanta a buscar servilletas mientras las risitas burlonas de Cassios lo persiguen.

     »Yo, por eso, siempre meto la mano adelante, antes de hacer nada. Prefiero asegurarme que hay raja y no palo. No me vaya a pasar como a Seiya...

—No te conocía tan... —susurra con las mejillas rojas de vergüenza.

—¿Vulgar? —arrebata la palabra—. ¿Soez? ¿Se te olvida que trabajo en el rubro de la construcción? Ahí todo es soez y de doble sentido, Barão —le guiña un ojo y retoma la plática con serenidad, alegre de aligerar la tensión—. Ok, te despertaste sonámbulo, ¿y?

Sacando fuerzas de flaqueza, Aldebarán le relata lo sucedido, según palabras de Shura. Mientras describe el relato, Cassios asiente comprensivo y en las escenas más desgarradoras, coloca una mano en el hombro del carioca para transmitirle su apoyo.

—Así que, ahora tengo mis dudas... —culmina Aldebarán cabizbajo.

—¿Sobre qué? —indaga dando el último trago al café—. Permiso, me serviré otra taza.

—Por favor, sabes que ésta es tu casa.

—Gracias —contesta haciendo lo suyo y trasteando en los gabinetes hasta sacar un paquete de galletas—. Bueno, ¿qué te da grima?

—Pues... ¿qué significa mi sonambulismo?

—Que tu inconsciente es un hijo de puta y te hace bullying justo cuando por fin decidiste abandonar la soltería —asevera con cinismo.

—¿Y si es señal de que no logré avanzar? —suelta su mayor preocupación.

Cassios vuelve a su sitio abriendo el paquete de galletas con chocolate y engulle la primera de dos mordidas mientras medita el escenario descrito.

—No, me niego a creer eso.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —increpa dolido.

—Barão, tendrías que ponerte en mis zapatos y te van a quedar apretados —asegura mientras lo señala con su gran índice–. Te lo explico así, el Barão que sobrevivía desde la muerte de mi hermana hasta diciembre del año pasado, es uno, y el Barão de este año, es otro muy diferente.

—¿A qué te refieres?

Re malakas [1], sobrevivías únicamente por Teneo. La vida te pasaba por arriba y tú seguías parado en el mismo lugar sin avanzar.

     »Por eso me dio mucho gusto cuando me pediste remodelar la casa y la hice a tu gusto. Me aseguré de que fuera así, a tu gusto y evité todo aquello que pudiera recordarte a mi hermanita.

—A veces, sigo sintiendo que traiciono a Shaininha por avanzar...

—Sí, también yo, pero ¿sabes? —se detiene masticando otra galleta—. De estar en nuestros zapatos, a mi hermanita le habría tomado la mitad de tiempo superarnos.

Se le cierra la garganta y baja la cabeza deprimido. Por masoquista, se hace miles de cuestionamientos denostando su papel en la vida de su esposa fallecida.

     »Barão, si de algo me enorgullecía de Shaina, es que era una mujer con los pies bien puestos en la tierra y dos ovarios más grandes que nuestras bolas peludas juntas.

—¡Cassios! —jadea asustado por semejantes palabras—. No te conocía así.

—El alcohol me pone salvaje —sonríe quitado de la pena—, pero es cierto. Shaina tenía dos dedos de frente y habría avanzado sin mucho aspaviento.

—¿Por qué? ¿Acaso no fui importante para ella? —deja en la mesa su dolor.

—No digas estupideces. ¿Acaso se te olvidó a qué se dedicaba?

—Era terapeuta...

Su fallecida esposa era una psicóloga dedicada y, tras el embarazo de alto riesgo de Teneo, decidió transferir sus pacientes a Marín.

—Sí, lo que aprendió en la universidad, lo utilizó para su vida. Por ello, sus procesos de duelo eran cortos. Tenía muy claro que si por algo las cosas no se daban, era porque no debía seguir en ese sitio y buscaba un lugar mejor. Así te encontró.

     »Ella sostenía que la muerte y el rompimiento de relaciones, son algo que nunca podemos cambiar, pero sí la forma en que nos afecta. También se elige qué rescatar del sufrimiento, sin mezclarlo con rencores u odios, y esos son los aprendizajes. En cuanto al resto, se trabaja para sacarlo del sistema y que no te dañe, buscando nuevas oportunidades de vida.

Una luz penetra la oscuridad en la mente de Aldebarán, dándose cuenta de...

—Eso fue lo que tú hiciste cuando falleció Shaina.

—Sí, eso hice. De cualquier forma, nunca me cegué durante su embarazo. Después de tantos abortos, Shaina lucía diferente y hacía cosas que, en su momento, me sacaban de balance. Por ejemplo, cada que nos veíamos, se afanaba en cocinarme mi comida favorita. También, evitaba los roces, los pleitos y se abocaba a resolver cada conflicto, por más pequeño que fuera.

—Eso es cierto, pensé que era para quitarnos la angustia de la preeclampsia.

—Ella tuvo mucho tiempo para pensar y decidir —sostiene Cassios—. Mi hermana no se fue con pendientes o asuntos sin resolver. Dejó su testamento por escrito e Incluso tú, fuiste un asunto concluido.

—¿P-por qué dices eso?

—Porque te dejó a Teneo y bien recuerdo que, antes de entrar a quirófano, te lo dijo: "no mires atrás" o algo así.

El hipotálamo de Aldebarán le trae la escena a los ojos, como si la presenciara a través de una pantalla plana. Su Shaina sonreía a pesar del nerviosismo palpable en las personas que la rodeaban. Le tomó la mano al carioca y le sujetó la mejilla para hacer que le prestara toda su atención.

"Aldebarán, cuando termine la operación, tu obligación es hacer todo lo posible para que seas feliz. No importa el resultado, mi amor. Tu obligación es dejar atrás todo lo que no pudo ser y te lastime. Vas a tener hijos, vas a tener una pareja, pero sobre todo, vas a ser feliz. ¿Entendiste?".

Hoy, sentado en su cocina, las lágrimas recorren sus mejillas. Cassios se levanta a traer unas servilletas y le da su espacio para soltar lo que tanto le remuerde la conciencia, entendiendo su padecimiento, pues lo experimentó en carne propia, desde el lugar de hermano.

—¿Y mi sonambulismo?

—Me preocuparía que no lo tuvieras, re malakas.

—¿Cómo?

—Sí, es cierto. Terminaste el duelo en... ¿qué? ¿Cuatro meses? Después de estar año y medio estancado. No sé qué mosco te picó un buen día y ¡zas! —dice golpeando su puño contra la palma de la otra mano—. Resolviste todo muy bien.

     »Para ser una persona terquísima y renuente a los cambios, lo superaste rápido para tus estándares. Sin embargo, hay secuelas. El sonambulismo es una de ellas, quiero pensar.

El carioca se restriega los cabellos pensativo, mientras su respiración se acelera. Es cierto, le cuesta mucho cambiar de un lugar a otro y sobre todo, aceptar las cosas cuando son tan... imprevistas.

—¿Entonces... qué hago?

—Pues... —susurra bebiendo un sorbo de café—, sigue adelante. Es decir, ¿te gusta Shura?

—Sí.

—¿Te sientes bien con él para establecer una relación romántica?

—Sí, por supuesto. Jamás habría dado un paso en esa dirección sin haberlo meditado y sentirme listo para ello.

—Entonces, ¿qué te preocupa? Tus recuerdos de mi hermana como tu pareja y sobre todo, tu afán de aferrarte a la culpa, se irán de poco en poco. Decidiste enfrentar su tumba, hablar con ella. Después, decidiste iniciar una relación con otra persona.

     »¿Crees que eso no te dejó una huella? Claro que sí, te sacó algo dentro y lo trajiste a la realidad. Agradece que el españolito tuvo la coherencia para consolarte y decirte lo que justo necesitabas escuchar.

—¿Qué es eso?

—Que debes dejarla ir y que su recuerdo ya no te debe afectar, pero sobre todo, que ella te perdona aunque, sinceramente, no tiene nada qué perdonarte hoy en día, porque ella se fue con todos sus asuntos concluídos. Mi guerrera se deshizo de sus pendientes y se fue tranquila. Eres tú el que se complica, re malakas.

—Eso ya me lo dije muchas veces...

—Sí, pero una cosa es decirlo y otra, enfrentarlo. Con el españolito abrazado a ti, lo viviste en carne propia y eso cimbró tu mundo. Ahora, confío en que saldrás adelante.

—¿Y si recaigo? —susurra compungido.

—Es un minuto a la vez, Barão —dice convencido—. Yo me lo dije una y otra vez cuando volvía a pensar en ella: "ya pensé en ella, ya incumplí mi propósito, está bien. Es normal en un duelo. Seguiré adelante. Yo puedo y lograré aceptar su partida".

—Un minuto a la vez. Pelear un minuto a la vez...



¡Hola, mis Paballed@s! 

Chispitas, intento no dar tantos sermones, pero es parte de este fic. Eso significa este capítulo, cuando quieres cambiar algo y no puedes, cuando sientes que un día a la vez no es suficiente, que te pasa a cada rato, empieza un minuto a la vez...

Así, te puedes dar más oportunidades y saber que nadie te presiona. 

Recuperarte de un duelo, es parte de vivir. Así que...

¡Un minuto a la vez!

Besitos para ti, abracitos, chocolatitos y gracias por seguir leyendo.

¡Hasta mañana!


NOTAS DE LA AUTORA

[1] Re malakas --- en griego, significa "idiota".


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