Capítulo 21. Deseo.
La semana fue un verdadero martirio chino sin ella, pero todo valió la pena con tal de volver a verla.
No dejé de hacer bromas en toda la maldita noche, bebí demasiado, al igual que ella y terminamos haciendo travesuras en mi coche. Estaba siendo un maldito irresponsable, y tenía que despertar de una vez, antes de que lo que teníamos se perdiera incluso antes de haberlo empezado.
Dejé de besarla y miré hacia el frente, apoyando las manos en el volante. Había estado a punto de atreverme a meter la mano entre sus piernas y subir más arriba. Pero... joder, no podía hacerlo.
–Debería llevarte al hotel. Estoy siendo un irresponsable de mierda. Hacer esto aquí donde el espía de mi padre puede vernos...
–Volvamos a la discoteca – la observé sin comprender – escondámonos en el baño de la otra vez y ... - tragué saliva ante lo que ella proponía porque me moría de ganas, pero tenía que ser responsable, joder. – Necesito sentir tu erección en mi trasero – se me hizo la boca agua solo con eso – y tus dientes en mi cuello.
–Emma... – ella se bajó y volvió a la discoteca, y yo la seguí como un idiota. Entré detrás de ella en la zona de baños y todos nuestros deseos se vieron truncados en cuanto nos percatamos de la larga cola que había para entrar.
–Vamos a tu casa – suplicó con ansiedad. Negué con la cabeza, tratando de encontrar fuerza de voluntad donde no la tenía.
–No eres tú la que habla, es el deseo nublándote la razón. – miró hacia ambos lados de aquel largo pasillo, antes de colgarse de mi cuello y besarme apasionadamente. Joder, me arrepentí de todo después de ese momento. Quería hacer cualquier cosa que ella me pidiese en aquel momento.
–Te necesito, Kil. – La apreté contra la pared, entrando en la oscuridad, donde nadie más pudiese vernos y me atreví a meter las manos debajo de su falda, aferrándome a su trasero, apretándola contra mi abultada entrepierna. – Vamos a tu casa. – Quería aceptar con todo mi ser, pero no podía hacerlo.
–Cuando tú y yo estemos juntos haciendo eso que tanto deseamos serás una mujer libre – sonrió, encantada de escucharme decir eso. – Ahora no es el momento, y lo sabes.
–De acuerdo – pareció tirar la toalla y eso me calmó. Caminamos juntos hacia los reservados de la parte de arriba, pero se detuvo en las escaleras a decirme algo – sólo dime que pensarás en mí luego, a solas en tu cama, cuando te...
–Lo haré – ella sonrió, complacida, pero la detuve en cuanto empezó a subir nuevamente – yo quiero lo mismo. – tragó saliva, del todo avergonzada – cuando estés en la habitación de hotel luego, quiero que te toques y mientras lo haces... – acerqué mi rostro al suyo más de la cuenta. – ... pensarás en mí.
–Sí – aceptó – pensaré en cómo habría sido si yo fuese una mujer libre y hubiésemos acabado en tu casa. – Eso me hizo feliz y entonces seguimos subiendo hasta el reservado que compartíamos con nuestros amigos.
Quedaban pocos ya. Solo June y yo de mis amigos. Carol, Cindy y ella de sus amigas.
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