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Chapter 15 - El inconsciente



Aldebarán está atrapado, contenido, apresado por un peso sobre él y unos brazos sujetándolo. Se queja, se remueve inquieto.

En su angustia, se deshace de todo aquello que le impide moverse hasta que logra sentarse en la cama, con una opresión en el pecho y el sudor resbalando por su rostro, cuello y espalda.

Su mente se niega a funcionar bien, pues se encuentra en mitad de ambos procesos físicos: el sueño y el despertar. Algunos le llaman sonambulismo.

Las manos le tiemblan, un gemido rasga su garganta y empieza a llorar cubriéndose el rostro para no despertar a su hijo que duerme en su cunita, gracias a su vasto instinto de protección grabado a fuego en su inconsciente.

—¿Barão?

La voz somnolienta le rompe las estructuras y se lanza a ella. La atrapa entre sus brazos y aprieta para no soltarla.

—Shaina, Shaina... Lo siento, mi Shaininha, perdóname...

En su suplicio, en su desesperación, es incapaz de identificar quién lo acompaña en la cama. La pesadilla continúa en su inconsciente con más fuerza que nunca y Aldebarán se limita a buscar consuelo.

     »Perdóname, mi amor, perdóname por todo, por echarte la culpa...

El llanto sigue mientras se refugia en la persona que más necesita. Esa mujer que amó con cada fibra de su ser y falleció dando a luz a su hijo, víctima de una enfermedad impredecible.

Aldebarán se sigue torturando en sueños mientras pide perdón.

—Mhm... —responden muy suavemente y lo liberan del peso emocional.

Las manos ajenas acarician sus cabellos mojados y su espalda desnuda. Lo incitan a recostarse. La oscuridad de la habitación impide distinguir figuras. Aldebarán jadea aún sonámbulo y se deja hacer. Se reacomoda en la cama, mientras llora y gime.

—Perdón, Shaininha...

—Mhm...

—Perdóname por... haberte deseado tanto mal.

—Mhm.

El carioca suspira y aprieta a quien le acompaña, entre sollozos desgarradores.

     »Todo está bien...

Su inconsciente confunde la voz y se concentra en el mensaje que reconforta sus emociones atronadoras.

     »Te perdono... Aldinho [1], te perdono.

Aldinho, así lo llamaba su esposa en vida. Su inconsciente se prende de ese apodo y sus brazos sujetan con más fuerza a quien necesita escuchar. Su esposa se deja hacer mientras acaricia con ternura la espalda del carioca.

—Shaininha... perdóname...

—Sí, te perdono, Aldinho —susurran y le cubren hasta el tórax con la sábana—. Shhh... duerme, ya estoy bien. Ya estamos bien. Descansa. Te perdono, Aldinho, te perdono. Ahora perdónate tú.

El gemido desgarrador cimbra la fuerte estructura carioca y jadea desesperado.

—Ya... ya lo hice... perdóname por perdonarme... Perdóname por dejarte atrás...

—Shhh, no hay nada qué perdonar, Aldinho —susurra la voz entrecortada por las emociones—. Debes continuar... debes ser feliz. Eso es lo único que me debes, ser feliz con nuestro niño.

Las lágrimas siguen y siguen resbalando por el rostro del hombre atormentado.

»Por favor, Aldinho, sigue adelante. Sé fuerte y sigue adelante, lo estás haciendo bien. No hay nada qué perdonar, esto es parte de la vida.

—Te amo, Shaininha... te amo —jadea desesperado—, y perdóname por amar a otro que no eres tú... perdóname por olvidarte.

Un suspiro profundo se escucha en la habitación, la persona a su lado le acaricia los cabellos y le dispensa un beso en los labios.

—Te amo, Aldinho y te perdono por amar a alguien más y sé que no me has olvidado, pero es momento que también me dejes descansar y mi recuerdo no te genere este dolor.

—¡Es tan difícil!

—Lo sé, pero tú puedes hacerlo. Vas por buen camino.

Aldebarán duda, su cuerpo se tensa y sigue llorando, pegado a la figura que lo contiene. La aprieta contra él y se refugia en su delgado hombro.

—Está bien, Shaininha... —susurra con dolor.

—Gracias, ahora descansa y sé feliz con nuestro hijo —dice con voz ronca—. Descansa y recuerda que yo ya te perdoné, Aldinho.

—Gracias... gracias... Shaininha.

—Shhh, duerme... duerme y sigue sanando. Vas bien... sigue adelante, mi amor.



El sol penetra por la ventana y lo obliga a abrir los ojos. Shura Díaz de Vivar abandona el cálido refugio del sueño y observa a su alrededor. Se descubre abrazado a una de las almohadas y, tras una revisión del sitio, se sabe en soledad.

En la habitación de Aldebarán.

El español exhala y una dolencia generalizada le recuerda lo sucedido durante la noche. Con reticencia, se acomoda boca arriba, mirando el techo.

"Joder con el tío, me dio como cajón que no cierra", sonríe estirándose con reservas y gemidos ahogados en la gigantesca cama. Toma nota del dolor de su columna, caderas y piernas. Sobre todo, el de su trasero es bastante incómodo.

"Me tragué la puntita", medita con una sonrisa traviesa. "Si eso fue sólo la puntita, no sé cómo voy a quedar cuando me coma por entero el legendario Gran Cuerno del que tanto escuché hablar en la universidad. Me partirá en dos".

Se toma unos minutos para iniciar su día y prepararse para el momento definitivo: ponerse en pie. El aroma del toro impregnado en las mantas le seduce a permanecer ahí, seguro y protegido en el calor de ese refugio.

El sonido de la voz de Teneo le hace consciente de que Aldebarán no volverá pronto. Con lascivia rememora la pasión de ese toro y su propio agotamiento deja constancia de cuán en serio se toma Aldebarán el sexo.

"De seguro él está como si nada" medita rascando sus abdominales. "Y yo me siento más agotado que nunca".

Una ducha le hará recobrarse. Su sonrisa se extiende al recordar el cariño con que Aldebarán cuidó de él al final de la jornada. Sus manos limpiando su cuerpo con esa toalla tibia, vistiéndolo con la camisa de otra pijama limpia, entre besos y caricias que, por poco, se convirtieron en otra faena sexual. Por muy poco lograron contenerse.

"De no ser por la hora y que hoy tenemos trabajo..." rumia y por primera vez en su vida, desea ausentarse de sus obligaciones laborales. "Necesito descanso, sólo a mí se me ocurre comerme al toro en Lunes".

Se dirige a la ducha con dificultad y piernas temblorosas, sujetándose de los muebles. Al ser la pareja de Aldebarán, él no se molestará porque se tome esa atribución, aunque lo sucedido en la madrugada le inquieta.

Al quitarse la camisa, el espejo de cuerpo completo del baño le devuelve una estampa... casi perturbadora.

"¡Toro de Pamplona! Estoy... estoy... ¿Cuándo me hizo tantas marcas?".

Habiendo respetado su cuello y brazos, Shura recorre los rastros de mordidas en ambos pezones, en sus hombros, sus abdominales, sus caderas, incluso en sus muslos. Se niega a girarse en primera, porque duda que sus piernas le sustentan y, en segunda, porque presiente que sus glúteos tienen la misma coloración porque anoche, el toro se volvió carnívoro.

"Ahora sí me queda claro que eres posesivo, toro bobo" razona mordiéndose el labio inferior. "Esto te lo devuelvo. Tendrás igual o más marcas la próxima vez".

El agua tibia ayuda a desentumir sus músculos y le aclara la cabeza. Necesita hacer una llamada porque teme haber metido la pata con el carioca, pero... ¿qué otra opción tenía?

Recordar la desesperación en Aldebarán mientras seguía dormido, le entristece y el amargo sabor de su boca le recuerda su propia necesidad de orientación profesional.

Aprovechando la ausencia del toro, marca el número esperando que sea buena hora para molestar al otro y que no esté ocupado con alguien más.

—Shura, buenos días.

—Hola, Saga. Necesito un consejo rápido, perdona que te moleste tan temprano.

—Dime, no te preocupes por banalidades, todavía estoy desayunando y mi paciente llega en una hora. ¿Qué te inquieta tan temprano?

—Pues... —titubea mirando hacia la puerta, se acerca y pone el seguro. Se aleja rumbo al baño—, ayer Aldebarán fue a la tumba de Shaina a enfrentarla.

—¿Ya lo hizo? Me alegra mucho por él. ¿Cómo te sientes tú?

—Estoy bien, me siento orgulloso de él, pero... Después de ello, empezamos una relación romántica. ¿Está bien?

—Depende, ¿cómo te sientes tú?

—Bien, lo encontré bastante mejorado y hasta tuvimos sexo, pero... en la madrugada, me desperté porque él me empujó —susurra con un nudo en la garganta—. Saga, anoche Aldebarán lloraba por Shaina y le pedía perdón.

—Entiendo... ¿cómo te sientes tú al respecto?

—Pues... tengo miedo que Aldebarán piense que empezamos muy rápido y me inquieta que lo sucedido lo lleve a dar un paso atrás en lo nuestro.

—¿Qué hiciste durante el episodio?

—Lo contuve... Saga, me parece que Aldebarán sufre de sonambulismo porque jamás se dio cuenta de que era yo, me llamaba Shaina.

—Entiendo... ¿y qué pasó después?

—Pues le pidió perdón a Shaina —se le rompe la voz—. Joder, tío, le pidió perdón por seguir adelante, por olvidarla e incluso, por amar a otra persona.

Las lágrimas permean sus ojos. Se obliga a mantenerse sereno para hablar rápido de este tema y encarar a su pareja.

—Ya veo... ¿qué hiciste tú?

—Pues... lo siento, Saga, no podía dejarlo así. Me hice pasar por Shaina y le dije que lo perdonaba, que estaba bien que la hubiera olvidado y que siguiera adelante, que iba por buen camino. Incluso —traga saliva mortificado—, le dije que dejara descansar su recuerdo... Hice mal, ¿verdad?

El silencio es incómodo para el español. Aguarda con el corazón encogido y el reproche por sus acciones mordiendo su conciencia.

—Dejemos algo en claro, Shura —dice el hombre con esa voz calmada que lo caracteriza cuando habla como terapeuta—. Esto es muy fuerte para Aldebarán. Decidir dar el paso y superar el duelo, es una cosa. Hacerlo, es otra cosa bien diferente.

—Lo sé...

—Sin embargo, lo hizo. Siguió adelante. ¿Viste dudas en él ayer?

—No, no las vi físicamente, pero el sueño...

—Es su inconsciente flagelándose. La pérdida de una esposa en las circunstancias que él experimentó, causan un cisma en las emociones y la psique.

     »Sin embargo, si estuvo contigo, si como me has contado, decidió el año pasado deshacerse de las pertenencias de su esposa y dejar atrás el templo que le tenía y eso lo llevó a remodelar casi toda la casa; si, aparte, tuvo por fin el valor y el coraje para ir al cementerio, habla de un avance gigante. ¿Estás seguro de que fue a hablar con ella?

—Sí, Cassios y yo lo vimos de lejos. Hablaba con ella mientras lloraba.

—Bueno, pues tengo la sospecha de que anoche fue la prueba de fuego para Aldebarán. No sólo porque tuvo sexo contigo, sino porque durmió contigo. Por lo que entiendo, él dormía solo, ¿no es así?

—Creo que sí, que no durmió con Teneo por miedo a aplastarlo y el niño tenía su cunita pegada a su cama.

—Bueno, eso significa que, hasta el momento, nunca se enfrentó a la partida de Shaina. La real partida porque su psique pudo engañarlo haciéndole creer que estaba en otro lado, como les pasa a algunos.

     »Anoche, tu presencia y olor, accionaron partes de su inconsciente y por eso tuvo esa reacción. Se vio obligado a enfrentar que Shaina ya no volverá a su vida como pareja. Esa es otra estructura rota y por la que también sufría. Ahora debe aceptar que tiene una nueva pareja y que esa pareja no es Shaina.

     »El sonambulismo me preocuparía si fuera recurrente, pero si es puntual y fue para deshacerse de sus culpas, lo veo incluso... beneficioso para él.

—¿Y lo que yo hice? —susurra asustado.

—Pues no digo que hiciste bien, porque tú mismo sabes que no estabas hablando a la conciencia, sino al inconsciente y ahí, las palabras pueden quedar para siempre y pueden llegar a convertirse en líneas a seguir.

     »Vamos, dar una orden al inconsciente puede condicionar a la persona y ésta puede seguirla aunque no entienda por qué lo hace. Por eso es tan peligrosa la hipnosis. ¿Recuerdas lo que te conté sobre el Satán Imperial? ¿La técnica de aquél Patriarca loco?

—Sí, me dijiste que los obligaba incluso a asesinar a sus seres queridos y ellos despertaban asustados.

—Ahora sabes de qué te hablo y si bien, dicen algunos escépticos que es una leyenda urbana, hay estudios sobre el inconsciente y las órdenes implementadas en él durante el sonambulismo.

     »¿Estás seguro que sólo le pediste que avanzara y no metiste algo más?

—Pues... —se fuerza a recordar—, de lo único que me reprocho, es de haberle dicho que la dejara descansar y que su recuerdo no le genere tanto dolor —se mordisquea el labio—. También le dije que fuera feliz cuidando del niño.

—Eso del niño ya lo tiene incorporado. Él siguió viviendo por él y lo he visto a lo lejos, ese niño crece feliz y contenido. En cuanto a lo otro, no te reproches nada, es algo que yo le diría si estuviera en tus zapatos. La próxima vez...

—¿Habrá otra? —susurra asustado.

—Consideraría que esto fue un momento puntual, desatado por sentirte a su lado mientras dormía y que, tras lo sucedido, seguirá adelante, pero...

     »Si sucede, no te hagas pasar por ella. Déjala también en paz. Ya no está y tampoco le pongas esa idea al inconsciente de Aldebarán. No le hagas creer que la encontrará si se despierta sonámbulo. Debe enfrentar la realidad y obtener contención despierto, pero sobre todo, en pleno uso de sus facultades. ¿Entendiste?

—Sí, gracias, Saga.

—De nada y tienes una tarea...

—¿Cuál?

—Díselo, merece saber lo que pasó con él. No te lo calles, Shura. 



¡Hola, mis Paballed@s!

Ya empezamos con problemas, pero esto es un proceso. Habrá momentos en que decaiga y otros, donde siga firme. 

Un duelo no es decir: ah, ya lo enfrenté, ya tá. No, no. Implica también caerse y levantarse, continuar y ser conscientes de que somos seres humanos.

Un besito para ti, unos chocolates para seguir adelante y pañuelitos por si los necesitas.

¡Hasta mañana!


NOTAS DE LA AUTORA

[1] Aldinho --- En portugués, significaría "Aldito" y se pronuncia "Aldiño".


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