Chapter 11 - Luz
Aldebarán maneja con tranquilidad y sigue la camioneta de Cassios, su cuñado. Aunque Shaina ya no esté, Teneo mantiene firme el parentesco entre los grandulones.
—¿Dónde quedó tu argolla de matrimonio? —indaga Shura con voz tenue.
—Donde debe de estar —responde sereno y confiado—, con ella.
—Oh.
El camino se hace en silencio, al menos, hasta que salen de las inmediaciones del cementerio y se adentran por las calles de la ciudad.
—¿Cómo es que te enteraste que estaba acá, Shurinho?
—Cassios y yo siempre estuvimos en comunicación, a pesar de todo y de tus momentos difíciles. Así que hoy me llamó para preguntarme si te acompañaría a visitar a Shaina y entendí que tu cita era con ella. Lamento haberte malinterpretado.
—¿Qué entendiste?
—Que tenías a alguien más, alguien que no era Shaina.
Aldebarán aprovecha esta oportunidad para aclarar la situación, estaciona a un lado y apaga el auto. Shura ladea la cabeza con curiosidad, parpadeando tres veces.
"Esto no te lo esperabas, cabra escurridiza".
—Me gustaría hablar contigo de algo importante.
—Yo también —murmura seco—, lamento decirte que perdí a uno de nuestros mejores clientes porque tuve un arranque de rabia. Eso significa que tardaremos en conseguir el dinero para la expansión del negocio.
—¿Tú? —boquea pasmado—. ¿Cómo fue eso?
Le parece increíble que Shura pierda la paciencia y llegue a esos extremos de emotividad con uno de los mejores clientes.
—No estaba de humor, me salió con estupideces y... descubrí que es muy satisfactorio patearle el trasero a alguien.
Para este momento, Aldebarán no sabe si reír o preocuparse por el gesto sádico que permanece en el rostro de su socio, motivado seguramente por el recuerdo de sus acciones.
—Eh... ¿acaso debo contratar a un abogado para evitar un juicio?
—No. Más vale que no porque Aiolos justo apareció y fue testigo de lo sucedido. Le advirtió al capullo que no hiciera tonterías o terminará sin transporte. Ya sabes que él es el cerebro del negocio de mensajería y Aiolia, aunque es socio, respeta sus decisiones.
—Qué raro, Aiolos es muy tranquilo —comenta rascándose la barba—. ¿Y qué cliente era?
Shura desvía la mirada y se pellizca los labios. Ese es su gesto de frustración y malhumor, Aldebarán lo tiene matizado después de meses analizándolo al detalle.
»¿Shurinho? —presiona porque quiere saber a quién debe mantener lejos del negocio. Quizá necesite avisar al personal para negarle la entrada.
—Ahhh —rueda los ojos dentro de sus cuencas denotando su exasperación—, Milo, fue Milo —suelta mostrando su enojo al entornar los párpados—. Me hartó con sus insinuaciones poco sutiles y como estaba de malas, le dije que fuera a meterle la polla a la más vieja del burdel y se ofendió.
—¡¿Echaste a Milo?!
Su cara es un poema a la perplejidad, Shura se limita a encogerse de hombros y arrugar su nariz como si oliera la peste más desagradable del mundo.
—¡Por supuesto! Siempre has dicho que soy una cabra terca, pero eso no significa que sea una cabra ciega. Sé bien distinguir las intenciones del otro. No por nada me hago cargo de las relaciones públicas del negocio, Barão.
El alivio por deshacerse del monstruo de los celos no se compara con saber que le dio una patada en el trasero a Milo. ¡No verá de nuevo a ese rubio idiota cerca de Shura! ¡Qué felicidad!
Sin embargo...
—Discrepo con eso —susurra cizañoso.
—¿Con qué? —se interrumpe arqueando una ceja, mostrando su intriga.
—Eres una cabra terca y también, una cabra ciega, pero sobre todo, eres una cabra cobarde —aclara confiado de sí mismo.
—Claro que no —refuta sin perder el temple—. ¿Por qué soy una cabra ciega, toro? Además, ¿de dónde sacas que soy una cabra cobarde?
Aldebarán se maravilla por su estoicismo. ¿De verdad Shura es humano? Igual, ya notó que está flaqueando con las caricias de sus cabellos. ¡Es el momento de cornar!
—¿Por qué le dices a Teneo, cada vez que yo no estoy, que lo envidias cuando lo abrazo? Eso es de cobardes, ¿por qué no se lo dices cuando estoy ahí?
La cabra aprieta los labios. Por primera vez, Aldebarán asiste al espectáculo más tierno de su vida en el planeta de la Sabroshura. El español arde de vergüenza con las mejillas más rojas que una luz de semáforo.
»Si hubieras tenido la valentía, sabrías que no deberías sentir envidia por él.
—No sé de qué me hablas... —se cruza de brazos, evasivo.
—De esto, cabra escurridiza.
Cualquier reclamo del español muere con el abrazo del carioca. Shura tarda en corresponderlo y cuando Aldebarán piensa que se equivocó, percibe cómo se relaja.
»Me gustas, Shurinho —confiesa contra su cabello—. Me gustas para explorar la posibilidad de ser una pareja. Claro, si tú quieres y te parece bien.
La tensión vuelve al español, Aldebarán agarra toda su valentía y se lanza de lleno. Ya fue un timorato en la mañana y no va a cometer el mismo error.
¡Esta cabra no regresará al monte!
»Te prometo que no eres un clavo ardiente...
—Espera, espera.
El español se aleja provocando la desilusión del carioca. ¿Malinterpretó todo?
»Escúchame bien, Barão. Estos dos años estuvimos juntos, hombro con hombro, fui fiel testigo de tu duelo, de tus etapas y de lo mucho que trabajaste para superarlas. Quiero que entiendas eso. Si estás hablando de formar una pareja, es porque estás preparado, de lo contrario, no lo harías.
—Shura... —susurra conmovido por la férrea confianza del otro en él.
—Es cierto, soy una cabra ciega y terca, cobarde incluso, pero tengo bien claro esto. Si hablas de que te gusto y que quieres intentar algo más entre nosotros, es porque lo has pensado y cavilado. Lo has reflexionado y este paso que diste hoy, al visitar a Shaina, es la prueba suprema de que estás listo.
El español le dedica la sonrisa más bella de su repertorio, plagada de emociones y de un orgullo sin igual, con los ojos tomados por el agua.
»Enfrentaste una pelea con el mismísimo Inframundo y saliste ganador. ¿Cómo no querría ser tu pareja, si me gustas desde hace mucho, Barão?
—Shurinho... —susurra con la garganta tomada por las emociones—. ¿De verdad?
—Sí, toro tonto. De verdad, me gustas mucho, pero respeté tu matrimonio y después, tu duelo. No estuve a tu lado para que fueras mi pareja, estuve a tu lado porque te quiero de forma incondicional. Aunque elijas a otro.
»Por eso me dolió tanto lo que dijiste en la mañana y ahora entiendo que no lo malinterpreté. Pensé... pensé que siempre estaría destinado a la friendzone.
—¡No, no! —refuta y lo atrapa de nuevo entre sus brazos, hundiendo su rostro en el cabello del español—. Eras tú, cuando hablaba de ese alguien, me refería a ti...
—¡Pues eres un tonto! Debiste decírmelo de frente —censura airado.
—Tenía mis reservas de ser correspondido.
Shura levanta el rostro rompiendo el abrazo y le toma las mejillas con las palmas. Sus olivas reflejan su determinación.
—Eres tan correspondido, que desataste mis celos... Por fortuna, Milo llegó a tiempo porque de lo contrario, no sé qué locura habría hecho. Pensé incluso en ir y boicotear tu cita, pensé muchas barbaridades, pero me contuve.
—Lo vi... vi a Milo en el supermercado, lo escuché decir que iba a buscarte.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —jadea parpadeando tres veces.
—Porque si te cuido, no eres mío. Además, decidí darte la oportunidad de elegir por ti mismo. Ese fue mi fallo con Shaina, no pensar en que ella también tenía deseos y me enojé con ella por elegir a Teneo... No cometeré el mismo error contigo. Jamás. Aprendí mi lección.
—Toro tonto —susurra con una sonrisa alegre—, mi toro tonto...
El español acerca el rostro y Aldebarán no duda en encontrarlo a mitad del camino. El beso compartido es liberador y le llena el estómago de mariposas.
El sabor de Shura lo embriaga como un buen vino. Sus labios, su lengua y su aliento lo alimentan y le dan una nueva esperanza en su vida.
—Joder cabrita sensual, ahora sólo pienso en comerte... —sisea erotizado, con un bulto entre las piernas exigiendo atención.
—¿Y qué te detiene? —susurra ladeando la sonrisa.
Ahora entiende que ese gesto es coquetería pura en el planeta de la Sabroshura.
—Un auto, la vía pública y que mi hijo me espera... —susurra ofuscado.
Shura ríe bajito y acepta su realidad encogiendo los hombros.
—Aunque, ¿podemos hacer un cambio en eso?
—¿Cuál?
El español se acaricia los cabellos. Aldebarán le concede el tiempo para organizar sus ideas, expectante por escucharlo.
—¿Podemos llamarlo de ahora en adelante, "nuestro Teneo"? Barão, ese niño me tiene loco desde que me lo pusiste en los brazos a los pocos días de nacido... Lo amo como a nada en el mundo y lo siento también mío.
El carioca sonríe feliz y le arrebata otro beso. Shura lo corresponde con pasión y juguetean con las herramientas de sus bocas, usando labios, lenguas y dientes. Si se sueltan, es por la falta de aire. Entre jadeos y mejillas rojas, Aldebarán coloca su frente sobre la del otro mientras respira alterado.
—Sí, oh sí. "Nuestro Teneo" nos espera...
—Vamos entonces por él.
¡Hola, mis Paballed@s!
¡Por fin se dijeron las cosas! Aunque en el proceso, salió pisoteado mi Milo (lo levanta y le sacude la colita) xDDD
Espero que Milo no me agarre rencor por esto xD
Me despido y seguiremos con estos momentos bonitos. Muahahaha.
Gracias por estar acá.
¡Hasta mañana!
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