Capítulo 5. Un contoneo de caderas.
La semana no me dio tregua, por no hablar del continuo tonteo que había en el trabajo entre los chicos de la oficina y esa chica nueva, que parecía no estar interesada en ninguno de ellos.
–¿También estás revoloteando alrededor de la chica nueva? – quiso saber Archie cuando entré en el archivo.
–¡Qué va! A mí me van las morenas – el hombre rompió a reír antes de entregarme los nuevos documentos que había que ordenar alfabéticamente.
Aquel sábado estaba inquieto por la quedada nocturna, pero no iba a ser tan genial como esperaba porque finalmente los hermanos de June habían pospuesto el viaje y sería su hermanastro el que nos acompañaría en nuestra aventura. Me incomodaba quedar con él, porque era un chico con el que no tenía nada en común que iba muy a su bola. Solía ser el centro de atención. Pese a eso, no dije nada cuando mi amigo aseguró que su hermano iba a apuntarse.
Bebí más de la cuenta y terminé haciendo el ganso en la pista, con mi extraña forma de bailar que hacía que las chicas se esfumasen de mi lado. Eso me divertía mucho.
El creído de Roy acaparó todas las miradas como suponía, pero estaba distraído esa noche. Yo dejé de hacer el ganso y fui a por otra copa. Eso hizo que algunas chicas pusiesen sus ojos en mí. Aún me costaba comprender por qué ligaba tanto cuando era un chico normal, del montón. Supongo que tenía un punto de chico misterioso que las atraía a todas.
Había un grupo de chicas no lejos de mí que cuchicheaban mientras me miraban. Ya las había visto antes, eran mayores que yo, podrían tener perfectamente entre diez o quince años más.
–Es monísimo – escuché a una de ellas.
–¿Dónde está Ana? – Decía su amiga.
–Hace tiempo que se marchó al baño y no la he visto. ¿Y estas dos?
–Estas están en el baño, hay una cola enorme para entrar.
–¿Dónde está Roy? – Preguntó June a mi lado con una nueva copa en su poder. Me encogí de hombros, lo cierto es que hacía ya un rato que no le veía. – Habrá ido al baño. – Odiaba que fuese tan sobre protector con un tío que ya era mayorcito para cometer sus propios errores.
Supongo que cuando uno tiene hermanos tiene ese tipo de sobreprotección dentro. Yo nunca lo sabría porque era hijo único.
Las perfectas risas de Emma invadieron el lugar y me hizo ladear la cabeza para buscarla, pese a creer que era imposible que estuviese allí, pero para mi sorpresa... la vi junto a las chicas maduras de antes.
Llevaba un vestido negro ajustado que marchaba bien cada curva de su contorneado cuerpo, incluso sus turgentes pechos. Sus largas piernas subidas sobre tacones que la convertían en alguien de mi misma estatura. Y... perdí el aliento.
–¿Kill? – Me llamó June mientras yo me fijaba en que tenía el cabello más largo de lo que recordaba y en lo hermosa que estaba maquillada. – ¿Me escuchas, tío?
–¿Qué? – Pregunté sin poder quitar mis ojos de ella, lo que hizo que él mirase hacia ese punto.
–¿Qué miras con tanto interés? ¿Cuál de todas esas chicas te gusta, Kil? – Yo estaba lejos de contestar, más cuando ella empezó a contonear sus caderas al ritmo de la canción. – ¡Tío! ¿Qué demonios pasa contigo? Si no te conociese mejor diría que quieres llevártela a la cama... – Rompí a reír tomándomelo a guasa, descargando la maldita frustración, porque una parte de mí quería hacerlo. Incluso la imaginé en ella de una forma erótica que no venía al caso.
–La conozco, tío. – Declaré, más que dispuesto a revelar aquello para poner en orden mis prioridades. –Es la mujer de mi viejo. – Él se asombró demasiado.
–¿Emma? – Asentí. Por supuesto él ya sabía sobre ella. Yo le hablé al respecto en múltiples ocasiones, por no contar que el año pasado estuvo en mi casa, en la inauguración del verano. – Ahora entiendo que te quedases obnubilado cuando la viste por primera vez. Es preciosa. – Rompí a reír antes de asesinarle con la mirada. – Tranquilo, tío. No me van las mujeres casadas.
Entonces volví la cabeza para volver a mirarla y me quedé a cuadros al ver a escasos metros a Roy que estaba demasiado cerca de una mujer que podría ser su madre.
–¿Ese de allí no es Roy? – June se tersó en cuanto vio aquel espectáculo.
Busqué a Emma con la mirada, pero por alguna razón ya no podía encontrarla. Quizás... se había marchado. Cosa que me parecía lo más sensato, pues ella no solía salir a ese tipo de antros.
Lo cierto era que desde que se casó con mi padre dejó de hacer cosas divertidas para contentarle a él.
Era irónico. Porque por un momento esperé que fuese al revés y ella pudiese cambiarle.
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