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Capítulo 9. Refugio.


Emma.

La semana fue una verdadera locura, instalarme en la casa del hijo de mi esposo mientras ignoraba todas las llamadas de Max, tras haber recuperado mi teléfono, sin saber qué era lo que iba a hacer con mi vida.

Iba a trabajar y luego compartía cama con un desconocido que solía tener erecciones cada mañana, mientras mis alucinaciones sexuales iban en aumento. Tenía tanto miedo de tenerlas que me costaba bastante dormir.

Pero... a pesar de eso, nuestra complicidad no mermó ni un poco. Su cercanía me gustaba demasiado y tenía miedo de mí misma, de mis estúpidos deseos sexuales y de lo que él despertaba cuando lo tenía tan cerca.

Esa niña inexperta en el amor se marchaba y despertaba a una mujer segura de sí misma, una fiera que quería pervertir a ese chico amable.

Tenía que reprimir esa parte de mí constantemente cuando estaba con él.

Trataba de calmarme a mí misma cada noche y cada mañana al despertar a su lado, recordándome la promesa que él me había hecho. Confiaba en él más que en nadie en el mundo, así que sabía que él no faltaría a su palabra.

A pesar de eso, no podía dejar de emocionarme cuando venía a recogerme después del trabajo, o cuando estábamos juntos en la misma habitación. Mi corazón latía como un loco, pese a lo mucho que yo intentase convencerme de lo contrario.

¿Qué estaba sucediendo conmigo? Ni siquiera quería ponerme a pensar en ello, porque mi vida ya era lo bastante complicada como para hacerla aún más.

Éramos amigos, pero mi corazón se sobrecogía y sentía una sacudida cada vez que nos tocábamos por error, o recibía una caricia sin intenciones de más.

No quería seguir abusando de su hospitalidad, así que pensé mucho en Su a lo largo de la semana. Tenía que pedirle un favor a ella para liberar a Kill de aquella carga. Aun así, sabía que sería incómodo. No se me da bien invadir el espacio de otro.

–Podrías quedarte aquí – sugirió nuevamente mi hijastro cuando recogíamos la colada a altas horas de la noche, pero debido a nuestros trabajos no podíamos hacerlo antes. Siempre admiré su forma de hacer las cosas: tenía un trabajo a medio tiempo con el que pagar sus gastos en la universidad porque no quería depender económicamente de su padre. Eso decía mucho de él.

–No sería apropiado, Kil. Además, no quiero incomodarte.

–¿Incomodarme? Ya hemos vivido juntos en la misma casa. Y esta semana ha sido increíble, ¿no crees? Se siente como tener una hermana. – Sonreí ante el cariño con el que decía esas palabras.

Perdí el equilibro y por poco no me caigo, pero él tenía buenos reflejos y me cazó al vuelo.

Su cercanía producía en mí una extraña sensación que hacía que algo revolotease en mi interior. Levanté la vista, despacio y me fijé en lo cerca que estábamos.

Me aparté con rapidez, fingiendo que nada me había afectado.

–Además, tú necesitas tu espacio. Probablemente quieras traer aquí a una chica.

–No es el caso. Yo no tengo tiempo para chicas ahora. Tengo otras cosas que son más importantes, ya te lo dije. – Ya habíamos tenido aquella conversación antes.

–No hablo de amor – él sonrió, algo incómodo de hablar de ese tema conmigo – los chicos de tu edad tenéis las hormonas revolucionadas y ...

–Yo no soy como la mayoría de los chicos de mi edad.

–Ya... – pensé en el deseo que me recorría cuando le tenía tan cerca.

Tenía que marcharme de aquella casa, lo supe después de sentir lo que sentí al escucharle tener un orgasmo. Posiblemente estaba cegada por lo caliente que se volvió ese momento, por el poco sexo que yo tenía en aquellos días.

Añoraba sentirme deseada por un hombre, eso era todo.

Pese a eso, no me moví cuando sentí su dura erección en mi trasero a la mañana siguiente, ni siquiera cuando se aferró a mí en sueños y la presionó con más fuerza, haciéndome estremecer.

Su respiración sonaba fuerte cuando su aliento rozó mi cuello y su mano se aferró a mi muslo.

Quería más y ya no sabía si lo estaba imaginando todo o si era real, pese a eso, no pude evitar apretar mis glúteos contra su erección. Eso volvió aún más loca la situación.

–Mierda... – Susurró antes de ponerse en pie y correr hacia el cuarto de baño. Abrí los ojos y me sentí extraña al saber que no volvería a sentirle tan cerca nunca más. Debía estar volviéndome loca para estar pensando de esa forma.

Me levanté después de eso, porque no quería tener alucinaciones subidas de tono esa mañana.

Preparé mis famosas tortitas que él devoró en seguida junto a un buen jugo de naranja, antes de que me ayudase a preparar la maleta, poniendo gran atención a mi ropa interior que le quité de las manos con rapidez.

–Siempre pensé que eras de esas chicas que usaba ropa interior de dibujitos – bromeó mientras yo le daba un manotazo. Estalló a carcajadas. – Pero ... eres incluso más sexy de lo que pensaba.

No hablamos mucho en su auto de camino a casa de Su, yo aún me sentía algo cohibida después de nuestra última conversación. Me había hecho sentir demasiadas cosas.

Me ayudó a subir la maleta hasta la casa de mi amiga.

–Las puertas de mi casa seguirán abiertas por si alguna vez necesitas... – apoyé la mano en su mejilla, por inercia y asentí.

–Lo sé – su sonrisa apareció entonces, contagiándome.

–¿Emma? – Escuché la voz de Su, lo que hizo que apartase la mano de su rostro y mirase hacia mi amiga. Me sentía del todo incómoda con la situación.

Kil no se quedaría para no hacerlo difícil y se marchó al ascensor mientras ambas mirábamos hacia él.

–¿Quién es? – quiso saber mi amiga después de apreciar el buen rollo que había entre ambos. – ¿Él es la razón por la que te has ido de la casa de ese vejestorio?

–¡Claro que no! – me molestó que lo mencionase incluso. – Yo no soy de ese tipo de mujer y lo sabes. – Me agarró la maleta y me invitó a entrar en la casa.

–¿Qué llevas aquí dentro para que pese tanto? – sonreí, porque Kil no se había quedado del peso de la maleta ni un poco. – Entonces, ¿qué? ¿vas a decirme quién era él?

–Es Killian, el hijo de Max – abrió los ojos como platos, antes de pensar en él.

–¡Wuau!

–¿Qué? – Me quejé.

–Le ha venido bien crecer. Es un bombón. – La asesiné con la mirada y ella rompió a reír.

–Ni siquiera me he fijado en eso. – Me quejé.

–¿No? – negué con la cabeza. – Ven, he preparado la habitación de invitados.

–Solo serán unos días hasta que encuentre algo mejor.

–Podemos pagar juntas el alquiler y compartir gastos. – Yo no quería estropear nuestra amistad con la convivencia, porque estas cosas nunca salen bien con conocidos. – Y no aceptaré un no por respuesta. Siempre eres demasiado reservada y te da apuro todo. – Rompí a reír. Ella me conocía bien – Anímate y olvídate del capullo de Max. Esta noche salimos y hay miles de peces en el mar.

–Por cierto, he leído por el grupo que Mike y tú estáis en una relación. – sonrió, enamorada. Me encantaba verla así. – Tienes que contarme los detalles.



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